domingo, 22 de julio de 2012

Miley's Little Secret cap.6








El martes, Miley se topó accidentalmente con Nick en Center Street, delante del bufete de él. Se saludaron y él le preguntó si disfrutaba de su visita al pueblo.
—Mucho —repuso ella. Miró su reloj—. Oh, llevo prisa, tengo que irme.
—Hasta luego, entonces.
—Sí, hasta luego.
Y se alejó apresuradamente. No podía creer que hubiera tropezado
con Nick cuatro veces en cuatro días.
Aquello empezaba a parecer obra del destino. Como si sus
remordimientos y su cobardía conspiraran para ponerlo en su camino a la más mínima oportunidad para darle ocasión de decirle lo que tenía que decirle.
El miércoles, Miley, Hannah y Jerry fueron a pasar la tarde al lago
Longhorn. Miley miraba a su hijo jugar cerca del agua y sabía que se acercaba el momento de decir la verdad.
¿Cuánto tiempo querría pasar Nick con él? ¿Cómo se tomaría Jerry
la noticia?
Esas preguntas, y las otras mil que la atormentaban, no tendrían
respuesta hasta que hablara con Nick.
Y eso no sería hasta después de la boda.
Decidió, por lo tanto, olvidar el tema por el momento y disfrutar de
sus vacaciones.
El jueves por la mañana, estaba sola en la cocina tomando una taza
de café cuando sonó el teléfono. Contestó sin pensar.
—¿Diga?
—Justo la mujer con la que quería hablar.
Miley se quedó en blanco.
—Ah… ¿Nick?
—Así es. Y tú eres Miley. ¿no?
—Ah. Sí. Soy yo.
Él soltó una risita y Miley apretó con fuerza el auricular.
—¿A Jerry y a ti os gustaría venir esta tarde al rancho? Haremos una barbacoa y Jerry puede jugar con Elvis. Y en los establos hay un pony de buen carácter al que puede montar. Prometo esforzarme para que lo pase bien.
Miley sintió un vacío interior de nuevo. ¿Por qué había hecho él a Jerry el centro de su invitación? ¿Era posible que hubiera adivinado la verdad?
El corazón le dio un vuelco.
Pero no. Nadie lo sabía. Excepto Henry. A él había tenido que
decírselo antes de que se casaran.
Sólo lo sabía Henry. Y estaba muerto.
¿Por qué, entonces, Nick ponía lanío énfasis en que Jerry se lo
pasara bien?
Miley sabía por qué.
Ella era madre y, si un hombre quería acercarse a ella, tenía que
dejar claro que encendía que Jerry era una parte importante de su vida y sería una parte importante de la vida de cualquier hombre al que ella tomara en serio.
Cerró los ojos y respiró hondo.
—Miley. ¿Sigues ahí?
—Ah. Sí. Sí. Estoy aquí.
—¿Y qué me dices?
Ella tragó saliva y se arriesgó a preguntar.
—Llamas por Jerry, ¿eh?
Él se echó a reír.
—Bueno, no del todo. También llamo por ti. ¿Quieres venir al rancho sobre las cinco?
Ella sabía que debía decirle la verdad ya.
O rechazar la propuesta.
Lo sabía.
Pero lo que dijo fue:
—Sí, iremos.


—¡Vamos, Elvis, ven aquí! 
Jerry salió de la piscina y corrió por los
azulejos hasta el césped, que se extendía hasta la hilera de robles y nogales que bordeaban el jardín del rancho. Jerry corría por la hierba, mojado y riendo. Elvis lo perseguía ladrando animadamente.
El sol había empezado ya a bajar detrás de los árboles. 
Miley y Nick estaban sentados al lado de la piscina.
—Creo que se lo ha pasado bien —comentó él.
Ella sonrió y tomó un sorbo de su margarita.
—Más que bien. Le ha encamado montar en pony y se ha comido un kilo de costillas.
—Eso no es mérito mío. Las costillas son la especialidad de Miranda.
Miranda Coutera era el ama de llaves del rancho.
Nick levantó su vaso.
—Y los margaritas también.
Miley chocó su vaso con el de él.
—Por Miranda.
—Por Miranda —repitió Nick con suavidad.
Se encendieron las luces de la piscina y un mosquito zumbó cerca del oído de Miley.
Ella se dio un manotazo en el cuello y se echó a reír.
—Una noche de verano en Texas. No hay nada igual.
—¡Eh! Por lo menos no hace cuarenta grados de calor húmedo —
sonrió él—. Todavía.
Se miraron a los ojos. Ella carraspeó.
—Eso es algo que me gusta de San Antonio. No es tan húmedo como esto.
—No me has dicho en qué trabajas.
—Soy ayudante de dentista. Es un curso de dos años. Me lo pagó mi padre cuando nació Jerry.
—Creo que alguien me dijo que tu marido era dentista…
Miley asintió.
—Conocí a Henry cuando empecé a trabajar para él. Yo llevaba la
consulta. Entré de ayudante y resultó que se me daba bien ocuparme de la parte económica. Soy buena contable y tengo talento para invertir —la realidad era que ella había triplicado sus bienes en los años que había pasado con Henry—. Cuando mi marido se puso muy enfermo para trabajar, vendí la consulta, así que, aparte de ocuparme de mis inversiones, podríamos decir que estoy entre trabajo y trabajo.
—O sea, que eres libre de ir adonde quieras —comentó él.
Miley asintió. Era libre… aunque no tenía planes de moverse. Le
gustaba San Antonio y había sido feliz allí. Y empezaba a oscurecer. Había llegado el momento de despedirse.
Dejó su vaso en la mesa.
—Es tarde y…
Nick levantó un frasco de spray que había en la mesa.
—Prueba esto. Es natural. De citronela, creo. Te vuelves invisible para los mosquitos.
—Pero creo que debemos…
—Vamos. Pruébalo.
Miley miró a Jerry, que rodaba por la hierba riendo mientras Elvis
intentaba lamerle la cara, y tomó el spray.
—Gracias.
—De nada. Ponte también en los tobillos. A los mosquitos les
encantan los tobillos.
Miley se echó por las piernas, los brazos y el cuello.
—¿Mejor? —preguntó él con voz ronca cuando ella devolvió el frasco a la mesa.
—De momento, sí —repuso ella.
Nick se recostó en su sillón de hierro.
—Con mosquitos o sin ellos, esto es muy hermoso —miró la hilera de árboles.
Miley observó un momento su perfil fuerte y pensó que era muy
atractivo. Siguió luego su mirada hacia el cielo amplio y despejado de Texas, donde se veía todavía un brillo naranja y púrpura, el final de un glorioso atardecer.
—Hermoso, sí…
—Yo he visto los arrecifes de coral de Bora Bora, he subido a la torre Eiffel y he estado a los pies de la Esfinge, pero antes no era capaz de ver la belleza de mi jardín. Me refiero a cuando era niño.
Miley sabía por qué. 
—Por el viejo Nicholas, ¿verdad?
Nick lanzó un gruñido.
—El abuelo y yo nacimos para no entendernos —su abuelo había sido famoso por su inflexibilidad, tanto en los negocios como con la familia.
Había dirigido el rancho Doble T con mano de hierro.
—Tu abuelo era algo aparte —comentó ella.
Nick se encogió de hombros.
—Con Joe no se portaba mal, a su modo mandón, claro, pero a mí no me soportaba. Estaba seguro de que yo tenía que haber nacido de una aventura de mi madre con un forastero. Y eso de tener que criar al hijo ilegítimo de su voluble hija lo volvía loco. Es una pena que ya hubiera muerto cuando nos enteramos de la verdad —sonrió. Su abuelo había muerto cuatro años atrás y la verdad sobre su padre la habían descubierto el verano anterior—. Yo no soy más bastardo que Joe. Si yo lo soy, Joe también.
Miley pensó en aquella palabra. «Bastardo». Era una palabra fea, que ya tenía poco significado… excepto para tradicionalistas como el viejo Nicholas o Billy Cyrus…
—Nuestro padre se casó más de una vez —siguió hablando
Nick—, 
aunque todavía no sabemos con quién se casó primero.
Miley no lo escuchaba. Miraba a su hijo rodar por la hierba. Nick
siguió la dirección de su mirada.
—Perdona. No pretendía ofenderte.
Era uno de esos momentos, y había habido varios durante la velada,
en los que podía haberle dicho que Jerry era su hijo.
—No me has ofendido —repuso.
Nick la miró a los ojos.
—¿Seguro?
Miley asintió.

4 comentarios:

  1. wow se me hace que nick sospecha de mileyy
    me encantoo
    porfa siguelaaaa

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  2. NOOOOOO NO LA DEJES AHII PLIS Q ESTA SIN DUDA ES MI NOVE PREFERIDAAA. EL CAPIS ME FASINOOO SEGUILAAAA

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  3. mitchie♥ no habia tenido tiempo de comentar amiga
    pero bueno ya sabes lo que te voy a decir :D
    ME ENCANTO COMO SIEMPRE INCREIBLES LOS CAPS
    SIGELA PORFIS C:
    besos tq♥

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  4. OMJ! suuuuperrr me encanto!!!! síguela =) me encanto!

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