Entretanto, Danielle había vuelto a sentarse, recordando furiosa las últimas palabras de Kevin.
¿Por qué tenía que tratarla como si tuviera un encaprichamiento de adolescente?
— ¿Dónde está Kevin? — inquirió su madre al regresar. Era una mujer de unos cincuenta años, alta, delgada y con el cabello negro.
— Se ha marchado — masculló Danielle—. Temía que saltara sobre él y lo sedujera entre las verduras y el puré de patatas.
— ¿Qué? — exclamó Angela riéndose.
— Le da miedo quedarse a solas conmigo — farfulló su hija—. Supongo que cree que voy a dejarlo embarazado.
— Qué cosas dices, niña — la reprendió la madre—. Olvídate de él. Ya tienes un pretendiente, y no te lleva tantos años.
Danielle exhaló un profundo suspiro.
— El bueno de Randall... — murmuró con ironía—. Lástima que se le vayan los ojos detrás de todo lo que lleve faldas. Resulta difícil creer que de verdad está interesado en mí cuando no hace más que flirtear con otras chicas.
— Tiene solo veintidós años — respondió la señora Deleasa, empezando a apilar los platos —. Ya irá en serio cuando crezcáis un poco. Además, las relaciones de pareja y el matrimonio están sobre valorados.
Danielle la miró molesta.
— Mamá, solo porque lo tuyo con papá no funcionara, no quiere decir que yo no pueda ser feliz si me caso.
La mirada de Angela se ensombreció, y bajó la vista para rehuir la mirada desaprobadora de su hija mientras recogía los platos.
— Tú padre y yo fuimos muy felices al principio — corrigió—, solo que él era demasiado inquieto, y empezó a aceptar vuelos intercontinentales, y yo empecé mi negocio. Supongo que los
dos fuimos demasiado egoístas como para dar nuestro brazo a torcer — dijo encogiéndose de hombros—. Son cosas que pasan.
— ¿Todavía lo amas?
La mujer se volvió hacia ella y enarcó una ceja.
— El amor es un mito.
— Oh, mamá — volvió a suspirar Danielle. Angela se rio suavemente y meneó la cabeza.
— Sueña si quieres, hija. Yo me conformo con tener un techo sobre mi cabeza, un trabajo con el que mantenerme, y... ¿Cuándo te has comprado ese vestido? — inquirió de pronto, mirándola por primera vez.
Danielle esbozó una sonrisa picara.
— Es tuyo.
La señora Deleasa puso los brazos en jarras y torció el gesto.
— ¿Cuántas veces te he dicho que no toques mi armario?
— Solo unas doscientas — respondió Danielle con sorna —. Es que nunca me compras nada así de sexy.
— Ya, y supongo que te lo has puesto para intentar seducir a Kevin, ¿me equivoco? — Murmuró su madre—. Pues debo decirte, jovencita, que harías mejor en desistir en tu empeño. Es demasiado mayor para ti, y aunque tú te niegues en ignorar ese hecho, él es muy consciente de ello. Anda, ve a cambiarte. Te invito al cine.
— De acuerdo.
Mientras subía las escaleras, la joven se dijo que era estupendo tener a una madre con la que poder hablar como con una amiga, pero ni siquiera ella parecía tomarse en serio sus sentimientos por Kevin.
Su obsesión por él había llegado a tal punto, que le había dado la lata a su madre hasta que le había dado un puesto de administrativa en la inmobiliaria solo porque Kevin iba allí frecuentemente en busca de nuevos terrenos en los que invertir. La idea había sido que al verla más a menudo tal vez se fijaría en ella de una vez, pero no parecía que estuviera funcionando.
Sin embargo, ella no se había dado por vencida: se las apañaba para conseguir una invitación a las fiestas a las que acudía; con frecuencia se «tropezaba» con él a la hora de comer en algún restaurante, en la oficina de correos, en el supermercado... A la mayoría de la gente aquello les hacía gracia, pero Danielle se temía que estaba empezando a hartar a Kevin. ¡Si tan solo la mirara!
Al día siguiente por la mañana, cuando Kevin salía de la inmobiliaria de Angela Deleasa y se dirigía al aparcamiento, escuchó unos pasos apresurados detrás de él, pero no quiso volverse, imaginándose de quién se trataba.
— ¡Espera, por favor! — lo llamó una voz familiar.
Kevin resopló, pero se detuvo a unos pasos de su coche, y se dio la vuelta. Tal y como había supuesto, se trataba de Danielle, que llegó junto a él unos segundos después, casi sin resuello.
— ¿Ya te marchas? — Lo increpó la joven frunciendo los labios—. Has pasado por delante de mi mesa y ni siquiera me has dicho adiós.
— ¿Eso era todo? — Farfulló Kevin, sacando de su bolsillo la llave del coche—. Pues adiós.
Y le dio la espalda, para introducir la llave en la cerradura de la portezuela del vehículo. Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, Danielle se interpuso entre el coche y él.
— ¿Por qué tienes que tratarme de ese modo? — lo increpó desesperada.
— ¿Y a ti qué diablos te ha dado? — exclamó él—. No haces más que perseguirme.
— ¿Es que no te das cuenta? — Respondió ella con aire dramático—. Me muero de amor por ti — le dijo, y extendió los brazos en cruz y lo miró de un modo sensual —. ¡Tómame, Kevin, te
lo ruego, tómame, hazme el amor!
Para fastidio de la joven, el ranchero se echó a reír.
— ¿Dónde?
— Sobre el capó del coche, en el maletero... me da igual — contestó ella, sin variar aquella pose de víctima complaciente, y cerrando los ojos.
— El capó del coche cedería bajo mi peso, y tal vez tú cupieras en el maletero, pero yo lo dudo — respondió él en un tono irónico.
Danielle abrió los ojos y lo miró irritada. ¿Cómo podía mostrarse indiferente cuando ella estaba dispuesta a entregarse a él? Era casi insultante.
— ¿Sobre el asfalto? — sugirió entre dientes.
— Demasiado duro para mi gusto, me temo — murmuró él, meneando la cabeza.
— Pues sobre el césped.
— ¿Y que se nos suban encima las avispas y las hormigas?
Kevin se había cruzado de brazos y estaba observándola divertido, pero, de pronto, como si hubiera decidido cambiar de táctica para disuadirla de su impertinente coqueteo, la miró de arriba abajo de un modo que hizo que el vello de la joven se erizara.
— No hagas eso — le rogó Danielle azorada, cruzando las manos sobre el pecho, como para protegerse de su escrutinio.
— Has sido tú la que has empezado, cariño — le recordó él.
Se acercó un poco a ella, con la intención de acobardarla, de que se sintiera intimidada por su tamaño y su fuerza. Ya era hora de que se diera cuenta de que provocar a un hombre adulto podía tener serias consecuencias. Al parecer logró su propósito, porque de inmediato la expresión en el rostro de Danielle delató que no se sentía tan segura de sí misma como pretendía.
—Kevin... — musitó nerviosa.
El aparcamiento estaba desierto, y la bravata de Danielle se estaba desvaneciendo por segundos. Flirtear era una cosa, pero nunca había pensado que Kevin se fuera a tomar en serio su ofrecimiento. Lo cierto era que no estaba segura de sentirse preparada para algo así.
— ¿Qué ocurre? — La picó Kevin con una sonrisa socarrona, al ver que parecía un animalillo indefenso, asustado por los faros de un coche—. ¿Te estás echando atrás?
— Es que... estamos a plena luz del día — balbució la pobre Danielle con voz entrecortada.
— ¿Y qué? — inquirió él con voz ronca.
Esbozó una sonrisa sensual, muy masculina y arrogante, como si supiera que en ese mismo momento a Danielle le temblaban las rodillas, y los latidos de su corazón se habían disparado.
— Tengo... tengo que irme — farfulló ella, casi frenética.
Kevin sintió deseos de presionarla un poco más, no porque quisiera darle un escarmiento, sino porque aquella vulnerabilidad lo excitaba de un modo que jamás había imaginado. Sus ojos descendieron hacia los senos de la joven, tan erguidos, tan generosos... No había otra palabra para describirla más que «voluptuosa». Estaba tan bien formada, que aquellos deliciosos pechos podían colmar incluso unas manos tan grandes como las suyas. Solo en ese momento, Kevin se
dio cuenta de la dirección que estaban tomando sus pensamientos, y se abofeteó mentalmente.
¿En qué estaba pensando? Era una chiquilla, se recordó. Alzó la mirada hacia el rostro encendido de Danielle.
— Creía que querías que te hiciera el amor — le dijo en un tono que advertía peligro—. ¿Es que vas a huir antes siquiera de que hayamos empezado?
La joven tragó saliva con dificultad, y se apartó de él, dejando escapar unas risas nerviosas, y sintiéndose Como una idiota.
— Me parece que antes necesitaré tomar algunas vitaminas... para ponerme en forma — le dijo, queriendo que se la tragara la tierra—. Otra vez será.
Kevin se rió suavemente, meneó la cabeza, y entró en el coche. Una vez en su interior, bajó la ventanilla apoyó en ella el antebrazo y asomó la cabeza.
— La próxima vez, asegúrate de que sabes lo que estás pidiendo — le dijo mirándola muy serio—. Pocos hombres rechazarían una oferta tan descarada.
— No estaba haciéndote ninguna oferta — masculló ella enfurruñada—, solo estaba picándote un poco.
— Pues esa clase de jueguitos pueden ser peligrosos. Si quieres practicar, hazlo con Randall. Está casi tan verde como tú.
— Tal vez lo haga. Al menos él me desea — farfulló ella despechada.
Randall era un joven estudiante de medicina que estaba haciendo las prácticas en el hospital de Jacobsville, y con el que había salido unas cuantas veces, aunque no había nada serio entre ellos.
— Pues que bien — contestó Kevin con despreocupación—. ¿Vas a tu casa?, ¿quieres que te deje allí? — inquirió al observar que Danielle tenía colgado el bolso.
— No, gracias — farfulló ella—. He quedado para comer con una compañera — mintió. Se despidió con un ademán de la mano, y se alejó hacia el edificio de la inmobiliaria.
Escuchó a sus espaldas cómo Kevin arrancaba el coche y salía del aparcamiento, pero no se volvió. No quería que viera las lágrimas en sus ojos. Kevin le había dado una lección, le había demostrado que en muchos aspectos aún no había crecido. Había flirteado descaradamente con él, pero cuando él le había respondido, se había quedado paralizada. Kevin era experimentado y
ella no. No, no sabía cómo comportarse con un hombre adulto, no conocía las reglas del juego. Se había puesto en ridículo a sí misma.
hola hoy subire tres capis uno de tres novelas
gracias por sus coments las quiero ;)♥
aww pobre Dani, ese Kevin debería aunque sea darle una oportunidad, bien dicen que para el amor no hay edad, me encantan tus novelas :)
ResponderEliminaraww pobre danielle
ResponderEliminary kevin es o es mas duro que joe...
y yo que pensaba que joe era el mas
duro de los jonas y kevin divertido
please siguelaaa este kevin duro
me agrada ...
aunque pobre danii lo k sufre
por amarlooo