lunes, 24 de diciembre de 2012

The Far Future cap.19






Viendo que no le quedaba elección, vistió a Harry, le dio el desayuno, se dio una ducha y le llevó abajo. Joe abrió la puerta del patio al mismo tiempo que ella, así que no tuvo oportunidad de cambiar de idea. Él tenía el pelo alborotado y una barba de medio día, pero por lo menos estaba vestido. Iba descalzo, no obstante. Le quitó a Harry de los brazos.
–Pensaba que Maggie había dicho dos semanas.
Demi se encogió de hombros.
–Sí, bueno, por lo que se ve tiene un instinto muy maternal en el cuerpo. O a lo mejor es que no se fía mucho de mí.
–¿Te dijo eso? –le preguntó Joe, claramente ofendido.
–Lo insinuó –dijo Demi, encogiéndose de hombros–. Pero no me sorprende.
Siempre ha sido así conmigo. Pero esta vez creo que realmente estaba preocupada por Harry. Se ha casado con su marine y vienen los dos. Devin también, para conocer a Harry.
Joe sacudió la cabeza y entonces esbozó una sonrisa.
–¿Qué te parece eso, Harry? Vas a conocer a tu padre.
Harry le devolvió la sonrisa y dio palmas.
–Pap… –dijo, agarrándole de las mejillas–. ¡Pap…!
Demi se sorprendió al ver que Joe se sonrojaba.
–Yo no –le dijo al niño, como si Harry tuviera idea de lo que estaba
diciendo.
Pero a Harry ya no le podían parar.
–Pap –volvió a decir, golpeando las mejillas de Joe con ambas
manitas–. Pap, pap, pap…
Era la primera vez que veía ponerse nervioso a Joe.
–Creo que no está insistiendo en lo de la paternidad. Creo que solo está practicando con las consonantes.
Joe la miró con ojos escépticos y entonces se enco gió de hombros.
–No quiero que se le meta ninguna idea rara en la cabeza.
–No.
Demi tampoco quería que se le metieran ideas raras en la cabeza, pero verle con ese bebé en los brazos resultaba una visión difícil de ignorar.
«Piensa en Wilmer…», se dijo.

Y lo intentó. Pero fue un gran alivio que llegara el sábado por la tarde y que Wilmer se presentara por fin.
–Demetria –una sonrisa iluminó el rostro de Wilmer cuando la vio junto a la cinta transportadora del equipaje.
–Por fin –Demi respiró hondo. Prácticamente se lanzó a sus brazos y le devolvió el beso con frenesí.
Fue Wilmer quien rompió el beso y retrocedió. Arqueó las cejas, sorprendido.
–Vaya. A lo mejor deberías irte más a menudo –sonrió.
–No –Demi sacudió la cabeza–. ¿Has traído algo de equipaje?
–Solo voy a quedarme una noche.
Era cierto, pero una parte de ella esperaba que él decidiera quedarse algo más de tiempo.
–Regreso mañana por la tarde.
Demi trató de esconder su decepción y le agarró del brazo.
–No importa. Lo pasaremos muy bien mientras estés aquí.
Wilmer esbozó su mejor sonrisa.
–¿Dónde está ese niño del que me has hablado? –le preguntó mientras caminaban hacia el coche. Miró a su alrededor, como si esperara encontrarse al niño escondido en algún sitio.
–Está con el vecino de la abuela –dijo Demi.
No había sido idea suya. Hubiera llevado a Harry a conocer a Wilmer, pero al volver del hospital se había encontrado con Nick en la puerta.
–Joe se lo llevó a la playa.
–¿Ahora? Harry tiene que dormir su siesta.
–Y puede dormir mientras estés en el aeropuerto. No tardarán mucho. Pensó que te gustaría –le había dicho Nick–. Así tendrás más tiempo para estar con tu chico –Nick había arqueado una ceja de forma sugerente.
–¿Joe te dijo eso?
–Bueno, en realidad dijo que iba a enseñarle a ligar con chicas.
Demi sí se creía esa parte.
–Ya sabe hacerlo –le había dicho ella–. Volveremos a recogerle tan pronto como podamos –le había dicho, dirigiéndose hacia el garaje.
Desde el momento en que Wilmer subió al coche, se dedicó a mirarle, tratando de memorizar cada rasgo, recordando todo lo que le gustaba de él…
Todas aquellas cosas en las que le ganaba a Joe. Y no era difícil.
–Vamos a un centro comercial lujoso –le dijo al tiempo que ella salía del aeropuerto y se dirigía hacia el oeste–. ¿Hay alguno en el sur de California?
Ese era su único fallo. Como buen norteño que era, no se encontraba muy a gusto en el sur del estado.
–Sorprendentemente, sí que tenemos.
Él pareció dudarlo.
Le llevó a Neiman Marcus. No se podía ir a un sitio más chic que ese, ni siquiera en San Francisco. Wilmer suspiró aliviado cuando atravesaron las puertas.
–Sí. Podemos encontrar algo aquí.
Demi encontró algo en un par de minutos. Wilmer quería que se probara varias cosas, comparar vestidos, evaluar los pros y los contras. Pero Demi no necesitaba desfilar con vestidos que la envolvían en volantes y la hacían parecer una tarta. El traje que había escogido bien podría haber sido una copia de un despampanante vestido que había llevado una dama de honor en la última boda de la realeza británica, pero el azul era más oscuro. Se lo probó. Le quedaba muy bien y se ceñía a sus curvas lo suficiente como para permitirle enseñar que sí las tenía. El escote era discreto, pero insinuante. Y sobre todo, el modelo no chocaba con su pelo rojo. ¿Por qué iba a mirar más?
–A lo mejor ves algo que te gusta más.
–No –le aseguró Demi.
Debió de ser muy firme con su respuesta porque Wilmer pareció rendirse.
Miró el reloj.
–Te ha llevado menos de una hora. Debes de ser la única mujer en el mundo capaz de hacer eso.
Demi lo dudaba, pero no iba a discutir.
Wilmer también quería comprarle zapatos, pero Demi se negó.
–Tengo zapatos. Quiero llevar zapatos cómodos.
–No irás a llevar esas viejas sandalias.
–No, no –le aseguró ella.
Sabía a cuáles se refería. Solía llevarlas al trabajo. Eran las sandalias más cómodas del mundo.
–Tengo otro par más elegante –le dijo, sabiendo que esa palabra aplacaría sus miedos–. Será mejor que nos demos prisa. Quiero pasar por el hospital antes de ir a recoger a Harry.

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