Danielle pasó la noche fatal, y no solo por los efectos del alcohol. El que Kevin hubiera llevado a Nina a la fiesta para desalentarla le había abierto los ojos a la realidad, y la realidad muchas veces
no era agradable.
«Pues por mí de acuerdo», se dijo, tratando de dejar de pensar en ello. Si tan desesperado estaba por escapar de ella como para arrojarse en brazos de un antiguo amor, iba a demostrarle
que había captado el mensaje, y que no iba a ser tan inmadura como la creía, pataleando por no haber conseguido su atención, era el momento de retirarse, algo que debería haber hecho hacía
tiempo, porque en el fondo había sabido que nunca se tomaría sus sentimientos por él en serio.
A la mañana siguiente, trenzó su largo y rubio cabello se puso unos pantalones cortos, una camiseta, y salió al jardín con su caballete. Le encantaba pintar y, era una afición que la relajaba, le ayudaba a sacarse un dinero extra, ya que había conseguido vender a vecinos y conocidos algunos paisajes.
Aunque era sábado, su madre estaba en la inmobiliaria. Muchas veces trabajaba los siete días de la semana, y Danielle se preguntaba si no sería para llenar el vació que su padre había
dejado en su vida al marcharse.
Lo cierto era que ella no entendía cómo podía gustarle el trabajo que hacía. A ella el estar todo el día frente a un ordenador le resultaba tan aburrido... De hecho, llevaba semanas pensando
en buscar otra cosa. En ese momento con el pincel en la mano se le ocurrió que tal vez pudiera preguntarle al señor Taylor, el dueño de la galería de arte de Jacobsville, si no podría darle un empleo.
Necesitaba alejarse del negocio de su madre más que nunca, porque si seguía trabajando en la inmobiliaria seguiría viendo a Kevin y atormentándose por lo estúpida que había sido.
Habiéndosele pasado la resaca, estaba empezando a pensar con más claridad, y a considerar lo ocurrido con algo más de objetividad. Pobre Kevin, ciertamente debía de haber estado muy desesperado para llevar a la fiesta a un antiguo amor.
El paisaje en el que estaba trabajando era un campo de girasoles recortados contra un cielo azul y suaves nubes blancas. Como modelo para las flores estaba usando un par de enormes
girasoles que había en uno de los parterres. Era un cálido día de verano, soplaba una ligera brisa, y el sol brillaba sobre ella.
De pronto, sin embargo, algo irrumpió en aquel paraíso de paz. Danielle escuchó el ruido de un coche deteniéndose en la parte delantera de la casa, y al cabo de unos segundos como se cerraba la puerta del vehículo. No alzó la cabeza de la pintura. Era casi la hora de almorzar y estaba esperando a su madre. Debía ser ella.
— ¡Estoy aquí fuera, en el jardín! — La llamó cuando oyó pasos en el interior de la casa—. Si quieres puedes ir comiendo. Lori dejó preparada ayer ensalada de pasta. Está en el frigorífico.
Yo iré dentro de un rato. Quiero terminar esto antes.
La persona que acababa de llegar salió al jardín por la puerta abierta, pero las pisadas eran demasiado pesadas como para ser las de una mujer. Danille se volvió, y se encontró con Kevin allí
de pie.
— ¿Dónde está tu madre? — inquirió él sin más preámbulos.
— Si no está en la inmobiliaria, supongo que estará camino de aquí — respondió ella.
— Me acabo de pasar por su oficina, porque se suponía que me iba a dejar un folleto sobre un terreno, pero la secretaria ya se marchaba y me dijo que tu madre no había dejado nada en su
mesa. ¿No te lo habrá dejado a ti, verdad?
— No — negó Danielle, trazando con el pincel por tercera vez un pétalo, en un intento por ignorar el ruido de su corazón, resquebrajándose—. Si quieres esperarla, pasa al salón y siéntate.
Danielle estaba tan distante que Kevin se sentía como un extraño.
— ¿Qué?, ¿No vas a pedirme que te haga el amor entre los girasoles? — la picó.
— He decidido madurar — le contestó ella sin mirarlo— Lo de perseguir a hombres que no quieren nada de una es para las adolescentes. A partir de ahora iré detrás de aquellos con los que
tenga alguna posibilidad.
— ¿Cómo Randall? — preguntó él, torciendo el gesto,
Danielle se encogió de hombros.
— ¿Por qué no? — le espetó. La actitud de la joven estaba empezando a preocupar a Kevin.
— No sabía que pintaras — comentó, apoyándose en la valla que rodeaba el jardín.
— Dado el poco interés que te has tomado en mí hasta ahora no me sorprende — murmuró ella imperturbable, untando de pintura el pincel en la paleta— No tienes que preocuparte, no te molestaré más — le dijo mirándolo por primera vez—, anoche capté el mensaje. Si has venido para recalcármelo, no hacía falta— dijo esbozando con dificultad una sonrisa— siento haber hecho
tu vida tan difícil. No volveré a avergonzarte más, te lo prometo.
Kevin se sentía vacío. ¿Qué había sido de la Danielle que había conocido? ¿Acaso había crecido de la noche a la mañana? La observó en silencio un buen rato.
— ¿Vas a ir tu madre y tú a la barbacoa de los Bieber la semana que viene? — le preguntó.
— No lo sé — respondió ella vagamente. ¿A qué venia eso de repente?—. ¿Vas a ir tú?
— Sí, bueno...
— Entonces yo no iré — lo cortó ella tajante.
— ¿Porqué?
— No quiero entrometerme más en tu vida social. No me extraña que últimamente salieras tan poco. No tenía ni idea de lo difícil que te estaba poniendo las cosas hasta que anoche llegaron a mis oídos las habladurías de la gente sobre mi conducta.
Kevin abrió la boca para decir algo, pero antes de que pudiera hacerlo apareció la señora Deleasa.
— ¡Ah, estás aquí, Kevin! — lo saludó riendo—. He traído el folleto conmigo, iba a acercarme ahora a llevártelo, pero te me has adelantado — le dijo. Se volvió hacia su hija—. Danielle, ¿está lista
la comida?
— Lori dejó preparada ensalada de pasta. Está en el frigorífico — contestó ella.
— Bueno, pues vamos a comer, anda.
— Ya iré luego — respondió la joven—. Quiero terminar esto mientras aún tenga la luz adecuada.
— ¡Artistas! — Suspiró Angela, mirando a Kevin y encogiéndose de hombros con una afable sonrisa—. ¿Quieres quedarte a almorzar conmigo ya que Danielle está tan excéntrica?
Kevin la miró vacilante, observando el perfil de la joven por el rabillo del ojo.
— Emm... no, gracias, la verdad es que tengo muchas cosas que hacer todavía. Nos ha llegado una partida de ganado hoy, así que todo el mundo está en los campos, echando una mano — mintió. En realidad ya habían terminado antes de que él se marchara, pero la actitud de Danielle no lo hacía sentirse precisamente bienvenido.
— Bueno, dentro de unos años contaréis con muchas más manos — dijo la señora Deleasa riéndose—, con todos esos sobrinos y los que aún quedan por llegar...
— Cierto — asintió él abstraído, tomando el folleto que le tendía la madre de Danielle—. Le echaré un vistazo a esto y lo consultaré con Joe y los otros antes de darle una respuesta.
— Estupendo. ¿Seguro que no quieres quedarte a almorzar?
Kevin esperaba que Danielle dijera algo, que secundara la proposición de su madre, pero no lo hizo. No dijo nada, ni lo miró, así que finalmente meneó la cabeza, dio las gracias a la señora
Deleasa y se excusó.
Cuando se hubo marchado, Angela miró a su hija con curiosidad.
— ¿Habéis discutido Kevin y tú? — inquirió suavemente.
— Por supuesto que no — contestó Danielle. Se giró hacia su madre y esbozó una sonrisa de que todo estaba bien-. Es solo que he decidido dejar de hacerle la vida imposible. Ha debido ser
agotador para él tener a una chiquilla pegada a sus talones todo el día.
— Estoy segura de que Kevin comprende que esto es una fase por la que estás pasando, cariño — dijo su madre tratando de animarla. Sin embargo, aquello solo consiguió herir más a Danielle—. Lo que ocurre es que es de esos hombres que jamás se casan. Aunque tuvieras unos años más, eso no supondría ninguna diferencia.
— Sí, tienes razón — murmuró Danielle, apretando los dedos en torno al pincel para ocultar su ligero temblor.
— Bueno, de todos modos debe sentirse aliviado de que hayas decidido poner fin a tu «acoso y derribo» — dijo su madre riéndose—. La verdad es que en algunos momentos has llegado a ser realmente persistente.
Danielle forzó una sonrisa para ocultar hasta qué punto le dolía que su propia madre no la comprendiera.
Volvió el rostro hacia el lienzo.
— Supongo. Parecía aliviado, sí.
Angela asintió, pero la mirada que cruzó por sus ojos antes de ir dentro era de preocupación.
La reacción de Kevin había denotado cualquier cosa menos alivio. Tenía impresión de que la nueva actitud de Danielle lo había sorprendido. Tal vez se estaba equivocando con los dos. ¿Sería
verdadero amor lo que Danielle sentía por él? ¿Sentiría él algo por ella, y quería ocultarlo a toda costa?
MURIENDO NUEVAMENTE EN 5... 4... 3... 2... 1...
ResponderEliminarHAHAHAHAHA
SUBI DE ESTA POR MI.
YA SE QUE CASI TODAS LAS LECTORAS DE BLOGGER AMAN A NILEY MAS QUE A JEMI
Y A KENIELLE NI LO TIENEN EN CUENTA PEROOOO YOOO...
YOOO
CARAJO
HAAJAJAJAHAJAA
AMOOO A KENIELLE CON EL ALMA!
ENSERIO
ME ENCANTOOO
:)
wow me estoy poniendo al corrienteee
ResponderEliminarme encantoooooo
please siguelassssssssss