sábado, 11 de febrero de 2012

A son to the magnate "Niley" cap.12


Ella sintió un placer intenso, profundo, que la empujó a abrazarse a él con más fuerza.
El sonido de un teléfono móvil rompió el hechizo. Miley se apartó inmediatamente de Nick y se cerró el albornoz.
El contestó la llamada. Cuando terminó de hablar, ella preguntó:
—¿Qué ha pasado con la reunión que tenías esta noche?
—El director de un periódico sensacionalista de Londres me ha enviado esas fotografías. Es obvio que quería que te las arrojara a la cara, suspendiera la boda y le diera un buen escándalo para publicarlo —contestó él—. Naturalmente, he
suspendido la reunión y he venido a verte.
Miley se sentía frustrada. Su cuerpo era un remolino de sensaciones irrefrenables.
Lo deseaba tanto, que casi le dolía.
En cuanto a Nick le pasaba lo mismo que a ella. Pero nunca había seducido a una mujer por la fuerza y no iba a empezar entonces. Si Miley no quería tenerle cerca, así sería.
—Supongo que quieres que me marche —murmuró.
Miley lo miró a los ojos. No quería que se marchara; quería que se quedara con ella para siempre. Además, el deseo de Nick hacía que se sintiera especial, única.
Jamás habría imaginado que podía gustarle tanto a un hombre acostumbrado al favor de las mujeres más bellas del mundo.
—¿Nick?
—¿Sí?
Nick se acercó y le acarició el cuello otra vez.
—Mañana a estas horas serás mía. Sólo faltan veinticuatro horas más, milaya moya... Estoy deseando que llegue ese momento.
Miley se marchó, pero ella permaneció donde estaba, inmóvil, sin fuerza para reaccionar.
Al cabo de unos minutos, se metió en la cama e intentó conciliar el sueño.
No lo consiguió. Por alguna razón, su mente se empeñaba en recordarle sus caricias una y otra vez; en invocar la imagen de la mano de Nick en su cuerpo.
Miley despenó a primera hora de la mañana y tomó el desayuno en la cama. Su madre la llamó por teléfono para desearle suerte, y por el sonido de fondo, Miley
supo que estaba con los preparativos de la boda de su hermana. Pero se llevó un buen disgusto cuando pidió a Tish que le pusiera con ella, porque Hope se negó
con la excusa de que estaba ocupada.
Cuando terminó de ducharse, descubrió que una peluquera y una esteticista la estaban esperando. Se hicieron cargo de ella y empezaron a arreglarle las uñas y el cabello.
A Miley le pareció una situación absurda. No asumió que estaba a punto de casarse hasta que le subieron el vestido de novia.
Era blanco, absolutamente precioso, con un sinfín de diamantes pequeños que brillaban como estrellas. Se quedó tan impresionada con él como con los zapatos,
decorados con perlas.
Durante un momento, temió que no le hubieran tomado bien las medidas, pero no
tardó en descubrir que le quedaba perfecto. Cuando por fin se miró en el espejo del dormitorio, pensó que no había estado tan bella en toda su vida.
Minutos después, salió de la mansión y subió a la limusina que la estaba esperando y que la llevó a un edificio que parecía la sede de algún organismo oficial.
Hacía tanto frío que se estremeció. Justo entonces, una joven se acercó a ella, se presentó en su idioma y la acompañó al interior.
—¿Dónde estamos? —preguntó Miley.
—En el registro, donde se llevará a cabo la ceremonia civil —contestó la joven, una morena preciosa—. ¿No ha recibido la información que le envié hace unas
semanas? Contenía un informe sobre los actos de hoy y unos cuantos consejos que pensé que le serían de utilidad...
Miley se ruborizó. Evidentemente, la morena había enviado el informe a casa de su hermana y Hope no se había molestado en decírselo.
—Lo siento. Lo olvidé —se disculpó.
—El señor Antonovich desea que le cause una buena impresión a su abuela, Yelena —explicó la joven—. Él es su único nieto, y naturalmente, este día va a ser muy especial para ella...
Miley se ruborizó un poco más con su comentario. La joven parecía creer que, si no le decían nada, sería desagradable con Yelena.
Poco después, entraron en el salón del registro civil donde se iba a llevar a cabo la ceremonia. La Marcha Nupcial sonaba de fondo, y Nick se acercó a ella con un
ramito de flores que resultaba sorprendentemente pequeño entre sus grandes manos.
Nick lo había preparado todo para que estuviera al gusto de su abuela, desde la decoración hasta el propio vestido de Miley: pero no había imaginado que un simple ramo de flores aumentara la delicada belleza de su prometida hasta ese punto. Parecía la princesa de un cuento de hadas. Estaba tan bella, que casi no podía dejar de mirarla.
Miley se excitó inmediatamente al verlo. Él la tomó de la mano y ella notó la presencia de una anciana de vestido azul y chaqueta que los miró con cariño y sonrió. Era Yelena.
La ceremonia fue muy breve, y Miley aprendió que en Rusia se acostumbraba a poner el anillo de la novia en la mano derecha. Cuando concluyó, firmaron en el
registro y Nick le presentó a su abuela, que resultó ser una mujer encantadora,
amable y con sentido del humor.
Yelena subió con ellos a la limusina y los acompañó a la iglesia donde se iba a celebrar la ceremonia religiosa. Yelena quería saberlo todo de Miley, así que Nick
tuvo que servirle de intérprete.
Le preguntó si sabía cocinar, si sabía coser, si sabía bordar y si sabía tejer. Miley respondió que sabía cocinar, y tejer, pero no bordar. Y fue sincera, pero como Nick no había estado con ninguna mujer que tuviera esas habilidades, pensó que había mentido para impresionar a su abuela.
Sin embargo, no tardó en salir de su error. Yelena quiso saber más sobre su capacidad con las agujas de tejer y la conversación derivó hacia aspectos técnicos que Miley no habría sabido si no hubiera dicho la verdad.
—Es una joven encantadora, Nick. Has elegido bien —le dijo Yelena al cabo de un rato—. Y también es muy guapa... Si dedicas tanto tiempo a tu matrimonio como el que dedicas a tus negocios, seréis muy felices y estaréis juntos durante muchos años.
Aún sorprendido por el consejo de su abuela sobre cómo encarar el matrimonio, Nick las acompañó a las dos al interior de la iglesia, que ya estaba llena de invitados.
Al ver a tanta gente, Miley tuvo miedo de cometer algún error en público y se puso más nerviosa. Seguía  reocupada con lo del informe que la joven morena le había enviado. Le parecía extraño que Hope no le hubiera dicho nada; era como si estuviera deseando que las cosas le salieran mal.
El sacerdote bendijo los anillos de la pareja y les dio unas velas que debían sostener. A continuación, pidió a Nick y Miley que se tomaran de la mano y siguió adelante con el rito, que alcanzó su punto culminante cuando les pusieron unas coronas de flores, bebieron de una copa de vino y recibieron la bendición final.
—Ahora sí que me siento casado —murmuró Nick cuando salían de la iglesia.
—Bueno, tú ya tenías experiencia al respecto —dijo Miley—. Habías pasado una vez por todo esto...
—Te equivocas. Mi primer matrimonio sólo tuvo una ceremonia civil. Nuestra boda ha sido muy diferente; no olvidaré nunca este día... pero todavía tenemos que
soportar la recepción —añadió, desesperado.
Miley lo miró con humor 
—¿Es que te molesta? Creí que te gustaban los actos públicos...
Tras subir a la limusina, él comentó:
—No es que me disgusten, Miley. Es que quiero quedarme a solas contigo y demostrarte cuánto te deseo, milaya moya.
Miley se estremeció. A pesar de todo, Nick Antonovich la fascinaba. Lograba que se sintiera la mujer más bella del mundo, y no pasaba un momento sin que quisiera
arrojarse a sus brazos. Pero eso era lo más difícil de todo: a partir de entonces, estaría sometida constantemente a su atractivo, y no sabía si podría resistirse.
Al pensar en ello, se dijo que Hope tenía razón. Las relaciones sexuales le daban tanto miedo que les daba demasiada importancia. No sabía entregarse. No era
capaz de vivirlo con naturalidad.
Ajeno a las dudas existenciales de su flamante esposa, Nick se mostró de muy buen humor. Y no era para menos, porque Miley y Yelena se llevaban mucho mejor
de lo que había previsto.
A decir verdad, el comportamiento de Miley le parecía extraño. No podía creer que los psicólogos se hubieran equivocado tanto con ella al realizar el informe inicial;
pero era la única explicación que se le ocurría, a no ser que estuviera ante una actriz consumada.
Fuera como fuera, había acertado con ella. Ahora sólo tenía que dejarla embarazada. Y el proceso iba a resultar más que entretenido...

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