Nick la miró y se excitó sin poder evitarlo. La seda que le cubría los pechos era demasiado fina para ocultar sus pezones, que se habían endurecido y parecían dos fresas maduras.
Suspiró y le hizo un gesto para que se acercara a él. Miley se acercó, pero se detuvo a unos metros.
—Acércate más —le dijo.
Cuando se detuvo ante el sillón, Nick se levantó, sacó un pañuelo, lo llevó a sus labios y le quitó el carmín.
—Menos es más —murmuró él.
Miley lo miró con ojos muy abiertos y esperó, completamente excitada, el inevitable beso posterior.
Nick tomó su boca con la fuerza de un huracán. Su deseo estalló en el interior de Miley de tal forma que casi se sintió mareada. Pero era insuficiente. Quería más.
Hasta la última fibra de su cuerpo ansiaba apretarse contra él.
—Un momento perfecto y en un lugar equivocado, milaya —comentó Nick, adivinando sus pensamientos.
Miley sintió una frustración insoportable.
—Anda, abre la boca —continuó él.
—¿Que abra la boca? —preguntó, sorprendida.
—Sí. No puedes tenerme aquí y ahora, pero puedes tener esto...
Nick alzó una mano y le llevó un bombón de chocolate a los labios.
Miley lo saboreó. Estaba tan bueno, que sintió la tentación de cerrar los ojos para saborearlo mejor.
—Qué rico está... —murmuró.
Nick se excitó más sólo con mirarla. Miley era una mujer terriblemente sensual y despertaba su deseo con una facilidad extraordinaria. Quiso tomarla entre sus brazos y llevarla a algún lugar tranquilo donde pudiera penetrarla y hacerle el amor una y otra vez, hasta satisfacer toda la necesidad que hasta entonces había logrado controlar con grandes dificultades.
Un teléfono sonó en alguna parte. Miley rompió el hechizo al decir:
—Es el mío.
Uno de los ayudantes de la modista salió del probador y le dio el móvil. Era su hermana.
—Hola, Hope.
—Escucha con atención. Mamá se ha enterado de que te vas a casar con Nick.
Una de sus amigas le ha llevado una revista en la que han publicado una fotografía vuestra. Se ha quedado atónita...
—Oh, Dios mío —declaró, consternada—. ¿Y qué le has dicho?
—Que conociste a Nick cuando estabas en Londres, pero que las cosas no salieron bien entonces y que por eso no se lo habías comentado —respondió—. ¿Qué podía decir? Naturalmente, he añadido que os encontrasteis hace poco y que empezasteis a salir otra vez.
—Esto se está complicando por momentos —se lamentó.
—¿Qué ocurre? —preguntó Nick al notar su tensión.
—Nada. Mi madre ha visto una fotografía nuestra en una revista y se ha llevado una buena sorpresa—contestó ella.
—¿Estás hablando con tu madre? Pásamela, por favor —dijo él—. Me encantaría hablar con ella.
Miley lo sacó de su error, aunque obviamente no le dijo que se trataba de su hermana gemela. Sin embargo, no pudo evitar que Nick insistiera en el asunto.
Cuando por fin cortó la comunicación, tuvo que marcar el número de teléfono de su madre y pasarle el móvil.
Tish respondió enseguida. Y Miley se quedó atónita cuando Nick empezó a hablar con naturalidad absoluta, con un control total de la situación, y se presentó prácticamente como un yerno perfecto que ardía en deseos de conocer en persona a su futura suegra.
Fue tan convincente, que quedaron en que le enviaría un coche de inmediato para que pasara por su casa a recogerla y la llevara a Londres, donde cenarían aquella misma noche.
A continuación, Nick pasó el teléfono a Miley.
—Ahora comprendo que lo hayas mantenido en secreto —dijo Tish Barlett—.
Parece que tu prometido es un hombre acostumbrado a salirse siempre con la suya, ¿verdad? Estoy deseando conocerlo.
Poco después, cuando ya había cortado la comunicación, Nick dijo:
—Creo recordar que tus padres se estaban divorciando.
—Sí —dijo ella, sin más.
No quiso dar más explicaciones; pero la pregunta de Sergei la llevó a preguntarse cuántos años tenía él cuando se marchó a vivir con su abuela y por qué motivo lo habría hecho. Sin embargo, decidió que no era asunto suyo. Sería mejor que mantuviera las distancias con él.
Aquella tarde no volvió al piso de Hope. Nick la llevó a su ático, maravillosamente elegante, y la dejó allí porque él tenía que asistir a una reunión en la oficina. Miley se dedicó a deambular por la casa y admirar las obras de arte antes de cambiarse de ropa y ponerse uno de los vestidos que habían comprado, de color verde. La perspectiva de cenar con su madre y tener que comportarse como si estuviera
locamente enamorada de él le disgustaba mucho.
Pero, la situación resultó mucho menos problemática de lo que había imaginado. Nick tomó el control desde el primer momento y dejó impresionada a Tish con su seguridad y su aplomo. Sólo surgió un problema, cuando Tish comentó que
Hope se iba a casar el mismo día que ellos. Al saberlo, Miley dio por sentado que su hermana había elegido esa fecha para que Nick no tuviera ocasión de asistir a la boda y conocerla en persona.
—Vaya, qué coincidencia... —dijo Nick.
—Es un verdadero desastre, porque no podemos estar en dos sitios al mismo tiempo —comentó Tish—. Además, ya me había comprometido a organizar la boca de Hope. Y como está embarazada, no la puedo dejar sola...
—Por supuesto que no —se apresuró a decir Miley—. Pero no te preocupes, mamá.
No nos importa que...
—Sé que no te importa —la interrumpió su madre—, pero me gustaría asistir a la boda de mis dos hijas.
—Me temo que los preparativos de la nuestra ya están demasiado avanzados para cambiar de fecha —se disculpó Nick.
—Se me acaba de ocurrir una solución... —dijo Tish—. ¿Os importaría casaros juntos, aquí, en Gran Bretaña?
Miley se quedó sin habla. Si Nick conocía a Hope, había muchas posibilidades de que empezara a sospechar.
—Lamentablemente, no es posible —dijo él.
Nick explicó que se iban a casar en San Petersburgo porque a su abuela, una mujer de edad muy avanzada, le hacía ilusión. Y la pobre mujer, que no había salido
de Rusia en toda su vida, tampoco estaba en condiciones físicas de hacer un viaje tan largo.
Miley pensó que Nick se lo había inventado sobre la marcha y agradeció que fuera un hombre tan imaginativo. Además, la tristeza de Tish desapareció enseguida cuando él añadió que podían viajar a Londres al mes siguiente y organizar algún tipo de ceremonia para celebrar su boda con la familia y los amigos de Miley. La idea le gustó casi tanto como el hombre que la había propuesto. Era evidente que Nick se había ganado su admiración y su confianza.
Cuando terminaron de cenar, ella optó por volver a casa con su madre. Nick la miró fijamente, para hacerle saber que su decisión no le había gustado; pero Miley no tenía intención de quedarse a solas con él en su ático.
Se suponía que su matrimonio era un acuerdo legal y un trabajo, nada más; y si quería que Nick se mantuviera en esos límites, tendría que marcarle claramente las distancias. Además, no sentía el menor deseo de ir al piso de Hope, donde la estarían esperando un montón de cajas llenas de ropa cara que sólo contribuirían a aumentar su malhumor.
Tish ya había entrado en el coche cuando Nick se acercó a Miley y dijo:
—Espero volver a verte antes de la boda,
—Lo siento... me gustaría pasar unos días sola antes de viajar a Rusia —declaró ella.
Miley se encontró con la mirada de aquellos ojos dorados y oscuros y sintió un vacío en la boca del estómago. Eran los ojos más bonitos que había visto nunca.
Pero apretó los puños y se apartó de él, muy consciente de los guardaespaldas que los rodeaban.
Nick alzó un brazo y le apartó un mechón de la frente.
—Lo dices de tal modo que parece muy razonable, milaya —observó—. Pero sabes
que no es lo que quiero.
Ella parpadeó con nerviosismo. Podía oír los latidos de su propio corazón y se sentía irremediablemente atraída hacia él. Hasta el sonido de su voz la excitaba y la estremecía.
Pero justo por eso, por la intensidad de su respuesta física, se aferró al orgullo y se resistió a su encanto.
—Nick, tengo derecho a descansar.
—¿A descansar?
—Se supone que esto es un trabajo, ¿verdad? Entonces, no puedo estar veinticuatro horas al día a tu disposición —respondió.
Nick se quedó helado. El comentario de Miley lo había ofendido y le había recordado que, en efecto, aquello sólo era un trabajo; pero como siempre, su valentía le fascinó. Tendría que ser más convincente y más generoso con ella si
quería ganarse su favor
—Creo que no has leído la letra pequeña de nuestro contrato. Desde el momento en que te pongas el anillo de casada, estarás a mi disposición las veinticuatro horas del
día —dijo con frialdad.
Nick se alejó, dejando a Miley estupefacta, nerviosa, aliviada y arrepentida a la vez. Por una parte, se alegraba por haber sido capaz de resistirse a Nick, por haber demostrado que no era un juguete y que no se parecía a las mujeres que lo asaltaban en los clubes nocturnos; pero por otra, sentía la necesidad y el deseo de correr hacia él y reclamarle otro beso apasionado.
Por desgracia para ella, el orgullo era una compañía mucho más fría y solitaria que el amor.
un capi mas Besoss!!
ME ENCANTOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!! SEGUILAAAAAAA PORFISSS MUERO POR LEER EL SIGUIENTE! , BESOTES
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