Poco antes de las diez terminaron de tomar el postre y se fueron al salón, en donde Dolly sirvió el café en unas tazas ridículamente diminutas que debía de pensar que eran elegantes. Quizá lo fueran. Al principio no quiso tomar café hasta que recordó que la ayudaría a mantenerse despierta. Después, se tomó tres tazas. Cuando su abuela anunció que estaba cansada y que se iba a la cama,
pidió que Miley la llevara.
Evidentemente, no podía negarse.
Al levantarse del sofá, Bill también se puso de pie y sugirió a los demás hombres ir a la sala de billar mientras las mujeres se ocupaban de recoger. En el pasado, Miley habría hecho algún comentario sobre aquel gesto machista, pero esta vez decidió morderse la lengua. De todas formas miró a Nick, que sonrió a
modo de aprobación ante su silencio.
–Gracias, querida –dijo Jane una vez en su cama–. No dejes que Nick se olvide de darme un paseo en su coche antes de que
os vayáis mañana.
Miley se quedó mirando a su abuela.
–¿Qué paseo?
–Estuviste distraída durante la cena, ¿verdad?
–Un poco.
–Pensando en ese hombre al que amas, ¿me equivoco?
–No –contestó Miley.
No había dejado de pensar en Nick, pero no con pensamientos de amor.
Jane suspiró.
–No creo que debas esperar a que te proponga matrimonio, querida.
–¿Cómo?
–Para acostarte con él.
–Sí, claro. Puede que tengas razón.
Si esperaba que le propusiera matrimonio. Nunca se acostaría con él.
–Tengo razón. Ahora, vete. Es hora de que me duerma. Miley dio un beso a su abuela y salió de la habitación.
Las habitaciones de servicio estaban al otro lado de la cocina, en donde encontró a Dolly y a Lisa ocupadas lavando los platos. No dejaba de molestarle que su tío y su primo pensaran que las tareas de la casa eran exclusivamente de las mujeres, pero a Dolly no parecía importarle. Lo cierto era que a su tía le gustaba llevar el control de la casa. Y seguramente a Lisa también.
–¿Sabes, tía Dolly? –dijo Miley, tomando un paño para ayudar a Lisa a secar los platos–. Deberías comprarte un lavavajillas.
–¿Para qué? –preguntó Dolly– . No te ahorran tiempo. Tienes que quitar la comida de los platos y pasarlos por agua antes de llenar esa máquina. Luego tienes que vaciarla y guardar los platos.
–Supongo que tienes razón –dijo Miley, decidida a no discutir con su tía esa noche–. Por cierto, la cena ha sido magnífica. Muchas gracias por las molestias.
Su tía se giró hacia ella, sorprendida.
–Conocer a ese maravilloso hombre te ha sentado muy bien, Miley. No solo estás más guapa, sino que tienes mejores modales.
Miley sacudió la cabeza, mientras Lisa sonreía a espaldas de su suegra.
Estaba a punto de decir algo en serio, cuando Nick apareció.
–¿Qué tal les va a estas damas? –preguntó sonriendo, mientras atravesaba la cocina hasta donde ellas estaban–. ¿Necesitan una mano?
–Cielos, no –contestó Dolly–. Esto es asunto de mujeres. Además ya estamos terminando.
–En ese caso, ¿os importa si os robo a Miley? –dijo tomándola de la
cintura–. Siempre me cansa conducir y no quiero irme solo a la cama.
Miley se alegró de no tener que decir nada. En aquel momento, le habría resultado difícil hablar.
–Podéis iros –dijo Dolly–. Ya terminamos nosotras. Casi hemos acabado.
–Claro que sí –intervino Lisa–. Ha sido un placer conocerte, Nick. Shane y yo tenemos cosas que hacer mañana, así que no nos veremos. Pero estoy segura de que volveremos a vernos pronto.
–Estoy seguro de ello –dijo Nick–. Au revoir. Hasta mañana, Dolly.
Y antes de que Dolly pudiera decir nada más, como la hora del
desayuno, Nick tiró de Miley. A Dolly le gustaba llevar la casa como a un sargento, poniendo horas para todo.
Pero los horarios rígidos de Dolly eran la menor de las preocupaciones de Miley en aquel momento.
Estaba atravesando a toda prisa el pasillo en dirección a la escalera,
empujada por Nick, que clavaba los dedos en su cadera derecha.
–¿Algo va mal? –preguntó Miley al llegar al pie de la escalera.
–Todo –contestó, empujándola escalera arriba.
–Pero…
Se sentía confusa ante su actitud agresiva. Hacía unos instantes en la cocina estaba encantador.
–Nada de peros. Y nada de hablar. Ya he hablado suficiente por un día. Ya sabía que esto no era una buena idea. Sé que ninguno de los dos estará contento por la mañana. Pero sé que esta noche sí lo estaré. ¡Y tú también! O lo estarás si te callas y me dejas hacer lo que tan bien se me da. Sé que suena arrogante, pero la falsa modestia no tiene sentido. Fui un buen portero y soy un gran amante. En aquel momento, a Miley le daba igual que fuera arrogante. Quizá tuviera una buena razón para serlo.
No había dudado ni por un segundo que no fuera bueno en el sexo y estaba a punto de descubrirlo.
Un escalofrío recorrió su columna, haciéndola estremecerse.
Nick se detuvo al llegar arriba de la escalera y la atrajo hacia él.
–No finjas ser fría. Para mí eres muy ardiente.
Tenía razón.
–Pensé que habías dicho que nada de hablar –dijo ella con voz sensual y se estrechó contra él.
Nick rio, pero luego se quedó en silencio y la besó.
Era un beso que contaba una historia de total frustración, tanto sexual como intelectual. Ninguno de los dos podía comprender la atracción que sentía uno por el otro ese fin de semana. Para ambos era un misterio. Pero habían alcanzado el punto de no retorno, en donde no cabía la lógica y lo único que existía para ellos era el deseo.
Cuando las voces que venían de abajo amenazaron con interrumpir aquel momento, Nick tomó a Miley en brazos y la llevó al dormitorio. Después de cerrar la puerta con el pie, atravesó la habitación y cayó con ella en medio de la cama.
Siguieron besándose hasta que Nick levantó la cabeza y tomó aire.
–Parecemos adolescentes –dijo él–. Todos son prisas.
Bruscamente se apartó de ella y se levantó de la cama.
Miley no pudo evitar que un quejido escapara de sus labios.
Inmediatamente, Nick se sentó en la cama y tomó su rostro entre las manos.
–Yo tampoco quería acabar –le aseguró–. Pero deja que sea yo quien decida lo que es mejor en esta situación. Quizá me equivoque, pero tengo la impresión de que no has disfrutado del sexo en el pasado. En caso contrario, no habrías estado cinco años sin practicarlo.
Miley parpadeó, sorprendida ante su intuición y su habilidad de controlar la salvaje pasión que los había consumido hasta unos segundos antes. A ella le habría resultado imposible detenerse, pero él sí había podido hacerlo. Por eso era un hombre de mundo, al contrario que ella que era… ¿una estúpida inocente? no, no era una estúpida, tan solo una inexperta en asuntos sexuales.
Quizá no tan inexperta después de esa noche, pensó excitada.
–¿Qué quieres que haga? –preguntó con la respiración agitada.
–Esa es una pregunta importante. Pregúntamelo luego. De momento, lo único que quiero es que te quedes tumbada y te relajes.
–¿Relajarme?
Nick sonrió travieso.
–Tienes razón, no quiero que te relajes. Pero tengo que ocuparme de algo antes de seguir –dijo y se puso de pie.
–¿Qué?
–Voy a encender la chimenea. Empieza a hacer fresco aquí.
–No me había dado cuenta.
–Lo notarás en cuanto te quedes desnuda.
Desnuda…
Miley no pudo evitar estremecerse ante la idea.
–En cuanto acabe de encender la chimenea, quiero que te quites la ropa.
Miley tragó saliva. De repente, se le había quedado la boca seca.
–Y deja de pensar. Es demasiado tarde para arrepentirse o para
preocuparse. Quieres que te haga el amor y yo quiero hacértelo. Quizá nos arrepintamos por la mañana, pero ¿quién sabe? Quizá no. Tal vez cuando recordemos esta noche, pensaremos en ella como en una increíble experiencia que a ninguno de los dos nos hubiera gustado perdernos.
Hello!!!!
capi dedicado a las nuevas chicas lectoras!!!!
LAURA y NIQOOLE
gracias niñas por sus comentarios!! ;)
hay amiga me encantaron las prisas de nick jajaja
ResponderEliminaresta nove esta cada vez mas buena :D
amiga mia de mi! te extraño
ojala qe ya podamos conversar pronto
TE AMODORO
CUIDATE MUCHO :3♥
gracias esta magnifica!
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