sábado, 4 de febrero de 2012

A son to the magnate "Niley" cap.6


Miley lo miró con sus ojos azul turquesa muy abiertos, aunque parpadeó enseguidaen gesto defensivo. Acababan de conocerse y le estaba pidiendo que se acostara
con él.
Si su hermana se hubiera encontrado presente, la habría estrangulado por meterla en ese lío. Ya ni siquiera estaba segura de que el acuerdo con Nick se limitara a la boda: conociendo a Hope, era capaz de haber admitido otras cosas, como acostarse antes con él. Y en tal caso, se encontraría en una situación muy difícil: si él llegaba a tocarla, notaría su inexperiencia y sabría que ella era una impostora.
El ambiente se tensó como las cuerdas de un instrumento musical. Mientras Miley intentaba encontrar una solución, Nick la atrajo hacía sí y la besó en la boca. Ella sintió una descarga de energía increíblemente intensa, una emoción mucho más fuerte y profunda que las que había experimentado hasta entonces.
Cuando Nick introdujo la lengua entre sus labios y se los separó para entrar en su boca, Miley se estremeció de placer. La temperatura de su entrepierna aumentó varios grados. Llevó las manos a su cabello negro y se lo acarició, pero no le pareció suficiente; necesitaba mucho más, necesitaba estar más cerca de él, necesitaba apretarse contra su cuerpo.
—Ya basta, milaya moya —dijo Nick.
El se apartó y contempló su rubor y su mirada algo perdida con un gesto de satisfacción. Acababa de demostrarle que era una mujer apasionada, y a él le gustaban las mujeres apasionadas. Ya podía imaginar su cuerpo lascivo entre las
sábanas de su cama. Por lo visto, tener un hijo con ella iba a ser un proceso mucho más excitante y divertido de lo que había imaginado.
Desorientada, Miley sacudió la cabeza. No podía creer que se hubiera dejado llevar de ese modo.
—El partido —murmuró él, como si en ese momento sólo importara el fútbol.
Miley sintió la tentación de alcanzar una de las botellas de la mesa y de golpearle con ella. Después de haberla besado, después de haberla excitado, se apartaba de ella y se ponía a ver un partido.
—Me gustan los hombres que tienen claras sus prioridades —dijo ella con voz exageradamente dulce.
Sergei habría notado el sarcasmo si no hubiera estado acostumbrado a mujeres capaces de hacer cualquier cosa y soportar cualquier cosa con tal de impresionarle y ganarse su atención.
—Te llevaré al club cuando termine el partido —afirmó.
Miley se ruborizó todavía más y deseó que su equipo perdiera. No sabía qué era más irritante, sí haberse entregado a un hombre al que acababa de conocer o que
ese hombre prefiriera el fútbol a besarla. Todo aquello era sorprendente, incluso su propia irritación; sabía que se estaba comportando como una adolescente celosa e insegura.
En cuanto a Nick, notó que se había enfadado y se enfadó a su vez. Además, su equipo estaba perdiendo; a pesar de todos los millones que había invertido en él, jugaban verdaderamente mal.
Intentó explicarle algunas cosas del juego y se llevó otra sorpresa al descubrir que Miley padecía de una ignorancia completa en ese aspecto; no conocía ni los términos más populares. Pero eso no fue tan grave como el desinterés que demostró durante sus explicaciones; no hizo el menor esfuerzo por entenderlo, por aprender algo de las cosas que le gustaban, y ese detalle no auguraba nada bueno para el futuro de su relación.
Sin embargo, estaba seguro de que lo satisfaría en la cama. Y también de que podría moldear sus gustos con tanta facilidad como si fueran de cera.
Cuando el partido terminó. Miley lo acompañó al ascensor.
—Este lugar es enorme —dijo, —Lo ampliamos para abrir salas privadas. Es un sitio muy popular. Los camareros
reciben la formación necesaria para ofrecer el servicio que los rusos esperan —le informó él.
Nick aprovechó los espejos del interior del ascensor para admirar el cuerpo de ella desde todos los ángulos. Aunque no fuera precisamente alta, sus curvas eran tan perfectas como deliciosamente generosas.
—¿El club es tuyo? —preguntó ella, sorprendida.
—Sí. No había ningún club en Londres que estuviera a la altura de mis expectativas —respondió.
Miley no había conocido a un hombre tan seguro de sí mismo en toda su vida.
Esperaba lo mejor y no se conformaba con menos; hasta había comprado un club para cambiarlo y sentirse más cómodo en él.
Supuso que un hombre tan exigente habría encontrado inadmisible el fracaso de su primer matrimonio. Pensó que tal vez fuera ése el motivo por el que quería plantear su segundo matrimonio como un negocio, con contrato y condiciones. Pero después se acordó de que el acuerdo sólo contemplaba dos años de vida en común, al cabo de los cuales, se divorciarían.
Si quería casarse otra vez, sería por otra cosa. Y no imaginó por qué.
—Estás muy callada —dijo él cuando el ascensor se abrió.
A partir de ese instante, ya no tuvieron ocasión de hablar. En cuanto entraron en la sala de baile, Nick se vio rodeado por una nube de mujeres entusiastas. Miley no había visto nada igual en su vida. La empujaron, se la llevaron por delante y la apartaron para tocarlo, coquetear abiertamente con él y hasta hacerle pasos de baile como si fueran bailarinas intentando convencer de sus habilidades a un
director de escena.
Miley empezó a entender su seguridad. Estaba acostumbrado a ser el centro de atención. Y por su forma de actuar, supo que las habría dejado plantadas a todas,
con total tranquilidad, si ése hubiera sido su deseo.
Nick la llevó hasta una mesa donde ya se encontraba Borya. Los siguieron dos mujeres bellísimas, que no se apartaron en ningún momento de él ni perdieron palabra de lo que decía. Parecía estar en su elemento. Y lo estaba. Para unos, Nick Antonovich era un mujeriego; para otros, un profundo conocedor de la naturaleza femenina.
A lo largo de los años había aparecido una y otra vez en las portadas de las revistas, siempre en compañía de alguna belleza y siempre en un club de moda, un yate o cualquiera de los edificios impresionantes que poseía en Londres. Sus
relaciones amorosas nunca duraban mucho, pero era tan poderoso, que las mujeres se lo rifaban de todas formas.
Sergei miró a su alrededor y se llevó la enésima sorpresa del día al ver que Miley se había marchado y se había sentado sin más. Era la primera vez que una mujer lo trataba con tanta indiferencia, y eso que sólo faltaba una semana para que se casaran. Además, él no había organizado aquel acto público para que se mantuviera al margen. Tenía que fingir que estaba enamorada de él. Tenía que asumir el papel que le correspondía.
Miley echó un trago de vodka mientras él se alejaba para bailar con sus admiradoras. Si Nick estaba enfadado con ella por su falta de habilidades sociales, ella lo estaba con él porque le parecía inaudito que coqueteara con otras
mujeres cuando iban a casarse.
De haber sido una cita normal, lo habría dejado plantado y se habría marchado a casa. Pero no era una cita normal. Estaba condenada a quedarse allí y hacer el ridículo mientras él la dejaba en mal lugar buscando otras compañías.
Empezó a dar golpecitos, nerviosa, y decidió que sólo le concedería diez minutos más; pero se llevó una sorpresa enorme cuando un rubio terriblemente atractivo se plantó delante de la mesa y le pidió que bailara con él.
Miley aceptó sin dudarlo. Era una perspectiva más agradable que seguir sola y aburrida.
Cuando Nick la vio con el rubio, su irritación aumentó sustancialmente. No podía creer que estuviera bailando con aquel tipo y que bailara de un modo tan aparentemente sensual y provocativo.
Sus ojos dorados, fríos como los de un lobo siberiano, se clavaron en la curva de sus caderas y en sus largas piernas. Después, caminó hacia la pareja e hizo un gesto al
rubio para que se marchara de inmediato. En cuanto se quedaron a solas, puso las manos en los hombros de Miley y dijo:
—¿Se puede saber a qué estás jugando?
Miley se quedó asombrada con su tono de voz, profundamente agresivo. Le molestó tanto que le apartó las manos de mala manera y caminó hacia la salida, dispuesta a marcharse de allí. Aunque su hermana hubiera firmado un contrato con aquel hombre, no iba a soportar su compañía ni un minuto más.
Nick reaccionó a su desaire con asombro y perplejidad. Ninguna mujer lo había tratado nunca de ese modo.
La siguió y respondió una llamada telefónica mientras caminaba. Era el dueño de una de las empresas de detectives con las que trabajaba de forma habitual: al
parecer, las cosas se habían complicado un poco y no podría entregarle el informe completo sobre la vida de Miley hasta varios días después.
Nick miró las piernas de la mujer que se había atrevido a desafiarlo y dijo a su interlocutor que olvidara el informe. Quería acostarse con ella. La deseaba con toda su alma. Ya no le importaba si era o no era quien decía ser.
Miley se detuvo al llegar al vestidor, con intención de recuperar el abrigo que su hermana le había prestado.
—¿Adonde crees que vas? —preguntó Nick.
—A casa. Yo no salgo con neandertales —respondió ella con seguridad—. Tu lugar no está entre los seres humanos, sino metido en una cueva.
A Nick le divirtió el comentario de los neandertales, pero estaba muy ofendido por su actitud.
—Esto no es una cita —le recordó él, antes de girarse hacia la recepcionista—.
¡Muévase y traiga el abrigo de la señorita! ¡Tenemos prisa!
—No seas tan grosero —protestó Miley—. La pobre está enferma... no es justo que le grites como si fuera un soldado en un ejército.
Nick suspiró e intentó calmarse un poco. Borya y el resto del equipo de seguridad, que ya estaban junto a la puerta, contemplaban la escena con asombro. Jamás habían visto a una mujer que se atreviera a rechazar a su jefe, criticarlo y
amenazarlo con dejarlo solo y marcharse a casa.
Justo entonces, Nick miró otra vez a la recepcionista, que se afanaba por encontrar el abrigo, y tuvo una revelación. Sólo había una clase de mujer que se preocupara por la suerte de una empleada sin importancia: una mujer buena, una
mujer tan altruista como Yelena, que siempre estaba ayudando a sus vecinos. Al parecer había encontrado a la mujer perfecta para ser su esposa; a una mujer capaz de darle un hijo y de estar a la altura de las exigencias de su abuela.
Miley, por su parte, estaba tan enfadada que deseó que la joven recepcionista se enfrentara a Nick y le dijera unas cuantas cosas: pero naturalmente, no lo hizo; si se enfrentaba a él, perdería el trabajo.
Cuando por fin encontró el abrigo. Nick lo alcanzó, le dio las gracias, dejó el dinero encima del mostrador y puso la prenda sobre los hombros de su futura esposa.
Ella metió los brazos en las mangas y se quedó helada cuando el llevó las manos a su cabello y se lo sacó de debajo del abrigo, donde había quedado atrapado. El
suave contacto de sus dedos contra la piel de la nuca prendió en su excitación como una cerilla en un montón de paja seca.
Miley recordó inmediatamente el beso que le había dado y notó el calor y la humedad entre sus piernas. Pero no estaba acostumbrada a reaccionar de esa forma ante un hombre, y no pudo hacer otra cosa que quedarse inmóvil y
estremecerse con su cercanía.
Nick se inclinó después sobre su oído y murmuró:
—La prensa está esperando afuera. Es hora de empezar a fingir que eres feliz conmigo...
Miley no salía de su asombro. No se le había ocurrido que la prensa los estuviera esperando. Si hubiera estado en su lugar, Hope se habría sentido la mujer más feliz del mundo; pero ella no era como su hermana.
—Entonces, supongo que no te puedo abofetear —dijo.
Él soltó una carcajada.
—No.
—Ni me puedo enfurruñar...
—No sería lo más conveniente, milaya moya. Como tampoco lo ha sido que te hayas dedicado a bailar con otro hombre cuando se supone que eres mía y sólo mía — añadió con tranquilidad absoluta—. Si vamos a estar juntos, tendrás que respetar ciertos límites. ¿Lo has entendido? ¿O tengo que explicártelo mejor?
Miley se estremeció de nuevo, intimidada por su tono de voz; pero sacó fuerzas de flaqueza y se enfrentó a él.
—¿De dónde has salido, Nick? ¿Siempre has sido tan avasallador? ¿O es que practicas delante del espejo?
Nick la miró fijamente, atónito. En comparación con él, Miley resultaba tan diminuta como una muñeca; y no obstante, se enfrentaba constantemente a él y demostraba una valentía admirable.
—¿No dices nada? —continuó ella—. Entonces, tendré que llegar a la conclusión de que te sale de forma natural.
Hasta ella estaba sorprendida con su actitud. Se preguntó si su empeño en criticarlo de un modo tan descarado no sería una consecuencia de los vodkas que se había bebido. Pero también cabía la posibilidad de que la irritara porque Nick parecía despreciar sus sentimientos.
O quizás, porque lo encontraba inmensamente atractivo a pesar de su forma de ser.
Nick llevó las manos a su cintura y la atrajo hacía él.
—Cuando termine contigo, adorarás el fútbol.
Miley mantuvo su mirada.
—Ni lo sueñes.
—Y cuando te acostumbres a mí —insistió—, me adorarás tanto como todas las mujeres que he conocido.
Ella apretó los puños.
—Me temo que hay un problema, Nick. Resulta que yo no soy como las mujeres que has conocido.
Los ojos de Nick brillaron.
—Basta ya, Miley —ordenó—. ¿Tengo que recordarte por qué estás aquí? ¿Es que lo has olvidado?
Miley parpadeó, nerviosa. Nick había acertado sin darse cuenta: efectivamente, lo había olvidado. Estaba allí porque Hope había firmado un contrato con él y no tenía más remedio que seguir con la farsa y cumplirlo.
Al ver que no hablaba, él sonrió y dijo:
—Así está mejor.
Después, se inclinó sobre ella con intención de besarla.
Durante una fracción de segundo, Miley se resistió al impulso de entreabrir los labios y dejarse llevar por el deseo que había destruido sus defensas y acelerado su corazón. Sin embargo, echó la cabeza hacia atrás y permitió que la probara, que la saboreara...



Un capi mas Besos!!! Gracias por los coments!!

1 comentario:

  1. WOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOW!!! ESTA NOVE CADA VEZ SE PONE MEJOR!!! ESTA BUENISIMA! SEGUILA PORFA! ESPERO EL PROXIMO LO MAS ANTES POSIBLE xD JAAJA, BESOTESS

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