domingo, 15 de abril de 2012

The Heart of Millionaire cap.8


En el Jardín de Neptuno, el elegante restaurante de la Cubierta Esplendor, Miley observó el comportamiento de Nick.
Dado que era el dueño del barco, no se esperaba que se mezclase con los pasajeros, pero él no sólo se mezclaba, sino que, además, parecía divertirse. Agarrada a su brazo, se sintió como una reina adorada por la multitud.
Mientras avanzaban hacia su mesa, Nick se detuvo una y otra vez para charlar con las personas que había sentadas en las mesas de manteles blancos. Les preguntó si estaban disfrutando del viaje, si necesitaban algo, si había algo que pudiese hacer la tripulación para que su estancia fuese más agradable.
Las solteras estaban deseando conocer al atractivo y rico Nick Falco. Y el hecho de que Miley fuese de su brazo no las disuadió ni lo más mínimo a la hora de intentar ligar con él.
—Es un barco precioso —comentó una de ellas, suspirando cuando él le dio la mano.
—Gracias —respondió Nick, sonriéndola a ella y a las otras dos mujeres que ocupaban su mesa. —Me alegro de que se estén divirtiendo. Si necesitan cualquier cosa, pídansela a una azafata.
—Lo haremos —susurró la morena. —Prometido.
Miley se contuvo para no poner los ojos en blanco. Las tres mujeres miraban a Nick con ojitos de cordero degollado. Ya él parecía gustarle.
Cuando les dieron la espalda para seguir hacia su mesa, Miley sintió las miradas de envidia de las tres en su espalda.
—Qué chabacana —murmuró.
—¿Chabacana?
—Sólo le ha faltado babear por ti.
—Ah —dijo Nick sonriendo y abriendo la mano derecha, la que le había dado a la morena. En ella tenía una llave con el número P230 escrito en la parte superior. —Supongo que esto la hace todavía más chabacana.
—Por amor de Dios!!! —exclamó Miley con ganas de darse la vuelta y matar a la otra mujer. —Y eso que estaba yo contigo. Podía ser tu novia.
A Nick le brillaron los ojos y sonrió todavía más.
—¿Estás celosa?
Miley intentó sacar la mano de entre su brazo, pero él la sujetaba con fuerza.
—No, no estoy celosa. Sólo molesta.
—¿Con ella? ¿O conmigo?
—Un poco con los dos. ¿Por qué no le has devuelto la llave?
A él pareció sorprenderle la idea.
—¿Y avergonzarla delante de sus amigas?
Miley resopló sin ninguna delicadeza.
—Me parece casi imposible avergonzar a una mujer así.
—Veo que el tema te molesta de verdad.
Siempre le había molestado. Había oído todas las historias que se contaban acerca de él nada más empezar a trabajar para su línea de cruceros.
Cómo en cada crucero, siempre había mujeres haciendo fila para meterse en su cama. Pero ella se había convencido a sí misma de que lo que había habido entre ambos había sido diferente.
Al parecer, se había equivocado.
—Una pregunta —le dijo en voz baja, para que ningún otro pasajero pudiese oírla.
—De acuerdo.
—¿Tienes pensado utilizar esa llave?
Él la miró un segundo y luego detuvo a un camarero, le dio la llave y le susurró algo al oído. Luego, se volvió de nuevo hacia ella.
—¿Contesta esto a tu pregunta?
—Eso depende. ¿Qué le has dicho al camarero?
—Que le devuelva la llave a la morena, le dé las gracias y le presente mis excusas.
Miley se sintió mejor, aunque sabía que era una tontería.
—Gracias.
—En estos momentos, sólo estoy interesado en hablar con una mujer.
—Nick...
—Ya hemos llegado —la interrumpió él cuando llegaron al reservado en el que iban a cenar. —Vamos a cenar y a hablar.
Miley se sentó y observó como Nick tomaba asiento frente a ella.
—De acuerdo, Nick, pero antes quiero hacerte una pregunta.
—¿Qué?
—Después de ver cómo has hablado con todas esas personas... Cómo has coqueteado con esas mujeres... No has cambiado nada, ¿verdad?
Su expresión se tensó mientras la miraba y, a la luz de la vela que brillaba en medio de la mesa, a Miley le pareció que su mirada era un poco peligrosa.
—He cambiado un poco —contestó él en voz baja. —Últimamente tengo más cuidado de con quién paso el tiempo. Ya no me creo todo lo que me cuentan las mujeres. Compruebo que me dicen la verdad. No quiero toparme con otra mentirosa.
Miley se ruborizó y dio gracias de que hubiese poca luz en el restaurante. Cruzó las manos sobre el regazo y dijo:
—De acuerdo, voy a decírtelo otra vez. No quería mentirte, Nick.
—¿Lo hiciste sin querer?
—Bueno... sí.
—Claro. No supiste cómo decirme que trabajabas para mí, así que no lo hiciste. Me dejaste pensar que eras una pasajera.
Así había sido, se había dejado llevar por la luna y por el hombre más guapo que había visto en toda su vida.
—Yo nunca te dije que fuese una pasajera. Tú lo diste por hecho.
—Pero tú no me dijiste lo contrario.
Todo eso era cierto. Si le hubiese dicho la verdad, nunca habrían pasado aquella semana juntos. Jamás habría sabido cómo era estar entre sus brazos. Nunca se habría imaginado que podrían tener un futuro juntos. No se habría quedado embarazada. Y no habría dado a luz a los dos niños sin los que ya no podía imaginarse su vida.
Por eso le resultaba tan difícil sentirse culpable por lo que había hecho.
—Nick, no removamos más el pasado, ¿de acuerdo? Ya te dije que lo sentía. No puedo cambiar las cosas. Y tú tampoco te comportaste precisamente como un príncipe azul.
—¿Me estás echando la culpa a mí?
—Ni siquiera quisiste hablar conmigo —le recordó. —Te enteraste de la verdad y me echaste tan pronto que me sorprendió que no me hubieses tirado por la borda para que tuviese que volver a casa a nado.
El cambió de postura, incómodo, movió la mandíbula como si quisiese decir algo, pero se es—tuviese conteniendo.
—¿Qué esperabas que hiciera? —preguntó.
—Yo sólo quería explicarme.
—No habrías podido decir nada para arreglarlo.
—Bueno, eso ya nunca lo sabremos —suspiró ella. —Y no estamos solucionando nada con mirar al pasado. Lo pasado, pasado está. Ahora tenemos que hablar del presente.
—De acuerdo —Nick le hizo una señal a un camarero y luego volvió a mirarla. —Háblame de tus hijos.
—Tus hijos —le corrigió ella levantando la barbilla, como dispuesta a pelear.
—Eso todavía está por demostrar.
—¿Por qué iba a mentirte?
—Esto... Ésa es una pregunta interesante. Podría contestarte que ya me has mentido antes, pero hemos dicho que no íbamos a hablar del pasado.
Miley no sabía si suspirar de frustración o darle una patada por debajo de la mesa. Aquello estaba resultando mucho más difícil de lo que había esperado. Se había convencido a sí misma de que Nick la creería, de que miraría la fotografía de los bebés y sabría instintivamente que eran sus hijos. No debía haber sido tan ingenua.

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