lunes, 30 de julio de 2012

White Lies cap.2






Nick se apoyó en el escritorio y observó a Miley hasta que ella salió de su campo visual. Entonces, por primera vez desde que se la había encontrado, intentó respirar con normalidad. Pero le costó porque, aunque ella no estuviera delante, seguía sintiendo su presencia.
Siete años era mucho tiempo. Sin embargo, ese día, cuando Miley había levantado la vista y lo había mirado a los ojos, Nick se había sentido como si lo hubieran golpeado en la entrepierna. Los recuerdos habían invadido su mente, obligándole a reconocer lo mucho que ella había significado para él y lo mucho que le había dolido su traición.
Nick dio un puñetazo a la mesa, enojado y frustrado. ¿Cómo podía seguir encontrándola tan deseable después de tanto tiempo? ¿Y, sobre todo, después de lo que ella le había hecho?
¿Por qué, al verla, su cuerpo de estremecía de deseo? Miley era siete años mayor que entonces, ya no era una chiquilla de diecinueve años que no sabía lo que quería de la vida, aparte de liberarse de un ex novio maltratador. Y era tan hermosa como él la recordaba. Incluso más.
Miley había madurado y era todavía más bella. Era alta y delgada, llevaba el pelo largo hasta los hombros y tenía unos enormes ojos de color azul, siempre le había producido deseos de lamerla de la cabeza a los pies.
Nick inclinó la cabeza un momento, mientras más recuerdos lo invadían, muy a su pesar.
Después de la universidad, él había empezado a trabajar en el departamento de policía de Houston, como detective con aspiraciones de ascender. La policía había recibido una llamada relacionada con una disputa doméstica y su compañero Lucas Steward y él habían sido los primeros en llegar.
Una mujer joven que había conseguido una orden de alejamiento de su ex novio había estado en peligro. Liam Whitman había irrumpido en su apartamento y la había sujetado apuntándola con una pistola a la cabeza, amenazándola con matarla si no volvía con él.
Mientras Lucas había intentado convencerlo de que se rindiera, Nick había podido entrar en el apartamento a través de una ventana trasera, por el baño, tomar a Liam por sorpresa y liberar a Miley.
Cuando Liam había sido puesto en libertad bajo fianza, Nick se había sentido preocupado por la seguridad de la joven y había decidido que debía velar por ella. Pero, enseguida, había sido obvio que había habido mucho más. Se había sentido atraído por ella. La había considerado una mujer especial que se había mezclado con el hombre equivocado y sólo había querido rehacer su vida. Dejándose llevar y, sin hacer caso de las advertencias de Lucas, que aseguraba que Miley no era lo que parecía, se había enamorado de ella. Y mucho.
Nick había creído que la conocía. Y había pensado que ella había sentido lo mismo después de la noche que habían pasado juntos, tan llena de química que no habían podido evitar terminar haciendo el amor. Había sido una noche muy apasionada, recordó, sintiendo escalofríos sólo de pensar en ella. Había sido una noche que él nunca podría olvidar, a pesar de que durante los últimos siete años había intentado olvidarla, con todas sus fuerzas.
Y, en apariencia, aquella noche había significado para él mucho más que para ella.
Al día siguiente, Nick había tenido que salir de la ciudad, al recibir la noticia de que su hermano Frankie había sufrido un accidente grave de coche. Había viajado de inmediato a Charleston y, de camino, no había podido localizar a Miley por teléfono. No había podido dejarle un mensaje de voz porque el contestador de ella había estado lleno, así que le había encargado a su compañero que informara a Miley de lo que había pasado. Cuando había regresado a Houston una semana después, había descubierto que Miley había hecho sus maletas y se había ido de la ciudad sin decir adónde. Ella le había encargado a Lucas que le dijera que quería empezar una nueva vida y que se marchaba de la ciudad con un hombre mayor. Un hombre muy rico, a diferencia de él.
Después de casi perder a su hermano, Nick se había sentido destrozado por la noticia. Le había roto el corazón que ella hubiera tirado por la borda lo que había entre los dos para irse con un hombre rico.
Nick sonrió con amargura y se preguntó qué diría Miley si supiera que él se había convertido en un hombre muy rico, gracias a pequeñas inversiones y al éxito de su compañía de seguridad. Ella creía que lo había contratado el Club de Ganaderos de Texas. ¿Cuál sería su reacción cuando descubriera que él era miembro del club? El mismo club que financiaba el centro de acogida, incluido el salario de Miley.
Entonces, otro pensamiento hizo que se le pusiera la piel de gallina. ¿Y si Miley ya lo sabía? ¿Y si había vuelto a Somerset porque se había enterado de su éxito y había planeado volver a engatusarlo, después de todo ese tiempo? Una mujer en busca de un marido rico haría cualquier cosa para conseguirlo. Él había caído en la tentación una vez y, tal vez, ella pensara que podía hacerlo de nuevo. Teniendo en cuenta cómo había actuado Miley hacía siete años, todo era posible, reflexionó.
Nick se apoyó sobre la mesa, dándole vueltas a ese pensamiento. Miley no llevaba alianza, lo que indicaba que no estaba casada. Y se había comportado como si se sorprendiera de verlo. Pero podía haber fingido. Él había descubierto hacía tiempo que era una buena actriz. Y una cosa era segura: no iba a bajar la guardia. Summer se había aprovechado de él antes, pero no dejaría que volviera a hacerlo.
Justo cuando iba a empezar con lo que había ido a hacer, Nick recibió una llamada en su móvil. Reconoció el tono de llamada y respondió.
–Hola, Joe.
–Hola, Nick. Siento no haber podido atender tu llamada antes.
–No pasa nada. Sólo quería informarte de que he tenido noticias del jefe de bomberos Ingle sobre el incendio. Voy a quedar con él mañana por la tarde. Me ha dicho que tendrá el informe oficial listo dentro de una semana y que contiene pruebas de que el fuego fue provocado.
Joe Brody era su mejor amigo desde que habían ido juntos a la Universidad de Texas, donde los dos, junto con otro buen amigo, Kevin Novak, habían sido compañeros de habitación. Los tres habían establecido un vínculo muy fuerte, de los que duraban toda la vida. No había nada que no estuvieran dispuestos a hacer el uno por el otro y Nick era consciente de que sus dos amigos habían tenido mucho que ver con su éxito en los negocios.
Joe y su hermano menor, Zac, provenían de una familia rica y eran propietarios de Petróleos Brody. Ambos habían incluido a Nick en varias operaciones financieras muy lucrativas. Lo mismo había hecho Kevin, quien había reunido su fortuna en el campo de la construcción.
Joe y Kevin habían crecido en Somerset y habían intentado convencer a Nick de que se mudara allí después de la universidad, pero él había optado por vivir y trabajar en Houston. Entonces, poco después del incidente con Miley, había decidido mudarse a Somerset para empezar una nueva profesión y una nueva vida.
Nick trabajaba a menudo con sus amigos y Joe lo había contratado para investigar un incendio que había tenido lugar en la refinería Petróleos Brody hacía unas semanas. Aunque había habido muchos daños, nadie había resultado herido de gravedad. No tenía ninguna duda sobre el origen intencionado del incendio y el jefe de bomberos Ingle había confirmado sus sospechas.
–Estoy ansioso por cazar a ese Jake(imaginensen al Taylor Lautner). Me propongo hacer que se pudra en prisión –dijo Lance al teléfono.
Joe y Zac estaban seguros de conocer la identidad del incendiario. Era un viejo rival de los Brody, un hombre llamado Jacob Montoya, apodado Jake.
–Cálmate, Joe. Ese hombre es inocente hasta que se demuestre lo contrario –repuso Nick.
–Espera a que salga el informe y verás. Te aseguro que Jake Montoya está detrás del incendio.
–Es muy posible que estés en lo cierto –indicó Nick, sabiendo lo convencido que estaba Joe de la culpabilidad de Jake–. Pero hay que demostrarlo. ¿Cómo está Demi? –preguntó, intentando desviar la conversación. Joe y Demi se habían casado en Las Vegas hacía unas semanas.
–Demi está bien y sé que pretendes cambiar de tema.
Nick no pudo evitar reír.
–Si lo sabes, sígueme la corriente. No sabes cómo necesito reírme en este momento.
–Suena como si tuvieras un mal día –comentó Joe.
–No lo sabes bien. Miley está aquí.
Joe se quedó en silencio un momento.
–¿Miley? ¿TU Miley?
Nick estuvo a punto de reírse de sí mismo, porque Miley nunca había sido suya. Pero, en una ocasión, él sí lo había creído y le había hablado de ello a Joe.
–Sí, Miley Martindale.
–¿Qué está haciendo en Somerset?
Nick suspiró.
–Es la trabajadora social de Helping Hands. Me he pasado por aquí para organizar los sistemas informáticos de seguridad y contabilidad y me la he encontrado en la oficina.
–Debe de haber sido un encuentro difícil.
–¿Qué puedo decirte?
Joe rió.
–Puedes decirme que necesitas un trago. Eso parece. Podemos quedar en el bar del club, cuando puedas tomarte un descanso para comer.
Momentos después, Nick colgó el teléfono y pensó que Joe tenía razón. Necesitaba un trago.





bueno hasta aqi niñas bellas les amo a todas!!

White Lies cap.1







EL ECO DE TEXAS
Todas las noticias que debes conocer… ¡y mucho más!
Quizá sean imaginaciones nuestras, pero cierto miembro del Club de Ganaderos de Texas está pasando mucho tiempo en el centro de acogida para mujeres Helping Hands. Al principio, parecía que este vaquero multimillonario sólo quería ser un buen vecino, amable y filántropo. Pero hemos podido conocer a la nueva defensora del centro de acogida. Y no es posible que el millonario del que hablamos no se haya percatado de su belleza. ¡Después de todo, es un texano de sangre caliente!
¿Y qué sucede con esta joven que acaba de llegar a la ciudad? Sin duda, no ha podido pasarle inadvertido el alto y atractivo ex policía que tanto va a visitarla. Y todos sabemos cuántas mujeres han estado intentando ganarse el amor de este soltero de oro. Es rico y guapo, ¿quién iba a resistirse? La joven en cuestión trabaja en Helping Hands por razones humanitarias… ¿o lo hará sólo para cazar a un millonario?

–¿Qué estás haciendo aquí, Miley?
Al oír aquella voz, Miley Martindale se quedó petrificada, con los ojos clavados en el documento que tenía delante. Era una voz que llevaba casi siete años sin oír y, sin embargo, recordaba a la perfección su timbre sensual. Su vibración seguía siendo capaz de excitar sus sentidos como antaño, de un modo que ella nunca había podido explicarse.
Aunque desearía haber podido olvidar aquella voz.
Miley respiró hondo y, tras un instante, levantó la vista y se topó con los ojos oscuros e intensos de Nick Franklin. Un escalofrío la recorrió al percibir la frialdad de su mirada.
Ella podría haberlo mirado de la misma manera, sin más, pero se negó a dejarle saber lo mucho que la afectaba verlo de nuevo. Lo que habían compartido en el pasado había terminado. Él se había asegurado de que así fuera y ella no podría perdonarlo nunca por el modo en que lo había hecho. Nick le había causado mucho dolor y se había jurado a sí misma no volver a experimentar tanto sufrimiento nunca más.
–Podría preguntarte lo mismo, Nick –respondió Miley al fin, con el mismo tono cortante que él había empleado.
Nick, con su imponente estatura de casi un metro noventa, estaba parado en el quicio de la puerta, con los brazos cruzados y la mirada fija en Miley.
Ella pensó lo mismo que había pensado la primera vez que lo había visto: Nick Franklin, con su complexión fuerte y morena, el pelo corto y negro, ojos de color marron, era un hombre muy atractivo. Pero percibió en él algunos cambios evidentes: sus mejillas parecían más pronunciadas y, sus labios, más firmes.
Por la mirada de él y la manera en que se le había tensado la mandíbula, Miley adivinó que no se alegraba de verla. Y, para ser sincera, ella tampoco se alegraba. Miley mentiría si dijera que no había pensado en él durante todos esos años, porque lo había hecho, y mucho. Sin embargo, al mismo tiempo, no había podido olvidar todo lo que Nick le había hecho pasar, las humillaciones, el sufrimiento… y eso le hacía lamentar el haberle entregado su corazón en una ocasión.
Nick se apartó de la puerta y Miley observó todos sus movimientos, deseando no sentirse tan atraída por su él y rezando por que el deseo que la invadía se desvaneciera. Aunque él no estaba tan delgado como solía, seguía siendo muy masculino. A través de su camisa de trabajo de cambray, podían adivinársele los músculos del pecho y los hombros. Y los vaqueros ajustados que llevaba le marcaban unos muslos y unas caderas fuertes y firmes. Antaño, él la había apretado con fuerza con esos muslos, mientras la penetraba una y otra vez, recordó ella.
Miley se esforzó por alejar esos recuerdos de su mente. Subió la mirada a los ojos de él e intentó no encogerse ante la frialdad que reflejaban. Algo dentro de ella tembló y se preguntó cómo el hombre del que había estado tan enamorada podía tratarla con tanto desprecio.
–Vivo aquí, en Somerset –dijo él.
La voz de Nick la sacó de sus pensamientos. ¿Vivía en Somerset? ¿En el condado de Maverick? De inmediato, esa información llenó a Miley de aprensión y temor, además de curiosidad. ¿Cuándo habría Nick abandonado el departamento de policía de Houston? ¿Y por qué?, se preguntó.
–Yo también vivo en Somerset –dijo Miley–.
Me mudé el mes pasado porque estoy empleada en Helping Hands como trabajadora social.
–¿Trabajadora social? –preguntó él, sorprendido.
–Sí.
Miley comprendía su sorpresa. La última vez que la había visto, hacía siete años, él tenía veinticuatro años y había sido detective en el departamento de policía de Houston. Y ella tenía diecinueve años y lo único que quería era escapar de las garras de un ex novio maltratador llamado Liam Whitman. Después de haber roto su compromiso, Liam se había negado a dejarla en paz. La había acosado durante meses, hasta que al fin la había sorprendido sola en su apartamento y, durante tres horas, la había amenazado con una pistola en la cabeza, diciéndole que iba a volarle los sesos.
Mientras la patrulla de asalto de la policía había intentado hablar con Liam y convencerlo de que se rindiera, Nick había entrado en el apartamento, rompiendo una ventana del baño. Había capturado a Liam y había salvado a Miley. Esa noche, Nick se había convertido en su caballero andante.
Al día siguiente, Nick se había pasado por su apartamento para reparar la ventana y, poco después del juicio, tras saber que un juez incompetente había dejado a Liam en libertad condicional, se había convertido en su protector. Ella había empezado a acostumbrarse a verlo a diario porque Nick había empezado a ir a verla siempre al terminar su turno de trabajo, para demostrarle que la consideraba alguien especial.
Era el mismo hombre que, en aquellos tiempos, durante una noche, había sido su amante, recordó Miley.
–¿Así que fuiste a estudiar a la universidad? –inquirió él.
Durante una milésima de segundo, Miley creyó percibir un atisbo de admiración en su voz, pero su fría mirada le dijo que se equivocaba.
–Sí –repuso ella, orgullosa de sus logros.
Entonces, Miley recordó que Nick había sido una de las personas que la había animado a estudiar y la había convencido de que era capaz. Él la había ayudado a creer en sí misma. Y, al mismo tiempo, ella había creído que los dos podían haber tenido un futuro juntos. Pero se había equivocado.
–Felicidades.
–Gracias –replicó ella con brusquedad, dejando a un lado el documento que había estado leyendo–. ¿Por qué has venido, Nick? Aunque los dos hemos dejado claro que vivimos en Somerset, estoy segura de que esta ciudad es lo bastante grande para los dos. ¿Qué te trae a Helping Hands?
–He venido a instalar el sistema de seguridad y el software de contabilidad –respondió él, como si eso lo explicara todo.
Miley asintió.
–Me informaron de que el Club de Ganaderos de Texas enviaría a alguien para hacerlo –señaló ella, intentando concentrarse en la conversación.
Miley había oído hablar mucho del Club de Ganaderos de Texas, un grupo de hombres que se consideraban a sí mismos los protectores de Texas. Sus miembros eran los hombres más ricos del estado, la mayor parte de ellos de familias muy ricas. El club era famoso por colaborar con muchas buenas causas sociales y Helping Hands, un centro de acogida para mujeres recientemente abierto en una zona pequeña y pobre del condado de Maverick, era una de ellas. Ellos eran quienes proveían toda la financiación.
Miley había sido entrevistada para su puesto de trabajo en el centro de acogida y, cuando le habían ofrecido el empleo, había pensado que sería una buena manera de empezar de cero. Se había mudado desde Austin, donde había estado viviendo los últimos seis años.
–¿Cómo conseguiste el trabajo? –preguntó ella, sin poder contener su curiosidad.
Nick se encogió de hombros.
–Poseo una compañía de seguridad.
Miley arqueó las cejas, sorprendida porque él hubiera dejado la policía. Había sido un buen detective y ella había dado por hecho que se dedicaría siempre a ello.
–¿Cuánto tiempo llevas viviendo en Somerset? –quiso saber ella.
–Alrededor de seis años.
Lo mismo que ella había vivido en Austin, pensó Miley. Se había mudado allí un año después de que Nick y ella hubieran roto. Entonces, se dijo que lo cierto era que no habían roto, en el sentido estricto de la expresión, pues nunca habían estado verdaderamente juntos… Al menos, no como ella había creído.
–Si has terminado con tu interrogatorio, me gustaría seguir con mi trabajo –dijo él.
–Bien. Me quitaré de en medio para dejarte hacer –se ofreció ella, levantándose de su escritorio.
Verlo después de tanto tiempo había causado una honda impresión en Miley, que se sentía invadida por un torrente de sentimientos agridulces. Pero estaba decidida a no dejarse dominar por los recuerdos.
–Si necesitas algo, díselo a la secretaria del centro de acogida, Marcy Dillard. Yo aprovecharé para irme a almorzar.
Miley agarró su monedero del cajón del escritorio y pasó junto a él a toda velocidad, hacia la puerta.
–¿Miley?
Ella se detuvo justo antes de llegar a la puerta y se giró.
–¿Sí?
Nick seguía mirándola con gesto severo.
–Te daría la bienvenida a la ciudad, pero no sería sincero si lo hiciera.
–Entonces, parece que tendremos que aprender a tolerarnos el uno al otro, ¿no crees?
Sin esperar a que él respondiera, Miley se dio media vuelta y salió de la oficina.


estrenando!!!
dedicado a todas las lectoras de este blog las amo!!!

A Great Love cap.9






En los días siguientes, Kevin advirtió una diferencia notable en su vida. Cuando iba a la ciudad, Danielle ya no aparecía detrás de él en las tiendas, ni se asomaba sonriente desde la ventana de la inmobiliaria para saludarlo. Asistió a varios actos sociales, e incluso se llevó a Nina con él, pero Danielle no acudió a ninguno.
Debería haberse sentido rebosante de felicidad, pero, de algún modo, le dolía que Danielle ya no tuviera el menor interés por él, y por mucho que empezara a enumerarse mentalmente las causas por las que no quería tener una relación con ella, no servía de nada.
Dos semanas después de la fiesta, Danielle estaba en una boutique de la ciudad, cuando entró Nina en el local llenando el ambiente con su caro perfume.
— ¡Vaya hola, Danielle! — la saludó con una sonrisa... — ¡Bueno, así que Kevin finalmente te ha ganado la partida¡ No te vimos en la fiesta de los Anderson el otro día ni tampoco en la barbacoa de los Bieber... Me di cuenta que nada más llegar, Kevin se pasó varios minutos mirando de reojo todo el tiempo, por si aparecías. ¡Pobre hombre!, le has causado manía persecutoria — concluyó riéndose.
Danielle contrajo el rostro enojada por semejante retrato de sí misma.
— Bueno, ya he dejado eso atrás. He decidido dar una oportunidad a mi relación con Randall.
— Humm... El doctor de las manos largas, ¿eh? — Murmuró Nina sarcástica, mientras examinaba uno de los vestidos más caros de la tienda—. Espero que te des cuenta de que no te será fácil conseguir que te sea fiel, porque imagino que habrás oído que llevó a Cindy Grayson a la fiesta que los Ford dieron este fin de semana, ¿no? Y que ella no regresó a su casa hasta el amanecer.
Danielle miró a la mujer con puro odio.
— ¿Sientes placer atormentándome, Nina? — le espetó—. Ya tienes a Kevin. ¿Qué más quieres?
La modelo enarcó sus finas cejas.
— No tengo a Kevin... todavía — le contestó—. Simplemente me pidió que le ayudara a mantenerte alejada de él. Me dijo que haría lo que fuera para librarse de ti— añadió, observando a Danielle con altivez—. Aún tienes mucho que aprender, querida — dijo chasqueando la lengua—. Tendrías que haberte dado cuenta de que Kevin es de esa clase de hombres a los que no les gusta que los persigan. Te perjudicaste a ti misma con esa estrategia tan poco sofisticada.
Cómo odiaba a aquella mujer...
— Pues ya lo he dejado tranquilo — dijo la pobre Danielle, con un nudo en la garganta y las mejillas ardientes.
Nina se encogió de hombros.
— Me temo que él no está tan convencido. Aunque a mí eso me viene de perlas — dijo con una sonrisa perversa—, porque mientras siga sintiéndose amenazado por ti, continuará recurriendo a mí. Es realmente increíble en la cama, ¿sabes? — añadió con toda la intención, observando encantada la expresión de angustia en el rostro de la joven.
Danielle volvió a colgar la falda que iba a probarse y salió de la tienda apresuradamente.
Nina la observo alejarse con una sonrisa diabólica. Había sido tan fácil como quitarle un caramelo a un niño. Inexplicablemente, la joven se había dado por vencida en el primer asalto, pero Kevin parecía preocupado desde que empezara a ignorarlo, así que la única posibilidad que tenía de conseguir que la olvidara era hacer que ella lo odiara. Bueno, parecía que al haberle mentido, sugiriendo que se estaba acostando con él había funcionado. Sonrió satisfecha, y descolgó el vestido, tarareando una canción mientras se dirigía al probador.
Por la tarde, Danielle no consiguió concentrarse en el trabajo, y en cuanto fue la hora de salir, se fue directa a la galería Taylor, decidida a cambiar su vida de una vez. Brand Taylor, el dueño, tenía buen ojo para las obras de arte y un profundo conocimiento del mercado. Conocía a Danielle desde niña, y había seguido sus progresos pictóricos y su creciente interés por el arte.
— Tenía la esperanza de que algún día te acercaras por aquí para ofrecerte a ayudarme — le dijo visiblemente satisfecho cuando Danielle le hubo explicado el motivo de su visita—. Tener que
llevar esto yo solo se me hace cada vez más cuesta arriba. No, no me vendría mal una ayudante.
Tú tienes vista para los detalles, y podría enseñarte a evaluar pinturas, y el funcionamiento del mercado.
— Eso me encantaría. Tengo muchas ganas de empezar— le dijo Danielle entusiasmada.
Él asintió
— Bien, entonces. ¿Cuándo podrías empezar?
— El lunes que viene. Esta noche le diré a mi madre que busque a alguien que me reemplace.
— ¿Y eso no le causará a ella mucho estropicio?
— No, no, no se preocupe — contestó Danielle negando con la cabeza—. Al contrario, estará encantada. Lleva años diciéndome que tengo que buscar mi propio camino, lo que de verdad
quiera hacer.
Y en efecto, su madre se sintió muy feliz por ella cuando le dio la noticia al llegar a casa.
— Ya era hora, hija — le dijo—, pensé que ibas a quedarte siempre en la oficina. Me encantaba tenerte allí, naturalmente, pero...
— Pero las dos sabemos que si te pedí ese puesto era para poder ver más a Kevin — concluyó Danielle, frunciendo los labios—. Sí, mamá, esa es la razón por la que dejo la inmobiliaria.
Si quiero cortar para siempre con mi actitud hasta ahora, tengo que hacerlo del todo.
— Además, el señor Taylor es un hombre encantador y ya sabes que el arte me apasiona. Quiero hacer algo útil con mi vida, algo que me llene. El matrimonio... bueno, quizá algún día, pero
todavía no.
— Buena chica — aprobó su madre acariciándole la mejilla—. Aún eres joven. Tienes mucho tiempo por delante.
— Sí, tengo mucho tiempo por delante — repitió Danielle con una mirada triste en sus ojos. Se sentía un poco perdida, pero no quería ponerse a suspirar por cada rincón de la casa —. ¿Qué te parece si nos vamos a cenar fuera, para celebrar lo de mi nuevo empleo? — propuso.
— Me parece una idea magnífica — dijo su madre sonriendo—. ¿Dónde quieres que vayamos?, ¿Al Beef Palace?
Danielle contrajo el rostro. Aquel era el restaurante favorito de Kevin.
— ¿No te apetece más ir a un chino?
Angela se encogió de hombros.
— Como quieras.
Horas después, cuando salían del restaurante, charlando animadamente, Kevin, que pasaba por allí en coche con Nina, las vio. «Qué extraño», se dijo, «creía que a Danielle no le gustaba la
comida china...».
— ¿No son esas Danielle y su madre? — Murmuró Nina con cierta aspereza—. ¡Fíjate qué raro! ¿Por qué habrán ido a ese chino? Yo había esperado que la encontrásemos en el Beef Palace. Como dicen que siempre va allí para revolotear a tu alrededor...
Kevin la miró irritado.
— No es necesario que la ridiculices — le dijo en un tono suave pero peligroso.
La modelo se quedó mirándolo sorprendida.
— ¿Por qué no? Todo el mundo lo hace. De hecho es lo que ella ha estado haciendo hasta ahora, ponerse en ridículo a sí misma. Además, ella lo reconoce — murmuró.
Kevin entornó los ojos suspicaz.
— No le habrás dicho nada, ¿verdad?
Nina cruzó sus elegantes piernas.
— Me la encontré a mediodía en una boutique, y simplemente le dije que estabas harto de ella, cosa que ya sabía — le dijo tan tranquila.
Kevin contrajo el rostro disgustado. Nina no era precisamente un dechado de tacto cuando se trataba de decir las cosas, y estaba seguro de que Danielle habría pensado que la había enviado él.

A Great Love cap.8






Perplejo era en realidad como se había quedado Kevin. Mientras iba conduciendo camino del rancho, empezó a pensar.
La noche anterior no había dormido bien, recordando la expresión en el rostro de Danielle cuando se había marchado airada antes de que él y Nina abandonaran la fiesta. En realidad había usado aquello del folleto como una excusa para ir a verla, para comprobar si seguía dolida.
Lo que no había esperado de ningún modo era encontrarla tan indiferente a él, ni tan calmada y segura de sí mima. Lo cierto era que, después de haber pasado dos años siendo perseguido por ella y habiendo sido el objeto de sus flirteos, era realmente chocante que lo tratara como a un extraño.
Cuando llegó al rancho de su familia, aparcó el coche frente al porche, y entró en la casa con el ceño fruncido. Su madre debía haber salido, porque no estaba en el salón ni en la cocina. Sin
embargo, para sorpresa, se encontró a Joe en el estudio revisando los libros de cuentas.
— ¿Te preocupa algo? — inquirió este al verlo.
Kevin cerró la puerta del estudio tras de sí, decidido a confiarse a su hermano. Necesitaba a alguien que lo escuchase.
— Danielle es mi preocupación — le dijo
— Eso no es nada nuevo — contestó Joe— has estado quejándote de ella durante años.
Kevin frunció el ceño y se cruzó de brazos.
— No es eso, tú no lo entiendes. Está ignorándome.
Los intensos ojos de Joe lo escrutaron.
— Humm... ¿Una nueva táctica? 
Kevin se sentó en el borde del escritorio.
— Desde anoche no es la misma. Dice que se ha dado cuenta de que estaba haciéndome la vida imposible, ha renunciado a mí.
— ¿Y eso es malo? — inquirió Joe.
— Es el modo en que se comporta ahora lo que me preocupa — dijo Kevin quedamente—. Está demasiado tranquila.
— No te fijaste en la expresión de su rostro cuando apareciste con Nina, ¿verdad? — le respondió Joe. — Estaba destrozada.
Kevin maldijo entre dientes.
— Yo pensé que estaba haciendo lo correcto. No quería hacerle daño, solo quitármela de encima.
— Bueno, pues ya lo has conseguido. ¿Cuál es el problema ahora?
Kevin dejó escapar un pesado suspiro.
— Es que... nunca imaginé que pudiera sentirme tan mal por que me ignorara por completo.
— Vaya, esa es una confesión bastante sorprendente viniendo de ti.
— Supongo que sí — murmuró Kevin, bajando la vista incómodo a sus gastadas botas—. Pero sigo pensando que hice lo correcto. Ella es muy joven.
— Es lo que siempre has dicho — respondió Joe, encogiéndose de hombros— En fin, ¿qué puedo decir? Parece que al fin, Joe te ha escuchado.
— Sí, supongo que sí — dijo Kevin. Pero no parecía satisfecho.
— ¿Y qué me dices de Nina? Anoche me dio la impresión de que estaba bastante entusiasmada contigo ¿Vas a volver con ella? — le preguntó.
— No estoy interesado en Nina. Lo nuestro se terminó. La ayudé a abrirse camino en su profesión, y lo de anoche fue una especie de favor, a modo de agradecimiento.
— Entonces está ayudándote a mantener a Danielle a raya — murmuró Joe.
— Esa era la idea, pero según parece no era necesario, ya que Danielle ha dejado de perseguirme. Asegura que ha decidido dejarse de juegos adolescentes. ¿Es eso todo lo que era
para ella... un juego?
— Bueno, tal vez eras tú el que se lo estaba tomando demasiado en serio — sugirió Joe —, aunque a mí a veces me parecía que el flirteo de Danielle te divertía, por mucho que te quejaras de que te atosigaba.
Y tenía razón, porque Kevin no podía negar que en el fondo se sentía atraído por ella, pero el hecho de que ella apenas había dejado atrás la adolescencia, siempre hacía que renegara de
esos sentimientos.
—  Danielle es virgen — le dijo a su hermano—, estoy casi seguro, y yo ya pasé por una mala experiencia con una mujer inocente. No soy tan masoquista como para volver a repetir aquel error.
— Comprendo tus temores, Kevin — le respondió Joe—, pero Danielle no es Louisa. Además...
— Todo esto es ridículo — lo cortó Kevin, que ni siquiera estaba escuchándolo—, Danielle es demasiado joven para tener interés real en un hombre — le dijo.
Joe meneó la cabeza.
— Espero que tengas razón, porque si no, si en realidad le importabas, puedes haber matado ese amor, y pasar el resto de tu vida lamentándote — le advirtió.
Kevin frunció el ceño.
— ¡Ya te he dicho que ella misma me dijo que solo era un juego!
— ¿Acaso crees que iba a confesarte que se muere de amor por ti después de que te pavonearas anoche con una de tus antiguas conquistas en su propia casa?
Kevin se pasó una mano por el cabello, exasperado. De algún modo le parecía que Joe tenía razón en lo que le estaba diciendo, pero no podía aceptarlo, — Por el amor de Dios, Kevin, si tan solo le dieras una oportunidad a Danielle! — Gruñó Joe, atónito ante lo cerrado de mente que podía ser su hermano—. No está asustada de ti
como lo estaba Louisa.
— Por supuesto que no lo está... porque ni siquiera la he besado — replicó Kevin mirándolo fijamente—. ¡Louisa tampoco me tenía miedo hasta que intenté llevármela a la cama!
Joe le sostuvo la mirada.
— Bueno, ahí tienes la respuesta: quién nada arriesga, nada gana — lo aleccionó. Kevin resopló irritado.
— Aunque Danielle tuviera unos años más, jamás me atrevería a... ¿es que no lo entiendes? — exclamó arrojando los brazos al aire, y girándose hacia la ventana —. Aquella experiencia me dejó
marcado. Perdí el control y le hice daño a Louisa. Mi estatura y mi fuerza no son cosa de broma.
— Es cierto que eres muy alto, y fuerte como un toro — asintió Joe—, pero te has creado un complejo absurdo. Solo porque una  histérica te acusara de haberle roto las costillas...
— Bueno es verdad que le hice daño — murmuro Kevin, sintiéndose fatal.
— Se hizo daño ella sola — replicó Joe—, forcejeando contigo y cayéndose de la cama — le recordó Joe—. Apenas medía uno sesenta, era toda huesos, y para colmo resultó ser una virgen aterrorizada. Danielle en cambio es una chica alta, bien formada... es más tu tipo.
— Me da igual que sea mi tipo, ¡es una cría!
— Lo que tú digas — se rindió Joe, encogiéndose de hombros—. Probablemente acabará casándose con el honorable médico y tendrán diez hijos.
— Si es lo que quiere, por mí bien — dijo tozudamente Kevin. Y, sin embargo, al decirlo, le hervía la sangre solo de imaginarla en la cama con aquel petimetre. Se caló el sombrero hasta los ojos y salió del estudio.





hoy voi a subir dos capis de esta nove a peticion de mi qerida amiga Mari♥
va dedicado a ti amiga y a Mariiina qe tambien le esta nove 
y de paso estreno la nueva nove Niley
-besitos las Amo♥




domingo, 29 de julio de 2012

White Lies "Argumento"














El rico vaquero Nick Foster nunca esperó volver a ver a Miley Martindale en esa parte de Texas. Seguía intentando olvidar la noche increíble que habían pasado juntos… una noche que había sido un completo error.
Pensando que  Miley se había mudado sólo para estar cerca de él y de su dinero, el ex policía se juró mantener las distancias. Pero cuando el peligro comenzó a amenazarla, Nick supo que él era el único que podía proteger a Miley. Y eso significaba estar cerca de ella… ¡en todos los sentidos!




Personajes:
Miley Martindale
Nick Foster
Joe Brody de "A New Women"
Demi Thornton Brody de "A New Women"
Zac Brody de "A New Women"
Kevin Novak
Liam Whitman


Y Otros Mas...


En la segunda novela Los Ganaderos de Texas "White Lies"

Miley's Little Secret cap.8


—¿Que vas a hacer qué? —Joe tomó un trago grande de brandy.
—Me voy a casar con Miley Ray —dijo Nick con calma por
segunda vez.
Estaban sentados en los sillones de orejeras del estudio de Joe, con
los pies en un escabel colocado entre ambos. Demi estaba arriba con los bebés.
Joe lo miró con el ceño fruncido.
—¿Y Miley sabe que vas a ser su futuro esposo?
—Aún no.
Joe pensó un momento en aquello.
—¿Al menos has salido con ella?
—Sí. Ayer estuvo aquí con su hijo. Jerry montó al pequeño Amos y
después hicimos una barbacoa y fuimos a nadar.
—¿Vinieron aquí? Yo no los vi.
—Porque Demi y tú habíais salido.
—Ya lo sé —gruñó Joe.
—Hablas igual que el abuelo.
—No empieces —Joe achicó los ojos y lo miró un momento—. Demi me dijo que le habías hecho preguntas sobre Miley, pero no pensé…
—¿Qué no pensaste?
—Vamos, Nick. ¿Cuánto tiempo lleva en el pueblo? ¿Unos días?
—Mañana hará siete, y…
—Nunca habéis estado a solas, ¿verdad? —preguntó Joe.
—Anoche estuvimos solos y hablamos. Hablamos durante horas.
—Con el niño allí.
—Jerry estaba ocupado con el pony, con la piscina y con Elvis.
—Vale. Está bien. Habéis salido una vez.
—¿Y qué?
—Bueno, tendrás que admitir que esto es muy repentino.
Nick se encogió de hombros.
—Repentino o no, sé que quiero a Miley y a Jerry en mi vida. Piensa en lo que te pasó a ti con Demi. Sabías que la querías en tu vida desde el primer momento. Y no intentes convencerme de que no era así.
Joe negó con la cabeza.
—No es lo mismo. Yo conocía a Demi de toda la vida, pero sólo
empecé a verla de verdad cuando me enfureció y se presentó a la
alcaldía.
Nick levantó su copa en un gesto de saludo.
—Lo mismo me ha pasado a mí con Miley. La he conocido toda mi vida, pero no la había visto hasta el sábado en la gasolinera, cuando llegó al pueblo.
—¿Toda tu vida? Has pasado un tercio de tu vida fuera de aquí y ella también.
—¿Y adonde quieres ir a parar?
—Escucha. Sí, yo al fin me fijé en Demi y supe que la deseaba, pero no quise casarme con ella hasta que me enteré de que estaba
embarazada. Y no supe que la amaba con todo mi corazón hasta un poco después.
—Bueno, ésa es la diferencia entre tú y yo. Yo sé lo que quiero y sé
que es amor.
Joe tomó otro trago de brandy y frunció el ceño.
—Lo que quiero decirte es que el amor es un proceso y a mí me
parece que tú te has saltado unos cuantos pasos.
—No estoy de acuerdo.
—Pero ni siquiera la conoces. No es posible.
—La conozco. La conocí en cuanto la vi el sábado pasado. Es mi
futura esposa.
Joe lo miró largo rato.
—Piensa en todas las mujeres con las que has estado.
Nick no tenía el menor interés en hacer eso.
—¿Por qué? ¿Qué pasa con ellas?
—Siempre has salido corriendo.
—¿Y qué?
—Que no se puede decir que seas propenso al matrimonio. No sabes nada del trabajo duro que supone vivir con una mujer.
—He cambiado —repuso Nick.
Su hermano pensó un momento en aquello.
—Puede que hayas cambiado un poco —admitió.
—No. He cambiado mucho.
—Aun así, Miley sólo hace un año que es viuda.
—¿Y qué?
—Que puede que no esté preparada para volver a casarse. A lo mejor quería a su esposo y lo sigue queriendo. ¿Has pensado en eso?
No había pensado. Y la idea le daba náuseas.
—Le intereso. Lo veo en sus ojos.
—Y también tienes que pensar en el chico…
—Ya te lo he dicho. Me gusta Jerry.
—Educar a un niño es un gran paso.
—Ya lo sé.
—Y luego está la persona que pasó por aquí hace once años y
engendró a ese niño. ¿Has hablado de él con Miley?
—No —tuvo que confesar Nick.
—Pues quizá deberías. No estaría de más que hablaras con ella de su difunto marido y del padre de Jerry antes de pedirle matrimonio.
Nick pensaba hacerlo… con el tiempo.
—No quiero apresurar las cosas.
Joe echó atrás la cabeza y soltó una carcajada.
—¿Estás seguro de que te vas a casar con ella, pero no quieres
apresurar las cosas?
Nick negó con la cabeza.
—No sé por qué te hablo de esto.
—Yo sí. Porque necesitas un consejo y sabes que yo puedo dártelo.
—¿Eso es lo que estás haciendo?
—Sí. Y Miley volverá a… ¿dónde vive ahora?
—San Antonio.
—Volverá a San Antonio dentro de… ¿cuánto?
—No lo sé. Después de la boda, supongo. A menos que pueda
conseguir que me dé un sí antes de entonces.
Joe sonrió.
—Pues ya puedes darte prisa.
Nick lanzó un gruñido al darse cuenta de que su hermano no se
oponía totalmente a sus planes.
—Eres un hijo de perra. Me tenías preocupado.
Joe lo miró con franqueza.
—Sólo quiero que lo pienses bien.
—Lo he hecho.
—Me alegro de oírlo. Y si quieres casarte con ella, adelante. Siempre, claro, que ella quiera casarse contigo.
—Querrá.
Joe lo saludó con su copa.
—Ahí puede estar tu problema. No te pongas demasiado chulo, ¿me
oyes? Cuando un hombre se siente más seguro es cuando más les gusta a ellas rechazarlo.
—Ahora hablas de Demi, no de Miley.
—Hablo de todas las mujeres. Les gusta que un hombre sepa lo que
quiere e intente conseguirlo, pero no que esté muy seguro de sí mismo.
Una mujer necesita un hombre que sepa mostrarse humilde cuando tiene que hacerlo.
Nick levantó los ojos al techo.
—Tú no has tenido ni un día humilde en tu vida.
—Sí lo he tenido. Me he puesto de rodillas y no se te ocurra dudarlo. No fue fácil: sobre todo la primera vez. Pero un hombre se puede habituar a arrastrarse de vez en cuando. Si la mujer lo vale.
—No creo que sea necesario arrastrarse.
Joe movió la cabeza, tomó la botella de brandy y sirvió más cantidad en las copas.


Hola Niñas y Adios 
aqi les dejo los capis qe no habia podido subir
y les dejo el argumento de la siguente nove qe sera Niley :)bn niñas las qiero mucho!!*♥

Miley's Little Secret cap.7









—No sé si tu madre o Hannah te han contado lo que descubrimos el año pasado sobre Jonas Miller. 
—Me lo contaron las dos. Creo que todo el pueblo habló de eso.
La historia era que Jonas Miller, el secuestrador del hijo de su
hermano, era también el padre de Joe y Nick. Se suponía que 
había muerto justo después de concebir a Joe, pero no había sido así. En realidad había vivido treinta años más, oculto en Oklahoma. Y él era el hombre con el que se había fugado Denise Miller cuando se quedó embarazada de Nick.
—Imagínate —dijo éste con ojos brillantes—. Tengo familia que no
sabía que tenía. Un montón de primos Miller en Wyoming y una en Hill Country, casada con un veterinario. Tengo medio hermanos en Nevada y otro en Oklahoma. Dos primas en el norte de California y la rama más famosa de la familia, los Miller de Los Ángeles. Son más ricos que nosotros, muy ricos. Y no olvidemos a Dekker, el bebé Miller al que secuestró mi padre hace tantos años. Ahora tiene treinta años y es detective privado en Oklahoma City.

—Te encanta —sonrió ella—. Te gusta tener tanta familia.
—Sí. A Joe al principio le costó aceptar que nuestro padre fuera tan
embustero, pero a mí no. Para mí fue muy importante saber al fin quién era y saber que tengo familia por todos los Estados Unidos me hace sentir… no sé, como que tengo vínculos. Después de todo, todos estamos aquí para algo.
—¿Para qué? —sonrió ella—. ¿Para qué estamos aquí?
Nick se inclinó hacia ella, que hizo lo mismo sin pensar. Él le miró la boca y después los ojos.
—Yo volví el año pasado al pueblo para buscar algo… algo que
llevaba toda mi vida buscando.
—¿Y ese algo es…?
—No me metas prisa —susurró él—. Ya voy.
—Bien.
—En los dos últimos años empecé a pensar que vagar por el mundo
no me llevaba a ninguna parte, que estaba buscando lo que tenía justo aquí, de donde había partido.
—¿Y qué era? —no pudo evitar preguntar ella.
Él sonrió.
—No tenía ni la más remota idea.
—Un momento. A ver si lo entiendo. ¿Volviste aquí a buscar algo pero no sabías lo que era?
—Exacto. Sólo sabía que si venía a casa lo encontraría por fin.
—¿Y cómo sabías eso?
—Miley. Lo que importa es que lo sabía, no cómo.
—Ah. ¿Uno de los misterios profundos de la vida?
—Exacto.
—Simplemente lo sabías.
—Sí.
—¿Y lo has encontrado?
—Buena pregunta —rió él. Se puso serio—. Para mí ha sido
importante instalarme en casa de mi abuelo, descubrir quién soy,
enterarme de toda la familia que tengo… —movió la cabeza y la miró con admiración, primero a los ojos y luego la nariz, la boca, la barbilla, hasta subir de nuevo a los ojos.
Miley sintió un escalofrío. Se echó a reír, en parte por nervios.
—Todavía no me has contestado. ¿Lo has encontrado?
—¿Te das cuenta de que todos esos años, cuando éramos niños, no te vi nunca? Ahora me cuesta creerlo. ¿Cómo pude ser tan tonto?
A pesar de la magia del momento, Miley oyó por fin campanas de
advertencia. Se apartó un poco de él y se sentó recta.
—Bueno, hace años era Hannah la que…
Él movió la cabeza.
—Una locura. Es imposible.
Miley no se atrevió a preguntar el qué.
—Pero después de tantos años, te vi salir del coche en la gasolinera
—continuó él—. Y al verte, pensé…
—No —dijo ella.
Nick parpadeó. Pero guardó silencio. Sus ojos oscuros se llenaron
de preguntas, preguntas que ella sabía que no iba a responder esa noche.
Era demasiado. No tenía que haberse inclinado hacia él ni haberle
suplicado que le hablara de esa cosa misteriosa que estaba  buscando.
No tenía derecho a oír lo que él había estado a punto de decir.
—No digas nada más, por favor.
El tomó su muñeca y por un momento ambos se miraron a los ojos.
Miley tuvo la sensación de que caía…
Y caía.
Se puso tensa y apretó la mano en un puño.
Y él se llevó ese puño a la boca y le besó los nudillos apretados.
Una ola de calor le subió por el brazo y le produjo piel de gallina por todo el cuerpo.
Antes de que pudiera controlarse lo suficiente para apartarse, él la
soltó.
—Perdona —dijo—. Me parece que voy muy deprisa.
—Tenemos que irnos —repuso ella con rapidez—. ¡Jerry!
Su hijo se sentó en la hierba.
—¿Sí?
—¡Ven! Tenemos que irnos.
—¡Ah, mamá…!
—Va en serio. Ven.
Jerry se levantó y fue hacia ellos arrastrando los pies y con Elvis
trotando detrás.
—Mamá, por favor.
—Es tarde, hijo. Vístete en la caseta.
—Pero Elvis y yo…
Miley adoptó una expresión severa.
—Date prisa.
Jerry gruñó un poco, pero se alejó hacia la caseta con Fargo pegado
a los talones.
—¡Vaya! —comentó Nick—. Qué dura!
Miley hizo una mueca.
—Mucho —bromeó—. Así que no te metas conmigo.
—Espero que podamos repetir esto —comentó él.
—Sí. Ah, eso estaría bien…
—¡Eh! ¡Mírame!
Miley se obligó a mirarlo a los ojos.
—Me lo he pasado muy bien y Jerry también —dijo. Apartó la vista—. Tengo que vestirme.
—Lo sé —él le sonrió de un modo que ella no supo interpretar del
todo. En parte era aprecio y en parte era algo más…
Algo muy, muy peligroso. Algo íntimo y tierno.
Miley se levantó de un salto y se dirigió a la caseta, muy consciente de tener la mirada de él clavada en la espalda.
Nick la observó alejarse maravillado.
¿Cómo podía haber ocurrido eso? ¿Cómo podía estar tan seguro de
pronto? No lo sabía.
Y además, el cómo no importaba. Hacía pocos días que la conocía
porque el pasado no contaba para él. Cuando eran adolescentes, él no conocía a Miley… no como ahora.
Cuando la miraba ahora, ya no veía a Hannah. Ahora la veía a ella, a Miley , totalmente independiente de su hermana gemela. Y podía verlos a los tres… a Miley, Jerry y él mismo. Podía verlos claramente.
Los veía como una familia. Veía las veladas como ésa que tendrían a menudo, veía sus vidas, la de Miley y la suya, criando juntos a Jerry.
Y después, cuando él fuera mayor y se marchara, veía a los dos
solos… a menos, claro, que hubiera más hijos que criar, cosa que también le parecía bien.
Todo le parecería bien siempre que pudiera tener a Miley a su lado el resto de su vida.
Era algo extraño y muy nuevo para él, porque nunca se había visto
así con otra persona. Había conocido a bastantes mujeres y vivido algunas aventuras apasionadas, pero la pasión no había durado y él no había esperado que durara, no por nada, simplemente porque no se veía quedándose, porque siempre sabía que llegaría el día en el que se marcharía.
En el último año, sin embargo, había cambiado. Había echado raíces en su pueblo natal y ahora no le costaba trabajo verse como un hombre de familia; se veía como marido de Miley y padre de Jerry.
Y le gustaba lo que veía.


A Great Love cap.7






Danielle pasó la noche fatal, y no solo por los efectos del alcohol. El que Kevin hubiera llevado a Nina a la fiesta para desalentarla le había abierto los ojos a la realidad, y la realidad muchas veces
no era agradable.
«Pues por mí de acuerdo», se dijo, tratando de dejar de pensar en ello. Si tan desesperado estaba por escapar de ella como para arrojarse en brazos de un antiguo amor, iba a demostrarle
que había captado el mensaje, y que no iba a ser tan inmadura como la creía, pataleando por no haber conseguido su atención, era el momento de retirarse, algo que debería haber hecho hacía
tiempo, porque en el fondo había sabido que nunca se tomaría sus sentimientos por él en serio.
A la mañana siguiente, trenzó su largo y rubio cabello se puso unos pantalones cortos, una camiseta, y salió al jardín con su caballete. Le encantaba pintar y, era una afición que la relajaba, le ayudaba a sacarse un dinero extra, ya que había conseguido vender a vecinos y conocidos algunos paisajes.
Aunque era sábado, su madre estaba en la inmobiliaria. Muchas veces trabajaba los siete días de la semana, y Danielle se preguntaba si no sería para llenar el vació que su padre había
dejado en su vida al marcharse.
Lo cierto era que ella no entendía cómo podía gustarle el trabajo que hacía. A ella el estar todo el día frente a un ordenador le resultaba tan aburrido... De hecho, llevaba semanas pensando
en buscar otra cosa. En ese momento con el pincel en la mano se le ocurrió que tal vez pudiera preguntarle al señor Taylor, el dueño de la galería de arte de Jacobsville, si no podría darle un empleo.
Necesitaba alejarse del negocio de su madre más que nunca, porque si seguía trabajando en la inmobiliaria seguiría viendo a Kevin y atormentándose por lo estúpida que había sido.
Habiéndosele pasado la resaca, estaba empezando a pensar con más claridad, y a considerar lo ocurrido con algo más de objetividad. Pobre Kevin, ciertamente debía de haber estado muy desesperado para llevar a la fiesta a un antiguo amor.
El paisaje en el que estaba trabajando era un campo de girasoles recortados contra un cielo azul y suaves nubes blancas. Como modelo para las flores estaba usando un par de enormes
girasoles que había en uno de los parterres. Era un cálido día de verano, soplaba una ligera brisa, y el sol brillaba sobre ella.
De pronto, sin embargo, algo irrumpió en aquel paraíso de paz. Danielle escuchó el ruido de un coche deteniéndose en la parte delantera de la casa, y al cabo de unos segundos como se cerraba la puerta del vehículo. No alzó la cabeza de la pintura. Era casi la hora de almorzar y estaba esperando a su madre. Debía ser ella.
— ¡Estoy aquí fuera, en el jardín! — La llamó cuando oyó pasos en el interior de la casa—. Si quieres puedes ir comiendo. Lori dejó preparada ayer ensalada de pasta. Está en el frigorífico.
Yo iré dentro de un rato. Quiero terminar esto antes.
La persona que acababa de llegar salió al jardín por la puerta abierta, pero las pisadas eran demasiado pesadas como para ser las de una mujer. Danille se volvió, y se encontró con Kevin allí
de pie.
— ¿Dónde está tu madre? — inquirió él sin más preámbulos.
— Si no está en la inmobiliaria, supongo que estará camino de aquí — respondió ella.
— Me acabo de pasar por su oficina, porque se suponía que me iba a dejar un folleto sobre un terreno, pero la secretaria ya se marchaba y me dijo que tu madre no había dejado nada en su
mesa. ¿No te lo habrá dejado a ti, verdad?
— No — negó Danielle, trazando con el pincel por tercera vez un pétalo, en un intento por ignorar el ruido de su corazón, resquebrajándose—. Si quieres esperarla, pasa al salón y siéntate.
Danielle estaba tan distante que Kevin se sentía como un extraño.
— ¿Qué?, ¿No vas a pedirme que te haga el amor entre los girasoles? — la picó.
— He decidido madurar — le contestó ella sin mirarlo— Lo de perseguir a hombres que no quieren nada de una es para las adolescentes. A partir de ahora iré detrás de aquellos con los que
tenga alguna posibilidad.
— ¿Cómo Randall? — preguntó él, torciendo el gesto,
Danielle se encogió de hombros.
— ¿Por qué no? — le espetó. La actitud de la joven estaba empezando a preocupar a Kevin.
— No sabía que pintaras — comentó, apoyándose en la valla que rodeaba el jardín. 
— Dado el poco interés que te has tomado en mí hasta ahora no me sorprende — murmuró ella imperturbable, untando de pintura el pincel en la paleta— No tienes que preocuparte, no te molestaré más — le dijo mirándolo por primera vez—, anoche capté el mensaje. Si has venido para recalcármelo, no hacía falta— dijo esbozando con dificultad una sonrisa— siento haber hecho
tu vida tan difícil. No volveré a avergonzarte más, te lo prometo.
Kevin se sentía vacío. ¿Qué había sido de la Danielle que había conocido? ¿Acaso había crecido de la noche a la mañana? La observó en silencio un buen rato.
— ¿Vas a ir tu madre y tú a la barbacoa de los Bieber la semana que viene? — le preguntó.
— No lo sé — respondió ella vagamente. ¿A qué venia eso de repente?—. ¿Vas a ir tú?
— Sí, bueno...
— Entonces yo no iré — lo cortó ella tajante.
— ¿Porqué?
— No quiero entrometerme más en tu vida social. No me extraña que últimamente salieras tan poco. No tenía ni idea de lo difícil que te estaba poniendo las cosas hasta que anoche llegaron a mis oídos las habladurías de la gente sobre mi conducta.
Kevin abrió la boca para decir algo, pero antes de que pudiera hacerlo apareció la señora Deleasa.
— ¡Ah, estás aquí, Kevin! — lo saludó riendo—. He traído el folleto conmigo, iba a acercarme ahora a llevártelo, pero te me has adelantado — le dijo. Se volvió hacia su hija—. Danielle, ¿está lista
la comida?
— Lori dejó preparada ensalada de pasta. Está en el frigorífico — contestó ella.
— Bueno, pues vamos a comer, anda.
— Ya iré luego — respondió la joven—. Quiero terminar esto mientras aún tenga la luz adecuada.
— ¡Artistas! — Suspiró Angela, mirando a Kevin y encogiéndose de hombros con una afable sonrisa—. ¿Quieres quedarte a almorzar conmigo ya que Danielle está tan excéntrica?
Kevin la miró vacilante, observando el perfil de la joven por el rabillo del ojo.
— Emm... no, gracias, la verdad es que tengo muchas cosas que hacer todavía. Nos ha llegado una partida de ganado hoy, así que todo el mundo está en los campos, echando una mano — mintió. En realidad ya habían terminado antes de que él se marchara, pero la actitud de Danielle no lo hacía sentirse precisamente bienvenido.
— Bueno, dentro de unos años contaréis con muchas más manos — dijo la señora Deleasa riéndose—, con todos esos sobrinos y los que aún quedan por llegar...
— Cierto — asintió él abstraído, tomando el folleto que le tendía la madre de Danielle—. Le echaré un vistazo a esto y lo consultaré con Joe y los otros antes de darle una respuesta.
— Estupendo. ¿Seguro que no quieres quedarte a almorzar?
Kevin esperaba que Danielle dijera algo, que secundara la proposición de su madre, pero no lo hizo. No dijo nada, ni lo miró, así que finalmente meneó la cabeza, dio las gracias a la señora
Deleasa y se excusó.
Cuando se hubo marchado, Angela miró a su hija con curiosidad.
— ¿Habéis discutido Kevin y tú? — inquirió suavemente.
— Por supuesto que no — contestó Danielle. Se giró hacia su madre y esbozó una sonrisa de que todo estaba bien-. Es solo que he decidido dejar de hacerle la vida imposible. Ha debido ser
agotador para él tener a una chiquilla pegada a sus talones todo el día.
— Estoy segura de que Kevin comprende que esto es una fase por la que estás pasando, cariño — dijo su madre tratando de animarla. Sin embargo, aquello solo consiguió herir más a Danielle—. Lo que ocurre es que es de esos hombres que jamás se casan. Aunque tuvieras unos años más, eso no supondría ninguna diferencia.
— Sí, tienes razón — murmuró Danielle, apretando los dedos en torno al pincel para ocultar su ligero temblor.
— Bueno, de todos modos debe sentirse aliviado de que hayas decidido poner fin a tu «acoso y derribo» — dijo su madre riéndose—. La verdad es que en algunos momentos has llegado a ser realmente persistente.
Danielle forzó una sonrisa para ocultar hasta qué punto le dolía que su propia madre no la comprendiera.
Volvió el rostro hacia el lienzo.
— Supongo. Parecía aliviado, sí.
Angela asintió, pero la mirada que cruzó por sus ojos antes de ir dentro era de preocupación.
La reacción de Kevin había denotado cualquier cosa menos alivio. Tenía impresión de que la nueva actitud de Danielle lo había sorprendido. Tal vez se estaba equivocando con los dos. ¿Sería
verdadero amor lo que Danielle sentía por él? ¿Sentiría él algo por ella, y quería ocultarlo a toda costa?


A Great Love cap.6








A pesar de la compañía de Randall, se sentía rechazada y vacía por dentro, pero hizo de tripas corazón y mantuvo la sonrisa en su rostro todo el tiempo, para que nadie supiera lo dolida que estaba.
Cuando las últimas personas se retiraban, Angela Deleasa se detuvo junto a su hija y le dirigió una sonrisa afectuosa.
— Bueno, no ha ido mal del todo — dijo.
— Oh, ha sido una fiesta maravillosa — respondió Danielle en un tono despreocupado, sonriendo ampliamente, aunque sentía ganas de vomitar—, ¿verdad que sí, Randall?
Él la miró con una ceja enarcada.
— ¿Cuánto ponche has tomado, Danielle?
— No sé, cuatro o cinco tazas, tal vez seis, ¿y qué? — respondió ella, encogiéndose de hombros.
— Sí, ¿qué tiene de malo que haya tomado ponche? — inquirió su madre extrañada.
— Uno de los invitados le echó whiskey — explicó Randall.
— Oh, cielos... ¿Estás bien, cariño, no estás mareada? — le dijo la señora Cochran a su hija, poniéndole una mano en el brazo.
— Estoy perfectamente, mamá, ¿no lo ves? Deja de tratarme como a una niña pequeña — replicó ella apartándola. Su madre frunció los labios y meneó la cabeza.
— Ahora comprendo por qué Kevin se sirvió una hace un rato, y después de olerlo volvió a echar el contenido en el bol.
— ¿Y cómo no? Seguro que se escandalizó, el señor Abstemio... — masculló Danielle con ironía.
— Bueno, debo irme ya — dijo Randall mirando su reloj. Tengo turno de noche en el hospital y es casi medianoche. Gracias por invitarme, señora Cochran. Te llamaré mañana, Danielle — le dijo
a la joven besándola en la mejilla.
Mientras se alejaba, Danielle se dio cuenta de que su madre estaba observándola preocupada.
— Lo superarás, cariño — le dijo—, ya lo verás. No es el fin del mundo. Además, Kevin es de esa clase de hombre a los que no les gusta sentirse atados.
— Yo solo estaba flirteando con él, nada más — repuso Danielle obstinadamente, como si de repetir esa mentira fuese a convertirse en realidad—. No iba en serio, pensé que él lo sabía.
Angela no contradijo a su hija, pero podía leer claramente la angustia en sus ojos.
— ¿Sabes qué? Lo que necesitas es descansar. Mañana Randall te llamará y a lo mejor salís por ahí. Te hace falta distraerte.
— Supongo que sí.
— Eres muy joven aún, pero poco a poco irás comprendiendo que en la vida es mejor tomar lo que se nos ofrece que desear imposibles — le dijo la señora Deleasa suavemente.
— Sí, mamá — murmuró Danielle, esbozando una pequeña sonrisa. Sin embargo, no pudo evitar pensar en cuántos días tardaría en superar aquella noche.
Kevin y Nina se acercaron a ellas para despedirse, y Anna sintió que el estómago le daba un vuelco. Quería salir corriendo, desaparecer de allí, pero era como si se hubiese quedado clavada
al suelo.
— Ha sido una fiesta magnífica — felicitó Nina a Angela.
— Gracias, querida — contestó la madre de Danielle. — Se volvió hacia el ranchero— Kevin, me alegro que al final te decidieras a venir. Nina, tienes que hacer que salga más a menudo.
— Pienso hacerlo — casi ronroneó ella, apoyándose en el hombro de él.
Danielle estaba callada, y Kevin notó que estaba acalorada y daba la impresión de que los ojos le pesaran.
— ¿No habrás estado bebiendo ponche, verdad? — inquirió como si fuera su padre. Se volvió hacia la señora Deleasa—. Parece que alguien...
— Sí, un invitado le añadió alcohol, ya lo sabemos— lo cortó Danielle con fastidio—, y sí he estado tomando ponche toda la fiesta.
— Debería haber hecho que la gente del catering le retirara y trajera más — le dijo Kevin a la señora Deleasa—, porque no le parecerá bien que Danielle tome bebidas alcohólicas, ¿verdad?
Angela suspiró y frunció los labios.
— Evan, mi hija tiene diecinueve años, es mayor de edad, no puedo impedirle que beba.
— Pero el alcohol puede matar — insistió Kevin—. Y ahora está aquí en su casa, pero, ¿y si va a una fiesta en otro sitio y luego se le ocurre conducir?
— Para tu información, nunca bebo si tengo que conducir — le respondió Danielle irritada—, y si tanto te molesta que haya alcohol en nuestra fiesta, ¿por qué no te vas a casa?
Nina soltó un silbido por lo bajo, y Kevin miró a la joven de hito en hito.
— ¡Danielle!, ¿qué modales son esos? — la reprendió su madre azorada. Se volvió hacia Kevin —. No se lo tengas en cuenta, por favor. Adolescentes, ya sabes como son...
La joven, entretanto, se había servido otra taza de ponche para fastidiar a Kevin, y la apuró de un trago, limpiándose los labios con el dorso de la mano y mirándolo desafiante.
— Debería usted hacer algo con ella — le dijo Kevin a la señora Deleasa.
— Mi madre hace mucho que ya no me dice lo que tengo que hacer — le espetó Danielle.
Kevin estaba mirándola como si no la reconociera. ¿Qué había sido de la chiquilla dulce e inocente?
— En cualquier caso no deberías beber — le dijo con aspereza—. Está claro que no estás acostumbrada al alcohol
— Eso es lo que estoy haciendo, acostumbrarme — respondió ella con una sonrisa cínica.
La había herido, y quería devolverle todo ese daño—. Nada de lo que haga o deje de hacer es asunto tuyo, para que te enteres.
Se giró en redondo sobre los talones y se marchó sin mirar atrás. El whiskey estaba revolviéndole el estomago, pero se sentía liberada, y eso era mejor que seguir lamentándose.
Aunque se mereciera el rechazo de Kevin por haber estado persiguiéndolo como lo había hecho, podía habérselo dicho en privado en vez de humillarla de semejante manera.
Afuera, Kevin se había quedado en el sitio con el ceño fruncido. Era la primera vez que Danielle se había enfrentado a él. Estaba tan acostumbrado a su ciega adoración que aquella cruda hostilidad era algo nuevo y, para su sorpresa, excitante.
— Es el efecto del alcohol, Kevin, no le hagas caso— dijo Angela, tratando de aliviar la tensión del momento—. Por cierto, ahora que me acuerdo, tengo una nueva propiedad en la que tal vez podrías estar interesado. ¿Por qué no te pasas por nuestra oficina mañana para echarle un vistazo al folleto de las características y las condiciones de compra? Aunque es sábado quiero ir para revisar algunos asuntos que quedaron pendientes, así que...
— Sí, mañana me va bien — respondió él, abstraído.
— Vámonos, Kevin — le dijo Nina, agarrándose de su brazo—, estoy cansada, y mañana por la mañana tengo una sesión fotográfica.
— Claro — murmuró él, distraído aún por lo que acababa de ocurrir—. Buenas noches, señora Deleasa.
Angela los despidió con la mano, observando curiosa cómo Kevin giraba la cabeza varias veces hacia la ventana de la habitación de Danielle mientras se alejaban. Por un momento una idea cruzó por su mente, pero inmediatamente meneó la cabeza, como diciéndose que era absurdo.
Al paracer para Kevin Jonas era imposible que pudiera tener interés alguno por su hija.