viernes, 6 de abril de 2012

The Burning Passion JEMI cap. 32



—Yo tengo que quedarme en el château, para estar cerca por si algo sale mal.
Habían llegado a Francia dos horas antes y Demi estaba sentada al lado de Joe en el enorme Mercedes alquilado que les estaba esperando cuando llegaron al aeropuerto. Joe le había dicho que quería que se quedara con él en la casa que había alquilado.
—Si algo va mal, puedes estar allí en unos minutos. Demi sabía que tenía razón y también sabía que quería quedarse con él. ¿Cómo podía haberse vuelto físicamente adicta a él en tan corto espacio de tiempo?
—¿Cómo te sientes? ¿Estás bien? —preguntó .
Tanto las preguntas como el suave tono de su voz la asustaron.
—Yo... estoy bien. No puedo creer que no me diera cuenta antes de... lo compulsivo que puede ser el sexo.
Joe frunció el ceño. Su respuesta no era la que esperaba. ¿O no era la que quería?
—Para ti no fue sólo sexo, ¿verdad? —retó.
Demi no podía mirarlo. Sentía punzadas de alerta encendiéndose en su cabeza.
—¿Por qué dices eso?
—Una mujer no llega virgen a tu edad a no ser que esté demasiado traumatizada como para querer sexo o que esté esperando sentirse atraída por su pareja tanto emocional como sexualmente.
—No. Eso no es verdad. La razón de que fuera virgen es porque no había querido ninguna implicación emocional, no porque la quisiera.
Joe podía sentir el pánico en su voz. No importaba lo pasado de moda que pudiera estar, todos sus instintos le decían que ella tenía que estar muy implicada emocionalmente con él para haber respondido como lo había hecho. Su lógica masculina no le permitía aceptar que, habiéndole entregado su virginidad, pudiera ser de otra manera.
—Los seres humanos están autorizados a tener emociones, ¿sabes? —dijo Joe con aspereza—. Pero adivino que tú tienes miedo de ser vulnerable por tu experiencia en la infancia. Tus padres adoptivos te rechazaron, dieron su amor a su propia hija.
Demi era demasiado inteligente como para tratar de negar lo que le estaba diciendo.
—Puede que haya sido una niña necesitada de cariño, pero no tengo intención de convertirme en una mujer emocionalmente dependiente.
—Hay mucha diferencia entre eso y amar a alguien.
—Puede ser. O puede ser que igual que algunas personas están genéticamente predispuestas a ser más vulnerables a la adicción a las drogas, otras estén predispuestas a la vulnerabilidad emocional. Prefiero no ponerme a prueba.
—¿Cómo murió tu hermana adoptiva?
La pregunta la pilló con la guardia bajada.
—Ella... era drogadicta. Murió de una sobredosis de heroína. Empezó a consumir drogas cuando estábamos en el colegio. Tenía un año más que yo e iba con gente distinta. Yo... nunca me llamó la atención. Ya te conté que mi madre era una de tres mujeres que murieron en un incendio. Probablemente las tres eran drogadictas. Yo nunca... No podría... Lo sé porque, muy dentro de mí, tengo la vergüenza que me metieron mis padres adoptivos por la adicción de mi madre. Mi madre adoptiva decía que al llevarme a su casa había metido el demonio de las drogas en ella.
—Tonterías —dijo Joe—. Estaban buscando a quien echarle la culpa y te eligieron a ti.
—Puede ser, pero aún me siento culpable. La querían a ella, no a mí, y ella está muerta. Todo lo que les queda soy yo. He hecho todo lo que he podido para ayudarlos, para devolverles todo lo que me han dado.
—¿Todo lo que te han dado? ¿Como qué?
—La oportunidad de vivir una vida normal. Una educación. Sin ellos podría haber acabado vendiéndome en la calle como seguramente hizo mi madre.
—No —dijo Joe con firmeza—. Nunca habrías hecho algo así. De alguna manera habrías encontrado la forma de ser libre.
Demi podía sentir lágrimas de emoción llenando sus ojos. ¿Lágrimas de emoción?
—Te quiero, Demi, y no sólo físicamente. Acaricias mis emociones y deleitas mis sentidos. Cuando no estás conmigo, quiero que estés. Has vuelto integral mi placer de vivir, mi felicidad, si quieres. Quiero descubrir contigo qué nos está pasando. Confío lo bastante en ti como para decirte que soy emocionalmente vulnerable a ti. ¿Es tan difícil para ti decir lo mismo?
—No sé qué decir —admitió.
—Entonces no digas nada —dijo Joe—. Sólo permítete sentir. Y cuando estamos juntos, tú de hecho sientes, ¿verdad?
—Yo... sé que cuando practicamos el sexo me das mucho placer.
Sólo hablar con él de ese modo hacía que el deseo de su cuerpo se pusiera en marcha. Parecía que había pasado una vida desde la última vez que lo habían hecho y no habían pasado ni veinticuatro horas. Ya estaba deseando tener tiempo para pasarlo con él en privado.
Podía sentir a Joe mirándola. Volvió la cabeza y le devolvió la mirada. ¡Él lo sabía! Alguien así tenía que saber lo que estaba sintiendo. El coche era automático y Joe buscó su mano, la agarró y la apretó contra su cuerpo.
No era la respuesta que él esperaba, pero podía valer, de momento. Si su respuesta sexual era su zona sensible, entonces tendría que utilizarla para romper sus barreras emocionales.
¡Joe estaba excitado!
Demi respiró hondo y por un momento se encontró deseando ser de esa clase de mujeres que se sienten cómodas abandonando la ropa interior y llevando sólo una falda de verano en vez de los vaqueros y el tanga debajo que la separaba del contacto con Joe.
—No —escuchó decir a Joe—. De otro modo tendré que parar. Y la parte de atrás del coche no es el lugar adecuado para lo que quiero hacerte ahora...
—¿Qué quieres hacer? —lo animó ella.
Sintió la momentánea duda de él mezclada con su propia conmoción al ver que podía ser tan descarada.
—Quiero ponerte delante de mí, desnuda y ansiosa... como la primera vez. Quiero empezar por los dedos de los pies, tocar cada centímetro de ti, saborear cada centímetro. Quiero llevarte hasta el orgasmo con mis manos y mi boca y mirar cómo obtienes placer de mí...
Demi dejó escapar un gemido de súplica.
—Para —rogó—. No puedo...
—¿Esperar? —exigió suavemente— ¿Crees que a mí me pasa algo distinto?

¡Sexo sin sentimiento! Ella no tenía ni idea de lo que era en realidad el sexo sin sentimiento, se decía con furia. Demi ya había reconocido que estaba simplemente intentando protegerse de ser herida como le había pasado de niña. Y debido a eso no estaba dispuesta a reconocer que estaba emocionalmente tan implicada con él como él con ella.
Los números que había estado haciendo para preparar una oferta por Prêt a Party estaban delante de él en la pequeña mesa del café donde habían parado a tomar algo. Los miró sin emoción mientras esperaba a que Demi volviera del aseo. Ya no le preocupaba lo rentable que sería, o si llegaría finalmente a adquirir la empresa o no. Ele hecho en la única adquisición en la que estaba interesado en ese momento era en la de la exclusiva sobre los derechos de Demi, preferiblemente por medio de un contrato blindado e indefinido y legalmente vinculante.
¿Dónde estaba ella? Los músculos en tensión se relajaron cuando la vio venir deprisa hacia donde él se encontraba. Dos hombres en otra mesa también la estaban mirando. Joe se levantó y se colocó al lado de ella.
—Tenemos que parar en una farmacia —le dijo mientras firmaba la factura.
Demi lo miró desconcertada a lo que Joe respondió:
—Preservativos.
—¡Oh! —Demi pudo sentir cómo el rostro se le teñía de rojo.
—No es que piense que haya ningún riesgo para la salud de ninguno de los dos, pero supongo que no estás protegida contra un embarazo, ¿no?
—Sí, quiero decir, no. No, no estoy protegida —confirmó Demi con culpabilidad.
¿Cómo podía haber olvidado algo tan importante y básico como eso?



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