domingo, 26 de febrero de 2012

BOYFRIEND OF LIES NILEY cap.12


El resto del día transcurrió en un tenso y no enteramente amistoso silencio. Miley sabía que Nick estaba decepcionado, pero ella no necesitaba aprobación de nadie para llevar a cabo su plan. Además, tenía otras preocupaciones, como hacer todo lo posible para que su estómago no se rebelara.
Pero ni siquiera observando el espectacular paisaje se sentía mejor. Habían parado para comprar Biodramina y cuando Nick sugirió comer algo, Miley tuvo que ahogar una náusea.
Cuando por fin llegaron al motel, en lo único que pensaba era en quitarse las lentillas y meterse en la cama.
El viejo motel, un edificio de una sola planta construido en los años cincuenta, formaba una especie de U. En el patio central, un viejo roble actuaba como centinela, con las arrugadas ramas extendiendo su sombra sobre las habitaciones.
Miley no estaba de humor para admirar el paisaje y, una vez dentro de la habitación, se quitó las lentillas, sacó un libro del bolso y se tumbó en la cama. Pero, antes de que pudiera ponerse las gafas, se había quedado dormida. Cuando, horas más tarde, la despertaron unos golpes
en la puerta, la habitación estaba completamente a oscuras.
—Vete —murmuró, adormilada.
—¿Miley? —oyó la voz de Nick. Miley se levantó de la cama y trastabilló hasta la puerta de la habitación. Pero cuando abrió, en el pasillo no había nadie. Asomó la cabeza y miró a ambos lados, pero estaba vacío.
Entonces volvió a oír los golpes—. ¿Miley? ¿Estás viva?
Guiñando los ojos, Miley descubrió que había otra puerta en la habitación, además de la del cuarto de baño. Cuando la abrió, la luz de una lámpara enmarcaba la silueta de Nick en el umbral.
—Creí que estabas en el pasillo —murmuró ella.
Nick llevaba algo en las manos y, observando atentamente con sus ojos miopes, se dio cuenta de que era una bandeja. El olor que salía de ella no la ponía enferma y ésa era muy buena señal.
—Nuestras habitaciones se comunican —dijo él, dejando la bandeja sobre la mesa y encendiendo una lamparita—. Antes te encontrabas tan mal que… —No había terminado la frase, pero Miley sabía lo que quería decir. Había pedido aquellas habitaciones por si volvía a ponerse enferma
durante la noche. No había terminado la frase porque le daba vergüenza reconocer que estaba preocupado por ella. Y eso le gustaba. Era la primera vez que un hombre que no fuera su padre la cuidaba. Y era sorprendente como un pequeño detalle como aquél podía afectarla tanto 
—. Te he traído sopa.
—Huele muy bien —murmuró Miley, intentando disimular su emoción.
—Pensé que deberías comer algo —seguía diciendo él—. También te he traído una tónica. Mi madre dice que es lo mejor para un estómago revuelto.
La suya, también. Por eso, años después, Miley no podía tomarse una tónica sin que le supiera a medicina. Pero eso no pensaba decírselo.
—Gracias, Nick —dijo, mirando la borrosa figura.
—De nada —sonrió el—. Perdona si antes no he estado muy simpático.
—No pasa nada —se encogió ella de hombros, sentándose a la mesa.
Con la cuchara, sacó un hielo de la tónica y lo echó en la humeante sopa.
—Sí pasa —insistió él, sentándose frente a ella—. No es asunto mío si quieres ir adelante con ese plan tuyo… ¿qué estás haciendo? —preguntó cuando la vio echar otro hielo.
—Es que está muy caliente.
—Ah —susurró él—. Bueno, lo que quiero decir es que si tú quieres un novio piloto, yo no tengo nada que decir.
—Yo no he dicho que quiera un novio piloto. Lo que he dicho es que quiero impresionar a mis compañeros y eso les impresionaría —explicó ella, tomando una cucharada de sopa—. Pero estoy dispuesta a claudicar un poco. ¿Qué te parece un novio marine, sin más? 
—Bien —sonrió él.
—Chupi —rió ella, alargando la mano para tomar la tónica. Estuvo a punto de tirarla pero Nick, demostrando grandes reflejos, se levantó a tiempo y sujetó el vaso.
—¿Por qué no llevas las lentillas?
—Porque estaba dormida.
—¿Dónde tienes las gafas?
—En el bolso.
—¿Quieres que las saque?
—No, gracias —contestó ella.
—¿Por qué? ¿No prefieres ver lo que estás comiendo?
—Soy un poco cegata, pero sé dónde tengo la boca.
Él suspiró pesadamente. Miley creyó haber visto que sacudía la cabeza, pero era difícil de precisar. Un borrón en movimiento no era más fácil de ver que un borrón parado.
Cuando terminó la sopa, se apoyó en el respaldo de la silla,
sintiéndose mejor de lo que se había sentido en todo el día.
—¿Mejor?
—Sí. Es posible que sobreviva.
—Me alegro de oírlo.
Después de eso, hubo un silencio. Miley casi se alegraba de no ver la cara del hombre. ¿Qué vería él cuando la miraba?, se preguntaba. ¿A la hermana de Sel? ¿Una empollona medio cegata con el estómago revuelto? ¿Una mujer independiente? ¿Una mujer deseable? Aquel pensamiento hizo que se sintiera acalorada. Era como si su sistema nervioso se hubiera alterado de repente. Y el fresco de la noche no hacía nada para calmar el calor que sentía por dentro.
—¿Miley? —la voz del hombre encontraba eco en su espina dorsal.
—¿Sí? —en su imaginación, él la miraba con aquellos ojos  brillantes de pasión y sus labios se entreabrieron sin que se diera cuenta. 
—Nada —Nick tardó varios segundos en contestar. Después, se levantó de la silla. Guiñando los ojos, Miley lo observó acercarse a la puerta que comunicaba con su habitación—. Duerme un poco —dijo él, en el umbral—. Si necesitas, bueno, si quieres algo, llámame.
Después, cerró la puerta suavemente. Si necesitaba… ¿qué?
Miley se preguntaba qué diría si lo llamara en aquel momento. Si le dijera exactamente lo que necesitaba de él. Que la abrazase. Que la besara. Que le hiciera el amor.
—Por Dios —susurró, apoyando los codos sobre la mesa. Cuando tiró el vaso de tónica y el frío líquido le cayó sobre las piernas, Miley lo tomó como un signo. Incluso el destino le estaba diciendo que tenía que tranquilizarse.


No hay comentarios:

Publicar un comentario