viernes, 6 de abril de 2012

The Burning Passion JEMI cap. 29




—Ahora, ahora puedes decirme que me deseas.
Su voz sonaba áspera a consecuencia del más puro deseo masculino fuera de control.
Una emoción de placer explotó dentro de Demi. Podía sentir cómo se sacudía de excitación mientras Joe la atraía hacia él y tomaba su boca con auténtica hambre de sexo.
Su propia respuesta pasó por encima de ella como una enorme ola, empapándola. No tenía defensa contra él, tampoco la quería.
La lengua de Joe, sin preliminares, cruzó sus labios buscando. Un pequeño suspiro de placer escapó de la boca de Demi mientras las manos de él le quitaban el top y desabrochaban el sujetador.
Demi gimió cuando las manos alcanzaron los pezones. El gemido fue aún mayor cuando agarró uno de ellos con sus dedos y empezó a jugar con él. Sin saber lo que estaba haciendo, Demi apoyó sus caderas contra las de él imitando el movimiento de su boca.
—No —advirtió él—, ¿no querrás que pierda el control y te posea aquí mismo?
—Sí —dijo Demi rápidamente, sintiendo cómo las palabras se escapaban de su boca—. Quiero que me poseas donde y cuando quieras, pero sobre todo quiero que sea ya, ¡ahora! ¡Joe, ya!
¿Era ella consciente de que acababa de destruir las últimas briznas de autocontrol que le quedaban? ¿De lo que sus palabras de deseo le estaban haciendo?
—¿Ahora? —repitió Joe.
Sus ojos, acostumbrados ya a la oscuridad, miraban el brillo pálido de los pechos. Acarició con fuerza uno de los pezones y vio cómo el cuerpo de ella se retorcía de placer. Le costaba tragar de lo excitado que estaba. Inclinó la cabeza y absorbió el aroma sexual del deseo de Demi a través de la boca, saboreando la suavidad de su hinchado pecho antes de que la lengua llegara al pezón, intentando mantener el control y no llevarla hasta la pared, arrancarle las ropas y entrar dentro de ella todo lo profundamente que pudiera.
Demi tardó unos segundos en ser consciente de que los gemidos que escuchaba eran los suyos. Se sentía como si estuviera en un larguísimo tobogán incapaz de detenerse, cayendo cada vez más profundamente en su propio placer. Joe liberó el pezón y preguntó:
—¿Cómo quieres que lo hagamos? ¿Tienes alguna posición favorita? ¿Te encargas tú del preservativo o lo hago yo?
Demi lo miró y respiró hondo.
—Creo que es ahora cuando tengo que decirte que no tengo mucha experiencia previa —anunció con cuidado.
—¿Qué?
Demi no podía saber si la aspereza de su voz era provocada por incredulidad o por rabia.
—¿Qué significa eso?
Demi tragó saliva y dijo en voz baja:
—Realmente, me temo que significa que no... que nunca... Todavía soy virgen.
—¿Qué? Estás de broma, ¿verdad?
Demi negó con la cabeza. Joe la soltó y se apartó de ella.
—No puedo pensar en una sola razón por la que puedas seguir siendo virgen.
—Pues hay varias —respondió Demi con dignidad—. Por un lado... Bueno, supongo que no se me habrá presentado la oportunidad adecuada, o el hombre adecuado.
La revelación de Demi era lo último que Joe se había esperado. Si se había mantenido virgen hasta entonces ¿por qué estaba, para decirlo con crudeza, ofreciéndosele en bandeja? ¿Pensaba que él tendría que sentir luego algún tipo de responsabilidad moral? ¿Le estaba tendiendo alguna clase de trampa? ¿Usaría con él algún tipo de chantaje emocional para convertir la intimidad física en algo más?
Si tuviera algo de cabeza, la enviaría de vuelta a su habitación en ese mismo momento, pero algo dentro de él respondía a sus preguntas sólo con un masculino deseo de posesión. Le gustaba realmente la idea de ser su primer amante, de saber que, si la experiencia que le proporcionaba era verdaderamente placentera, ella la apreciaría toda la vida. Y no podría compararlo con otro.
—La verdad es que no actúas como una virgen.
Probablemente porque, cuando estaba con él, no se acordaba de que lo era. La intimidad que había alcanzado con Joe en sus pensamientos había rebasado el límite de la virginidad.
—A lo mejor no tenía que habértelo dicho —dijo Demi.
Joe la miró con incredulidad.
—¿No crees que hubiera sido obvio? Sobre todo con el nivel de intimidad que había planeado que...
Vio la excitación volver a arder en los ojos de Demi y se maldijo por la reacción de su propio cuerpo.
—¿Estás segura de que esto es lo que quieres? ¿Una aventura que...?
—No quiero una aventura —le interrumpió—. Sólo quiero sexo.
—¿Sólo sexo? —preguntó Joe sin llegar a creerlo.
—Sí. Pero, por supuesto, si tú no...
Nunca nadie había lanzado ese reto a Joe.
—Gritarás «para» antes que yo —dijo rozando la boca de Demi con la suya.
Joe le agarró la cabeza con las dos manos y su lengua se hundió más hondo, enredándose con la de ella. Demi podía sentir el latido del corazón golpeando dentro del pecho, ¿o era el de él?
Estaban tan juntos, que podía sentir el empuje de su erección. Y quería sentirlo y no sólo sentirlo, quería verlo, tocarlo... sentirlo muy dentro de ella.
Se sintió mareada de excitación cuando Joe envolvió uno de sus pechos con las dos manos y después, lentamente, pasó la punta de su dedo en círculos alrededor del pezón. Círculos perezosos que estaban haciendo que se volviera loca. Respiró hondo y sintió la correspondiente tensión en la parte baja de su cuerpo. Incapaz de detenerse, Demi tendió la mano y cuando alcanzó la dura prominencia masculina imitó las caricias de Joe dibujando círculos en su cabeza con la yema del dedo a través de la tela de los pantalones. Parecía gruesa y tuerte. Los dedos de Demi temblaban al igual que todo su cuerpo.
Para su sorpresa, Joe inmediatamente se detuvo, la soltó y la miró a través de la oscuridad.
—Necesito una ducha —dijo de repente—, y tú la vas a compartir conmigo.
Tiró de ella de la mano. Podría haberse soltado, pero no quería.
La guió a través de la oscuridad, pasaron al lado de algo que tenía la forma de una cama enorme y después entraron en un vestidor y Joe encendió la luz.
—Es un spa —dijo él—, así que nos desnudaremos aquí.
Desnudar. Se le quedó la boca seca, pero Joe ya se había apartado un poco de ella y se estaba quitando la ropa.
Demi lo miraba hipnotizada, así que cuando Joe la miró, pudo ver la excitación reluciendo en ellos.
Al ver su erección, Demi sintió que se le doblaban las piernas. Le temblaban los dedos mientras se quitaba la ropa, dudando sólo cuando llegó a la fina pieza de seda que apenas ocultaba su sexo.
Joe caminaba ya hacia la puerta del spa. Demi respiró hondo y lo siguió.
Joe apretó un botón e inmediatamente de orificios ocultos salieron deliciosos chorros de agua templada que la empaparon.
—¿De verdad necesitas esto? —dijo Joe de pie delante de ella deslizando un dedo por debajo de la tira del tanga mientras la yema de su dedo pulgar le rozaba sensualmente la piel desnuda.
Joe dio un paso adelante y pasó la lengua por los labios de ella. Demi dejó escapar un voluptuoso suspiro y se acercó más. La suave yema del dedo de Joe recorría el límite de su tanga muy despacio una y otra vez.
—Mmm...
Podía sentir cómo el calor subía por sus piernas mientras Joe dibujaba los límites del tanga. Demi se estremeció entera. La mano de Joe se desplazó y tiró hacia abajo del tanga apartándolo de su camino. Demi sentía las piernas tan débiles, que casi no podía mantenerse de pie.
Medio mareada, empezó a enjabonarse, sorprendiéndose cuando Joe le agarró la mano y le dijo en un susurro:
—Ése es mi trabajo... y mi placer.
La suavidad del jabón hacía que las manos se deslizaran sensualmente por su cuerpo: por sus pechos, exquisitamente sensibles, por su vientre, donde el tacto de sus dedos provocaba tanto calor que parecía que iba a licuarse de deseo, por sus nalgas, donde la enjabonaba con un movimiento lento... Dejó la palma de la mano en la parte trasera mientras los dedos se abrían paso entre las piernas para seguir por la húmeda hendidura que se abría entre los abultados labios de su sexo.
Indefensa, Demi se rindió a sus caricias mientras su cuerpo se retorcía entre escalofríos de deseo. Guiada por un instinto de siglos alargó la mano y agarró su sexo con la mano, acariciando con ansia toda su longitud, luego lo soltó para volver a explorar el hinchado glande. Era él entonces el de los escalofríos, así que apretó un nuevo botón y aumentó la fuerza de los chorros de agua sobre sus cuerpos para librarlos de la espuma.
Demi  siempre había creído que era demasiado grande como para que ningún hombre pudiera levantarla en brazos pero, por segunda vez, Joe le estaba demostrando que estaba equivocada, pensó Demi mientras Joe terminaba de secarla y la levantaba en brazos.
La habitación estaba bañada por una suave luz y la sábana le resultó fría cuando la dejó sobre la cama y agachó la cabeza hasta rozar la suya.
—¿Todavía quieres? —susurró rozando los labios.
—Sí — susurró Demi—. ¿Y tú?
Por primera vez desde que lo había conocido vio auténtico buen humor en sus ojos.
—Creo que mi excitación y deseo son bastante evidentes.
—Y los míos —dijo Demi con voz ronca.
—¿Quieres decir esto de aquí?— dijo Joe cubriendo un pecho con la mano y acariciando suavemente el pezón con el dedo pulgar—. ¿O esto de aquí? —dijo mientras recorría toda la longitud de su sexo arrancando a Demi un gemido de placer.
Su excitada carne contenía un millón de terminaciones nerviosas dispuestas para el placer, y a Demi le parecía que las caricias de Joe se demoraban sobre cada una de ellas. Y entonces llegó al clítoris, donde sus caricias se volvieron rítmicas.
Inmediatamente su cuerpo se arqueó mientras fijaba la mirada en él. ¿Cómo había podido alguna vez pensar que sus ojos eran fríos? Ardían con un oscuro fuego.
Joe apartó la mano y la besó en uno de los lados del cuello, después en los hombros mientras deslizaba una mano entre el pelo y envolvía la cabeza por detrás. Demi ya estaba 
anticipando, anhelando sentir la boca contra sus labios.
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Hola chicas voi a subir un maraton para terminar rapido con esta nove y empezar con la siguiente qe es NILEY
se qe muchas no la leen jeje pero bueno qiero terminarla besitos♥

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