domingo, 8 de julio de 2012

Miley's Little Secret cap.1








Miley Ray Cyrus Taylor se sentía culpable y desgraciada y sabía
que era una cobarde. ¿Cuántas probabilidades había de tropezar siempre con el mismo hombre? Dado que el pueblo de Tate's Junction, en el estado de Texas, donde aparecía continuamente el hombre en cuestión tenía casi dos mil habitantes y que Miley no intentaba encontrarse con él adrede, las probabilidades no debían de ser muchas.
Y sin embargo, Miley Ray no dejaba de tropezar con Nick Miller.
Como en ese momento.
Oh, sí, sabía muy bien que Nick Miller era el tipo de hombre con el
que debía tropezar. Por desgracia, también era el hombre al que no
soportaba mirar a la cara.
Pero lo haría. Claro que lo haría. Después de la boda de su hermana
gemela.
La primera vez había sido en la gasolinera.
Miley y Jerry, su hijo de diez años, acababan de llegar a Tate's
Junction desde San Antonio para pasar tres semanas de vacaciones. Y antes de que llevaran cinco minutos en el pueblo, allí estaba él.
Más tarde se preguntaría por qué había parado a echar gasolina.
Podía haber seguido perfectamente hasta casa de sus padres, en Pecan Street. Le quedaba más de la cuarta parte del depósito y podía haberlo llenado más adelante. Pero vio la tienda y los surtidores al salir de la autopista y le pareció lo más sencillo usarlos en ese momento.
Jerry, ocupado con su Game Boy en el asiento de atrás, levantó la
vista cuando ella paró el coche.
—Seguro que aquí tienen helados.
Ella se volvió y lo miró con cariño.
—No.
—Pero mamá…
Miley tomó su bolso y se inclinó para pulsar el botón que abría el
depósito.
—En diez minutos estaremos en casa de la abuela.
—La abuela no tiene helados.
—Quédate ahí —ella se desabrochó el cinturón y abrió la puerta.
—¡Ah, mamá…! —protestó el chico.
Pero Miley lo miró y vio que volvía a estar inmerso en la Game Boy.
Sonrió y pensó que no les iba mal, a pesar de que Henry…
Henry…
La inundó una oleada de tristeza. Henry Taylor había muerto poco más de un año antes. Los dos lo echaban de menos, pero el tiempo iba haciendo su trabajo. Miley había pasado lo peor: la desesperación primera, el agujero vacío en el centro de su mundo. Ahora, a menudo, cuando pensaba en él lo hacía con una especie de tristeza amorosa. Habían vivido juntos seis años maravillosos, siete si contaba el año antes de la boda. Miley siempre tendría los recuerdos reconfortantes de esos años. Era una mujer afortunada, tenía un hijo sano y había conocido la alegría del amor firme y
seguro de un hombre bueno.
Sanó del coche, cerró la puerta tras ella y buscaba su cartera en el
bolso cuando oyó un gemido.
Levantó la vista. Al lado de la rueda trasera estaba sentado el perro
más feo y adorable que había visto jamás; sus ojos marrones la miraban suplicantes y su cuerpo peludo temblaba.
Le sostuvo la mirada y gimió más alto, al tiempo que se levantaba y
movía el cuerpo con agitación apenas contenida, como si llevara toda la vida esperando encontrar a alguien como ella.
Miley no pudo evitar echarse a reír.
—¿De dónde sales tú?
El perro no necesitó nada más. Se acercó a ella jadeante y se tumbó
de espaldas.
—Está bien, está bien —Miley se acuclilló a rascarle la tripa. El perro gimió con la lengua colgando—. Sí, eres lo más simpático que he visto nunca —declaro ella, que seguía rascándolo—. Pero no, no puedo llevarte a casa.
—No es fácil creerlo viéndolo así, pero ya tiene casa —dijo una voz
masculina detrás de ella, una voz profunda y firme, preñada de regocijo.
Miley volvió la cabeza y allí estaba él, al sol, más allá de la sombra del tejado que protegía los surtidores, con los brazos grandes cruzados, las piernas un poco separadas y el pelo castaño brillando a la luz del intenso sol de Texas.
Nick.
Era… más grande de lo que recordaba. Su cuerpo, antes delgado,
hablaba ahora de fuerza muscular. Sus ojos oscuros habían perdido la mirada anhelante y salvaje de otro tiempo.
Miley sintió un nudo en la garganta. Tragó saliva y sonrió ampliamente.
Se levantó y lo miró.
—Miley Ray —sonrió también él, sin confundirla con su hermana, Hannah—. Sabía que eras tú en cuanto has salido de ese coche.
Miley pensó que no era sorprendente que la recordara a simple vista, ya que en otro tiempo había estado enamorado de Hannah. Hannah era la más ingeniosa, la más popular. Todos los chicos estaban locos por ella.
Miley era más callada, mejor estudiante y un poco tímida. Aunque eran idénticas, nadie en el pueblo tenía dificultad para diferenciarlas.
Excepto por una noche mágica y especial… en la que ella no iba a
pensar en ese momento.
—¡Cuánto tiempo! —exclamó Nick.
 Miley asintió.
—¿Cómo estás? —preguntó.
Antes de que él pudiera contestar, el perro soltó un aullido de
impaciencia.
—Elvis, sinvergüenza, ven aquí —le ordenó Nick.
El perro soltó otro gemido, pero se acercó a su amo y se dejó caer al lado de su bota.
—Estoy bien, muy bien —repuso Nick.
Miley mantuvo la sonrisa en su sitio, aunque le costó un esfuerzo
sobrehumano. Se sentía mareada, desorientada… y aterrorizada. De
pronto nada parecía real; era como si, al volverse para mirarlo, hubiera entrado en un sueño extraño, un sueño que bordeaba la pesadilla.
—Ah… me enteré de que conseguiste hacer lo que tanto ansiabas.
Viajar por todo el país e incluso por Europa… España, Italia, Inglaterra…
—Es verdad —él se inclinó a rascar al perro detrás de la oreja y ella
pensó en todas las veces que había intentado ponerse en contacto con él en los primeros años.
Siempre que conseguía reunir el valor suficiente para hacerlo, él se
había mudado a otra parte. En Austin le abrió la puerta un desconocido.
Las cartas torturadas que le había escrito explicándoselo todo le fueron siempre devueltas sin otra dirección.
Nick volvió a enderezarse.
—Y mírame ahora. Aquí, en Tate's Junction, donde juré que no
acabaña nunca —sonrió—. Lo creas o no, conseguí estudiar Derecho durante mis años de vagabundeo.
—¡Ah! —exclamó ella, por decir algo.
—Tengo toda el ala sur de la casa de mi mezquino abuelo y un
despacho en Center Street con un cartel en la puerta que dice: Hogan y Miller, Abogados. Y también tengo a Elvis —sonrió al perro—. ¿Y sabes qué?
Miley lo sabía. Lo adivinaba con sólo mirarlo.
—Eres feliz.
—Puedes apostar a que sí.
Miley oyó que se abría la puerta de atrás del coche.
—¿Mamá? —Jerry vio al perro y salió inmediatamente del vehículo. El animal enseguida le lanzó uno de sus gemidos esperanzados.
Miley carraspeó.
—Jerry…
Pero el chico corría ya hacia el perro.
—Hola, perrito…
Elvis aulló de contento y Jerry se acuclilló allí mismo, a los pies de
Nick. El perro le lamió la cara y el chico lo abrazó y le rascó detrás de ambas orejas.
Miley levantó la vista y descubrió que Nick la miraba. Un escalofrío
recorrió su cuerpo.
—Mi hijo —dijo, y no podía creer que no le temblara la voz—. Jerry Taylor.
—Hola, Jerry —dijo Tucker.
—Hola —el chico apenas levantó la vista, seguía ocupado acariciando al perro—. ¿Cómo se llama?
—Elvis.
Miley miró a su hijo, a Nick y de nuevo a su hijo. Ella sí veía a Nick
en Jerry, en su modo de inclinar la cabeza… en la forma de la
mandíbula…
En el hoyuelo de la barbilla…
Cerró los ojos y respiró con fuerza. Cuando volvió a abrirlos, vio que Nick la miraba con el ceño fruncido.
—¿Estás bien?
—Sí, sí, muy bien.
—¿Seguro?
—Sí. O sea, que te gusta vivir aquí después de todo.
—Sí, me gusta. ¿Venís por la boda?
«Y para hablarte de Jerry. Te lo contaré antes de irme».
—Sí, claro. Por la boda.
Hannah había conocido al fin al hombre con el que quería casarse.
Se llamaba Liam Hemsworth y vendía coches, igual que Billy Cyrus, el padre de Miley. Tenía dos concesionarios en las afueras de Abilene y había pedido la mano de Hannah un año atrás.
—Esa boda va a ser todo un acontecimiento —comentó Nick.
—Oh, sí —su hermana preparaba la boda más elegante y cara que se había visto nunca en Tate's Junction—. Y nosotros tenemos que irnos.
Sacó una tarjeta de crédito de la cartera.
—Me alegro de verte —le aseguró Nick.
—Igualmente —repuso ella con una sonrisa forzada—. Jerry, vuelve al coche.
Miley introdujo la tarjeta en la ranura del surtidor y Nick chasqueó la lengua al perro.
—Hasta la vista, Jerry —dijo. El perro echó a andar a su lado.
—Adiós, Elvis —el niño los vio alejarse.
Miley respiró aliviada. Había sobrevivido a un encuentro con Nick. Él incluso había visto a Jerry y no había ocurrido nada terrible, aunque sentía las piernas de mantequilla y tuvo que apoyarse en el capó del coche.
—¿Estás bien, mamá?
—Sí.
—Deberíamos tener un perro.
—Me parece que no —repuso ella, para cortar el tema cuanto antes—. ¿Me ayudas a echar la gasolina?
—Sí.
Jerry desenroscó la tapa de la gasolina y Miley se dijo que no
necesitaba volver a pensar en Nick hasta después de la boda, cuando se viera obligada a llamar y pedirle una cita para decirle lo que debería haberle dicho años atrás.

Bueno niñas es todo por hoy espero les gusten comenten les mando muchos besitos!

6 comentarios:

  1. wow creo que ick no tardara en darse cuenta
    de que jerry es su hijooo
    porfa sigueee}

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  2. la sangre siempre llama a ver que tanto se enoga Nick aun que algo me dice que el ya sabia quien era esa noche de pasion :p y si le pusiste Hannah hahahaha geniallll sube pronto me encanto los caps cuidate.

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  3. Hola! soy una nueva lectora! bueno, de hecho no, siempre leo y nunca comento añsjañskal pero decidí comentar esta vez!!! así que.. SIGUELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA xD

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  4. 8OKOK PERDON PERO VI HANNAH Y ME TENTE QUEDE RE :| JAJAJAJAAJAJAJAJAJAJAJ DE VERDAD ME TENTE, Y DIOS ESA FOTO QUE PUSISTE DEL NICHO BAAAABAAAAAAAA ERA TAN CHIQUITO Y AUN ASI DIOS SAKSJAKSAJKSJAK BUENO ME ENCANTO MITCHIE, SEGUILA PRONTO CORAZON, GRACIAS X TU COMEN EN EL BLOG, TE QUIERO,

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  5. lo amee encerio ase muuchoo q quieria comentar pero no podia xq no tenia blog -.-, peor ahora q tengo te puedo decir q amee todass las noves niley q hicistee encerio leo tu blog como hace tres meses o mas y me encantaaa
    bueno hablando de la nove como dije lo ame al cap voy a seguir leyendo besoss
    agus

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