sábado, 21 de julio de 2012

A Great Love cap.4




Aquello fue como una puñalada para Danielle, pero salvó su orgullo esbozando una sonrisa y haciendo un comentario intrascendente. Kevin ya le había dejado bien claro que no estaba interesado en ella, pero el que hubiera decidido ir a la fiesta de su madre con la que había sido una de sus más sonadas conquistas, era algo cruel.
Nina Ray, que había crecido en Jacobsville, se había convertido en una modelo famosa, y Danielle sabía que Kevin había estado saliendo con ella un par de años atrás, pero no había esperado que fuera a llevarla esa noche de acompañante.
Joe y Demi se disculparon para saludar a unos conocidos, y Danielle se quedó de nuevo con Randall, hecha un manojo de nervios, mientras él se dedicaba a seguir engullendo y a mirar
con descaro a las féminas que se acercaban a la mesa de los aperitivos.
Minutos más tarde hacían su entrada Kevin y Nina, y Danielle no pudo evitar fijarse en el modo empalagoso en que ella le sonreía. Era obvio que estaba esforzando mucho por reavivar los rescoldos de lo que había habido entre ellos.
Danielle fue a servirse un poco más de ponche, resuelta a no girarse hacia la entrada del jardín.
No iba a darle a Kevin esa satisfacción. Sin embargo, de repente...
— Me muero por beber algo — dijo una voz femenina detrás de ella—. ¡Ah, pero si es la pequeña Danielle! 
La joven se volvió algo sobresaltada, y esbozó una sonrisa de circunstancias con dificultad. Iba a hacerle pregunta de cortesía, pero Nina no le dio tiempo. — Cielos, qué calor hace, ¿verdad? ¿Esto es ponche? Espero que esté bien frío. 
Kevin ha tenido que aparcar casi al
lado del estanque, y tengo los pies hecho añico de tanto caminar.
— Pues no sé por qué, después de tanto andar arriba y abajo por las pasarelas se supone que debías estar acostumbrada — le espetó Kevin, apareciendo a su ludo.
Danielle giró un instante el rostro al oír su voz, pero no se atrevió a mirarlo a los ojos, y rápidamente se volvió de nuevo hacia Nina, observando con envidia su traje de diseño blanco y negro, que hacía que los de las demás invitadas pareciesen harapos.
— Estás increíble — le dijo Danielle con sinceridad—. Y según he oído, te van muy bien las cosas.
— Bueno, no puedo negar que he tenido algo de ayuda — admitió Nina.
Y alzó el rostro hacia Kevin con una confianza en sí misma y un aire tan sensual, que Danielle apretó los dientes llena de frustración. Ella nunca sería capaz de mirar a un hombre de ese modo.
— ¿Dónde está tu madre? — le preguntó Kevin.
— Por ahí, entre la gente — respondió Danielle sonriendo y encogiéndose de hombros—. Yo misma hace rato que no la veo. Es la estrella de la noche.
— Se lo merece — dijo él—. Además, ese centro comercial generará muchos puestos de trabajo, fomentará el consumo...
— Y supondrá más ingresos para el ayuntamiento por los impuestos sobre los locales — intervino Randall con sorna, acercándose a ellos —. El alcalde aprueba cualquier cosa con tal de llenar las arcas — como atraído por un imán, se volvió de inmediato hacia Nina—. Debo decir que es usted muy hermosa, una verdadera encarnación de Venus. 
Danielle contuvo el deseo de darle un capón. Y pensar que a ella le había dicho «no te queda mal ese vestido»...
— Vaya, gracias — murmuró Nina divertida—. ¿Quién es este galante caballero? — le preguntó a Danielle.
— Randall Wayne — se apresuró a presentarse él mismo, antes de que la joven pudiera abrir la boca. Tomó la mano de Nina en la suya y la besó—. Encantado, señorita Ray.
El rostro de la modelo se iluminó de placer.
— ¿Me conoce?
— Todo el mundo la conoce — respondió él, adulador—. Su foto sale a menudo en la portada de las revistas.
— Bueno, sí — admitió Nina con falsa modestia—, como le estaba diciendo a Danielle, mi carrera ha despegado definitivamente desde que Kevin le hablara de mí a un amigo que tiene en la agencia para la que trabajo ahora.
Kevin estaba tratando por todos los medios de no prestar atención a Danielle, pero hasta el momento no había hecho más que fracasar miserablemente. Aquel elegante vestido plateado insinuaba demasiado, y retaba su precioso bronceado color miel.
— ¡Oh, esta canción me encanta! — Exclamó Nina entusiasmada cuando la orquesta empezó a tocar otra pieza—. Kevin, vamos a bailar.
Lo agarró de la mano y lo arrastró a la pista de baile dejando a Randall embelesado y a la pobre Danielle soplando de frustración.
— Este ponche está algo flojo — escucharon decir a uno de los invitados detrás de ellos. Se volvieron, pero antes de que ninguno pudiera evitarlo, el hombre vació en el recipiente el contenido una petaca que se había sacado del bolsillo interior de la chaqueta.
— Eso es, mucho mejor — murmuró tras removerlo servirse un poco.
Danielle observó la escena con una sonrisa maliciosa. Sabía de cierto invitado a quien aquello lo habría enfurecido. Por suerte, sin embargo, a Kevin no le gustaba el ponche, así que no se daría
cuenta. Kevin odiaba el alcohol, y Danielle recordó en ese momento una anécdota que había circulado hacía tiempo, sobre cómo Kevin había llevado a la cocina una copa de vino que le habían servido por error en una cena en casa de Justin y Selena Bieber.
— Oh, sí, yo también lo había oído — dijo Randall cuando se lo comentó —. Y hablando de Justin y Selena... Tuve la más ridícula de las discusiones el otro día con mi vieja tía. Estaba empeñada en que tenían tres hijos cuando todo el mundo sabe que solo tienen dos.
— Tu tía tiene razón — replicó Danielle riéndose—. Tuvieron otro hace unos meses.
— ¿Otro? — exclamó Randall atónito—. Demonios, con esto de los exámenes no me entero de nada.
— Ya vez.
— Bueno, eso prueba que donde hay amor ningún obstáculo es insuperable.
— Supongo que sí — murmuró ella, sintiéndose apesadumbrada de nuevo al pensar en Kevin.
Involuntariamente, sus ojos lo buscaron en la pista de baile. No le costó atisbarlo, ya que, por su estatura destacaba entre los demás. La hermosa Nina estaba literalmente colgada de él, moviéndose de un modo sensual al ritmo de la suave música, mientras él le rodeaba la cintura con los brazos. Danielle exhaló un profundo suspiro, deseando poder ser la modelo en ese momento.
Estaba tan atractivo vestido de esmoquin... Kevin sintió su mirada sobre él, y de pronto sus ojos se encontraron en la distancia. Fue como si lo golpeara un rayo. Todo su cuerpo se puso tenso, y
frunció el entrecejo contrariado. Otra vez ella, mirándolo con ojos de cordero degollado. Era como una niña que hubiera encontrado un paquete de cerillas y estuviera jugando con ellas. No se daba
cuenta de hasta qué punto lo afectaban sus miradas, su ingenuo coqueteo. Debía estar empezando a vislumbrar sus poderes de seducción, y los estaba esgrimiendo con él para experimentar. Sí, eso era lo que estaba haciendo.

Apartó la mirada de ella, y se inclinó para besar a Nina, haciéndolo de un modo rudo y apasionado.
Nina estaba sin aliento cuando despegó sus labios
— ¿Por qué no vamos a mi apartamento... allí podremos estar a solas?— le sugirió en un tono seductor.
Kevin sacudió la cabeza.
— Sería muy desconsiderado que nos fuéramos antes de que Angela dé su discurso — le dijo con humor forzado.
Nina suspiró.
— Corrígeme si me estoy volviendo paranoica, pero me da la impresión de que me has traído para poner celosa a cierta jovencita — murmuró mirándolo a los ojos— Eso, o para usarme como camuflaje para escapar de ella porque desde luego es obvio que sigues sin querer nada conmigo. Hacía siglos que no me llamabas.
— He estado ocupado — farfulló él.
— Ya seguro — asintió Nina con ironía—. A mí no puedes engañarme, Kevin. De hecho, he oído que últimamente apenas sales por ahí. Oh, sí, aunque estoy siempre fuera, todavía tengo
amistades aquí en Jacobsville que me mantienen al día sobre quién está con quién — aclaró al ver la expresión sorda en el rostro de él—. Los rumores que corren sobre ti dicen que Danielle ha estado
persiguiéndote a todas partes.

Kevin resopló.
— Bueno, eso no lo puedo negar.
— Humm... Así que ese es el motivo por el que me has invitado a esta fiesta — concluyó ella con una media sonrisa—. Y probablemente también el motivo por el que me has besado. Bueno,
no importa, no pongas esa cara de culpabilidad — le dijo riéndose—. Si necesitas protección, aquí me tienes. Lo haré... por los viejos tiempos.
— Vaya, eres muy generosa — murmuró él divertido.
— Tú lo has sido conmigo — contestó Nina poniéndose seria por un instante—. No es molestia, te ayudaré a quitarte de encima a esa  chiquilla.
A Kevin no le gustó demasiado cómo había sonado aquello. Nina hacía que pareciese que Danielle era una lapa.
— No es más que una niña — murmuró Nina, observando a Danielle, que estaba de espaldas, al lado de Randall, aún junto a la mesa de los aperitivos—. ¿Crees que acabará casándose con ese estudiante de medicina?
— Me da igual lo que haga — masculló Kevin.
Pero era mentira. Lo cierto era que nunca había considerado a Randall como una amenaza para la inocencia de Danille, pero últimamente estaba pasando demasiado tiempo con él, y el
donjuán de tres al cuarto era cada vez más fresco y atrevido.
— Seguro que se casan. Ella tiene una buena posición social, y dinero, o su madre, mejor dicho — murmuró Nina pensando en voz alta—, pero para el caso es lo mismo, porque él necesitará más que un título para establecerse como médico y...
— Danielle no se dejará embaucar de ese modo — la cortó él.
— Cariño, es una adolescente — replicó Nina en un tono condescendiente —. ¿Qué puede saber de los hombres? Además, seguro que es virgen.


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