Eran las cuatro de la madrugada y apenas había dormido. Había dado vueltas y más vueltas, tan excitado con el recuerdo de Miley como un adolescente ávido de relaciones sexuales. Pero eso no le hacía ninguna gracia; de hecho, le desesperaba y le extrañaba a la vez que Miley Barlett le provocara una reacción física tan intensa.
Encendió el ordenador, frunció el ceño y buscó la fotografía de la que iba a ser su esposa. Curiosamente, la mujer de la imagen era igual que Miley y, sin embargo, no se parecía nada a ella: en persona, sus rasgos eran más dulces y más
redondeados; sus ojos, más brillantes; y su sonrisa, más atractiva. Sólo encontró una explicación: que fuera una fotografía vieja, de una época en la que estaba más
delgada. E incluso así, no le hacía justicia.
En cualquier caso, el deseo no cegaba a Nick Antonovich. Había planeado el matrimonio con detenimiento, para reducir la posibilidad de error al mínimo, pero Miley Barlett había resultado ser un territorio tan peligroso como desconocido. Se había enfrentado a él en varias ocasiones e incluso se había atrevido a bailar con otro hombre en el club. Ya no estaba seguro de que casarse con ella fuera lo más adecuado. Su relación podía terminar de manera desastrosa.
Consideró la posibilidad de romper el acuerdo, pero la encontraba enormemente atractiva y sabía que encontrar a otra candidata con esa característica, y al mismo tiempo aceptable para su abuela, resultaría complicado. Pensó en todas las mujeres con las que había compartido su cama y le pareció extraño que Miley hubiera despertado en él un deseo tan intenso, un deseo que no había sentido durante más de una década.
La perspectiva de tenerla era demasiado tentadora para dejarla escapar. Aunque fuera peligroso, se arriesgaría.
Se la imaginó con su vestido negro, recordó sus senos y sus piernas y se excitó al instante. El vestido le quedaba muy bien y le gustaba mucho: pero era muy provocativo y no tuvo ninguna duda de que Yelena no lo habría aprobado. Tendría que llevarla de compras para que llevara ropa más adecuada. Y en poco tiempo, cuando por fin estuvieran juntos y a solas, le pediría que se pusiera el vestido negro
y disfrutaría de las delicias que ocultaba.
Definitivamente, se casaría con ella. Un deseo tan potente merecía y exigía satisfacción. Además, estaba dispuesto a sacrificar su libertad para darle el gusto a su abuela, pero no había ningún motivo para que su matrimonio no fuera una experiencia placentera.
Miley despertó con un sobresalto. El teléfono estaba sonando, así que se sentó en el sofá, donde había pasado una noche francamente incómoda, y miró a su hermana con expresión somnolienta.
—¡Contesta de una vez, por Dios! —le instó Hope—. Yo no puedo contestar por ti...
Seguro que es él, y es mejor que no sepa que existo.
Miley contestó la llamada.
—¿Dígame?
—Quiero llevarte de compras —declaró Nick sin preliminares—. Pasaré a recogerte a las diez de la mañana.
Eso fue todo. Ni lo pidió ni lo preguntó; se lo ordenó y, acto seguido, cortó la comunicación.
Naturalmente, Miley le dijo a su hermana lo que opinaba de él.
—¡Por supuesto que es un mandón! —se burló Hope—. No ha ganado todo el dinero que tiene siendo un blandengue. Es rico y poderoso. Sabe lo que quiere y cuándo lo quiere.
—Sea como sea, no tengo mucho tiempo. Será mejor que me vista.
Hope suspiró, irritada.
—Sí, será mejor. Pero tienes tan poco estilo que tendré que acompañarte y echarte una mano.
Mientras Hope le elegía el vestuario, Miley notó que su hermana estaba extrañamente tensa.
—¿Te ocurre algo? —preguntó.
—Me siento como si me estuvieras robando mi vida —contestó —. Un multimillonario te va a llevar de compras... Esto es increíble. Yo soy quien debería ir con él. No tú.
—Vamos, Hope, te vas a casar muy pronto con Liam. Él te ama, tú lo amas y vais a tener un hijo maravilloso —le recordó—. Lo de Nick y yo es una farsa; durará muy poco tiempo.
—Lo sé, pero cuando veo una fotografía de Nick Antonovich, me siento celosa. Y no estoy acostumbrada a sentir celos de ti... ¿Cuántos hombres te han mirado a lo largo de tu vida cuando yo estaba cerca? Ninguno. Yo siempre he sido la gemela guapa, la más popular.
El timbre sonó. Miley estaba tensa, dolida y desconcertada por la declaración de su hermana: estuvo a punto de responder mal y decirle que podía ocupar su lugar cuando quisiera, pero no podía. Además, era cierto que Hope siempre había sido la más atractiva de las dos; la más delgada, la más avispada, la elegante, la que atraía a los hombres como la miel a las moscas. Y era tan cierto ahora, en el presente, como lo había sido en el pasado, durante su adolescencia.
Abrió la puerta y Borya la acompañó al coche. Alissa seguía pensando en las palabras de Hope y en su propia vida sentimental. Sólo se había enamorado una vez, de Justin, el novio de su hermana; pero naturalmente, él no le hizo caso nunca;
y por su parte, Miley se sentía avergonzada y desleal por haberse encaprichado del novio de Hope.
Más tarde, cuando Hope empezó a traicionar a Justin con otros hombres, Miley se lo calló. Podría habérselo dicho y haber aprovechado la circunstancia para conseguir lo que quería, pero el sentimiento de culpa por haberse enamorado precisamente de él le impidió actuar.
Cuando entró en la limusina, Nick estaba sentado en el asiento de atrás. Parecía más guapo y más grande que nunca. En cuanto lo miró, sintió un revoloteo en el estómago y la boca se le hizo agua.
—Miley...
Nick la observó con detenimiento. Parecía irritada y algo deprimida. Se había puesto una faldita corta que le causó algún problema cuando quiso sentarse y unas botas de tacón alto. Estaba impresionante, aunque él volvió a pensar que su forma de vestir era excesivamente atrevida.
—¿Por qué quieres que vayamos de compras? —preguntó ella.
—Bueno, tienes que probarte el vestido de novia... y he pensado que podríamos aprovechar la ocasión para comprarte un vestuario nuevo.
El comentario de Nick la sorprendió.
—¿Un vestuario nuevo? ¿Crees que necesito más ropa?
—Sueles llevar cosas demasiado... reveladoras.
Miley se ruborizó y se enfadó con Nick al mismo tiempo, aunque no podía estar más de acuerdo con él. La ropa de Hope, que ya era bastante atrevida, resultaba mucho más provocativa en ella: al fin y al cabo, tenía más caderas y más pecho.
Pero no podía decirle la verdad; no podía confesarle que esa forma de vestir era cosa de su hermana.
—No me mal interpretes —continuó el—. Estás muy sexy, pero preferiría que mi esposa tenga un aspecto algo más comedido cuando estemos en público.
Treinta minutos después, Miley tuvo que pasar por una de las experiencias más mortificantes de su vida cuando una diseñadora de ropa y sus ayudantes intentaron ajustarle el vestido de novia. Lo habían hecho con las medidas de Hope.
—Puede que haya engordado un poco —intentó excusarse.
La diseñadora y sus ayudantes la miraron y se quedaron en silencio. Hasta que la primera reaccionó y descargó la tensión.
—No se preocupe. Volveré a tomarle las medidas —dijo.
Roja como un tomate y sintiéndose poco menos que una vaca, Miley permitió que le tomara las medidas. La diseñadora intentó disimular su sorpresa, pero Miley notó
su cara de estupefacción y angustia cuando vio las cifras de la cinta métrica.
—Descuide, el vestido estará antes de la boda.
Nick, que estaba leyendo el Financial Times en un sillón, dejó el periódico a un lado y suspiró.
—Está tardando mucho tiempo —comentó él,
—Me temo que habrá que rehacerlo —explicó la modista.
Nick frunció el ceño, sorprendido.
—¿Es que has adelgazado?
Miley se mordió el labio.
—No, he engordado un poco —mintió—. Tendré que ponerme a dieta...
—De ninguna manera, milaya moya —protestó Nick— No permitiré que estropees ese cuerpo que tienes.
Miley notó su mirada de deseo, profundamente masculina, cuando él clavó la vista en su escote. Y se puso tan colorada que casi se sorprendió por no empezar a arder
como una tea.
Nerviosa y excitada, intentó romper la tensión sexual del ambiente con un comentario jocoso:
—Es que la comida me gusta mucho. Sobre todo el chocolate.
Nick se llevó una buena sorpresa. Las mujeres no solían confesar en público que la comida les gustaba demasiado.
De vuelta en la limusina, Miley se preguntó por qué se sentiría tan atraída por Nick. No encontró la respuesta, pero la atracción era tan intensa que no la podía negar.
Se dirigieron a otra boutique, donde les sirvieron champán y les hicieron un pase de modelos para que ella pudiera elegir. Miley se probó un vestido rojo y una chaqueta. Le quedaban muy bien y desde luego eran menos atrevidos que la ropa de su hermana.
Contenta con la elección, salió del probador para que Nick la viera.
—Me encanta —dijo él con humor—. Si le añades algo con pelo, serás una versión
femenina y extraordinariamente bella de Santa Claus.
—¿En Rusia también hay Santa Claus?
—Lo llamamos Ded Moroz, que vendría a significar algo así como Abuelo Escarcha.
Llega el día de Año Nuevo, acompañado por una mujer a la que llamamos la Doncella de la Nieve —explicó—. Pero mientras estés conmigo, puedes celebrar las Navidades como quieras. Yo ni siquiera conocía lo de Ded Moroz hasta que me mudé a vivir con mi abuela.
Mientras estés conmigo. Cuando Miley oyó esa frase, pensó que Nick lo había dicho para recordarle de un modo sutil que su relación iba a ser breve.
Automáticamente, se sintió vulnerable: pero él la miró de los pies a la cabeza con tanta intensidad, que ella sintió un ardor creciente en la zona de la pelvis.
Se probó todo tipo de ropa. La mitad del tiempo, Nick estaba hablando por teléfono con algún subalterno o socio: pero a pesar de eso, no le quitaba los ojos de encima. Era una ensación maravillosa. Miley tuvo que resistirse al impulso, cada vez más irresistible, de posar para él y de pavonearse. Él ya no era el hombre con el que se iba a casar por dinero. Empezaba a ser algo muy diferente y mucho más peligroso...
Mañana subos mas capis y talvez el argumento de una nueva nove Bye!!
ME SUPER ENCANTO EL CAPI!!!! ESTA NOVE ESTA CADA VEZ SE PONE MEJOR !!! JAJA SEGUILAAAAAAA!!!!!! JAJAJA Y ESPERO EL NUEVO ARGUMENTO ;) , BESOTESS
ResponderEliminarespero el otro♥ SIGUELAA!! :D
ResponderEliminarbesos