martes, 11 de diciembre de 2012

The Far Future cap.15





¿Que pasa? –le preguntó Joe–. ¿Dónde está Harry?
Demi, con los brazos cruzados sobre el pecho, sacudió la cabeza sin más.
Tenía los ojos enormes y el pelo le caía por toda la cara.
–No para de llorar –le dijo, pálida como la leche.
Parecía que la que iba a empezar a llorar en ese momento era ella misma.
Joe respiró aliviado.
–Parará –le dijo con confianza. Pero incluso mientras trataba de
tranquilizarla, comprendió su desesperación. Él mismo la había sentido la noche anterior.
–Lo he intentado todo. Le he dado biberones, comida. Lo he tomado en brazos, le he mecido, le he dado palmaditas en la espalda. Pero sigue gritando.
–¿Desde que te fuiste? –le preguntó Joe.
–No. Cuando fui a acostarle. Deja de mirarme así. ¡Yo no he hecho nada!
No tenía que hacerlo. Solo tenía que estar allí parada y él no podía evitar mirarla así. Pero no tenía bolsillos para meter las manos y tenía miedo de que su debilidad por ella fuera demasiado evidente. Imaginándose que el que llamaba a la puerta debía de ser Nick, había ido a abrir en calzoncillos; unos boxers que podían traicionarle en cualquier momento si no se ponía unos shorts rápidamente.
–Sube. Estaré ahí en un minuto.
Joe no le discutió la idea.
–Gracias –le dijo, sonriendo –dio media vuelta y corrió de vuelta a la casa del garaje.
Joe volvió a entrar en su habitación y se puso unos vaqueros y una
sudadera. Podía oír llorar a Harry antes de llegar a la mitad del patio. Era el mismo llanto sin consuelo que había oído la noche anterior. Subió las escaleras rápidamente y abrió la puerta de par en par. Ella estaba caminando por toda la habitación, con Harry en brazos, intentando consolarle. Para ser un niño tan pequeño, tenía unos pulmones poderosos. Joe podía ver su rostro contraído,
ojos cerrados, por encima del hombro de Demi. Y entonces el pequeño los abrió de nuevo y dejó de llorar al ver a Joe. El silencio repentino del niño la hizo darse la vuelta de repente hacia la puerta.
–Oh, muy bien –dijo ella, en un tono a medio camino entre la exasperación y el alivio–. Con solo mirarte se calla.
Pero justo cuando Joe estaba a punto de sonreír y hacer su rutina de arrullo, el rostro de Harry se contrajo de nuevo y empezó a llorar de nuevo.
–¿Cuándo empezó?
Demi sacudió la cabeza.
–Primero le di un baño y le leí un par de cuentos. Bueno, ya sabes… –se encogió de hombros–. Más que nada trató de comerse los libros en vez de escucharme. Pero conseguí leerle algo. Después le di un biberón y se quedó dormido. Entonces pensé que todo estaba bien. Todo estaba bien –insistió ella–. Y después, como una hora más tarde, se despertó. Primero solo estaba intranquilo, pero después empezó a llorar. Y a gritar. Así.
–Anoche también lloró.
–No estaba llorando cuando te desperté. Estaba dormido.
–Sobre mi pecho.
Ella miró en esa dirección.
–¿El pecho es algo significativo?
Joe se encogió de hombros.
–Funcionó.
–Así que crees que, si me tumbó con él y le pongo sobre mi pecho…
–Yo lo haré –le dijo Joe bruscamente y le quitó al bebé de los brazos–. Shh –le dijo a Harry, meciéndole–. Todo está bien.
Era evidente que Harry no estaba muy de acuerdo, pero el cambio
repentino a los brazos de Joe le distrajo un momento. El pequeño miró a Joe con ojos de sorpresa y después pareció reconocerle. Después le agarró la mano y empezó a mordisquearle los dedos.
–Oh –exclamó Joe, tratando de apartarse, pero cuando Harry se
enfurruñó y soltó otro quejido, volvió a darle la mano para que siguiera mordisqueándole los dedos. Al sentirle las encías, se topó con un par de dientes frontales, no muy afilados todavía.
El bebé empezó a lamerse los dientes con fuerza.
–Le están saliendo los dientes –dijo Joe.
–¿Maggie tiene brandy?
–¿Quieres una copa ahora?
–No es para mí. Es para él.
–¡No puedes darle brandy! –Demi le miraba como si se hubiera vuelto loco.
–No le voy a dar una copa. Mi madre solía frotarles las encías a los niños con un poquito de brandy. Así se le adormecen.
Demi le miró con ojos escépticos.
–Misty nos llevaría a juicio por algo así.
–Y nosotros podríamos llevarla a juicio por abandonar a su hijo –le dijo Joe–. ¿Quién dejó al niño aquí tirado para irse a Alemania?
–Lo dejó con la abuela.
–Y Maggie lo dejó conmigo. Y contigo. Así que… ¿Tiene brandy o no?
–No. Pero ahora que dices lo de los dientes –fue a la cocina y empezó a rebuscar en las estanterías. De repente se dio la vuelta y le mostró una botella marrón oscuro.
–¿Qué es eso?
–Es el remedio de la abuela. Extracto de vainilla –dijo, desenroscando la tapa mientras hablaba–. Espero que funcione.
Joe también lo esperaba. Probablemente era algo parecido a lo del
brandy.
–Ponlo en un bol –le dijo Joe.
Ella hizo lo que le pedía. Joe metió un dedo y lo introdujo en la boca de Harry de nuevo. Le untó las encías con el ungüento. Harry abrió mucho los ojos.
Tosió un poco y entonces siguió mordisqueando los dedos de Joe,
aplastándolos contra sus encías. 
–¿Mejor? –le preguntó al bebé.
Harry resopló. Se recostó contra el pecho de Joe y puso la cabeza
sobre su hombro.
–Yo lo llevo –dijo ella.
Joe sacudió la cabeza. No quería tener más visiones de Demi, con un bebé en brazos.
–Está bien –empezó a caminar por el salón lentamente con Harry contra su pecho.
El pequeño seguía mordiéndole los dedos. No lloraba. El llanto se había transformado en unos quejidos suaves.
–Se le están cerrando los ojos. A lo mejor se va a dormir –dijo Demi después de que Joe le hubiera dado un par de vueltas a la habitación.
–Eso espero –dijo Joe, pero siguió andando para asegurarse.
–Creo que está dormido –dijo Demi–. Se le está cayendo la cabeza.
El niño la tenía acurrucada contra su hombro. Ella tenía razón. Harry se estaba convirtiendo en un peso muerto. Parecía que estaba dormido.
–Bueno –dijo Demi–. Gracias.
Joe dejó escapar un gruñido.
–Fue idea tuya.
–Estoy seguro de que el brandy hubiera funcionado –le dijo ella–. Pero ya sabes lo que dicen los médicos. Y si Misty se entera…
–Misty no está. No tiene nada de qué quejarse.
–Pero lo haría –apuntó Demi–. Si yo lo hiciera, se quejaría.
–No os lleváis muy bien, ¿verdad?
Demi asintió.
–Siempre me ha tenido… mucho resentimiento. Cuan do me mudé a vivir con la abuela y con Walter, no podía ni verme. Aunque ella sí tuviera padres, y los míos hubieran muerto, siempre estuvo… No sé… Celosa, supongo. Quería todo lo que yo tenía. Como tú… –Demi se detuvo abruptamente y cerró la boca.
–¿Cómo…? –Joe arqueó las cejas.
–No importa. Está profundamente dormido. Mira.
Joe no lo hizo.
–¿Como yo?
Demi abrió la boca y entonces volvió a apretar los labios.
–Tampoco es que hubiera supuesto una gran diferencia –dijo finalmente.
–Yo nunca he estado interesado en Misty –señaló Joe. No obstante, sí que recordaba que Misty se le había acercado bastante en otra época.
–No tiene importancia, ¿verdad? –le dijo ella. Había un reto en su mirada.
–No quería hacerte daño –dijo Joe, suspirando.
–Lo sé –dijo ella en un tono cortante–. Solo me estabas diciendo la verdad.
Y ya está. Lo acepto. He pasado página –levantó la mano y exhibió su ostentoso anillo de compromiso ante él, por si no captaba el mensaje.
Pero Joe sí que lo captó. Se puso tenso.
–Y has hecho… lo que quiera que sea que hagas, así que… Ya que Harry se ha dormido, podemos acostarle, ¿no?
Parecía tan exhausta como molesta. Una vez más, Joe sintió la
necesidad imperiosa de estrecharla entre sus brazos. Pero ya tenía a alguien en los brazos.
–Claro. Vamos.
–Gracias –Demi le abrió la puerta para que pudiera poner a Harry en su cunita.
Joe lo hizo con facilidad y entonces dio media vuelta. La cama de
Maggie estaba entre ellos, sin hacer, con las sábanas revueltas, porque Demi ya había estado durmiendo en ella.
Demi le miró desde el otro lado. Sus miradas se encontraron y todos los recuerdos de ella en la cama cayeron sobre él como una ola gigante. Demi, desenfrenada en sus brazos, temblorosa después del fragor de la pasión, clavándole las uñas en la espalda, enredando la lengua con la suya… Pero no solo la recordaba en la cama… También había otros recuerdos… Podía verla acurrucada contra su cuerpo, piernas entrelazadas, la mejilla sobre su pecho, su propia barbilla apoyada sobre una melena pelirroja y rebelde.
Demi apartó la vista.
–Enhorabuena –le dijo–. Lo has hecho –dio media vuelta y salió de la habitación.
Joe se le quedó mirando. ¿Qué había hecho? No lo suficiente. Pero no iba a hacerlo… Ella estaba prometida, se iba a casar con otro hombre. Haciendo una mueca, tocó esas sábanas revueltas un instante y fue tras ella. Esperaba que ella le ofreciera una copa de vino, que le invitara a sentarse en el sofá, que le diera una oportunidad para relajarse un poco y celebrar que Harry se había dormido por fin. Con eso se conformaba. Pero ella se fue directamente hacia la puerta de entrada y la abrió para él.
–Gracias, Joe –le dijo rápidamente–. Buenas noches.
Él no podía esconder su sorpresa. Y ella no escondió su impaciencia por echarle de allí lo antes posible. Abrió la puerta un poco más, como si él se fuera a ir antes así. Joe aflojó el paso, cruzó la habitación lentamente. Se detuvo justo delante de ella; estaban a unos centímetros de distancia. Él bajó la vista, la miró…
Su piel parecía más pálida que nunca bajo las pecas de su rostro. Su pecho caía y subía con cada respiración.
–Buenas noches, Joe –dijo ella entre dientes.
No le estaba mirando. Sus ojos miraban más allá del hombro izquierdo de él.
–Todavía no.
Ella levantó la vista nerviosamente.
–¿Qué quieres decir?
–Creo que me merezco un premio.


1 comentario:

  1. Que premio ni qiue premiooo
    TE VOY A MATAR MICHELLE COMO ME DEJAS
    AHÍ
    AHÍ
    MALDITA SEAS, AHÍ
    ME VOY A QUEDAR TODA LA TARDE
    DANDOLE VUELTAS AL ASUNTO
    PENSANDO EN EL PROXIMO MOVIMIENTO
    DE JOE
    Y ME VOY A MORIR PORQUE ME VA A DAR
    UN ATAQUE DE ANSIEDAD
    POR TU CULPA
    PORRRRR TUU CULPA





























    ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
    ok ya me paso...
    pero eso no quita que te quiera matar...
    chau
    xoxox

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