domingo, 23 de diciembre de 2012

The Last Nigh Cap.12




Kevin se inclinó y la besó con ternura en los labios.
Ella se derritió por dentro ante el suave contacto y se puso de puntillas para besarlo, rodeándole el cuello con los brazos. Quizá fuera por el lugar y los recuerdos que evocaba o, tal vez, ella llevara demasiado tiempo sin sentir ternura pero, en ese momento, necesitaba estar con Kevin, besarlo y sentirse una mujer de nuevo.
En cuestión de minutos, los besos de Kevin, cargados de intensidad, hicieron que a Danielle le temblaran las rodillas. Él la llevó de la mano hasta una de las mesas de picnic y se sentó en el borde. Luego, hizo que ella se colocara entre sus piernas y siguió
besándola en la boca, hasta que comenzó a bajar por el cuello.
Danielle se sintió poseída por una deliciosa excitación.
Se le puso la piel de gallina, mientras respiraba el sensual aroma de la colonia de él. Era la misma fragancia de hacía años y ella dejó caer todas sus defensas.
A Kevin le resultó fácil quitarle el cinturón de tela que llevaba la blusa y bajarle ésta por los hombros.Con un gemido de admiración, él murmuró su nombre y el corazón de Danielle se aceleró aún más.
Kevin le desabrochó el sujetador con dedos expertos y se lo quitó.
–Oh, tesoro –murmuró él, admirando su belleza.
Danielle estaba desnuda de cintura para arriba, con los brazos aún atrapados en las mangas de su blusa. Miró cómo Kevin le tocaba los pechos, se los acariciaba y se los sujetaba con tanta ternura que
ella tuvo ganas de llorar.
Kevin la miró a los ojos mientras le acariciaba los pezones con los pulgares, jugueteando con ellos y haciendo que ella gimiera de placer. 
–Sigue gustándote que te toque –susurró él, sin dejar de torturarla dulcemente con sus caricias.
Danielle se mordió el labio y asintió. Le encantaba que Kevin la tocara. Él había sido el único hombre capaz de excitarla tanto, tan rápido. Pero ella también disfrutaba tocándolo y no le gustaba permanecer pasiva.
–Lo que me parece a mí es que podrías utilizar esa boca para algo mejor –replicó Danielle, sin aliento.
Kevin rió, la rodeó con sus brazos y la acercó contra él. Se metió uno de sus pechos en la boca y la acarició con la lengua, haciendo que a ella casi le fallaran las piernas.
–¿Así mejor? –preguntó en un susurro.
Ella asintió con entusiasmo.
Kevin la besó, la lamió y la chupó, para luego soplarle con su aliento caliente sobre el pecho. Los pezones de Danielle se endurecieron y su temperatura subió. De cintura para abajo, se estaba derritiendo.
Kevin también era víctima del deseo. Tenía el cuerpo rígido y su erección presionaba contra las ropas de ella. Danielle no pudo evitar pensar en hacer el amor con él allí mismo, al aire libre, junto al lago donde se habían confesado su amor por primera vez.
Kevin debió de haber estado pensado algo parecido.
La besó y se levantó, tocándola con su erección.
–Necesito poseerte, pequeña.
Danielle asintió y dejó que él le bajara la cremallera de los pantalones. Kevin deslizó la mano dentro y, con dedos ágiles, le apartó las braguitas para tocarla en su parte más íntima.
–Ohh…
Cuando Danielle sintió su contacto, la cabeza empezó a darle vueltas. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que Kevin le había dado placer…
Solos junto al lago en la oscuridad, iluminados sólo por la luz de la luna, Danielle sucumbió a sus caricias. Él deslizó la mano hacia delante y hacia atrás, acariciándola con los dedos. Ella se meció
sobre su mano, mientras él la besaba.
–Me encanta tocarte, Danielle –le susurró él e introdujo un dedo en su interior.
Danielle cerró los ojos. Se rindió a Kevin. Cada parte de su cuerpo se estremeció mientras él la tocaba, introduciendo un dedo una y otra vez hasta que ella comenzó a moverse al ritmo de una sensual
melodía. Cuando Danielle arqueó la espalda, Kevin la siguió con su cuerpo, recorriéndole el cuello con los labios, quemándola con su fuego.
Una oleada de placer la recorrió y su cara se contrajo de placer.
–Oh, qué delicia.
Kevin le sujetó un pecho con la mano y la acarició con la otra. Una y otra vez, hasta que el cuerpo de Cara se estremeció fuera de control.
–Te gusta mucho, pequeña. ¿Lo recuerdas?
Danielle lo recordaba. Kevin siempre había sido un amante generoso. Pero no pudo seguir pensando ni articular palabra para responderlo. Su placer fue en crescendo mientras él la iba llevando al clímax sin remisión, haciendo que se estremeciera.
Los músculos de Danielle se contrajeron y se retorcieron.
Kevin detuvo su asalto, permitiendo que su mujer disfrutara del momento a su manera. Él sabía, y cómo, darle el placer más exquisito.
El orgasmo llegó en lentas y tortuosas sacudidas.
Cara disfrutó de cada segundo de su éxtasis.
Luego, poco a poco, fue volviendo a la realidad.
Cuando abrió los ojos, Kevin la estaba observando con ojos llenos de deseo.
–Ha sido…
–Una maravilla –lo interrumpió ella, sin molestarse en ocultar lo mucho que le había gustado.
Kevin negó con la cabeza.
–La cosa más sexy que he visto jamás.
Danielle bajó la vista hacia la obvia erección de él.
–¿Estás… bien?
–Podría hacerte el amor diez veces en esta mesa de picnic y aún no estaría satisfecho.
Danielle se estremeció, tentada por la erótica propuesta.
Kevin le subió la cremallera de los pantalones y le tendió el sujetador.
–Pero un trato es un trato.
Sintiéndose satisfecha y alegre, Danielle se vistió.
–Eres un hombre de palabra.
Kevin respiró hondo. Danielle sabía lo mucho que él se había controlado, sólo para darle placer.
–Habría sido más seguro que me enseñaras a bailar –comentó él.
Danielle no pudo reprimir una sonrisa.
–La seguridad no es lo más importante.


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