Cuando Demi bajó con Harry a la mañana siguiente no había ni rastro de Joe. No estaba fuera trabajando. Se sintió tentada de seguir de largo, pero no lo hizo porque no quería que la acusaran de salir corriendo, así que llamó a la puerta de atrás alrededor de las nueve y media de la mañana. Todavía estaba nublado y la mañana de marzo parecía mucho más fría de lo que marcaban los termómetros. Demi se estremeció un poco mientras esperaba a que él abriera. Y se estremeció más al ver que él no salía. Volvió a llamar.
–¿Pa…? –dijo Harry, esperanzado.
No podía ser «papá». Harry no había conocido al suyo. No obstante, resultó un poco desconcertante oírlo.
–No lo es –le dijo Demi, por si acaso.
Joe abrió la puerta de par en par en ese momento, sin camisa, sin
afeitar, y con cara de pocos amigos. Tenía el pelo de punta, despeinado.
–Oh, vaya, lo siento. Te he despertado –Demi se preguntó si estaría solo en la cama y su cara debió de delatarla.
Él pareció enfadarse aún más, pero no dijo nada.
–No debería haber venido. Solo quería que supieras que voy a llevar a Harry a la casa de Claire esta mañana –le dijo con firmeza. Esa vez no iba a convencerla para que no lo hiciera.
–Haz lo que quieras –le dijo Joe en un tono cortante.
–Lo haré. Vuelve a la cama –le dijo.
Dio media vuelta y salió de la casa. Metió a Harry en el coche y se puso en camino.
«Lo has conseguido…», se dijo, mientras conducía.
Tenía fuerza de voluntad, poder de decisión… Sentido común. A lo mejor no había hecho lo que quería hacer, pero sí lo que necesitaba hacer. A lo mejor por fin estaba superando esa necesidad que siempre había sentido por los finales felices.
–Está evolucionando muy bien –le dijo el doctor Singh.
Había ido a ver a su abuela y después se había reunido con ella en el área de espera.
–Es una persona con mucha fuerza de voluntad. Está deseando volver a su casa. La señora Newell es una mujer extraordinaria.
–Lo es.
–Probablemente pueda empezar con la terapia dentro de una semana. Podemos buscarle un sitio, ya que vive en un primer piso.
–Sí, aunque también estaba pensando que podría llevármela conmigo a San Francisco. Allí podríamos buscar un lugar que fuera apropiado para ella. Mi casa no lo es. Pero la casa de mi prometido sí. O también puedo buscarle un sitio cercano a mi casa –no mencionó la oferta de Joe. No era su primera opción, en absoluto.
–Es una posibilidad –dijo el médico–. Habría que buscarle otro médico y otro terapeuta. Pero podemos hacerlo. Debería hablar con su abuela. Lo que sea más cómodo para ella es lo mejor. Se esforzará más para mejorar si está contenta y ve que puede conseguirlo.
Demi estuvo de acuerdo.
–Hablaré con ella.
De camino a la habitación de su abuela, ensayó la conversación una y otra vez.
–Buenas noticias –le dijo con alegría–. En una semana estarás fuera de aquí.
–¿Una semana? –la abuela parecía consternada.
–Están muy contentos con tu evolución. El doctor Singh dice que puedo hacer preparativos en cuanto salgas.
–Me voy a casa.
–Eso sería estupendo –dijo Demi–. Pero todavía no vas a poder subir las escaleras. He pensado que podrías venirte a San Francisco conmigo durante una temporada.
–Tú también vives en alto.
–Puedo buscarte un sitio donde te puedan hacer la rehabilitación durante un tiempo –Demi puso su mejor cara–. Sería algo temporal.
Maggie se vino abajo.
–O quizá… –dijo Demi–. Podrías quedarte con Wilmer.
Maggie apretó los labios.
–No creo que a Wilmer le guste la idea.
–Claro que sí –dijo Demi con más confianza de la que sentía.
Wilmer era una persona difícil de convencer, como buen banquero que era.
La flexibilidad no era uno de sus puntos fuertes. Pero sí que era razonable.
No le mencionó la oferta de Joe, no obstante. Su ofrecimiento había sido demasiado precipitado. Él hacía cosas así, pero seguramente tampoco querría un cambio tan grande en su vida. No quería que nadie limitara su libertad.
–Ya pensaremos en algo –dijo Demi.
–Practicaré lo de subir escaleras –dijo la abuela.
–Cuando la terapeuta diga que puedes.
Maggie puso una cara que no dejaba lugar a dudas. Para cuando se
marchó de la habitación, Demi ya sabía que su abuela estaba decidida…
Harry se había acostumbrado muy bien a Claire y a sus hijos. Eran dos, un niño de un año llamado Andrew y una niña de cuatro llamada Izzy. Según su madre, a Izzy le encantaban los bebés y era evidente que estaba encantada con Harry. Este también la adoraba y la seguía a todas partes a gatas.
–Necesita una hermana mayor –dijo Claire, riendo.
–Bueno, no creo que vaya a tener una –contestó Demi–. Pero a lo mejor tendrá una más pequeña algún día… Gracias por cuidar de él –le dijo a Claire.
–De nada. Cuando quieras, me lo dejas. Ojalá vivieras más cerca. Ya no te vemos como antes. Podrías volver.
–No lo creo –dijo Demi.
–Oh, bueno. Me ha gustado verte esta vez, aunque sea –Claire le dio un abrazo y la acompañó a la puerta–. ¿Has visto a Joe?
Demi no esperaba esa pregunta y oír su nombre fue como una bofetada en la cara. No debería haberse sorprendido, no obstante. Claire había conocido a Joes cuando estaban juntos y Demi se lo había contado todo cuando habían cortado.
–Eso no tiene futuro. Joe no quiere sentirse atado –le había dicho
entonces.
–Egoísta –le había dicho Claire.
De vuelta al presente, Demi asintió con la cabeza.
–Es el casero de mi abuela –le recordó a Claire–. ¿Por qué?
–Me lo encontré hace unos meses en una carnicería de Newport, y me sorprendió ver que se acordaba de mí. Me preguntó por ti.
–¿Joe te preguntó por mí?
–Pensé que quizá habría cambiado de opinión.
–No –dijo Demi–. Eso no.
Debería haberle dicho que se llevaba a Harry, pero… Quería su vida, tal y como era antes. Desde que Maggie se había roto la cadera y Demi había vuelto a aparecer en su vida, nada había vuelto a ser igual. Ella se había marchado tres años antes. Él se había enfadado mucho; estaba convencido de que volvería en
cuanto se diera cuenta de lo que tenían… Pero ella no había vuelto. Y él había pasado página. Su vida no había vuelto a ser la misma sin ella, no obstante. Nadie podía hacerle reír como ella. Los recuerdos… Por ellos la había convencido para que no se llevara a Harry a casa de Claire el día anterior. Por ellos había pasado
el día a su lado, fabricando más recuerdos. En algún momento esperaba darse cuenta de que ella era una más, igual que el resto de mujeres, reemplazable, olvidable… Pero no había funcionado. Y tenerla en su taller la noche anterior había empeorado mucho las cosas. Estaba contento de tenerla allí; había disfrutado de su presencia, de sus comentarios, de su conversación… Pero con
Demi nunca tenía bastante, nunca era suficiente. Había intentado refugiarse en el trabajo. Se había dedicado a reparar esa pata rota del mueble, tratando de perderse en la madera, como siempre había hecho. Pero esa vez había sido imposible. Los recuerdos de ella le asaltaban sin tregua; el sonido de su risa le atormentaba… En su cabeza podía verla apartándose el pelo de la cara, mirándole con esos ojos cálidos y seductores… Ni siquiera había podido terminar
de atornillar la pata al mueble… Los dedos le temblaban tanto… Había dejado el trabajo a medio hacer y había salido por la puerta como si lo persiguieran cien demonios, rumbo a DeSoto’s, el bar al que Nick y él no habían ido la noche anterior y en el que, según le decía su primo, las chicas eran incluso más guapas… Se había quedado hasta la hora del cierre y había ahogado sus penas
en cerveza… y en los recuerdos de Demi.
El teléfono estaba sonando cuando Demi y Harry volvieron de la casa de Claire. Harry se estaba mordiendo el puño y dando patadas, dejándole claro que estaba hambriento, así que Demi lo puso sobre una manta, en el suelo, y puso un puñado de Cheerios en un bol a su lado, sabiendo que las chucherías terminarían por todo el suelo antes de que pudiera llevárselas a la boca.
Pero no importaba. Ya sabía que no. Ya conocía a Harry. De repente sintió un gran amor por el pequeño y le alborotó el cabello al tiempo que respondía al teléfono.
–¿Hola?
Se oyó un sonido hueco y después una pausa.
–¿Con quién hablo? –preguntó una voz femenina en un tono de sospecha.
–¿Misty?
–Sí. ¿Con quién hablo?
–Con Demi.
–¿Demi? –hubo una pausa–. ¿Qué estás haciendo ahí? –le preguntó Misty. No había entusiasmo alguno en su voz.
–Tratando de localizarte –le dijo Demi, molesta, pero ecuánime–. Te he dejado mensajes.
–¿Por qué? ¿Qué pasó? Oh, Dios mío. ¡Es Harry!
–No se trata de Harry…
–El teléfono no me funciona aquí –dijo Misty, interrumpiéndola–. ¡Sabía que pasaba algo! He llamado un montón de veces, cada vez que encontraba una cabina. ¡Pero nunca hay nadie en casa! ¿Qué pasa? ¿Dónde está la abuela? ¿Por qué me has dejado mensajes? ¿Dónde está Harry?
Con cada pregunta Misty parecía más y más nerviosa.
–Harry está aquí mismo, comiéndose unos Cheerios.
–Oh –hubo una pausa–. Bueno, muy bien –añadió, algo más calmada–. ¿Pero entonces dónde está la abuela? ¿Por qué estás tú ahí? –la sospecha había vuelto a su voz–. ¿Qué pasa, Demi? ¿Por qué tienes a Harry?
–Estoy tratando de decírtelo –dijo Demi con un poco menos de paciencia de la que hubiera querido tener–. La abuela se rompió la cadera. Está en el hospital.
–Oh, Dios mío. ¿Qué ha pasado?
Siendo tan escueta como le fue posible, Demi le contó todo lo que había pasado.
–Traté de comunicarme contigo desde el momento en que llegué. Llamé y dejé varios mensajes. Muchos.
–Bueno, yo también te hubiera dejado mensajes –le dijo Misty, a la
defensiva–. Pero la abuela no tiene contestador. Ya lo sabes. No es que me haya ido así como así y me haya desentendido de todo.
Eso era exactamente lo que parecía, pero Demi se dio cuenta de que Misty probablemente decía la verdad. La casa había estado vacía todo el día y, debido a la diferencia de horarios, Misty debía de estar ya en la cama, cuando ella llegaba del hospital.
–Lo sé –le dijo Demi, intentando apaciguar los ánimos–. Lo entiendo.
–Creo que no –dijo Misty–. ¡Es mi hijo! Tú no tienes niños. ¿Cómo ibas a entenderlo?
Demi se sintió como si le acabaran de dar una bofetada en la cara. Las cosas siempre habían sido así con Misty.
–No me hace falta tener niños propios para quererlos, Misty.
–Ya.
–He cuidado bien de él. Harry está bien.
–Bueno, gracias –dijo Misty con reticencia unos segundos después–. ¿Le ha salido el diente? –le preguntó, repentinamente emocionada e impaciente–. Le estaba saliendo cuando me fui.
Demi oyó algo parecido a la preocupación de una madre en su voz.
–Sí que le han estado saliendo los dientes –no mencionó lo de los gritos, ni lo del extracto de vainilla.
–Llora y llora sin parar –le dijo Misty–. Pobrecito. A veces no sé qué hacer. Quería traerle conmigo, pero… no debí marcharme… Tomaré el próximo vuelo.
Demi se sintió como si el aire huyera de sus pulmones.
–¿Vuelves a casa? No tienes por qué –le dijo–. Quiero decir que Harry está en buenas manos. En serio. La abuela me dijo que tenías… cosas importantes que hacer.
–Te refieres a decirle a Devin que tiene un hijo, ¿no? –le dijo Misty,
tomándola por sorpresa.
Jamás hubiera esperado una admisión tan sincera por su parte.
–Sí, bueno, pero…
–A eso vine –le dijo Misty con contundencia–. Él llamó y me pidió que viniera durante su permiso. Me llevé una gran sorpresa. Habíamos roto antes de enterarme de que estaba embarazada… Y después él me llamó… Fue toda una sorpresa. No fui capaz de decirle por teléfono lo de Harry. Y no podía traerle conmigo, así que le pedí a la abuela que cuidara de él y me vine a Alemania.
–Y… ¿Ha ido todo bien?
–Sí –dijo Misty con entusiasmo–. Nos hemos casado… Tiene tantas ganas de ver a Harry. Le queda una semana más o menos. Ya verás cuando se lo diga.
Estaremos ahí enseguida.
–Misty, yo…
–Te llamo. Dale muchos besitos a mi niño de su mami.
Y así, sin más, Misty colgó. Era tan típico de ella. Demi se quedó perpleja, con el auricular en la mano… De pronto Harry dio un grito. Era evidente que los Cheerios no iban a ser suficiente.
Tenía intención de dejar a Harry en casa de Claire durante una hora el sábado por la mañana, pero el teléfono la despertó a eso de las siete.
–Déjame a Harry aquí cuando te vayas al hospital –le dijo Joe.
–Puedo llevarle a casa de Claire –dijo Demi, intentando despertarse.
Harry también se había despertado.
–¿Estabas dormida?
–No, eh, bueno, sí. ¿Qué más da?
Él murmuró algo.
–Lo siento. Pensaba que Harry ya te habría despertado.
–Harry me ha dejado dormir un rato –Demi miró al niño y sonrió.
El pequeño se había incorporado del todo y la observaba con atención. De pronto extendió los brazos para que ella le pudiera recoger.
–Tenemos un acuerdo –le dijo.
–Suerte que tienes –dijo Joe en un tono seco, pero parecía que lo decía de verdad.
Y era cierto. Se sentía afortunada de haber pasado esos días con Harry.
Hacían un buen equipo. Y no le gustaba la idea de que Misty regresara tan pronto y se lo llevara. Suspiró.
–Misty vuelve a casa.
–¿Qué? ¿Cuándo? –Joe parecía tan sorprendido como ella.
Harry dejó escapar un grito al ver que ella no le tomaba en brazos como esperaba.
–Mañana. Tengo que irme.
–Tráele –le dijo Joe antes de que colgara.
–Pero…
–Hazlo. Ya me contarás lo de Misty.
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Bueno niñas aki les dejo estos capis dedicado para las Maris!!!
(Mariina y Mari♥) Mari chula aki esta lo qe me pedistes ahora tu sube mi favorita Novio Italiano!!!!
PLIS!!!!!!!!!
PD.Mañana subo las noves Niley's!
Las aMO!!!!!!!!♥♥
Jooooooo
ResponderEliminarMe han encantado todos los capítulos!!!!! Adoro tus novelas, creo que esta es mi favorita, no puedo creer que Misty vuelva y que se haya casado!!!!!
Y hablando de la otra nove no entiendo como Kevin no deja eso de la estúpida venganza, es obvio que él la sigue amando, pero bue... Hombres :|
Sube pronto, besos, bye c:
amiga como te dije me puse A leer esta nove
ResponderEliminary como siempre me encantaron los caps!!
estan lindisimo me muero por qe llege wilmer y ver a joe celoso wuajjajja :D
sube prontito te quiero besitos *-*