domingo, 8 de julio de 2012

A Great Love cap.1




A Kevin Jonas no le molestaba especialmente tener que haber ido a cenar aquella noche a casa de la señora Deleasa, ni la conversación de negocios que tuvo lugar a continuación. Lo que le molestaba, era tener a la hija Danielle, sentada frente a él observándolo con adoración.
Danielle Deleasa a sus veinte años, era una joven verdaderamente escultural: morena, ojos marrones, marcadas curvas y piernas larguísimas y bronceadas. Sin embargo, Kevin era incapaz de
obviar el hecho de que apenas había dejado atrás la adolescencia, y se empeñaba en ignorarla, consiguiendo solo que Danielle se volviera aún más tenaz en sus intentos de lograr que se fijara en
ella.
Kevin era muy consciente de la considerable diferencia de edad entre los dos, ya que él contaba treinta y cuatro años, y tenía demasiadas preocupaciones como para prestar atención a lo
que para él eran sólo flirteos descarados de una chiquilla. Era el mayor de cuatro hermanos, y el único que permanecía aún soltero, con lo cual, la mayor parte de la responsabilidad del rancho
familiar y el cuidado de su madre recaían sobre él. Su vida era un cúmulo de problemas con el ganado, los peones, y las finanzas del rancho, y Danielle era la gota que colmaba el vaso.
Sobre todo, se dijo, ataviada con aquel vestido azul, sin manga, y con un escote, que mostraba demasiado de su dorada piel y sus generosos seños.
¿Acaso a su madre no le importaba que fuera de esa guisa? Kevin se preguntó si Angela Deleasa se habría dado cuenta de lo rápido que estaba creciendo su hija.
Lo cierto era que nadie parecía tener tiempo para Anna. Podría decirse incluso que había sido Lori, el ama de llaves de los Deleasa, quien había criado a Danielle. Sus padres se habían separado hacía años, y él, que era piloto comercial, se había trasladado a Atlanta, Georgia, mientras que Angela siempre estaba ocupada con su negocio de venta inmobiliaria.
En ese momento sonó el teléfono, y Angela se excusó para ir a contestarlo, dejando a un incómodo Kevin a solas con Danielle.
— ¿Puedo saber por qué llevas tanto rato mirándome con esa cara de furia? — inquirió Anna frunciendo el entrecejo. Se había hecho un recogido, y le daba un aire muy maduro y sofisticado a pesar de su edad.
— Porque ese vestido es demasiado atrevido, por eso— le contestó Kevin con aspereza. No solía ser así con los demás, pero la atracción de Danielle hacia él lo irritaba, y sin percatarse la
trataba con cierta brusquedad—. Tu madre no debería comprarte cosas así.
— No me lo ha comprado— respondió Danielle con una sonrisa traviesa—, es suyo. Se lo he tomado prestado, pero estoy segura de que ni siquiera se ha dado cuenta de que lo llevo puesto.
Ya sabes lo poco que se fija en nada. Solo piensa en los negocios.
— En cualquier caso, ese vestido es demasiado adulto para ti— insistió Kevin en un tono condescendiente—. Deberías llevar cosas más... apropiadas para tu edad.
Danielle suspiró hastiada y lo miró pensativa antes de bajar los ojos hacia la mesa.
— ¿De verdad te parezco joven, Kevin?
— Te llevo quince años, pequeña— le dijo él con cierto humor, como si fuera algo evidente —. Sí claro que me pareces joven.
Los ojos marrones de Danielle no se despegaron de sus manos entrelazadas.
— Mamá va a dar una fiesta el viernes por la noche, para celebrar la apertura de ese centro comercial— le dijo de repente—. Ya sabes, ese que han construido sobre los terrenos que ella les
vendió— añadió— ¿Vas a ir?
— Joe y Demi puede que asistan— murmuró él desinteresado—. Yo soy un hombre ocupado.
La joven buscó sus ojos negros sin darse por vencida.
— Al menos podrías bailar un baile conmigo. No te mataría ¿sabes?
Kevin se limpió los labios con la servilleta y la colocó junto al plato, poniéndose de pie. Era un hombre altísimo, un verdadero gigante, de brazos y piernas musculosas, ancho tórax y estrechas
caderas.
— Me tengo que ir ya.
Danielle se levantó también.
— ¿Tan pronto?
— Tengo muchas cosas que hacer.
— Mentira— farfulló Danielle frunciendo los labios—, Lo que pasa es que no quieres quedarte a solas conmigo — dijo—, ¿De qué tienes miedo, Kevin, de que vaya a saltar sobre ti y te viole
encima de la mesa?
Kevin enarcó una ceja divertido.
— Exacto, no quiero acabar con toda la espalda de la camisa manchada de puré de patata.
Danielle resopló irritada.
— ¿Por qué nunca me tomas en serio?
Kevin no respondió a eso, sino que se puso su sombrero y se despidió:
— Dile a tu madre que mañana me pasaré por su oficina.
— ¡Kevin! — Gimió ella desesperada—. ¿Por qué no me escuchas? Podrías estar partiéndome el corazón y tú ni te enteras.
— A nadie se le parte el corazón — respondió él con una sonrisa burlona—, y menos aún a tu edad.
— No es cierto — se obstinó ella—. Al menos podrías darme un beso de despedida.
— Eso se lo dejo a Randall — contestó él—, que todavía está en la edad de experimentar, igual que tú.
— Ya, ¿y tú que eres?, ¿Un viejo carcamal?
Kevin se echó a reír.
— A veces me da esa impresión — admitió—. Buenas noches, pequeña.
Danielle se sonrojó de ira.
— Deja de llamarme pequeña, no soy una chiquilla.
— Para mí lo eres — respondió él girándose sin mirarla —. Dale mis disculpas a tu madre y dile que gracias por la cena.
Y antes de que Danielle pudiera decir nada, salió por la puerta.
Lo peor, se dijo mientras cerraba tras de sí, era que se sentía terriblemente atraído hacia ella. De hecho, estaba convencido de que corría peligro real de enamorarse de ella pero aquello
era imposible: ella era muy joven, estaba en esa edad en la que uno se enamora y desenamora con facilidad, y seguramente sería virgen todavía.
Kevin estaba marcado por un breve romance que casi había acabado en tragedia por culpa del deseo irrefrenable que había sentido por la chica en cuestión. Louisa, que así se llamaba,
había sido casi tan joven como Danielle, y muy inocente. Siendo un hombre tan grande, a ella le había entrado verdadero pánico al verlo desnudo y excitado, y aunque la había tratado con
dulzura, intentando tranquilizarla, pronto el deseo hizo presa de él, y llegó un momento en que perdió el control sobre sí mismo. Louisa lloraba histérica, forcejeando, pero él era demasiado fuerte y pesado para que ella pudiera quitárselo de encima, y Kevin estaba tan encendido por la pasión que a punto estuvo de forzarla sin darse cuenta. Por fortuna no fue así, pero ella creyó que lo había hecho a propósito, y rompió al instante su relación con él, llamándolo bestia y animal.
Aquello lo había herido profundamente, hasta el punto de que desde entonces solo había salido con mujeres experimentadas.
Lo cierto era que su estatura siempre lo había acomplejado un poco, y desde la escuela se había granjeado una fama inmerecida de pendenciero solo porque salía en defensa de los más débiles. Sin embargo, sí era cierto que cuando se enfurecía no era consciente de su propia fuerza, y aún estaba fresco en la memoria de los habitantes de Jacobsville un incidente que había mandado con un peón del rancho al hospital.
No, no quería que se repitiese con Danielle la historia de Louisa. Mejor quedarse con las mujeres experimentadas, que no tenían miedo de él.





Bueno niñas iniciando las nuevas noves esta es la primera vez qe empiezo una qe nosea Niley♥ o Jemi♥
espero os guste ;)


3 comentarios:

  1. Sabes una cosa, amo Kenielle...
    Aunque son y serán la relación mas real de los Jonas, me gusta leer de ellos. son tan perfectos
    Me encanto amiga!

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  2. OMGGG! me encantan, pobre Danielle, Kevin haciéndola sufrir, aunque en la vida real sabemos que Kevin no vive sin ella :), me encantan!

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