Mientras esperaba a que volviera, Miley no pudo evitar pensar en cómo se sentiría por la mañana. No estaría avergonzada, ya que no había hecho nada para sentirse así. Después de todo, Miley había cortado con Erica. No había nada de lo que avergonzarse en el sexo consentido de dos adultos libres.
Tiró de las sábanas para cubrirse y que no la viera desnuda cuando
volviera. Le pareció algo hipócrita, ya que en el fondo le gustaba estar desnuda ante él.
El sonido del agua corriendo en el baño la hizo fruncir el ceño. Quizá fuera a darse otra ducha. Con un poco de suerte, sería una ducha rápida. No quería seguir allí sola por mucho tiempo para no empezar a arrepentirse.
Por desgracia, el tiempo empezó a pasar y el agua seguía corriendo.
Su preocupación fue en aumento. No le preocupaba cómo se sentiría al día siguiente, sino cómo se sentiría en el futuro. ¿Y si Nick quería que su aventura durara más que el fin de semana? ¿acaso no le había dicho que una noche no era suficiente? a pesar de que se había sentido halagada por sus palabras, no estaba segura de que seguir acostándose con él fuera lo más prudente.
Quizá no estuviera enamorada de él en aquel momento, pero ¿cuánto tiempo pasaría antes de que sus sentimientos se vieran alterados? no era una de esas mujeres que se contentaran solamente con el cuerpo de un hombre.
Al menos, eso pensó hasta que la puerta del baño se abrió y aquel
impresionante cuerpo masculino volvió al dormitorio.
–¿Por qué te cubres con la sábana? –preguntó Nick acercándose a la cama–. Pensé que eso ya lo habíamos superado.
Tiró de la sábana y se la apartó. Después se inclinó y la tomó en sus
brazos. La sensación de que la abrazara desnuda era deliciosa y muy excitante.
Estaba deseando que le volviera a hacer el amor.
–Nos vamos a dar un baño –dijo él–. No te molestes en decir que no. Es demasiado tarde para que te muestres tímida.
No dijo que no ni al baño ni a lo que le hizo una vez dentro de la bañera.
Miley se rindió a sus deseos y dejó que la enjabonara, la acariciara y la colocara como quiso para tener mejor acceso a todas sus zonas erógenas. Le permitió que se tomara todas las libertades que quiso con su cuerpo y, aunque estaba deseando alcanzar el orgasmo, no pudo ya que Nick parecía saber en qué momento detenerse para impedirlo. Además, le pidió que esperara a tenerlo
dentro de nuevo para que su placer se viera multiplicado.
Así que aguantó, sintiendo una sensación de desesperación desconocida para ella. Las continuas caricias habían convertido sus pezones en dolorosos picos que ante cualquier roce la hacían gemir. Tenía el vientre duro como una piedra por la tensión, le dolían los muslos y su vagina deseaba ser penetrada.
Cada vez que sus dedos la rozaban, sus músculos se contraían mientras su clítoris hinchado vibraba de deseo.
–Nick, por favor. ¡No puedo soportarlo más! –exclamó cuando no pudo más.
Estaba sentada a horcajadas sobre sus muslos mientras él le enjabonaba los pechos. Su pene erecto asomaba como un misil.
De pronto Miley se dio cuenta de que podía hacerle mucho daño si quería.
La había hecho desearlo y estaba dispuesta a hacer lo que él quisiera. En ese momento comprendió por qué aquella clienta se había obsesionado con él. Nick era la clase de hombre que podía obsesionar fácilmente a una mujer.
Miley se sintió aliviada cuando Nick dejó a un lado el jabón y la hizo salir de la bañera. Se sentía tan agradecida que unas lágrimas asomaron a sus ojos. El temor de que dejara de hacerle el amor la mantenía en vilo, y tuvo que contenerse cuando empezó a secarla con delicadeza y esmero. Porque en aquel momento no quería que fuera dulce y tierno con ella. Lo único que quería era que la llevara a la cama y se aprovechara de ella.
–Qué lástima –dijo secándole las puntas del pelo–. Solo nos queda un preservativo. ¿Te gusta el sexo oral? –preguntó, manteniéndole la mirada.
Miley tragó saliva.
–No exactamente.
A Brad le gustaba el sexo sin preámbulos. Por su parte, Mario era más maduro y experimentado, o al menos eso le había parecido entonces. Le gustaban las felaciones. Ella le había hecho todo lo que había querido porque lo había amado y había creído que él también la amaba. Pero nunca le había gustado hacérselas.
–¿Cómo es eso? a la mayoría de las mujeres les encanta.
–¿De verdad?
–Al menos con las que he estado. ¿Quieres que te haga cambiar de
opinión?
De repente se dio cuenta de que se estaba refiriendo a que iba a practicarle sexo oral a ella y no al revés.
Aquello era territorio desconocido para ella. Brad nunca se lo había
propuesto y Mario tampoco. En una ocasión cuando había sacado el tema, Mario le había dicho que era humillante para un hombre. Se lo había creído porque a ella tampoco le resultaba agradable. Pero ahora, tenía delante a un hombre que estaba afirmando que le gustaba.
–Veo que he despertado tu curiosidad –dijo Nick sonriendo con
satisfacción– . Venga, pongámonos a ello.
A los pocos segundos la había hecho tumbarse en la cama y con sus labios le estaba causando estragos a la velocidad de la luz, desde la boca pasando por los pechos y el ombligo hasta su sexo. Se aferraba a las sábanas con ambas manos mientras él se acercaba poco a poco a aquel punto que reclamaba atención. Entonces llegó allí y empezó a lamerle aquel bulto de carne. Al instante, Miley arqueó la espalda mientras su cuerpo se dirigía hacia el abismo.
De pronto Nick se detuvo y levantó la cabeza para mirarla a los ojos.
Parecía tranquilo, a diferencia de ella.
–No tan rápido, Miley. Será mejor que esperes un poco.
–¡Pero no quiero esperar! –gritó desesperada.
Él sonrió.
–Pues voy a hacerte esperar, cariño.
–No soy tu cariño –replicó molesta.
–Pensé que me dijiste que no te gustaba el sexo oral –continuó él.
A continuación se levantó y le acarició los pechos con sus manos expertas.
–Me refería a las felaciones –dijo tratando de no jadear.
–Ah, entonces eso es un asunto completamente diferente. Pensé que una mujer tan lista como tú disfrutaría la sensación de poder que una felación te da. ¿No te gustaría verme estremecer al igual que yo te estoy haciendo estremecer? ¿no te gustaría hacerme perder el control? Tómatelo como si fuera un reto. Porque te prometo que no suelo estar tan tranquilo como en este momento. En esos escasos momentos de locura, seré completamente tuyo. ¿No te resulta una idea sugerente?
Miley se quedó mirándolo fijamente.
–¿Es por eso por lo que accediste a dormir conmigo esta noche? –
preguntó–. ¿Era un reto para ti?
Los dedos de Nick se quedaron inmóviles sobre su pecho y su mirada se tornó reflexiva.
–Tengo que reconocer que acostarme contigo me ha gustado mucho. Ha sido un placer, pero ¿un reto? no, no puedo decir que esa fuera mi idea, aunque he de reconocer que eres un desafío para un hombre de sangre caliente. Desde el momento en que me dijiste lo que querías, mi principal objetivo ha sido darte la clase de placer sexual que evidentemente nunca has tenido.
Está claro que el hombre que tanto daño te hizo era un incompetente en la cama. Supongo que sería un jovencito inexperto.
–No –contestó–. Mario no era ningún jovencito. Aunque Brad sí.
–¿Quién demonios es Brad?
–Mi primer amante. Era un compañero de la Facultad de Derecho que simuló estar enamorado de mí para tener una habitación gratis. Descubrí la verdad un día que me lo encontré en la cama con otra.
–¡Qué encantador! ¿y ese Mario? ¿Por qué fingió estar enamorado de ti?
–¿Cómo sabes que fue así?
–No hace falta ser un genio para darse cuenta. Solo quiero saber por qué lo hizo. No, no me lo digas. Deja que lo adivine. Era un cliente, ¿verdad? Tenía un juicio complicado y quería que su abogada le sacara las castañas del fuego.
¿Quién mejor que una mujer enamorada de él?
Miley sacudió la cabeza.
–Creo que eres un genio.
Él sonrió.
–Si tú lo dices… ¿Por qué iba a ser juzgado?
–Por evasión de impuestos. Si hubiera perdido, le habría costado millones.
–Pero no perdió, ¿verdad? Ganaste su caso.
Miley suspiró.
–Sí.
–Y entonces, te dejó.
–Así fue.
Al recordarlo, se dio cuenta de que Mario había sido un sádico. Había disfrutado al decirle que la había utilizado. Le había gustado herirla y humillarla. Al menos, Brad no había sido tan retorcido. Se había sentido muy culpable al ser descubierto en la cama con otra. Mario era incapaz de sentirse culpable porque no tenía conciencia. No había sentido lástima al enterarse de que hacía un año que
Mario había terminado en la cárcel. De Brad, había oído que se había quedado sin trabajo al ser despedido por conducta inapropiada
–No me extraña que hayas estado hibernando sexualmente –dijo Nick–. Pero me alegro. Tengo que sexualmente –dijo Nick–. Pero me alegro. Tengo que reconocer que hacía años que no me divertía tanto con una mujer.
–¡Divertirte! –exclamó.
No sabía si sentirse halagada. Decir que el sexo con ella era divertido no era romántico. Claro que tampoco quería que se pusiera romántico con ella, ¿no? aunque tampoco le gustaba que se refiriera a lo que estaba haciendo como diversión. Era humillante.
–El sexo para ti es solo un juego, ¿verdad?
–Mira, Miley, no te pongas arrogante conmigo.
Acabo de demostrarte que el buen sexo no tiene por qué ir vinculado al amor. Aunque el haber estado enamorada en el pasado no ha sido garantía de buen sexo –señaló–. El sexo por el sexo, sin las complicaciones que la parte emocional conlleva, puede ser un placer. Me gusta tomarme el sexo como un juego, en el que el placer va en aumento con el tiempo y la práctica. A lo largo de
los años, he dedicado mucho tiempo y práctica a perfeccionar mis habilidades en la cama. Créeme cuando te digo que hay muchas cosas que puedo hacer contigo.Como ya te dije, una noche no va a ser suficiente. Si estás de acuerdo, continuaremos nuestra aventura cuando volvamos a Sídney. Después de todo, ya hemos cruzado la línea. Lo mejor que podemos hacer es aprovechar y disfrutar.
Miley se quedó mirándolo fijamente. Seducía con las palabras tan bien como con su cuerpo. Ese pensamiento le hizo acordarse de Brad y Mario. Ambos tenían picos de oro. Ahora se daba cuenta de que la habían seducido más por lo que habían dicho que por lo que habían hecho. Se había enamorado de sus mentiras sobre lo mucho que la querían porque deseaba ser amada. Ni siquiera habían sido buenos amantes, sino buenos mentirosos.
Al menos, Nick era un buen amante y no un mentiroso.
–¿Estás de acuerdo, querida Miley? –preguntó él, hablándole junto al oído.
¿Qué otra cosa podía hacer más que asentir?
–En ese caso –continuó Nick mientras tomaba el último preservativo–, creo que ya hemos esperado suficiente.
Miley pensó que había sido increíble la primera vez que le había hecho el amor. La segunda vez hubo más magia. Una vez la penetró, se tomó su tiempo, llevando un ritmo lento y sensual con las caderas. En ningún momento temió no alcanzar el orgasmo porque sabía que lo haría. Y cuando lo alcanzó, él también lo
hizo en perfecta armonía con ella.
Miley se sentía aturdida. Sexualmente, parecían hechos el uno para el otro, pero emocionalmente eran muy diferentes. En aquel momento, lo único que quería de Nick era sexo. Pero sospechaba que, si mantenía aquel grado de intimidad física, acabaría enamorándose de él.
La vida era muy cruel, decidió Miley, siempre sintiendo atracción por hombres que no le daban lo que quería. Pero al menos esta vez estaba preparada. Nick no pretendía engañarla.
Todo lo que le ofrecía era una relación estrictamente sexual, sin ningún compromiso.
Y aunque no entendía por qué se oponía tanto al amor y al matrimonio, no tenía más remedio que aceptarlo.
No tenía sentido enfadarse por eso. Si quería seguir disfrutando de lo que había disfrutado, tendría que aceptar sus condiciones sin esperanza de nada más.
Claro que eso suponía poner en riesgo de nuevo su corazón y su felicidad. Pero le era imposible rechazar lo que Nick le estaba ofreciendo. Ya era adicta a la excitación que le provocaba, a los placeres que le daba, además de a aquellos interminables orgasmos. Su cuerpo seguía temblando, al igual que el de él.
–Enseguida vuelvo, Miley –dijo antes de soltarse de su abrazo.
Ella gruñó, mientras su cuerpo languidecía. Su mente también. No quería volver a dormirse ni que aquella noche terminara. Pero tan pronto como Nick dejó la cama, Miley se tumbó de lado y se quedó dormida.
Nick volvió a la cama y encontró a Miley dormida.
Se habían acabado sus planes eróticos para el resto de la noche.
Tal vez fuera lo mejor. Estaba aturdido. Había sido un día muy largo, un día extraño. ¿Quién habría adivinado que acabaría acostándose con Miley y que disfrutaría tanto? La cubrió con las sábanas con mucho cuidado para no despertarla antes de meterse en la cama. Quería pensar, algo que no había podido hacer por la excitación.
No tardó mucho en darse cuenta de que había cometido una terrible
equivocación esa noche. Miely no era solo una colega del trabajo, sino que no era la mujer fría y profesional por la que siempre la había tenido. Si lo fuera, no estaría preocupado por continuar la relación con ella. Bajo la fachada de mujer dura, había una criatura muy dulce y tremendamente sexy. Y ese era el problema. El atractivo de Miley era diferente a lo que Nick solía buscar. Le gustaban las mujeres pícaras y atrevidas, y muy experimentadas,
que supieran cómo hacer disfrutar a un hombre. Nunca le habían atraído las mujeres tímidas a las que había que seducir. Y nunca se había llevado a una virgen a la cama. Aunque Miley no era virgen, por lo que había visto esa noche, lo parecía. En el fondo, le gustaba que fuera tan inexperta. Sus reacciones a las cosas que le había hecho eran frescas, llenas de sorpresa y agradecidas, por no mencionar apasionadas. Sus orgasmos habían sido muy intensos.
Le molestaba que Laura hubiera estado enamorada de dos canallas. Pero así era el amor. Nada tenía sentido. Era irracional y a veces autodestructivo, sobre todo en lo que a las mujeres concernía.
Lo que le llevó al principal problema que se le planteaba con Miley. ¿Y si se enamoraba de él?
No podía pretender que eso no pasaría. Las mujeres acababan
enamorándose muchas veces de hombres que al principio no les caían bien.
Nick no quería hacerle daño. Se había pasado toda su vida evitando hacer daño a las mujeres, aunque no siempre lo había conseguido. Pero nunca las había herido deliberadamente.
¿Acabaría haciendo daño a Miley si seguía acostándose con ella? Esa era la pregunta que tenía que contestar antes de que se hiciera de día, o más bien, antes de que el cansancio hiciera que se quedara dormido. Frunció el ceño. Quizá la hiciera más daño si se detenía. Era evidente que le había gustado el sexo de esa noche. Si ponía fin a aquella historia por la mañana, pensaría que algo iba mal o que se había aburrido de ella. Se lo tomaría como un rechazo personal. Las
mujeres solían culparse cuando un hombre las rechazaba. Hacerlo después de una noche juntos sería cruel.
Además, no había ninguna garantía de que Miley quisiera tener una
relación sentimental con él. Tenía treinta años y era abogada. No era una joven inocente y ya sabía que él no buscaba una relación seria.
Si seguía acostándose con él, entonces el riesgo sería de Miley, ¿no? Su felicidad futura no era responsabilidad de él. Era una mujer adulta que podía decidir por sí misma lo que quería hacer. No la obligaría a seguir con aquella aventura. Era ella la que tenía que tomar esa decisión. Pero por la mañana, le preguntaría si eso era lo que quería. Así le daría la oportunidad de cambiar de idea.
Sintiéndose mejor, Nick se estiró y cerró los ojos.
Pero enseguida volvió a abrirlos. Si Miley decidía continuar con aquella relación, algo que seguramente haría, tendría que buscarse un nuevo abogado.
Eso lo dejaría bien claro.
No mezclar el trabajo con el placer era una norma que Nick no pretendía saltarse.
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