sábado, 28 de abril de 2012

Blackmail A Woman Niley cap.16


—Nick, creo que Danielle se ha dado cuenta de lo que pasa entre nosotros —le dijo Miley cuando se habían despedido de Danielle.
—Eso espero, después de todas las pistas que le di —dijo Nick.
—¿Qué? ¡Si has dicho que no se lo dirías a nadie todavía!
—No se lo he dicho. Sólo le he dado unas pistas. Y conociendo a Danielle, estoy seguro de que creerá que lo ha adivinado desde hace siglos, y eso ayudará a suavizar cualquier pregunta incómoda acerca de la rapidez con la que han sucedido los acontecimientos entre nosotros.
Y eso también impediría que Miley se echara atrás, pensó Nick cínicamente.
—Nos queda una hora hasta que venga a buscamos el chófer del hotel. ¿Te apetece dar un paseo?
—Estupendo —dijo Miley.
Lo que no se imaginó fue que Nick la llevaría a una joyería muy cara y le mostraría Su escaparate.
—¿Ves algo que te guste? —preguntó Nick.
—¿No habías dicho que no escogeríamos el anillo hasta que no estuviéramos en casa?
—Sí, por supuesto. Entre otras Cosas porque pensé que quizás querrías elegir una piedra primero y luego dónde engarzarla… Pero no estaba pensando en un anillo ahora, Miley. Acabas de aceptar ser mi esposa. El anillo de compromiso será un modo de que se sepa públicamente. Pero a mí me gustaría celebrarlo con algo más personal, ¿un par de pendientes, quizás? —agregó Nick, señalando un par de pendientes de diamantes que Miley no había dejado de mirar.
—Nick, no tienes que comprarme nada —protestó ella.
—Es verdad. No tengo que hacerlo. Pero quiero hacerlo —respondió Nick, tocando el timbre para que abrieran la tienda.
Estaban dentro de la tienda, llena de alfombras y vitrinas de cristal. Había aire acondicionado y los dependientes eran un joven y una joven inmaculados.
En cuanto Nick le dijo a uno de ellos lo que quería, los llevaron a una pequeña habitación privada y los hicieron sentar.
—¿Les apetece algo de beber? ¿Agua, café? —les ofreció el dependiente.
—Oh, café, por favor —le agradeció Miley, ignorando el modo en que Nick alzaba la ceja—. De acuerdo, tú no tomas cafeína —protestó ella—. Pero yo sí.
—Cafeína y champán —comentó Nick.
El dependiente apareció con el café de Miley, acompañado por un empleado mayor. Y Miley no pudo defenderse contra la acusación del champán.
—Tiene un gusto exquisito, si me permite, señora —dijo el hombre mientras extendía el rollo de tela encima del cristal y colocaba los endientes en él—. Estas piedras son de excelente calidad. Son calidad D, lo que significa que tienen excepcional pureza y claridad. Y están engarzadas en platino.
Y costarían una fortuna, pensó Miley, mientras se despedía de ellos mentalmente.
—Son preciosos… —empezó a decir Miley—. Pero…
—¿Por qué no te los pruebas? —la interrumpió Nick.
Miley lo hizo, reacia. Luego se miró en el espejo que le había dado el dependiente. Las piedras brillaron con una luz blanca y azul, y eran de excepcional pureza, como había dicho el dependiente.
—Disculpen un momento, por favor —murmuró el dependiente y se marchó.
—Nick, no debes comprarme esto —le dijo Miley enseguida.
—¿Por qué no? ¿No te gustan? Yo creo que te quedan muy bien.
¿Que si no le gustaban?, pensó ella. ¿Estaba bromeando?
—Por supuesto que me gustan. Pero ésa no es la cuestión.
—¿No? ¿Entonces cuál es?
—El precio, por supuesto. Nick, debe ser muy caros —dijo Miley, preocupada.
La vio tan preocupada, que Nick empezó a preocuparse también. Era la primera mujer que rechazaba que le comprara joyas por el precio.
El dependiente volvió con una caja pequeña.
—Nos llevaremos los pendientes. A mi prometida le encantan —dijo Nick.
El dependiente se alegró y dijo:
—Ah, señor, no se arrepentirá de su compra, se lo aseguro. Conservarán su valor. Y se me ocurre que tal vez quiera ver este brazalete, que tiene la misma calidad de diamantes. El brazalete está hecho de platino y de oro blanco. El diseño es moderno pero delicado… —agregó, sacando el brazalete de la caja para que lo vieran.
Miley contuvo la respiración nuevamente. El brazalete era hermoso, sencilla, elegante, con tres diamantes.
—Pruébatelo —le dijo Nick.
Miley agitó la cabeza.
—No —Miley se levantó de la silla con una determinación que la sorprendió—. Es hermoso —dijo, volviéndose al dependiente—. Pero yo apenas uso joyas, excepto mi reloj. Los pendientes son más que suficiente.
Miley espero discretamente en la parte principal de la tienda mientras Nick pagaba los pendientes. Luego salieron juntos de la tienda. Ella deseó agarrarle el brazo, o que él le tomara la mano. Pero él por supuesto no lo hizo.
Y ella sintió una punzada de pena.
—Gracias por los pendientes, Nick —le dijo Miley—. Son hermosos, pero realmente no debiste hacerlo…
—Por supuesto que sí. ¿Hay algo más que quieras mirar? Aunque nuestro coche estará aquí en unos minutos.
Miley negó con la cabeza. Si era sincera, lo que quería hacer en aquel momento más que nada en el mundo; era volver al hotel para estar a solas con Nick.
El deseo que había sentido antes, en su dormitorio, cuando él la había besado, había ido aumentando gradualmente en todo el tiempo que había estado con él. Deseaba a Nick, y lo deseaba desesperadamente. Y aún más, ese deseo no tenía nada que ver con los diamantes ni con nada que él pudiera comprarle.

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