A la tarde siguiente, Demi seguía intentando borrar de su mente el fin de semana. Sólo tenía que fingir que lo vivido en Serenity Island no era más que una estúpida fantasía, y entonces podría enfrentarse al hecho de que Joe Jonas le
había roto el corazón.
No era real. Nunca había sido real. Ese día no había ido a la oficina, sino que se había quedado en casa, trabajando en sus diseños originales, ignorando las punzadas de culpa cada vez que se acordaba de Ginny y de Sadie. A media tarde las piernas se le empezaron a entumecer, así que se levantó de delante del ordenador y fue a la cocina por el segundo donut.
De repente oyó que llamaban a la puerta. Rápidamente dejó el donut en la caja y se limpió el azúcar de las comisuras de los labios.
¿Sería Joe? En ese caso no abriría la puerta. No lo haría. No tenía absolutamente nada que decirle. Fue hacia la puerta. Miró por la mirilla. Era Miley, cargada con una enorme pizza y una botella de tequila.
–Pepperoni y salchichas –le dijo al abrir la puerta, entrando directamente–.
Espero que tengas limas.
Sólo eran las tres y media de la tarde; demasiado pronto para empezar con los margaritas, pero… Llevaba todo el día comiendo basura, así que un poco más no suponía una gran diferencia.
–¿Cómo lo llevas? –le preguntó Miley, yendo hacia la mesa de la cocina.
–Bien –dijo Demi.
–Mientes muy mal.
Demi no pudo negarlo. Sin embargo, tampoco podía decirlo en alto, porque si lo hacía, entonces se volvía dolorosamente real.
–Así que todo era una estratagema… –le dijo a su amiga, yendo hacia la nevera para sacar unas limas–. Pero también sabíamos que podía pasar. Joe
estaba intentando ahorrarse dinero a toda costa, y yo luchaba por mi carrera.
Nuestros puntos de vista eran irreconciliables desde el principio –hizo una pausa y retomó el control de sus emociones–. Aunque tengo que admitir que no esperaba
que fuera tan bueno.
El día anterior había sentido rabia, a la mañana siguiente tenía el corazón roto, y esa tarde no sentía más que vergüenza de sí misma por haber caído en la trampa tan fácilmente.
–¿Y el proyecto? –le preguntó Miley.
–Sigo adelante con mi proyecto inicial, sin escatimar en detalles –dijo, señalando el ordenador con la punta del cuchillo–. Voy a añadir un helipuerto y una cascada. Será fabuloso. Seguramente me darán un premio –hizo una pausa y entonces su rostro se puso triste y serio–. No quiero vengarme ni nada parecido – dijo con sinceridad–. Odio la venganza. Me siento como si me estuviera vengando de Sadie en vez de vengarme de Joe –se apoyó contra la encimera, dándose por vencida.
Sabía que no podía hacer algo así. Sabía que no podía gastarse el dinero de los Jonas en un diseño que a Sadie jamás le hubiera gustado. Su risa sonó como un sollozo.
–¿Demi? –Miley se levantó y rodeó la barra.
–Estoy bien –dijo Demi, respirando hondo. Pero no era cierto. Estaba a punto de renunciar a su carrera y a su futuro por una familia que ni siquiera era la suya.
–¿No es genial saber que nos hemos comportado como idiotas? –dijo Nick, apoyando la cabeza en las palmas de las manos y estirándose en la silla
acolchada que estaba junto a la ventana del despacho de Joe. Éste estaba de
pie, demasiado inquieto como para sentarse cuando su mente no hacía más que buscar una solución–. Quiero decir… A veces no se está seguro, pero otras veces, como en este caso, sabes con certeza que te has comportado como un absoluto imbécil –añadió.
–¿Estás hablando de mí o de ti? –Joe cruzó los brazos sobre el pecho. Su mirada estaba perdida en el horizonte, más allá de la costa de Jersey.
–Estoy hablando de los dos.
–¿Y qué tendría que haber hecho de forma diferente? –dijo Joe, volviéndose.
–No lo sé –dijo Nick, sonriendo al verle enfadado–. A lo mejor no deberías haber fingido que estabais casados.
–Estoy casado.
–Pero creo que no por mucho tiempo.
–No va a divorciarse de mí –dijo Joe, sacudiendo la cabeza–. Ésa es su baza.
–Engatusarla para que modificara el proyecto es una cosa, pero tú no eres un bastardo sin corazón, Joe. ¿Por qué jugaste así con sus emociones?
Joe sintió un arrebato de ira. Lo que había hecho con ella no era asunto de Nick.
–¿Y qué me dices de ti? –le preguntó, desviando la pregunta–. Te acostaste con Miley.
–Eso fue un simple flirteo.
–¿Y qué crees que fue lo mío?
–No sé, Joe. Dímelo tú –dijo Nick, incorporándose y mirando el paquete de documentos que estaba sobre la mesa.
–Eso no es nada –dijo Joe.
–Has puesto a nueve detectives privados en el caso.
–¿Y? –él quería algo rápido, así que cuantos más, mejor.
–¿De qué te ha servido?
–Se supone que no tenía que servirme a mí.
En realidad era para ella, para ponerle una sonrisa en el rostro y borrar para siempre esa cara de tristeza que se apoderaba de ella cuando hablaban de la familia Jonas, de su familia. Pero tanto esfuerzo no había servido para nada. A pesar de todos los investigadores que había contratado, todo lo que había conseguido averiguar sobre el pasado de Demi se reducía a una vieja fotografía de un periódico en la que aparecían sus abuelos y su madre cuando era niña. La
casa de la familia había sido pasto de las llamas. Sus abuelos habían muerto en el incendio y su madre se había quedado sin nada con dieciséis años, dos años antes de que ella naciera.
La foto, dos nombres y una tumba… Eso era todo lo que había desenterrado.
–¿Sigues pensando en dárselo?
–Sí –dijo Joe, encogiéndose de hombros, fingiendo que no era para tanto–. A lo mejor se lo envío.
–¿Enviárselo?
–Sí.
–¿No quieres verla en persona?
–¿Qué? ¿Qué voy a decirle? ¿Voy a presentarme en su casa para que vuelva a ponerse furiosa y me cante las cuarenta?
Lo cierto era que se moría por volver a verla, aunque sólo fuera para soportar sus gritos de rabia. Pero, ¿qué sentido tenía? La había traicionado, una y otra vez.
–Deberías decirle que vendiste el barco.
–Ya. Por supuesto.
No había tenido elección. Gracias a la venta de uno de sus barcos había conseguido setenta y cinco millones de dólares, más o menos lo que necesitaría para llevar a cabo el lujoso proyecto de Demi. A esas alturas ella ya debía de
estar trabajando a toda máquina en sus diseños iniciales, y la única forma de darle lo que quería era concederle carta blanca.
–¿Crees que una vieja foto y un montón de dinero supondrán alguna diferencia?
–Tienes que intentarlo, Joe.
–No. No tengo que hacerlo.
–Estás enamorado de ella.
–No. No lo estoy.
–Tú… Maldita hijo de… –dijo Nick, soltando un fría risotada y poniéndose en pie.
–No estoy enamorado de Demi.
Demi le gustaba y, sí. Se hubiera quedado con ella algún tiempo más. Se hubiera despertado a su lado cada día durante todo el tiempo que ella hubiera querido, e incluso había llegado a imaginar cómo hubiera sido tenerla a su lado mucho tiempo. Pero eso no eran más que fantasías. No tenían nada que ver con el mundo real. En el mundo real eran enemigos. Ella quería recuperar su carrera y él quería mantener intacta su empresa. Nada se podía hacer ya excepto seguir adelante.
–Te vi la cara cuando ella se fue. Te conozco de toda la vida, Joe.
–Tú no sabes nada –Joe le dio la espalda.
–¿Vas a mentirme a mí? ¿Ése es tu próximo gran plan?
–No tengo ningún plan.
–Bueno, pues mejor será que se te ocurra uno, o vas a perderla para siempre.
Aquellas palabras se le clavaron en el corazón.
No amaba a Demi. No podía amarla. Hacerlo sería un completo desastre.
Tragó en seco.
–¿Y qué pasa contigo?
–Yo ya tengo un plan –dijo Nick, fingiendo estar decidido y satisfecho–. Aún no sé si estoy enamorado de Miley o no, pero todavía no estoy dispuesto a dejarla ir.
–Así es como empieza todo –dijo Joe.
–¿Y esto lo sabes porque…? –dijo Nick, levantando las cejas.
–¿Cuál es tu plan?
–Voy a secuestrarla. Ella quería un pirata, así que tendrá a un pirata. ¿Me dejas el yate?
–No puedes secuestrarla.
–Ya verás.
Joe vio auténtica determinación en los ojos de su amigo y, durante unafracción de segundo, deseó poder hacer lo mismo con Demi...
JAJAJAJ ESTUBO GENIAL EL CAPI! ME ENCANTO! JAJAJA QUE LAS SECUESTREN!!! JAJJA SEGUILAAA!!!! , BESOTES
ResponderEliminar