domingo, 29 de julio de 2012

The Ex-Boyfriend Of His Sister cap.6








La furgoneta con la televisión, el vídeo y el equipo de música llegó a casa de Joe a las nueve y cuarto del lunes por la mañana. Joe les dijo que lo metieran todo en la casa. Les indicó el lugar donde quería la enorme televisión, pero les dijo que dejasen el resto de las cosas en medio de la habitación. Cuando se marcharon, abrió las cajas y procuró extender el embalaje por toda la habitación. Quería dar la impresión de que había intentado hacer algún progreso en montarlo todo, pero que no había sabido hacerlo.
Confiaba en que Demi no se parase mucho a pensar en todo aquello, porque si lo hacía, empezaría a preguntarse cómo un hombre capaz de diseñar un moto es incapaz de conectar su vídeo a la televisión.
Cuando Demi llegó, se encontró a Joe sentado en el suelo del salón, rodeado de cajas a medio abrir y trozos de poliestireno y embalajes de plástico, leyendo lo que debía ser un manual de instrucciones. Detrás de él asomaba una televisión de pantalla gigante.
-Gracias a Dios que estás aquí -dijo al verla.
Demi sintió que el estómago le daba vueltas mientras se quitaba el chaquetón y lo colgaba detrás de la puerta.
-¿Qué pasa? -preguntó, intentando que su voz pareciese fría y profesional.
Joe cerró el libro de instrucciones y se lo tendió.
-Socorro.
Era el manual de instrucciones del vídeo.
-Podrías empezar por leerlo -sugirió con sequedad.
Él frunció el ceño.
-No te hagas la lista -bromeó-. ¿Estás aquí para trabajar, o para reírte de mí?
Una vocecita interior le pinchó para que le contestase al hilo de lo que él le había dicho, pero decidió seguir manteniendo el tono profesional y distante tal y como se había prometido hacer.
-¿Qué quieres que haga?
-Siéntate -dijo, dando unas palmadas en el suelo junto a él.
Demi dudó un instante. No sabía si debía sentarse tan cerca de él pero si no lo hacía, pensaría que la ponía nerviosa, y ella no se ponía nerviosa con él. De ninguna manera.
-Toma -dijo, mostrándole el manual-. Ten y haz algo con él.
Demi tomó el manual y se sentó junto a él.
-Dios mío -murmuró él.
-¿Qué?
-Nada, nada. Sólo era un deseo.
Demi sabía que no debía preguntar, pero lo hizo de todas formas.
-¿Y qué deseabas?
-Poder levantarme de aquí con la décima parte de la facilidad con la que tú te has sentado.
-¿Quieres que te ayude a levantarte.
-Todavía no. Me está costando trabajo, pero ya voy acostumbrándome.
Estando tan cerca, Demi se dio cuenta de que tenía puntitos dorados en el centro de sus iris color del terciopelo marrón. También tenía un hoyuelo en la barbilla, y tenía la impresión de que antes su tabique nasal había estado más recto. Debía habérselo roto saltando de un edificio para alguna película o a lomos de un toro salvaje en un rodeo.
-¿Y por qué te has sentado si sabías que luego ibas a tener problemas para levantarte?
-Tengo que hacer cosas difíciles si quiero que vuelvan a ser fáciles después.
-¿Volverá a resultarte fácil con el tiempo?
-Es relativo. Nunca podré correr la maratón, si es eso a lo que te refieres.
Los dos estaban sonriendo, y Demi tuvo que recordarse una vez más que estaba allí para trabajar y no para hablar de los cambios que aquel accidente había provocado en su vida. Entonces volvió a mirar el folleto. En aquella página había un diagrama con las conexiones del vídeo, un diagrama que, por cierto, era bastante fácil. Miró a Joe para decirle que esa tarea era pan comido, pero algo completamente distinto le salió de entre los labios.
-¿Ha sido muy duro para ti?
Él le contestó con sinceridad.
-Sí, y en muchos aspectos distintos. Pero de todas formas, había llegado el momento de cambiar, ¿sabes?
-¿Y eso?
-Bueno, a veces, durante lo últimos años, me he preguntado qué demonios quería demostrar. Poner mi vida en peligro para saltar una pirámide de sesenta coches con una Harley rediseñada empezó a parecerme más estúpido que heróico. Y el accidente en Mirage fue muy fuerte. Muchas veces me había roto huesos, pero no de aquella forma. Me pasé seis meses y medio tumbado boca arriba o en una silla de ruedas.
Demi pensó en su propio cuerpo, capaz y fuerte. Dependía de él por completo. ¿Cómo se sentiría si tuviese que estar inmóvil durante seis meses? Pues no muy bien. Nada bien.
-Supongo que te volviste medio loco.
-Sí. Podría decirse que sí -contestó, sonriendo de medio lado.
Demi se lo quedó mirando. Tenía una boca grande y de labios bien dibujados, y tenía una pequeña cicatriz en el labio superior, casi con la forma de un relámpago.
-¿Qué es eso? -le preguntó, señalando la cicatriz. Estuvo incluso a punto de rozarlo, pero se detuvo a tiempo.
Joe se rozó la cicatriz con los dedos y arqueó las cejas.
Ella asintió.
-Un novillo me enganchó. Fue cuando todavía participaba en los rodeos.
-¿Con un cuerno, quieres decir?
-Sí. Me lo partió en dos. Pero de eso hace ya quince años. Casi no se ve ya -dijo, y se acercó para que pudiera verlo mejor.
Demi se acercó, aunque podía verlo perfectamente bien desde donde estaba. Los puntitos dorados parecían bailarle en los ojos y le gustaba su olor, un olor a limpio y a algo más, parecido al olor del cedro, fuerte y seco.
Justo en ese momento, alguien llamó al timbre.
Demi retrocedió inmediatamente y enrojeció hasta la raíz del pelo.
-Yo... eh...
Pero a Joe no parecía preocuparlo en absoluto.
-Estupendo. Debe ser el equipo para el gimnasio.
Demi decidió hacer lo mismo. Al fin y al cabo, si él pensaba que no había ocurrido nada, entonces es que en realidad, nada había ocurrido, ¿no? Se había acercado a él para ver mejor la cicatriz, eso era todo.
- me ayudas a levantarme de aquí -dijo él-, o abres tú la puerta. ¿Te importa?
-Claro que no. Yo abro.
Se puso de pie y voló a abrir la puerta.
Efectivamente era el equipo para el gimnasio. Como Joe tenía que firmar la nota de entrega y decirles dónde quería que lo dejasen, lo ayudó a levantarse en cuanto hubieron entrado los hombres del reparto.
La zona de estar de la casa estaba en el piso de arriba, incluyendo el enorme dormitorio principal. En la planta baja había una habitación central de la cual salían otras tres habitaciones bastante grandes y dos baños. Una de esas habitaciones estaba destinada a ser el gimnasio, ya que tenía las paredes cubiertas de espejos. El equipo tenía que ir allí.
Una vez hubieron descargado todo, resultó que los hombres que los traían estaban perfectamente preparados para dejarlo todo montado, así que Demi dejó a Joe supervisándolos y ella subió a la otra planta para conectar todos los aparatos electrónicos que la esperaban allí.
A las una del mediodía, los hombres se marcharon y Demi tenía ya el caos de la primera planta bajo control. Le mostró a Joe cómo manejar todos sus juguetes electrónicos, aunque le advirtió que sólo podría conectar con unas cuantas cadenas públicas hasta que instalase la antena parabólica de la que le había hablado. Él le contestó que la antena iban a traérsela aquella misma semana.
-Y vamos a comer. Me muero de hambre.
-Yo tengo un sandwich en el camión -contestó ella-. ¿Pero es que no hemos terminado por hoy?
-Falta la leña. Me gusta encender el fuego, sobre todo por la noche. Y me parece que he usado casi toda la que me cortaste el viernes.
Por parte de Demi, no había ningún problema. Cuantas más horas, más dinero.
-Voy a comer y después...
-¿Qué quieres decir con que te vas a comer? -Ya te lo he dicho. Tengo un sandwich en...
-¿A que es de mantequilla de cacahuete y jalea? Ella se puso a la defensiva.
-¿Y qué pasa con la mantequilla y la jalea?
-Así que es mantequilla de cacahuete y jalea -parecía ridículamente orgulloso de haberlo adivinado-. Lo sabía. Y olvídate de eso. No vas a sentarte ahí fuera a comer en tu furgoneta y a helarte de frío.
-Qué tontería. No hace tanto frío, y además, me gusta la mantequilla de cacahuete y la jalea.
-Muy bien. Guárdatelo para más tarde. Ahora haré yo la comida.
-Pero es que...
-Deja de discutir. El jefe soy yo, y no hagas una montaña de un grano de arena, ¿de acuerdo?
Demi se lo quedó mirando un instante. Albergaba algunas sospechas, pero ¿por qué? Durante toda la mañana, simplemente había sido agradable con ella, ¿no?
¿Pero qué demonios le estaba pasando? No había ocurrido nada allí. Joe Jonas se había convertido en un hombre muy agradable que le estaba pagando un buen dinero por un trabajo honesto... y que estaba dispuesto a añadir una comida a su salario.
Tenía que dejar de imaginar tonterías. Tantos recelos no tenían fundamento. Al fin y al cabo, era Demi Lovato. Sabia muy bien lo que decía la gente de ella cuando creían que no estaba escuchando: que era fuerte y trabajadora y alguien con quien se podía contar, pero tan femenina como Paul Bunyan. Los hombres eran sus amigos, sus iguales, pero nunca la miraban a ella de la forma en que miraban a Miley, a Dallas, a Selena... e incluso a su propia madre.
Y no había razón en el mundo por la que Joe Jonas, quien podía conseguir a cualquier mujer disponible del hemisferio occidental, fuese a verla de forma diferente que el resto de los hombres.
-Bueno, gracias -dijo, y sonrió.
Una vez se hubo lavado las manos en el aseo junto a la cocina, entró y se sentó a la mesa. Joe estaba sacando un pavo asado de la nevera.
-¿Dónde has comprado eso?
-En la tienda.
-¿Asado y trinchado ya?
Él le confesó que lo había hecho él mismo.
-Me gusta cocinar. Sobre todo últimamente. Es una de las pocas cosas que puedo hacer yo sólo y que puedo hacer casi sin dolor -cogió una tabla de cortar y un cuchillo grande y brillante y comenzó a cortar unas lonchas de la pechuga. El estómago de Demi empezó a hacer ruidos y él la miró sonriendo-. Deberías haberme visto con mi silla de ruedas, volando por la cocina. Impresionaba.
-Seguro que sí.
Cuando hubo cortado unas cuantas lonchas de pavo, sacó pan, mayonesa y lechuga, y preparó dos gordos y apetitosos sandwiches. Después sacó escabeche y salsa de arándanos y dos vasos de leche.
-Tenías razón -dijo Demi después del primer mordisco-. Esto supera con mucho a la mantequilla de cacahuete.
Cuando terminaron de comer, Demi salió fuera y estuvo cortando leña durante dos horas y cuando terminó, cubrió cuidadosamente la pila de troncos. Después, llevó lo que había cortado al garaje y lo almacenó contra una pared de modo que estuviera protegido de los elementos y razonablemente accesible para Joe.
Cuando terminó, estaba ya oscureciendo, y asomó la cabeza a la cocina para darle una voz a Joe y decirle que se marchaba, pero no lo vio por ninguna parte y cuando lo llamó, no le contestó nadie, así que no tuvo más remedio que entrar.
-iJoe! -gritó desde la cocina y salió al salón. Entonces fue cuándo oyó la música que venía de abajo.
Siguiendo el sonido, lo encontró en el gimnasio. Llevaba unos pantalones de chándal y una camiseta y estaba de pie frente a uno de los espejos de la pared ejercitando los bíceps con unas pesas. A sus pies tenía un cassette portátil que escupía música de los Talking Heads.
En cuanto vio a Demi, dejó las pesas y paró el cassette.
-Tengo que poner aquí también un equipo de música -dijo, y se acercó a ella.
Estaba sudando. La camiseta tenía manchas húmedas en el pecho, en el vientre y bajo los brazos, y pequeñas gotas de sudor le escurrían del pelo por el cuello y la cara.
Demi se sintió de pronto sobrecogida por toda aquella masculinidad, y volvió a preguntarse qué le estaba pasando últimamente. Desde que había sido lo bastante mayor para utilizar un martillo, se había pasado los veranos trabajando en cuadrillas de construcción o en cualquier proyecto de esa clase que se le cruzara en el camino. Se pasaba días con un puñado de tíos sudorosos y sin camisa sin ni siquiera pararse a pensarlo.
-¿Has terminado? -preguntó él.
-¿Qué? Ah, sí. Ya he terminado.
-¿Mañana a la misma hora?
-¿Mañana?
Su expresión era casi neutra, pero los puntitos dorados parecían bailar.
-Si, ya sabes; el día que viene después de hoy.
-¿Me necesitas mañana?
-Por supuesto.
-¿Para qué?
-Hay un montón de cosas que hacer.
-¿Cómo qué?
-Puede que mañana llegue la antena parabólica.
-¿Y qué más?
-Ya hablaremos de ello mañana. A las diez, como siempre.
Demi se sentía provocada, aunque no hubiera podido decir por qué.
-¿Qué significa «como siempre»? Si sólo he trabajado para ti un día.
-¿Es eso algo importante?
-Claro que no. Sólo quiero tener las cosas claras, eso es todo.
-De acuerdo. ¿Qué es lo que no está claro?
Una única y cristalina gota de sudor resbaló por su nariz, y él se la secó con el dorso de la mano. Demi vio la parte interior de su brazo, brillante con la humedad, dura como una piedra y con los tendones y las venas a punto de saltar.
-¿Y bien?
Estaba aturdida. No podía pensar con claridad.
-Yo... nada.
El volvió a sonreír.
-De acuerdo. Te agradezco lo que estás haciendo. Ahora sí que se sentía como una idiota. -No es necesario.
-Entonces, ¿mañana a las diez?
-Sí, mañana a las diez.




2 comentarios:

  1. No se porque siento, como si todas las dudas de Demi fueran por algo ocurrido en el pasado... es decir, algo raroo pasa y quiero saber ya que es!!

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  2. me encanto el capi super te felicito

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