—Marchando —sonrió Bonnie, antes darse la vuelta.
—¿Por qué has hecho eso?
—No quería desilusionarla —contestó Nick—. Y ahora que estamos solos… creí que habías dicho que no tenías novio.
—Y no lo tengo —dijo Miley, mirando su plato.
—Ya —murmuró él. Alguien tenía que haberle dado aquel maldito anillo, pensaba Nick. No sabía por qué, pero la brillante piedra había conseguido que su estómago se cerrara. Aunque no tenía ni idea de por qué le importaba si Miley Cyrus estaba comprometida o no—. Entonces,
¿quién te ha dado el anillo? —preguntó, después de aclararse la garganta.
Miley levantó la mirada un momento y después volvió a mirar su plato.
—Aún no lo he decidido.
Nick cerró los ojos un segundo y contó hasta diez.
—Muy bien. ¿De qué demonios estás hablando, Miley?
Con deliberada lentitud, ella dejó el tenedor sobre el plato y tomó un sorbo de té.
—De lo que estábamos hablando hace cinco minutos —contestó por fin. Nick intentaba buscar en su mente, pero no podía recordar que ninguno de los dos hubiera mencionado un anillo de compromiso—. Tú mismo has dicho que pasaremos la mitad del tiempo en Juneport mirando
álbumes familiares.
—Sí —asintió él, inseguro.
—Pues yo he decidido que no voy a ser la rara de la reunión.
—Sigo perdido —dijo Nick, sin entender. La expresión de ella hacía que se sintiera como hipnotizado.
—Es muy sencillo —dijo Miley por fin, antes de tomar un trozo de pollo y ponerse a masticar tranquilamente—. No pienso enfrentarme con mis antiguos compañeros de clase sin un anillo en el dedo.
—Ya veo que eres una auténtica feminista —bromeó él.
—Esto no tiene nada que ver con el feminismo —replicó Miley—. Es sobre mí. Sobre mi vida. O la falta de ella.
—Miley…
—No, tú querías oírlo y lo vas a oír.
—Muy bien —murmuró él. Se le había quitado el apetito y apartó el plato a un lado.
—Tú no sabes lo que era tener que oír todo el tiempo lo de «pobrecita Miley» —su voz era un susurro en el que Nick notaba una angustia de la que nunca antes se había percatado—. «La pobre Miley, que no podría atrapar a un hombre ni con lazo» —añadió—. No pienso volver a escuchar cosas como ésa.
Nick sintió una punzada de remordimiento al recordar a la Miley adolescente. Nunca había pensado en sus sentimientos. Lo único que le interesaba entonces era librarse de ella para estar a solas con Sel.
Lo cual mostraba claramente que había sido un tonto.
La cara de Miley diez años atrás aparecía en su mente como en una neblina. Gafas enormes que le caían sobre la nariz llena de pecas, un aparato en los dientes, camisetas enormes, una coleta y zapatillas de tenis. Nick tuvo que sonreír al recordarlo. Pero la imagen desapareció y
fue reemplazada por la cara de la mujer que tenía frente a él.
Tenía una piel perfecta y sus ojos azules brillaban, no sabía si de rabia o de emoción.
—Créeme, Miley, nadie va a sentir pena por ti.
—No estoy segura —murmuró ella—. Y además, está mi madre.
—¿Qué tiene que ver tu madre con todo esto? Tu madre es
estupenda.
—Eso es verdad —sonrió Miley—. Pero ya estoy cansada de tener que decirle: «No, mamá. No he conocido a ningún chico».
Nick tuvo que disimular una sonrisa. Pero la entendía. Las
conversaciones con su propia madre habían ido por ese camino durante los últimos dos años. Denisse Jonas quería tener nietos antes de que, en sus propias palabras, «tuvieran que llevarlos a empujones al asilo para verla».
Y si tenía que ser sincero, él mismo había pensado alguna vez que le gustaría vivir una vida menos solitaria.
Pero, ¿por qué una chica tan atractiva como Miley tenía que
inventarse un novio?, se preguntaba.
—O sea, que vas a contarle una mentira —dijo por fin.
Miley se irguió como si la hubieran golpeado.
—No es exactamente una mentira —dijo ella—. Solo le enseñaré el anillo y ella sacará sus propias conclusiones.
Desde luego, era una idea original, pensaba Nick. Y por alguna razón, le gustaba saber que detrás de aquella ropa elegante y el moderno corte de pelo, la auténtica y excéntrica Miley seguía viva.
—¿No me digas? —sonrió él, irónico. Le parecía mentira que un genio de las matemáticas como ella no se hubiera dado cuenta de que había demasiadas variables en ese plan—. ¿Y qué le vas a decir a tu madre cuando te pregunte quién es el afortunado? ¿Vas a inventarte un nombre?
—No.
—Tendrás que mentirle a tu madre, a tu padre, a tu hermana y a todo el mundo en Juneport, Miley. No te engañes.
Miley se puso pálida.
—Haces que parezca algo espantoso.
Nick sonrió. Miley tenía una cara de pena que le resultaba irresistible.
—No. Sólo me parece un poco peligroso.
—¿Por qué?
—Porque alguien se enterará tarde o temprano. Tú no eres una experta en decir mentiras —explicó él. Al menos, no lo era diez años atrás.
—Podría serlo —dijo ella entonces—. Con un poco de práctica. Sería una pena, pensaba Nick. Él conocía a demasiadas mujeres que mentían más que un político. Estaban tan ocupadas diciendo lo que creían que él
quería oír, que nunca había podido saber cómo eran en realidad.
Y se estaba dando cuenta de que Miley era una mujer de la que le gustaría saber muchas cosas.
—Además, ¿qué pasará cuando la esperada boda no llegue nunca?
En ese momento, Miley sonrió. Y aquella sonrisa hizo que algo se le encendiera por dentro.
—Eso es lo mejor —le confió ella—. Un par de meses después de la reunión, llamaré a mi madre y le diré que he roto con mi novio.
Nick sacudió la cabeza. Realmente, lo había planeado todo con detenimiento.
—Pero, la gente empezará a decir de nuevo eso de la «pobrecita Miley».
—No —sonrió ella de nuevo. Aquella vez, el calor que le producía su sonrisa no lo pillo desprevenido—. Seré yo quien rompa el compromiso, de modo que nadie podrá sentir pena por mí.
—Asombroso —murmuró él.
—¿Verdad?
Lo realmente asombroso del asunto era que Miley hubiera tenido que inventarse aquel plan.
¿Por qué no tenia media docena de hombres esperando en la puerta de su casa?, se preguntaba.
¿Cómo una mujer tan guapa como ella podía seguir soltera? ¿Y por qué él no podía apartar los ojos de su cara?
Nick había querido volver a Juneport para relajarse, para descansar.
Pero no podía dejar de pensar en las piernas de Miley. En la sonrisa de Miley. En los ojos de Miley.
¿Eran realmente tan azules o se habría puesto lentillas?, se preguntó de repente. Nadie podía tener unos ojos tan claros, tan brillantes. Tan inocentes.
—¿Y por qué me lo cuentas a mi?
—Pues… porque tenía que contárselo a alguien.
—Ya —murmuró él. Aunque fuera un compromiso de mentira, por alguna razón, le molestaba aquel anillo.
—Pensé que podrías ayudarme a inventar un príncipe azul —explicó.
Él la miró sorprendido—. Por los viejos tiempos, Nick. Éramos amigos, ¿no?
No se habían visto en diez años y Nick se preguntaba si realmente habían sido amigos alguna vez. Diez años después, su cuerpo reaccionaba ante aquella mujer como no lo había hecho antes con ninguna otra.
Ninguna sonrisa había hecho que se encendiera como la sonrisa de Miley.
¿Eran esas reacciones amistosas?
En ese momento, Bonnie se acercaba a la mesa acompañada de otras tres camareras.
—Oh, no —murmuró él.
—Oh, no —murmuró Miley, al ver a las tres mujeres. Sonriendo, Bonnie dejó el pastel de manzana en la mesa. Sobre él había colocado una velita—. Bonnie…
—Ésta es una celebración —dijo la camarera.
Miley miró a Nick. Nick miró a Miley.
Las camareras empezaron entonces a tararear la marcha nupcial y, un segundo más tarde, la mitad del restaurante se unía al coro.
El rubor de sus mejillas era dulce. El brillo de sus ojos, enternecedor.
Y un pequeño trozo de hielo en el corazón de Nick empezó a derretirse.
Los ojos de Nick y Miley se encontraron de nuevo. Entre ellos parecía haberse creado un lazo de unión.
Otro capitulo mas!!! y este lo dedico a la nueva seguidora Agustina-SmilerCyrusdePayne- espero les haya gustado!!!
AWWWWW ME ENCANTO ENSERIO QUE SI :D GRACIAS X LA DEDICATORIA :) ESPERO QUE LA SIGAS PRONTO, ESCRIBIS EXCELENTE :D SALUDOS ♥
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