Los kilómetros parecían volar bajo las ruedas del todoterreno. En un par de horas, habían salido del condado de Los Ángeles y conducían a toda velocidad por la autopista, rodeada a ambos lados por acres y acres
de naranjales y viñedos. El cielo parecía más azul, el sol más cálido y el viento más fresco.
Miley miraba por la ventanilla, observando los robles de California que crecían sobre las onduladas colinas. De vez en cuando, alguna granja daba un toque de color al paisaje. Cuanto más se alejaban de su casa y del trabajo que le esperaba a la vuelta, más relajada se sentía.
Aquello no era tan malo, después de todo. Por el momento, estaba siendo un viaje muy agradable. No se le había trabado la lengua en ningún momento y casi se estaba acostumbrando a la proximidad de Nick.
Pero se sentiría mucho mejor si él no estuviera tan cerca.
Miley miró de reojo en su dirección. Con las dos manos al volante, Nick mantenía la mirada fija en la carretera. Pero, incluso de perfil, los atractivos rasgos del hombre eran suficientes como para encender sus fantasías.
Su cabello castaño claro estaba cortado al estilo militar y sus ojos color chocolate estaban escondidos bajo unas gafas de sol con montura de metal. Medía más de un metro ochenta y el polo azul oscuro se ajustaba a su musculoso torso, prueba de que acudía regularmente al gimnasio.
Miley bajó la mirada y observó los gastados pantalones vaqueros y los mocasines. Guapísimo, pensaba disimulando un suspiro, mientras volvía la cara hacia la ventanilla.
—¿Ha terminado la inspección? —sonrió Nick.
—¿Perdón?
—¿La he pasado?
Obviamente, él no se dejaba engañar por su aspecto inocente.
—¿Te has dado cuenta?
—La sutileza nunca ha sido tu punto fuerte, Miley —sonrió él de nuevo.
—Y sigue sin serlo —admitió ella, moviéndose incómoda en el asiento —. Aunque ya no me escondo detrás de los árboles —añadió. Él volvió a sonreír—. La verdad es que estaba pensando que no has cambiado mucho en todos estos años.
—Pues tú sí —dijo él, mirándola—. Estás estupenda.
—Gracias. Supongo que eso era un piropo.
—Perdona, no quería decir que antes… —empezó a decir él.
—Sé lo que querías decir —lo interrumpió ella.
En ese momento, un golpe de viento lanzó el pelo sobre sus ojos y Miley lo apartó con un gesto impaciente.
Pero debería alegrarse del comentario. ¿No estaba viendo él
exactamente lo que ella quería que viera? ¿Que había cambiado, que se había convertido en una mujer guapísima? Entonces, ¿por qué la irritaba que Nick hubiera notado el cambio?
Quizá porque una parte de ella deseaba que Nick se sintiera atraído por la «auténtica» Miley.
—Bueno, cuéntame qué vas a hacer en Juneport —dijo él, bajando el volumen de la radio.
—Lo mismo que tú, supongo —contestó ella—. Visitar a mi familia y comprobar si el instituto sigue siendo tan horrible como yo lo recuerdo.
—¿Horrible? Yo creí que te encantaba.
—¿Por qué? ¿Por que sacaba buenas notas?
—Pues… sí —contestó él, encogiéndose de hombros.
En realidad, Miley se había volcado en los libros porque era
demasiado tímida y se creía incapaz de hacer amigos. Las clases eran el único sitio en el que la gente se fijaba en ella. Eso alegraba enormemente a sus padres, pero la había convertido en una insoportable empollona para todos los demás. Cada vez que uno de los profesores la señalaba como ejemplo, sus compañeros la miraban con resentimiento.
La única amiga de Miley había sido su hermana Sel. Por eso, su adolescente amor por Nick había sido aún más doloroso.
—Hablé con mi madre la semana pasada —estaba diciendo Nick— y me ha dicho que Sel está embarazada otra vez.
—Sí —murmuró Miley, con alegría y envidia a la vez.
—¿Cuántos tiene ya?
—Es el quinto —sonrió Miley, imaginando al recién nacido. Sentir el peso de un bebé en los brazos era la sensación más agradable del mundo para ella.
—¡Cinco hijos! —exclamó Nick.
—¿Qué pasa? —preguntó Miley, a la defensiva.
—Nada, nada —contestó él, sorprendido—. Solo que me resulta difícil imaginar a Selena y a Justin con cinco hijos.
—No es un crimen tener muchos hijos. ¿Quién ha dicho que la familia media tiene que limitarse a 2,5 niños?
—Yo no, desde luego —sonrió él—. A mí no me atrae la idea de tener hijos, pero cada uno hace lo que quiere con su vida.
—Me alegro, porque mi hermana piensa invitarte a comer para que los conozcas a todos. Nick no pudo disimular una expresión de horror.
Aparentemente, la idea de estar rodeado de críos era suficiente como para que el marine se pusiera pálido. Seguía siendo un solterón empedernido, pensaba Miley. El hombre de sus sueños adolescentes no buscaba un hogar y una familia, como ella. Eran incompatibles y siempre lo habían sido.
—Estás contenta de volver a ver a tus sobrinos. ¿Verdad?
—Sí.
—Se te ha iluminado la cara.
—Soy una tía estupenda.
—Seguro que es verdad —sonrió él.
Nick intuía que Miley sería capaz de hacer bien cualquier cosa que se propusiera. Diez años atrás era una mocosa irritante, pero también la más inteligente de Juneport. Nick recordaba lo humillado que se había sentido al tener a una cría de catorce años como tutora de geometría, pero tenía
que reconocer que, sin su ayuda, descifrar la pizarra en la clase de la señorita Molino habría sido como intentar descifrar jeroglíficos egipcios.
En aquellos días, sus únicos intereses eran jugar al fútbol y pasar su tiempo libre con Sel.
Ella había sido su primer amor y estaba convencido de que pasarían la vida juntos.
Suspirando, Nick recordaba la noche en que aquel sueño se había esfumado.
Era la noche después de la graduación en el instituto y habían planeado escaparse para contraer matrimonio en Reno, Nevada. Era una estupidez, pero a ellos les parecía muy romántico.
Con la maleta en el asiento trasero del coche, Nick la había esperado en la puerta del gimnasio durante horas, pero Sel no apareció.
Al amanecer había ido a su casa, convencido de que solo una enfermedad o algo muy grave podrían haberla retenido.
Habían pasado diez años, pero aun podía oír su voz.
—Lo siento, Nick, pero no puedo hacerlo.
—¿Por qué? —había preguntado él, confuso.
—No puedo explicarlo —empezó a decir ella, intentando contener las lágrimas—. Pero no está bien.
—¿Por qué no está bien, Sel? Nos queremos.
—No puedo casarme contigo, Rick. Así, no.
—Pero, ¿por qué? Lo teníamos todo planeado…
—Rick, por favor, tienes que entenderlo —lo había interrumpido ella,
angustiada—. No puedo…no puedo…
Un segundo después, Sel entraba en su casa y cerraba la puerta tras de sí.
Nick se había quedado solo con el corazón roto y, reuniendo todo el orgullo que le quedaba, había vuelto a su casa. Al día siguiente, tomaba un tren con destino a la universidad.
Sel le había escrito varias cartas pidiéndole perdón, hasta que un día le informó de que se había comprometido con Justin Biber, su mejor amigo.
Para entonces Nick se había dado cuenta que Sel les había hecho un favor a los dos echándose atrás. Las heridas del amor son profundas pero, cuando se es joven, curan con facilidad.
Una vez terminada la universidad, Nick había entrado en los marines como oficial. Le gustaba su trabajo y le gustaba su vida. Y, de vez en cuando, le daba las gracias a Sel en su corazón por haber sido más inteligente que él.
Además, cinco niños… Daba igual lo que Miley pensara, la idea de tener cinco hijos le producía escalofríos.
Por deseo propio, Nick no había mantenido ninguna relación duradera después de Sel. Sabía lo difícil que era la vida para la esposa de un militar y no pensaba casarse porque no podría darle a su esposa la clase de atención que ella tendría derecho a esperar.
Él era un marine sobre todas las cosas. Y pocas mujeres podrían entender eso.
un capi mas de esta nove espero os este gustando =D
HAY DIOS! TE JURO QUE ODIO NELENA 77 JAJAJA ME ENCANTARON LOS CAPIS! SEGUILA ! ESPERO EL PROXIMO CAP , BESOTESS
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