viernes, 6 de abril de 2012

The Burning Passion JEMI cap. 30


El cuello de Demi se tensó, escalofríos de placer recorrían su cuerpo mientras la punta de la lengua de Joe bajaba hasta los pechos y describía un círculo alrededor de cada uno de los pezones. Sus labios se cerraron sobre uno de los pezones mientras la lengua lo acariciaba con fuerza. Demi jadeaba ahogada, apretando la cabeza de Joe contra su cuerpo, enredando los dedos entre su pelo, incapaz de reprimir los suspiros de placer que sus dedos y boca le proporcionaban.
Por propia voluntad, sus piernas se abrieron al sentir la cálida mano de Joe rozando, su cuerpo hasta llegar a los rizos que cubrían su sexo. Un latido de deseo palpitaba donde él la estaba tocando.
Demi pensaba que sabía lo que era el deseo, pero lo que había conocido hasta ese momento sólo era su sombra. Lo que sentía era mucho más, la sobrepasaba.
Sintió cómo el pulgar de Joe investigaba por la hendidura debajo de sus rizos. Un gemido de súplica se escapó de sus labios mientras apretaba su cuerpo contra el de él.
El negro ruego de los ojos de Joe ardía cada vez más caliente, pero no tanto como el que ella sentía dentro de su cuerpo.
Salvajes temblores recorrieron a Demi cuando el dedo apartó los labios de su sexo y empezó a acariciarlo más dentro.
Un calor de desvarío y deseo la llenaba, su cabeza caída sobre las almohadas, sus caderas retorciéndose al ritmo del movimiento de la yema del dedo que se deslizaba por su sexo demorándose deliberadamente en el clítoris.
Ninguna mujer se le había entregado ni le había mostrado su placer hasta entonces de ese modo, reconoció Joe. No sabía hasta cuándo iba a poder mantener bajo control su propia excitación.
Demi se sentía caliente y húmeda, los abultados labios de su sexo se abrían a Joe para ofrecerle el regalo de su sexo.
Un deseo salvaje devoraba a Joe, no tenía bastante con sentirla, quería verla también.
Demi gritó protestando cuando sintió moverse a Joe, aunque su mano seguía tranquilizadora sobre su sexo y su cuerpo seguía abiertamente excitado. Los ojos de Demi, sin embargo, todavía planteaban una cuestión con ansia y, como no decía nada, Joe la respondió diciéndole con crudeza:
—Quiero mirarte. Quiero ver tu sexo enrojecido de placer, abierto e impaciente por mis caricias.
A la mente de Demi acudían salvajes pensamientos de pedirle que se diera prisa, de que empezara ya, pero sintió que de nuevo la acariciaba, aunque esa vez... Esa vez, con la cabeza hacia atrás y el cuerpo recorrido por intensas oleadas de placer, podía sentir como separaba sus labios exponiendo su piel mas íntima a su mirada y a sus caricias. La presión de los dedos contra el clítoris la hacía gritar de desesperación y placer. Joe acercó la cabeza y deslizó la lengua entre los sedosos pliegues provocando a Demi un escalofrío de placer salvaje. La punta de la lengua le descubría sensaciones que ella nunca se había imaginado que existieran.
No iba a poder contenerse mucho más, pensó Joe al sentir cómo su propio cuerpo vibraba reaccionando ante el placer de saborearla y tocarla. Deslizó la punta de la lengua hasta la húmeda abertura y escuchó los gemidos de placer. Sacudió el clítoris con rápidos y rítmicos movimientos de su lengua mientras deslizaba un dedo suavemente dentro de ella.
Inmediatamente los músculos de su sexo se cerraron en torno al dedo, lo abrazaron y Joe sintió cómo todo su cuerpo respondía con auténtica urgencia masculina.
Podía sentir su propio corazón golpeando contra el pecho, el sudor recorrer la frente, pero se propuso a sí mismo ir despacio. Un dedo y después dos, dando tiempo a que el cuerpo de ella se acostumbrara y así respondiera a las caricias.
Demi se acercaba cada vez más a Joe gimiendo de deseo y placer.
Desesperada Demi tendió la mano y tocó el sexo de Joe, los dedos alrededor de él, deslizándose sobre él. Lo encontró tan caliente y lubricado, la piel que lo envolvía se deslizaba fácilmente sobre su glande.
Todavía acariciándola, Joe la atrajo y se introdujo dentro de ella despacio, reprimiendo su deseo de profundizar más dentro de ella.
El sexo de ella envolvía a Joe haciéndole jadear de necesidad. Profundizó más, y luego un poco más hondo mientras Demi le clavaba las uñas en los hombros de pura necesidad de que le entregara más de él. Incapaz de controlarse, Demi empezó a gritar:
—Más... Joe. Más dentro —apretando aún más su cuerpo contra él.
—¿Así? ¿Cuánto más? ¿Todo esto más?
Demi jadeaba en las embestidas llevada por la necesidad de que la llenara más y la llevara más arriba:
—Mmm. Sí. Más... más dentro... otra vez.
La descontrolada letanía de ruegos sonaban para Joe como una canción interpretada a dúo por sus alientos, subrayada por la subida y bajada de su urgencia y su satisfacción, mientras la respuesta del cuerpo de ella se llevó definitivamente sus intenciones de mantener el control.
Sus deseos de ir más adentro, más fuerte, de poseerla totalmente, lo sobrepasaron. Las cada vez más poderosas embestidas lo llevaban cada vez más alto y su propia satisfacción estaba guiada por el rítmico movimiento de las caderas de Demi y el sonido de su creciente placer. Lo abrazó, lo besó en el cuello y los hombros y clavó las uñas en sus brazos en un súbito éxtasis de placer físico, según Joe acercaba a ambos cada vez más a la cima.
Era demasiado para su autocontrol, reconoció Joe con los músculos del cuello rígidos al intentar retrasar su propio clímax. Pero ya era demasiado tarde. Su cuerpo estaba ya reclamando su derecho a liberarse.
Demi pronunció una serie de palabras inconexas de enfebrecido placer cuando la palpitante penetración de Joe la llevó por encima del límite del placer, su cuerpo repentinamente se contorsionó en una serie de rítmicas contracciones provocadas por la liberación del clímax. Se había terminado.
Con mucho cuidado, Joe colocó a Demi a su lado y la mantuvo junto a él.
Demi se quedó ahí acostada, intentando acompasar la respiración mientras su cuerpo aun temblaba de placer. Las lágrimas nublaban su vista, aunque no tenía ni idea de por qué tenía ganas de llorar. El placer había sido mucho mayor de lo que se había imaginado.
Joe estaba tumbado de cara a ella, su brazo reposando sobre él cuerpo de Demi pesada y suavemente, manteniéndola cerca de él.
—¿Estás bien?
—Creo que sí —respondió Demi con voz temblorosa—. Estoy tratando de volver a la tierra. No me imaginaba que fuera tan... —se detuvo.
—¿Tan qué?
—Tan... tan intenso. No cuando tú... cuando nosotros... cuando no se ama —se las arregló al final para decir.
Sintió cómo Joe se movía, pero antes de que pudiera decir nada la estaba abrazando y besando. Despacio, suavemente y... oh, tan dulcemente.

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