martes, 25 de diciembre de 2012

After the scandal Cap.2




Miley Cyrus se movió una vez más. Llevaba más de cuatro horas sentada en esa dura silla de metal, preguntándose cuándo terminaría el tormento. Estaba sola en una habitación pequeña y aséptica…
Cualquier director de series de policías se hubiera sentido orgulloso.
Ese mismo día, unas horas antes, estaba nerviosa y feliz, porque volvía a Inglaterra, a su casa, por primera vez en seis años.
Había tenido que hacer una cola muy larga en los controles y, al llegar a la cabina del control de pasaportes, un agente la había dirigido hacia los perros.
No había encontrado motivos para preocuparse, no obstante… Estaban registrando a muchos otros. En ese momento pensaba en Demi, en el regalo de boda que les había comprado a Joe y a ella en Tailandia… Y entonces uno de los agentes auxiliares le había sacado una bolsa de plástico de su maxibolso y le había preguntado si era suya. No se acordaba… Esa era la verdad.
–No lo sé –le había contestado.
–Entonces tendrá que venir por aquí –el agente había señalado un pasillo largo, bien iluminado.
Y ella se preguntaba adónde habrían ido los dos agentes de aduanas.
Tampoco era que los echara de menos, no obstante. El más joven, uno de esos babosos insoportables, apenas la miraba a la cara y amenazaba con deportarla a Tailandia si no empezaba a cooperar.
Una gran ironía, pues desde su llegada no había hecho otra cosa.
Sí. El maxibolso multicolor era suyo. No. No la había dejado sola en ningún sitio. Sí. Un amigo había estado en su habitación del hotel la noche en que había hecho la maleta. No. No creía que hubiera podido acercarse a sus pertenencias. No. No. No. Los viales de plástico llenos de éxtasis y cocaína no eran suyos. Casi le había dado un ataque al corazón al oír aquella pregunta.
Tenía que ser un error.
–No es ningún error, señora –le había dicho el agente que era más amable.
Un sudor frío le había bajado por la nuca… Después la habían interrogado durante horas acerca de su paso por el aeropuerto de Suvarnabhumi… Le habían preguntado una y otra vez por qué había ido a Tailandia y después se habían marchado, para hablar con los que estaban detrás del espejo. Sabía que sospechaban de Jonah Loft, uno de los chicos que trabajaba en la película cuyo contrato acababa de cerrar, pero solo porque había estado en su
habitación justo antes de que ella saliera rumbo al aeropuerto. Se sentía muy mal por él. Había conocido a Jonah en Nueva York, en un centro de rehabilitación en el que trabajaba como voluntaria, y a las autoridades no les llevaría mucho tiempo enterarse de sus problemas con las drogas.
Afortunadamente, no obstante, ya lo había superado, pero ella también sabía que la falta de confianza podría desencadenar una recaída. Y era por eso precisamente que le había conseguido un empleo en la película. Había querido darle una segunda oportunidad, pero cuando descubrieran que ella misma le
había dado trabajo, no sería nada bueno para ninguno de los dos.
Ella sabía, sin embargo, que él jamás le hubiera hecho algo así.
Siempre le había estado muy agradecido, y deseaba seguir limpio.
Miley suspiró. Cuatro horas y veintiocho minutos.
Tenía el trasero entumecido, así que se estiró en la silla, preguntándose si podía levantarse y caminar un poco. Hasta ese momento no lo había hecho, y tenía los músculos de los muslos agarrotados. Se frotó las sienes y trató de aliviar el dolor de cabeza.
Solo esperaba que hubieran contactado con Demi. No quería dejar de asistir a su boda sin haberle dado una explicación, aunque probablemente se preocupara más sabiendo el motivo por el cual no podía ir. Miley rezó porque no le dijera nada a su insoportable hermano.
Lo último que necesitaba era ver a Nicholas Jonas, tan prepotente y exquisito como siempre, interesándose por su situación. Se suponía que era unos de los mejores abogados, pero ella no guardaba muy buen recuerdo de él, exceptuando aquellos maravillosos diez minutos en una fiesta de cumpleaños. 
Seguramente a esas alturas ya debía de odiarla. Nick Jonas le había hecho daño, besándola y después ignorándola durante el resto de la noche como si no existiera… Y justo cuando pensaba que su corazón adolescente no podía romperse más, había vuelto a verle en el despacho de su padre mientras trataba de terminar con una fiesta privada de … Nick había sacado una conclusión equivocada. Le había echado la culpa de todo, a ella y a las «de su clase». La había echado de la casa. Mirándolo de forma retrospectiva, podía ver que debería haberle dado las gracias. Al menos se había molestado
en pedirle al chófer que la llevara de vuelta a Londres… Pero estaba demasiado dolida, con el corazón roto en mil pedazos. Aquella fantasía infantil del amor de su vida estaba hecha añicos.
Ni siquiera podía imaginar cómo había llegado a pensar algo así.
Provenían de mundos muy distintos… Y él nunca le había tenido mucho aprecio. Jamás se había molestado en esconder el profundo desprecio que sentía por ella, y por sus padres, dos celebridades hippies, muertos por  sobredosis. Pero ella nunca le había dejado ver el daño que le hacía. Tenía orgullo, y las palabras de su difunto padre retumbaban en su cabeza una y otra vez.
«Que nunca vean que te importa, cariño…», solía decirle.
Solo se refería a las críticas de música, pero ella nunca había olvidado aquel sabio consejo que la había mantenido a flote en los momentos más difíciles, llenos de dudas y especulación.
De repente oyó el chirrido metálico de la puerta. Levantó la vista.
El malo de los agentes acababa de entrar. Llevaba una sonrisa
condescendiente en los labios. Se sentó frente a ella y arqueó una ceja. 
–Es una chica con mucha suerte, señorita Wild –le dijo, hablándole con un fuerte acento cockney–. Parece que la van a soltar.
Miley le miró con un gesto impasible, parpadeando bajo las luces fluorescentes, sin revelar emoción alguna. El agente empezó a golpear la mesa de forma rítmica con algo que parecía un informe mecanografiado. Seguía mirándole los pechos, como antes. Los hombres como él estaba en todas partes. Una rubia con una cara y un cuerpo bonitos tenía que ser necesariamente fácil para ellos.
Aquel tipo parecía un aspirante a marine, con ese peinado, rapado por los laterales y plano por arriba… Debería haberse unido al circo… No había madera de Príncipe Azul en él, pero aunque la hubiera habido, Miley jamás le hubiera encontrado sugerente… Aunque hiciera películas románticas con finales felices, lo de los cuentos de hadas no era para ella; no después de la experiencia de su madre con Johnny Wild… 
–Muy bien –dijo el aspirante a marine con una sonrisa irónica–.
Ustedes las celebridades siempre tienen buenos contactos… Y después es todo pan comido. De haber sido por mí, la hubiera mandado de vuelta a Tailandia, pero por suerte para usted, no depende de mí… Firme esto –le puso el documento delante.
–¿Qué es? –Las condiciones de su puesta en libertad.
¿Puesta en libertad? ¿La iban a soltar? Con el corazón desbocado, Miley se inclinó, casi a cámara lenta, y miró los papeles. No podía creerse que fuera a ser verdad. Temblaba tanto que las palabras bailaban sobre el papel.
Cuando la puerta volvió a abrirse por segunda vez ni siquiera se molestó en levantar la vista. Dio por sentado que debía de ser el otro agente y volvió a mirar el papel. De repente sintió un escalofrío en la nuca… Una voz masculina y grave le robó el aliento… 
–Verás que todo está correcto, cielo, así que firma y salgamos de aquí.
Miley cerró los ojos con fuerza. Sintió que la cabeza le iba a estallar de tanto dolor… Hubiera reconocido esa voz en cualquier sitio… Esperó a que desaparecieran las chiribitas y abrió los ojos nuevamente. La pesadilla no había terminado, sino que había ido a peor… Un giro inesperado.
Demi había recibido el mensaje, pero también había hecho exactamente lo que temía. Había acudido a su hermano en busca de ayuda.







niñas chulas de mi vida aki esta el regalo de navidad!!!!
como se lo pasaron??? espero qe super genial como me lo pase yo con mis seres amados sigo disfrutando y doy gracias a Dios!
espero sus vidas esten llenas de bendiciones
le doy muchas gracias a Dios por ustdes qe ponen una sonrisa en  mi rostro!!!
las amo♥♥
amigaaa Mayii gracias por mi regalote!!!
que mas quisiera yo subir 10 capis de una nove pero si hago eso se me acaba la nove jajajajajjajaja
espero pronto lo pueda hacer esta semana qe tengo vacaciones!!!!!!

las AMODOROOO!!!!!♥♥♥


FELIZ NAVIDAD!!!

After the scandal Cap.1


¡Es una broma, Demetria? –Nicholas Jonas le dio la espalda a la ventana y se volvió hacia su hermana pequeña. Desde su despacho, situado en el décimo piso del edificio, se divisaba el Támesis.
Ella estaba sentada en frente del escritorio, con las piernas cruzadas, impecablemente vestida. Resultaba difícil de creer que acabara de decir algo así.
–¡Como si fuera a bromear con algo tan serio! –exclamó Demi, mirándole fijamente. Sus ojos, color marron, eran exactamente del mismo color que los de él. En ese momento estaban llenos de preocupación–. Sé que suena increíble, pero es verdad. Y tenemos que ayudarla.
En realidad la historia no sonaba tan increíble, pero Nick conocía muy bien a su hermana; sabía que tenía tendencia a ver solo lo bueno en los demás, incluso cuando no había nada que ver.
Nick se volvió hacia la ventana de nuevo y miró a los peatones que
caminaban a ambos lados del río, disfrutando del sol de septiembre. No soportaba verla tan preocupada. Maldijo a la supuesta amiga que la había hecho llorar.
Ella fue hacia él y se detuvo a su lado. Él le puso el brazo sobre los hombros y la atrajo hacia sí. ¿Qué podía decir para hacerla sentir mejor? ¿Iba a decirle que la amiga a la que quería ayudar no valía la pena? ¿Que una persona tan estúpida como para salir de Tailandia con drogas merecía que la atraparan? En otras circunstancias, hubiera ayudado a su hermana sin pensárselo dos veces, pero no estaba dispuesto a verse envuelto en algo así. Y tampoco iba a dejar
que ella lo hiciera. Le dio un apretón cariñoso en los hombros.
–Dems, no es tu problema, y no voy a dejar que te metas.
–Yo… 
Nick levantó una mano. Sus gemelos de oro macizo brillaban.
–Si lo que dices es cierto, ella se lo estaba buscando, y ahora tendrá que atenerse a las consecuencias. Y no quiero tener que recordarte que estás a ocho días de la boda más importante del año. Joe no querrá que te involucres en algo así. Y dudo mucho que el príncipe de Grecia quiera sentarse al lado de una drogadicta, por muy hermosa que sea.
Demi se puso tensa y apretó los labios.
–Joe querrá que yo haga lo correcto. Y me da igual lo que opinen mis invitados de boda. Voy a ayudar a Miley y punto.
Nick sacudió la cabeza.
–¿Por qué vas a hacer algo así? 
–Es mi mejor amiga y le prometí que lo haría.
Eso fue toda una sorpresa para Nick. Pensaba que esa amistad había muerto muchos años antes. Pero, de haber sido así, ¿por qué iba a ser Miley dama de honor en la boda? ¿Por qué no se le había ocurrido preguntárselo dos semanas antes, al enterarse de que Miley asistiría a la boda? 
Frunció el ceño, pero decidió posponer ese tema ante la urgencia del otro asunto.
–¿Cuándo hablaste con ella? –No hablé con ella. Me llamó un empleado de la aduana. Miley quería que supiera por qué no podría asistir a la boda y… Oh, Nick, si no la ayudamos, irá a la cárcel.
Nick se echó hacia atrás el mechón que le caía sobre la frente.
Tenía que cortarse el pelo.
Por mucho que quisiera evitarlo, tenía que ponerse duro con su hermana.
–Probablemente ese sea el mejor sitio para ella –frunció el ceño–.
Allí tendrá la ayuda que necesita.
–¡No puedes estar hablando en serio! ¿No hablaba en serio? En realidad no lo sabía. Pero lo que sí sabía era que había tenido una mañana tranquila y agradable hasta que Demi había irrumpido en su despacho, recordándole a una chica a la que quería sacar de sus recuerdos para siempre.
Miley Cyrus… Una de las mujeres más sexys del planeta, según el último ranking… Una actriz talentosa. Él no era muy aficionado al cine, pero sí que había visto la primera película; un largometraje de autor acerca del fin del mundo, dirigida por un director novel. Apenas recordaba el argumento. ¿Quién hubiera podido? 
Miley aparecía casi desnuda durante toda la película, con una
camiseta que le quedaba grande, y unas braguitas de algodón que parecían pantalones cortos. Por aquel entonces recordaba haber pensado que el mundo estaba involucionando, yendo hacia atrás, y la gente como Miley Cyrus tenía la culpa.
Su padre y él habían tolerado esa amistad adolescente entre Miley y Demi porque su hermana lo pasaba muy bien con ella, pero la chica nunca les había caído bien. Recordaba aquel día, cuando la había visto por primera vez… aquella chica de catorce años con aspecto de pandillera que escondía drogas debajo del colchón de su hermana… demasiado precoz y prepotente para su edad… Debería haber metido a su hermana en otro colegio.
Nick respiró profundamente y se volvió hacia el escritorio. Tocó el ratón y quitó el salvapantallas.
–Demi, estoy ocupado. Tengo una reunión importante dentro de media hora. Lo siento, pero no puedo ayudarte.
–Nick, sé que no soportas a los drogadictos, pero Miley es inocente.
–¿Y eso cómo lo sabes exactamente? 
–Porque conozco a Miley, y sé que no toma drogas. Las odia.
Joe levantó una ceja. ¿Le estaba hablando en serio? 
–¿Es que has olvidado el día en que cumpliste dieciocho años? La sorprendí escondiendo un porro en la fiesta. Tenía catorce años. Y no hablemos de todas esas fotos que circulan por la prensa, en las que aparece hecha un desastre.
Demi frunció el ceño y sacudió la cabeza.
–La mayor parte de esas fotos era falsa. Miley ha sufrido el acoso de la prensa toda su vida porque sus padres son quienes son. Además, ella es demasiado sensata y cabal como para engancharse a algo tan destructivo como las drogas.
–¿Y es por eso que dio un escándalo en tu fiesta de cumpleaños? ¿Porque era una chica muy cabal? 
Demi miró al techo y después miró a su hermano.
–Nick, esa noche las cosas pasaron de otra manera. Una foto un poco rara…
–¿Una foto un poco rara? –exclamó Nick, poniéndose furioso–.
Esa foto un poco rara podría haberte arruinado la vida si yo no hubiera intervenido.
–¡Querrás decir si no le hubieras echado la culpa a Miley! 
–¡Miley tenía la culpa! – Nick podía sentir esa vieja rabia que le había hecho explotar seis años antes.
Pero no era propio de él dejarse llevar por el temperamento.
–A lo mejor, si hubiera contactado con su padrastro cuando la pillé con marihuana la primera vez, no estaría metida en este lío ahora.
Demi bajó la vista un instante.
–Nick, nunca me has dejado explicarte bien las cosas. ¿Y si la marihuana con la que viste a Miley no era de ella? ¿Te hubieras llevado una decepción tan grande si hubiera sido mía? 
Nick soltó el aliento de golpe. Realmente no tenía tiempo para esa conversación. Se levantó, rodeó el escritorio y abrazó a su hermana. Sabía lo que Demi estaba intentando hacer y la quería aún más
por ello, aunque la cabeza hueca de Miley Cyrus no se lo mereciera.
–Sé que estás intentando echarte la culpa para protegerla, Demi.
Siempre la has protegido. Pero la verdad es que esa chica no te conviene. Siempre ha sido una mala pieza. A lo mejor su padrastro o sus hermanastros pueden ayudarla.
Demi reprimió un sollozo contra su pecho y se apartó un poco.
–Nunca han estado muy unidos. Además, creo que están de vacaciones en Francia. ¡Por favor, Nick! El agente con el que hablé esta mañana me dijo que a lo mejor la llevan de vuelta a Tailandia. Y, pienses lo que pienses, no puedo dejar que eso pase.
Nick masculló un juramento. Tenía que admitir que no podía imaginarse a la preciosa Miley, marchitándose en una prisión tailandesa.
–Demi, mi especialidad es el derecho empresarial. Estamos hablando de derecho penal aquí.
–¡Pero seguro que puedes hacer algo! 
Nick soltó a su hermana y fue hacia los ventanales de nuevo.
Recuerdos de Miley, de la última vez que la había visto, invadieron su memoria.
Ella llevaba años asaltando sus pensamientos, pero cada vez le ocurría con más frecuencia, sobre todo desde que Jordana le había dicho que asistiría a la boda. Cerró los ojos… Pero fue peor… La veía, casi podía olerla… Su hermana le tocó el brazo y, por un instante, casi creyó que era Mileyy. Masculló otro juramento.
–Demi, por favor, olvídate de Miley y céntrate en la boda.
Ella se apartó de él, dolida.
–Si Miley no viene, a lo mejor no hay boda.
–No seas dramática.
–Y tú no seas tan desagradable. Todo el mundo ha sido muy injusto con Miley…
–Demi, nadie ha sido injusto con ella. ¡La han pillado con las manos en la masa! 
Demi le miró con los ojos llenos de dolor. No recordaba haberla visto tan afectada desde el día en que habían enterrado a su madre.
Entonces había jurado hacer cualquier cosa para protegerla… 
–Nick, sé que odias las drogas por lo de mamá, pero Miley no es así. Y tú sueles ser de los que aprovechan toda oportunidad para ayudar a los demás.
Nick miró a su hermana. Sus palabras resucitaron recuerdos del pasado; un pasado que querría tener bien enterrado. Y a lo mejor era  una locura, pero también culpaba a Miley de ello. De no haber sido por ese último arrebato de excentricidad, no hubiera tenido que mantener esa conversación con su hermana.
Se volvió hacia Demi y apretó la mandíbula.
–Demetria, las palabras clave en esta situación son «buena causa».
Y por lo que a mí respecta, una actriz drogadicta que ha tocado fondo no es una buena causa.
Demi le miró fijamente, perpleja, como si acabara de darle una patada a un perro… Y en ese momento Nick supo que había perdido. No podía dejar que su hermana pensara tan mal de él.
Además, la imagen de Miley en una cárcel tailandesa le atenazaba el corazón. 
Sacudió la cabeza.
–Esto es un gran error –le advirtió a Demi.
La cara de la joven se iluminó.
–Y no me mires así –prosiguió–. A lo mejor no puedo hacer nada.
No es que haya robado una pastilla de jabón de una tienda o algo así.
–Oh, Nick, eres el mejor hermano del mundo. ¿Te espero y vamos juntos? – Demi estaba tan feliz que casi cantaba las palabras.
Nick miraba al techo, intentando diseñar una estrategia para resolver el problema. Al oír las palabras de su hermana, arqueó las cejas.
–Ni hablar. Te llamo cuando sepa algo. Y ahora, vete. Sigue con las cosas de la boda, o lo que sea, y déjame resolver este lío en el que te has empeñado en meterte.
Apenas notó el beso de su hermana en la mejilla. Un segundo más tarde le estaba dando instrucciones a su secretaria por el teléfono.
–Kate, cancela todas mis reuniones de esta tarde y dile a Stuart McIntyre que le quiero en mi despacho ya.
Se echó atrás en la silla y soltó el aliento. ¿Se había vuelto completamente loco? 
Miley Cyrus estaba metida en un buen lío. Había intentando pasar drogas por Heathrow… Pero eso no era ninguna sorpresa. Muchos años antes la había visto esnifando cocaína sobre el centenario escritorio de su padre, durante la fiesta de cumpleaños de su hermana. Ella nunca lo había admitido, no obstante.
Le había mirado con esos ojos falsos y había sonreído, provocadora, desafiante… 
Nick había sentido una rabia difícil de contener; no había querido oír escusas… ¿Para qué iba a molestarse? Todos los que consumían
eran tan inocentes como monjas de clausura… Esa misma noche, no obstante, un rato antes, Miley le había mirado con esos ojos color Mar… como si fuera el único hombre del planeta… y él se lo había creído… ¿Cómo había sido tan idiota? Había estado a punto de morder el anzuelo. Hasta ese momento ella no había sido más que un inconveniente…  Solía llevarse a su hermana a las fiestas de su padre cuando aún era demasiado joven… Y siempre huía de él cuando se la encontraba en la finca de su familia, cuando aún iban al colegio.
Pero aquel día, en la fiesta, no había salido huyendo. En realidad había sido todo lo contrario.
«Olvídalo…», se dijo, recordando cómo había bailado con ella. La había tocado. La había besado… Todavía le dolía pensar que había estado a punto de perder el control aquel día… Pero ella sabía tan dulce, tan fresca… Sacudió la cabeza y masculló un juramento. En vez de revivir un momento que nunca debería haber pasado, debía recordar cómo se la había encontrado en el despacho de su padre, rodeada de una panda de gamberros, su querida hermana incluida… Debía de haber medio kilo de cocaína sobre la mesa… Los
de seguridad habían tardado unos diez minutos en deshacerse de todos aquellos delincuentes, de todos, excepto de su hermana. Los de las fotos había tardado un poco más, no obstante… Habían hecho falta unas veinticuatro horas para bloquear todas las fotos de Demi que habían sido tomadas con el teléfono de uno de sus amiguitos macarras… 
Los besos de Miley, en cambio, no los había podido borrar… 


After the scandal Argumento!









Él acudió a su rescate… 
y acabó siendo presa de su atracción por ella Para una estrella como Miley Cyrus, verse arrestada en el aeropuerto fue como una escena de una película mala, sobre todo cuando descubrió cuáles eran las condiciones de su puesta en libertad… Quedaría bajo la estricta vigilancia del abogado Nick Jonas, el hombre que había pisoteado su corazón de adolescente muchos años antes… Nick, por su parte, estaba decidido a no
perder la cabeza otra vez por esa gata salvaje, pero cada vez que la miraba volvía a sentir esa descarga eléctrica, igual que la primera vez, y ya se le estaba acabando la paciencia…

Irresistibly Charming cap.19


Nick se despertó antes que Miley. Sin pensárselo, se acurrucó contra ella, abrazándola por la espalda. Al instante tuvo una erección, haciendo desaparecer cualquier idea de darle la posibilidad de cambiar de opinión acerca de seguir con su relación sexual. Enseguida empezó a acariciarle los pechos, sacándola de su sueño, y se regodeó con la manera en que empezó a jadear.
Entonces se acordó de que no le quedaban más preservativos.
Maldijo enfadado y se levantó de la cama. Se fue al cuarto de baño y se dio una ducha, quedándose bajo el agua hasta que fue capaz de controlarse. Cuando salió envuelto en una toalla, Laura ya estaba completamente despierta y sentada en la cama, con una sábana cubriéndole los pechos.
–Siento lo de antes –murmuró él, dirigiéndose al armario para sacar algo de ropa–. Se me había olvidado que nos habíamos quedado sin protección.
Miley también sentía que hubiese parado.
–El baño es todo tuyo, aunque tendré que entrar para afeitarme –añadió Nick–. En otras circunstancias, prescindiría de ello, pero creo que a Dolly no le parecerá bien. Y a tu abuela tampoco.
–Seguramente tienes razón respecto a tía Dolly, pero a mi abuela no le importará. Le gustan los hombres con aspecto muy masculino.
«Como a mí», pensó Miley mientras se deleitaba contemplando la espalda de Nick.
Le gustaban sus anchos hombros y la estrechez de su cintura y caderas, los músculos de su espalda y de sus brazos, y la fuerza de sus piernas.
–En ese caso, no me molestaré.
Se quedó a ver cómo se vestía. Se puso los vaqueros negros del día
anterior y una camiseta blanca debajo de otra negra de manga larga. ¿Por qué los hombres estaban tan sexys vestidos de negro?
De pronto se giro, mirándola pensativo.
–Antes de que se me olvide, tengo que preguntarte algo.
El corazón de Miley se encogió.
–¿De qué se trata?
–¿Estás segura de que quieres seguir acostándote conmigo? Si prefieres dejar que sea una aventura de una noche, lo comprenderé.
Aquello pilló por sorpresa a Miley, que se quedó consternada. ¿Era su manera de poner fin a aquello?
–No te entiendo, Nick. Pensé que esta mañana seguías deseándome.
–Así es.
–Entonces, ¿cuál es el problema?
–No hay ningún problema por mi parte. Tan solo quería darte la oportunidad de cambiar de opinión. A veces las cosas se ven diferentes por la mañana. Las ideas son más claras.
–Muchas gracias, pero tengo las ideas muy claras –dijo Miley.
Odiaba que los hombres se comportaran como si las mujeres fueran
criaturas estúpidas.
–Espero que te des cuenta de que convertirte en mi amante no será algo perpetuo. Además, eso supondrá el final de nuestra relación profesional.
Miley estaba empezando a impacientarse.
–Está bien. Tengo mis normas acerca de tener relaciones con los clientes.
Nick arqueó las cejas.
–Ah, sí. Se me olvidaba que ya lo habías hecho antes. Claro que estabas enamorada de aquel cliente en particular. ¿Por eso terminó tan mal?
–Ya entiendo. Tienes miedo de que acabe enamorándome de ti.
–Algo así.
–Eres el hombre más arrogante que he conocido.
–Me agrada saber que no soy el más libertino.
–Eso es discutible.
Él sonrió.
–Me gusta cuando te pones insolente.
–¡Eso es porque te sientes más seguro!
Nick rio.
–En este momento, nada tuyo me hace sentir a salvo, Laura. Es por eso que quiero que lleves ese bonito cuerpo al cuarto de baño en donde no pueda ponerle las manos encima.
Miley intentó seguir enfadada con él. Pero ¿cómo hacerlo después de haber halagado su cuerpo, por no mencionar aquel deseo incontrolable por ella?
–Entonces, tendrás que darte la vuelta –dijo fingiendo altivez–. No quisiera que perdieras el control al ver mi bonito cuerpo desnudo.
–¿Tienes que recordármelo? –dijo girándose para darle la espalda–. Venga, arréglate. ¡Y vístete de una vez!
–No puedo. Tengo la ropa ahí, donde estás.
–En ese caso, métete en el baño tal y como estás.
Pero no estaré aquí cuando salgas. Estaré abajo, hablando en alguna parte con Dolly.
Nick respiró aliviado una vez Miley se hubo ido al baño. No se había equivocado con su comentario de que podía perder el control ante su desnudez.
Había hecho todo lo posible para mostrarse tranquilo y razonable al darle la oportunidad de cambiar de opinión y al recordarle que una relación con él no sería duradera.
Pero debajo de su fría fachada, había estado intentando ignorar las señales que su cuerpo le había enviado.
No estaba seguro de lo que habría hecho si le hubiera dicho que no, que no quería volver a acostarse con él. Tenía la sospecha de que su actitud quizá no hubiese sido muy noble. Solo la idea de saber que se la llevaría a la cama esa noche y muchas otras noches venideras, había puesto algo de cordura en su cabeza y control en su cuerpo.
Nick sacudió la cabeza al sentarse para ponerse los calcetines y los
zapatos. Hacía mucho que no sentía algo por una mujer tan fuerte como lo que sentía por Miley.
De hecho, no recordaba que le hubiera pasado alguna vez.
Cualquier otro hombre habría pensado que se estaba enamorando, pero Nick no. No era capaz de sentir amor desde que viera de cerca lo que el amor le había hecho a su madre. Por aquel entonces, Nick tan solo tenía doce años y se había prometido no enamorarse ni casarse ni tener hijos. Y no había ocurrido nada desde entonces que le hubiera hecho cambiar de opinión en ese aspecto.
Así que no, no estaba enamorado de Miley. Era deseo lo que sentía en aquel momento, un deseo que se había hecho más intenso al comprobar su falta de experiencia sexual. Estaba deseando que la noche llegara cuanto antes.


Irresistibly Charming cap.18





Mientras esperaba a que volviera, Miley no pudo evitar pensar en cómo se sentiría por la mañana. No estaría avergonzada, ya que no había hecho nada para sentirse así. Después de todo, Miley había cortado con Erica. No había nada de lo que avergonzarse en el sexo consentido de dos adultos libres.
Tiró de las sábanas para cubrirse y que no la viera desnuda cuando
volviera. Le pareció algo hipócrita, ya que en el fondo le gustaba estar desnuda ante él.
El sonido del agua corriendo en el baño la hizo fruncir el ceño. Quizá fuera a darse otra ducha. Con un poco de suerte, sería una ducha rápida. No quería seguir allí sola por mucho tiempo para no empezar a arrepentirse.
Por desgracia, el tiempo empezó a pasar y el agua seguía corriendo.
Su preocupación fue en aumento. No le preocupaba cómo se sentiría al día siguiente, sino cómo se sentiría en el futuro. ¿Y si Nick quería que su aventura durara más que el fin de semana? ¿acaso no le había dicho que una noche no era suficiente? a pesar de que se había sentido halagada por sus palabras, no estaba segura de que seguir acostándose con él fuera lo más prudente.
Quizá no estuviera enamorada de él en aquel momento, pero ¿cuánto tiempo pasaría antes de que sus sentimientos se vieran alterados? no era una de esas mujeres que se contentaran solamente con el cuerpo de un hombre.
Al menos, eso pensó hasta que la puerta del baño se abrió y aquel
impresionante cuerpo masculino volvió al dormitorio.
–¿Por qué te cubres con la sábana? –preguntó Nick acercándose a la cama–. Pensé que eso ya lo habíamos superado.
Tiró de la sábana y se la apartó. Después se inclinó y la tomó en sus
brazos. La sensación de que la abrazara desnuda era deliciosa y muy excitante.
Estaba deseando que le volviera a hacer el amor.
–Nos vamos a dar un baño –dijo él–. No te molestes en decir que no. Es demasiado tarde para que te muestres tímida.
No dijo que no ni al baño ni a lo que le hizo una vez dentro de la bañera.
Miley se rindió a sus deseos y dejó que la enjabonara, la acariciara y la colocara como quiso para tener mejor acceso a todas sus zonas erógenas. Le permitió que se tomara todas las libertades que quiso con su cuerpo y, aunque estaba deseando alcanzar el orgasmo, no pudo ya que Nick parecía saber en qué momento detenerse para impedirlo. Además, le pidió que esperara a tenerlo
dentro de nuevo para que su placer se viera multiplicado.
Así que aguantó, sintiendo una sensación de desesperación desconocida para ella. Las continuas caricias habían convertido sus pezones en dolorosos picos que ante cualquier roce la hacían gemir. Tenía el vientre duro como una piedra por la tensión, le dolían los muslos y su vagina deseaba ser penetrada.
Cada vez que sus dedos la rozaban, sus músculos se contraían mientras su clítoris hinchado vibraba de deseo.
–Nick, por favor. ¡No puedo soportarlo más! –exclamó cuando no pudo más.
Estaba sentada a horcajadas sobre sus muslos mientras él le enjabonaba los pechos. Su pene erecto asomaba como un misil.
De pronto Miley se dio cuenta de que podía hacerle mucho daño si quería.
La había hecho desearlo y estaba dispuesta a hacer lo que él quisiera. En ese momento comprendió por qué aquella clienta se había obsesionado con él. Nick era la clase de hombre que podía obsesionar fácilmente a una mujer.
Miley se sintió aliviada cuando Nick dejó a un lado el jabón y la hizo salir de la bañera. Se sentía tan agradecida que unas lágrimas asomaron a sus ojos. El temor de que dejara de hacerle el amor la mantenía en vilo, y tuvo que contenerse cuando empezó a secarla con delicadeza y esmero. Porque en aquel momento no quería que fuera dulce y tierno con ella. Lo único que quería era que la llevara a la cama y se aprovechara de ella.
–Qué lástima –dijo secándole las puntas del pelo–. Solo nos queda un preservativo. ¿Te gusta el sexo oral? –preguntó, manteniéndole la mirada.
Miley tragó saliva.
–No exactamente.
A Brad le gustaba el sexo sin preámbulos. Por su parte, Mario era más maduro y experimentado, o al menos eso le había parecido entonces. Le gustaban las felaciones. Ella le había hecho todo lo que había querido porque lo había amado y había creído que él también la amaba. Pero nunca le había gustado hacérselas.
–¿Cómo es eso? a la mayoría de las mujeres les encanta.
–¿De verdad?
–Al menos con las que he estado. ¿Quieres que te haga cambiar de
opinión?
De repente se dio cuenta de que se estaba refiriendo a que iba a practicarle sexo oral a ella y no al revés.
Aquello era territorio desconocido para ella. Brad nunca se lo había
propuesto y Mario tampoco. En una ocasión cuando había sacado el tema, Mario le había dicho que era humillante para un hombre. Se lo había creído porque a ella tampoco le resultaba agradable. Pero ahora, tenía delante a un hombre que estaba afirmando que le gustaba.
–Veo que he despertado tu curiosidad –dijo Nick sonriendo con
satisfacción– . Venga, pongámonos a ello.
A los pocos segundos la había hecho tumbarse en la cama y con sus labios le estaba causando estragos a la velocidad de la luz, desde la boca pasando por los pechos y el ombligo hasta su sexo. Se aferraba a las sábanas con ambas manos mientras él se acercaba poco a poco a aquel punto que reclamaba atención. Entonces llegó allí y empezó a lamerle aquel bulto de carne. Al instante, Miley arqueó la espalda mientras su cuerpo se dirigía hacia el abismo.
De pronto Nick se detuvo y levantó la cabeza para mirarla a los ojos.
Parecía tranquilo, a diferencia de ella.
–No tan rápido, Miley. Será mejor que esperes un poco.
–¡Pero no quiero esperar! –gritó desesperada.
Él sonrió.
–Pues voy a hacerte esperar, cariño.
–No soy tu cariño –replicó molesta.
–Pensé que me dijiste que no te gustaba el sexo oral –continuó él.
A continuación se levantó y le acarició los pechos con sus manos expertas. 
–Me refería a las felaciones –dijo tratando de no jadear.
–Ah, entonces eso es un asunto completamente diferente. Pensé que una mujer tan lista como tú disfrutaría la sensación de poder que una felación te da. ¿No te gustaría verme estremecer al igual que yo te estoy haciendo estremecer? ¿no te gustaría hacerme perder el control? Tómatelo como si fuera un reto. Porque te prometo que no suelo estar tan tranquilo como en este momento. En esos escasos momentos de locura, seré completamente tuyo. ¿No te resulta una idea sugerente?
Miley se quedó mirándolo fijamente.
–¿Es por eso por lo que accediste a dormir conmigo esta noche? –
preguntó–. ¿Era un reto para ti?
Los dedos de Nick se quedaron inmóviles sobre su pecho y su mirada se tornó reflexiva.
–Tengo que reconocer que acostarme contigo me ha gustado mucho. Ha sido un placer, pero ¿un reto? no, no puedo decir que esa fuera mi idea, aunque he de reconocer que eres un desafío para un hombre de sangre caliente. Desde el momento en que me dijiste lo que querías, mi principal objetivo ha sido darte la clase de placer sexual que evidentemente nunca has tenido.
Está claro que el hombre que tanto daño te hizo era un incompetente en la cama. Supongo que sería un jovencito inexperto.
–No –contestó–. Mario no era ningún jovencito. Aunque Brad sí.
–¿Quién demonios es Brad?
–Mi primer amante. Era un compañero de la Facultad de Derecho que simuló estar enamorado de mí para tener una habitación gratis. Descubrí la verdad un día que me lo encontré en la cama con otra.
–¡Qué encantador! ¿y ese Mario? ¿Por qué fingió estar enamorado de ti?
–¿Cómo sabes que fue así?
–No hace falta ser un genio para darse cuenta. Solo quiero saber por qué lo hizo. No, no me lo digas. Deja que lo adivine. Era un cliente, ¿verdad? Tenía un juicio complicado y quería que su abogada le sacara las castañas del fuego.
¿Quién mejor que una mujer enamorada de él?
Miley sacudió la cabeza.
–Creo que eres un genio.
Él sonrió.
–Si tú lo dices… ¿Por qué iba a ser juzgado?
–Por evasión de impuestos. Si hubiera perdido, le habría costado millones.
–Pero no perdió, ¿verdad? Ganaste su caso.
Miley suspiró.
–Sí.
–Y entonces, te dejó.
–Así fue.
Al recordarlo, se dio cuenta de que Mario había sido un sádico. Había disfrutado al decirle que la había utilizado. Le había gustado herirla y humillarla. Al menos, Brad no había sido tan retorcido. Se había sentido muy culpable al ser descubierto en la cama con otra. Mario era incapaz de sentirse culpable porque no tenía conciencia. No había sentido lástima al enterarse de que hacía un año que
Mario había terminado en la cárcel. De Brad, había oído que se había quedado sin trabajo al ser despedido por conducta inapropiada 
–No me extraña que hayas estado hibernando sexualmente –dijo Nick–. Pero me alegro. Tengo que sexualmente –dijo Nick–. Pero me alegro. Tengo que reconocer que hacía años que no me divertía tanto con una mujer.
–¡Divertirte! –exclamó.
No sabía si sentirse halagada. Decir que el sexo con ella era divertido no era romántico. Claro que tampoco quería que se pusiera romántico con ella, ¿no? aunque tampoco le gustaba que se refiriera a lo que estaba haciendo como diversión. Era humillante.
–El sexo para ti es solo un juego, ¿verdad?
–Mira, Miley, no te pongas arrogante conmigo.
Acabo de demostrarte que el buen sexo no tiene por qué ir vinculado al amor. Aunque el haber estado enamorada en el pasado no ha sido garantía de buen sexo –señaló–. El sexo por el sexo, sin las complicaciones que la parte emocional conlleva, puede ser un placer. Me gusta tomarme el sexo como un juego, en el que el placer va en aumento con el tiempo y la práctica. A lo largo de
los años, he dedicado mucho tiempo y práctica a perfeccionar mis habilidades en la cama. Créeme cuando te digo que hay muchas cosas que puedo hacer contigo.Como ya te dije, una noche no va a ser suficiente. Si estás de acuerdo, continuaremos nuestra aventura cuando volvamos a Sídney. Después de todo, ya hemos cruzado la línea. Lo mejor que podemos hacer es aprovechar y disfrutar.
Miley se quedó mirándolo fijamente. Seducía con las palabras tan bien como con su cuerpo. Ese pensamiento le hizo acordarse de Brad y Mario. Ambos tenían picos de oro. Ahora se daba cuenta de que la habían seducido más por lo que habían dicho que por lo que habían hecho. Se había enamorado de sus mentiras sobre lo mucho que la querían porque deseaba ser amada. Ni siquiera habían sido buenos amantes, sino buenos mentirosos.
Al menos, Nick era un buen amante y no un mentiroso.
–¿Estás de acuerdo, querida Miley? –preguntó él, hablándole junto al oído.
¿Qué otra cosa podía hacer más que asentir?
–En ese caso –continuó Nick mientras tomaba el último preservativo–, creo que ya hemos esperado suficiente.
Miley pensó que había sido increíble la primera vez que le había hecho el amor. La segunda vez hubo más magia. Una vez la penetró, se tomó su tiempo, llevando un ritmo lento y sensual con las caderas. En ningún momento temió no alcanzar el orgasmo porque sabía que lo haría. Y cuando lo alcanzó, él también lo
hizo en perfecta armonía con ella.
Miley se sentía aturdida. Sexualmente, parecían hechos el uno para el otro, pero emocionalmente eran muy diferentes. En aquel momento, lo único que quería de Nick era sexo. Pero sospechaba que, si mantenía aquel grado de intimidad física, acabaría enamorándose de él.
La vida era muy cruel, decidió Miley, siempre sintiendo atracción por hombres que no le daban lo que quería. Pero al menos esta vez estaba preparada. Nick no pretendía engañarla.
Todo lo que le ofrecía era una relación estrictamente sexual, sin ningún compromiso.
Y aunque no entendía por qué se oponía tanto al amor y al matrimonio, no tenía más remedio que aceptarlo.
No tenía sentido enfadarse por eso. Si quería seguir disfrutando de lo que había disfrutado, tendría que aceptar sus condiciones sin esperanza de nada más.
Claro que eso suponía poner en riesgo de nuevo su corazón y su felicidad. Pero le era imposible rechazar lo que Nick le estaba ofreciendo. Ya era adicta a la excitación que le provocaba, a los placeres que le daba, además de a aquellos interminables orgasmos. Su cuerpo seguía temblando, al igual que el de él.
–Enseguida vuelvo, Miley –dijo antes de soltarse de su abrazo.
Ella gruñó, mientras su cuerpo languidecía. Su mente también. No quería volver a dormirse ni que aquella noche terminara. Pero tan pronto como Nick dejó la cama, Miley se tumbó de lado y se quedó dormida.
Nick volvió a la cama y encontró a Miley dormida.
Se habían acabado sus planes eróticos para el resto de la noche.
Tal vez fuera lo mejor. Estaba aturdido. Había sido un día muy largo, un día extraño. ¿Quién habría adivinado que acabaría acostándose con Miley y que disfrutaría tanto? La cubrió con las sábanas con mucho cuidado para no despertarla antes de meterse en la cama. Quería pensar, algo que no había podido hacer por la excitación.
No tardó mucho en darse cuenta de que había cometido una terrible
equivocación esa noche. Miely no era solo una colega del trabajo, sino que no era la mujer fría y profesional por la que siempre la había tenido. Si lo fuera, no estaría preocupado por continuar la relación con ella. Bajo la fachada de mujer dura, había una criatura muy dulce y tremendamente sexy. Y ese era el problema. El atractivo de Miley era diferente a lo que Nick solía buscar. Le gustaban las mujeres pícaras y atrevidas, y muy experimentadas,
que supieran cómo hacer disfrutar a un hombre. Nunca le habían atraído las mujeres tímidas a las que había que seducir. Y nunca se había llevado a una virgen a la cama. Aunque Miley no era virgen, por lo que había visto esa noche, lo parecía. En el fondo, le gustaba que fuera tan inexperta. Sus reacciones a las cosas que le había hecho eran frescas, llenas de sorpresa y agradecidas, por no mencionar apasionadas. Sus orgasmos habían sido muy intensos.
Le molestaba que Laura hubiera estado enamorada de dos canallas. Pero así era el amor. Nada tenía sentido. Era irracional y a veces autodestructivo, sobre todo en lo que a las mujeres concernía.
Lo que le llevó al principal problema que se le planteaba con Miley. ¿Y si se enamoraba de él?
No podía pretender que eso no pasaría. Las mujeres acababan
enamorándose muchas veces de hombres que al principio no les caían bien.
Nick no quería hacerle daño. Se había pasado toda su vida evitando hacer daño a las mujeres, aunque no siempre lo había conseguido. Pero nunca las había herido deliberadamente.
¿Acabaría haciendo daño a Miley si seguía acostándose con ella? Esa era la pregunta que tenía que contestar antes de que se hiciera de día, o más bien, antes de que el cansancio hiciera que se quedara dormido. Frunció el ceño. Quizá la hiciera más daño si se detenía. Era evidente que le había gustado el sexo de esa noche. Si ponía fin a aquella historia por la mañana, pensaría que algo iba mal o que se había aburrido de ella. Se lo tomaría como un rechazo personal. Las
mujeres solían culparse cuando un hombre las rechazaba. Hacerlo después de una noche juntos sería cruel.
Además, no había ninguna garantía de que Miley quisiera tener una
relación sentimental con él. Tenía treinta años y era abogada. No era una joven inocente y ya sabía que él no buscaba una relación seria.
Si seguía acostándose con él, entonces el riesgo sería de Miley, ¿no? Su felicidad futura no era responsabilidad de él. Era una mujer adulta que podía decidir por sí misma lo que quería hacer. No la obligaría a seguir con aquella aventura. Era ella la que tenía que tomar esa decisión. Pero por la mañana, le preguntaría si eso era lo que quería. Así le daría la oportunidad de cambiar de idea.
Sintiéndose mejor, Nick se estiró y cerró los ojos.
Pero enseguida volvió a abrirlos. Si Miley decidía continuar con aquella relación, algo que seguramente haría, tendría que buscarse un nuevo abogado.
Eso lo dejaría bien claro.
No mezclar el trabajo con el placer era una norma que Nick no pretendía saltarse.

Irresistibly Charming cap.17



Miley se levantó de la cama y se fue al baño, deseando tener un
momento para recuperarse.
Se quedó absorta mirándose al espejo. Se le había olvidado lo diferente que estaba esa noche. Por unos instantes le molestó que el intenso deseo de Nick por ella no fuera más que una reacción a su aspecto sexy. Pero enseguida apartó aquel pensamiento. Por supuesto era por eso por lo que la deseaba. Así era la naturaleza masculina; sus hormonas reaccionaban enseguida a la belleza
física. Tenía que admitir que incluso el sexo femenino podía caer víctima de esas atracciones superficiales. Si Nick no hubiera sido tan guapo, ni hubiera tenido aquel cuerpo, no querría acostarse con él.
Al volver dos minutos más tarde, el fuego estaba crepitando. Nick estaba de pie, apoyado en la repisa de la chimenea y con la mirada fija en las llamas. Se había quitado la chaqueta y la corbata y se había abierto los dos primeros botones. Parecía pensativo y estaba tan guapo, que Miley apenas podía pensar.
Se giró y la miró. Su expresión era indescriptible al mirarla de arriba abajo.
Había desaparecido el ansia de sus ojos.
–¿Te he dicho ya lo guapa que estás esta noche? no, no contestes. Y no te acerques más. He cambiado de idea. No quiero quitarte la ropa. Quiero que lo hagas tú.
Miley abrió los ojos como platos.
–No seas tímida –continuó–. No hay nada de lo que tengas que
avergonzarte. No, no te quites los zapatos, déjatelos puestos. El cinturón primero y luego el vestido. Pero no te lo quites por la cabeza. Bájate la cremallera y deslízatelo por los hombros.
Con manos temblorosas hizo lo que le pedía. El corazón le latía acelerado.
Para cuando se bajó el vestido por los hombros, todo su cuerpo temblaba. La idea de quedarse ante él con tan solo un tanga de raso y unos zapatos de tacón, le resultaba tremendamente excitante. Al llevarse las manos al escote, sus pezones se endurecieron.
El vestido rojo de seda cayó a sus pies. Irguió los hombros al encontrarse con su mirada y, durante unos segundos eternos, ninguno de los dos se movió ni dijo nada.
–No sé si una sola noche va a ser suficiente –murmuró Nick–. Ven aquí.
¿De dónde sacaba el coraje para caminar hacia él desnuda?
Probablemente el coraje no era un problema cuando estaba tan excitada.
Nada le importaba más que tener sus ojos clavados en sus pechos desnudos.
–Detente –le ordenó Nick cuando la tuvo a su alcance.
Ella se detuvo y contuvo la respiración hasta que alargó el brazo para tocarla. Al hacerlo, el reverso de su mano rozó sus pezones erectos y una sacudida estremeció su cuerpo, haciéndola gemir.
–Date la vuelta –le dijo a continuación.
Miley se tambaleó sobre sus tacones al hacerlo.
–Quieta –dijo tomándola de los hombros desde atrás–. Ahora, separa un poco las piernas.
Aquel pequeño e insignificante movimiento le provocó extrañas
sensaciones. Nunca se había sentido tan pícara y lasciva.
Su cabeza daba vueltas. ¿Eran esas las cosas que les hacía a todas las mujeres? ¿Las hacía desnudarse no solo de ropa sino también de conciencia y orgullo? no, su orgullo no estaba en peligro. No se sentía humillada por las cosas que le había pedido que hiciera. Había visto un brillo de admiración en sus ojos al observar su cuerpo casi desnudo. Laura se había sentido orgullosa en aquel
momento, quizá porque suponía que habría visto cuerpos más bonitos que el suyo. Pero aun así, parecía encontrarla muy deseable.
Le había dicho que no estaba seguro de que una noche fuera suficiente.
Para ella tampoco iba a ser suficiente, si aquella era su idea de los juegos preliminares. No pudo evitar preguntarse qué pasaría a continuación, mientras un escalofrío recorría su espalda.
De repente, Nick se estrechó contra su cuerpo y deslizó su mano izquierda por el hombro hasta agarrar su pecho, mientras con la derecha le apartaba el pelo de la cara. Ella ladeó la cabeza y él acercó tanto su boca a su oreja, que su aliento la hizo estremecerse.
–Creo que ha llegado el momento de meternos en la cama –murmuró Nick–. ¿Qué te parece, preciosa?
–No puedo pensar –respondió.
–Me encanta verte así –dijo haciéndola girar la cabeza hasta que sus ojos se encontraron.
–¿Cómo?
–Tan excitada –dijo pasando la palma de la mano una y otra vez por su pezón.
Ella dejó escapar un gemido de sus labios.
–Eres un libertino.
–No, pero esta noche podría convertirme en uno.
Nick trató de mantener el control al tomarla en brazos y llevarla hasta la cama. Deseaba empujarla sobre la cama, arrancarle las bragas y penetrarla.
El sexo duro no era algo que a Nick le gustase. Se enorgullecía de ser un amante imaginativo y tierno.
Nunca se había dejado llevar por algo que pudiera resultar violento. La idea de hacer llorar a una mujer de dolor no era algo que le atrajera.
A algunas mujeres les gustaba el sexo violento, se recordó mientras la tumbaba en la cama, pero no se imaginaba que Laura fuera una de ellas. Era evidente que, hasta ese momento, siempre había creído que tenía que estar enamorada para disfrutar del sexo. Lo cual era una falacia. El sexo era una necesidad básica de todo ser humano, como comer o dormir. No hacía falta estar enamorado para disfrutar. Nick no había estado enamorado en su vida y había
disfrutado mucho del sexo.
A pesar de que sabía que estaba cometiendo un gran error por irse a la cama con una mujer con la que trabajaba, Nick se dijo que podía hacerle un gran favor a Miley enseñándole que el sexo y el amor no tenían que ir unidos. Después de todo, no era bueno que siguiera viviendo sin un hombre en su vida. Sus reacciones ya le habían demostrado que no era tan fría como se había mostrado con él en los últimos dos años.
Cuando se sentó a su lado en la cama y le acarició un pie, Nick estaba casi convencido de que lo que estaba a punto de hacer tenía un lado noble.
Miley apretó los dientes mientras Nick le desabrochaba la tira del zapato y se lo quitaba. ¿Dónde había aprendido a tratar a una mujer con tanto cuidado y esmero? Se había imaginado que las manos de un portero de fútbol serían duras.
Pero no, tenían la sensibilidad y destreza de un cirujano. Cada vez que sus dedos rozaban su carne, una sacudida eléctrica recorría sus piernas.
–Siempre me han gustado tus pies con sus finos tobillos –dijo dejando el zapato sobre la alfombra y buscando el otro pie–. Y aunque me gustan estos zapatos, no puedo arriesgarme a dejártelos puestos. La idea de sentir esos tacones en mi espalda no me agrada.
Cuando la imagen de cómo podía clavarle los tacones en la espalda se formó en su cabeza, Miley sintió que el corazón se le desbocaba. Cuando le quitó el segundo zapato y empezó a deslizar sus manos por la pierna, volvió a contener la respiración. Para cuando llegó a sus muslos, tuvo que tomar aire para no ahogarse.
Su gemido atrajo la atención de Nick a su cara.
–Esto también tengo que quitártelo, Miley–le dijo, deslizando los dedos por el borde de las bragas.
Luego, tiró de ellas hacia abajo sin dejar de mirarla a los ojos.
Al final, bajó la mirada a su entrepierna.
Miley no podía hablar. Estaba deseando que la acariciara. Sabía que
estaba húmeda. Podía sentirlo.
–Nick –dijo cuando los dedos de Nick empezaron a acercarse.
Pero ya era demasiado tarde y la sensación era increíble.
Sus gemidos volvieron a atraer su mirada.
–¿Tienes algún problema? –le preguntó.
Estaba usando un solo dedo, pero sabía muy bien cómo hacerlo y qué tocar exactamente. Era un arma erótica de total seducción.
Miley esbozó una mueca que dejaba adivinar su dilema. Iba a correrse. Y aunque estaba deseando hacerlo, no era lo que quería. Quería hacerlo con él dentro.
–Yo, yo… ¡Tienes que parar!
Nick se detuvo justo a tiempo y Miley se estremeció de alivio.
Nick ladeó la cabeza y la miró frunciendo el ceño.
–¿Te importaría decirme por qué tengo que pararme? Creo que te estaba gustando lo que te estaba haciendo.
Miley se mordió el labio y apartó la mirada.
–No sé lo que quieres si no me lo dices –dijo él.
Así que se lo dijo. Su voz tembló y su rostro se sonrojó avergonzado.
–¿Eso es todo? –dijo él–. Entonces dame un par de minutos.
Se desnudó a toda prisa lanzando la ropa a una silla y se quedó en
calzoncillos. Después, echó otro leño en la chimenea y a continuación buscó algo en los bolsillos de su chaqueta hasta que sacó un paquete de preservativos.
Miley se dio cuenta de que no había pensado en la protección y se alegró de que Nick lo hubiera hecho.
Claro que era de esperar, siendo un hombre con tanta experiencia.
Miley trató de recuperar la cordura, pero le resultó imposible al ver a Nick quitarse los calzoncillos. Sabía que estaría bien dotado. Era impresionante. Su cuerpo era de los que se veían en los anuncios. Podía haber sido un modelo. Esa noche, iba a ser todo suyo.
Ese último pensamiento la excitó, pero también la asustó. A pesar de que sabía que no iba a cambiar de opinión en aquel momento. Se daba cuenta de que irse a la cama con Nick iba a cambiar su vida. Quizá se habría detenido a valorar las consecuencias de sus impulsivos actos de esa noche si Nick no se hubiera metido desnudo en la cama junto a ella.
–Me temo que solo me quedan dos de estos –dijo dejando los preservativos en la mesilla–. Pero serán suficientes de momento.
Cuando la hizo girarse y se colocó sobre ella, Miley gimió al sentir el peso de su cuerpo. Pero en cuanto se apoyó en los codos a ambos lados de ella, la sensación de presión desapareció.
–Abre las piernas, Miley –le ordenó–. Y levanta las rodillas. Así, cariño.
Esto puede llevarnos unos segundos.
Sin usar las manos, se preparó para penetrarla.
Pero no lo hizo. Empezó a moverse adelante y atrás para frotarse con ella hasta llevarla al límite. Miley sentía cada vez más tensión. Estaba desesperada por sentirlo dentro.
–Por favor –le rogó.
Entonces la penetró, pero no del todo.
–Levanta las piernas y abrázame por la cintura. Sí, así.
Miley siguió sus instrucciones hasta que se hundió del todo en ella.
Entonces, Nick empezó a moverse, alejándose unos centímetros antes de volver a embestirla. Cada vez estaba más excitada y le clavó las uñas en la espalda y los talones en las nalgas. Él respondió embistiéndola con más fuerza hasta que la hizo alcanzar el orgasmo. Miley echó hacia atrás la cabeza y su cuerpo se agitó contra el de él. Nunca antes había experimentado nada como aquello. ¡Era
increíble!
–Sí –gritó.
Y mientras su cabeza seguía dando vueltas con aquella maravillosa
sensación, Nick alcanzó el éxtasis y todo su cuerpo se estremeció. Él también jadeó, emitiendo un sonido casi animal.
Aquel era sexo en su manera más primitiva, pensó Miley mientras se aferraba a su cuerpo. No podía pretender que hubiera sentimientos en aquel encuentro. No estaban enamorados. Apenas se soportaban.
No, eso ya no era verdad. Al menos en lo que a ella se refería. Le gustaba Nick de una manera peculiar.
Pero no estaba enamorada, a pesar de haberse entregado a él.
Aquel pensamiento le produjo un gran alivio. Quizá después de todo fuera capaz de soportar la idea de haber tenido una aventura sexual con él. No haría algo tan estúpido como enamorarse de él. Ya se había equivocado dos veces en su vida. Una tercera sería fatal, tanto para su estado mental como para su alma.
Porque entre los planes de Nick no estaría enamorarse de ella. Aunque no se lo había dicho tan claramente, se lo había dado a entender. En sus planes no figuraba el amor, ni el matrimonio, ni las relaciones duraderas.
Para él, el sexo era un placer físico del que disfrutar de vez en cuando, de la misma manera que comía o dormía. No podía olvidarlo.
Por fin Nick levantó la cabeza del hombro izquierdo de Miley.
–Increíble –dijo con una expresión de sorpresa en la cara–. ¿Te ha
parecido tan bueno como a mí?
¿Qué podía decir? a aquellas alturas, no podía mostrarse tímida con él.
–Ha sido maravilloso.
Él sonrió.
–¿Cansada? –preguntó y Miley negó con la cabeza–. Estupendo –dijo levantándose–. Tengo que ir al baño. No te muevas.