miércoles, 29 de agosto de 2012

Miley's Little Secret cap.20





Miley apretó los labios. ¿De qué serviría que prometiera que había
pensado hacerlo? Él no la creía y ella no tenía derecho a esperar que lo hiciera.
—¿Por qué el lunes? —preguntó Nick—. ¿Por qué no una de las
veces que nos hemos visto en las dos últimas semanas? ¿Por qué no la noche que viniste aquí con Jerry y hablamos durante horas de todo excepto de lo que más importaba? ¿Por qué no entonces?
—Porque no habría estado bien con Jerry aquí. Y porque había
decidido esperar hasta después de la boda. Quería que Hannah tuviera su gran día. Sabía que, si se sabía la historia, todo el mundo empezaría a hablar de esto.
Nick movió la cabeza.
—Excusas. Es todo lo que tienes que ofrecer, ¿verdad?
—No, no es verdad. No son excusas y yo lo sé. Pero tú has
preguntado y yo te he contestado. Volví aquí por dos razones, la boda de mi hermana y tú. Pensaba quedarme una semana después de la boda para tener tiempo de verte y decirte lo que tenías derecho a saber. Lo tenía todo planeado. Después de la boda, me pondría en contacto contigo y te diría que tienes un hijo. Asumía que no tendríamos contacto hasta ese momento. ¿Cómo iba a sospechar que no dejaría de encontrarme contigo desde que llegara al pueblo? ¿Cómo iba a saber que…? —se interrumpió.
—¿Qué? —preguntó él.
Ella se ruborizó.
—Mira, da igual.
Nick no quiso dejarlo pasar.
—¿Qué? ¿Cómo ibas a saber qué?
—No impor…
—¿Qué?
Miley cerró los ojos, pero no ayudó mucho. Cuando volvió a abrirlos, él seguía allí esperando, con la mandíbula apretada y los ojos marrones duros como ágatas.
—¿Cómo iba a saber que volverías a gustarme tanto otra vez? —
musitó—. Que volvería a sentirme como en el instituto, a anhelar una mirada tuya, buscar tu mirada… ansiar una palabra amable… un beso dulce y tierno.
Apartó la vista hacia las ventanas altas que flanqueaban la puerta de cristal que daba al porche de atrás. Aquello era muy hermoso, verde y exuberante. Le hubiera gustado poder abrir la puerta, salir corriendo por la hierba y no parar nunca. Miró a Nick con el corazón oprimiéndole el pecho. Le dolía mirarlo, verlo así, tan grande y atractivo, con su boca sensual y sus maravillosos ojos oscuros que parecían horadarla, con la boca apretada con disgusto.
—No me gustó —continuó con sinceridad—. No me gustó sentirme tan atraída por ti después de tantos años. Ésa es la verdad, la creas o no. No lo esperaba y me confundió mucho descubrir que todavía te deseaba. Pensaba que ya lo había superado, pero desde que he vuelto al pueblo, vuelvo a ser una adolescente desorientada. Vuelvo a cometer los mismos errores que entonces.
—¿Eso es lo que soy para ti… un error?
—Yo no he dicho eso. Tú tergiversas lo que digo.
—Me asombras. Eres increíble. Te sientes atraída por mí y por eso me alejas de mi hijo. ¿Y ahora te crees que diciéndome eso lo vas a arreglar todo?
—Yo no lo he dicho para arreglar nada.
—Me alegro —repuso él —, porque esto no arregla nada, Miley.
Ella cruzó las manos en su regazo y las miró con intensidad.
—¿Qué quieres hacer? Podemos decirle a Brody que eres su padre y…
—No.
Miley levantó la vista.
—¿No? ¿No quieres decírselo?
—Todavía no.
—Pero…
—Tú misma lo has dicho. Él consideraba a tu marido como su padre. Conmigo lo ha mencionado más de una vez. Y a pesar de lo que piense de un hombre que intentó robarme a mi hijo intencionadamente, no voy a…
—Nick, basta —le imploró ella—. Comprendo que estás enfadado y sé que tienes derecho a estarlo. Pero Henry fue un buen padre para Jerry. Un padre muy bueno. Tú mismo has dicho que es un chico estupendo. Un chico estupendo no aparece de la nada.
—Exactamente.
—¿Estás de acuerdo conmigo? —preguntó ella, sorprendida.
—Sí. Jerry es un chico estupendo y tu esposo hizo un trabajo
excelente con él. Quiero darle tiempo a Jerry para que me acepte en su vida, para que se acostumbre a la idea de que voy a estar cerca a partir de ahora.
A pesar de la dureza que había mostrado con ella, Miley sintió pena por él. Porque no conocía nada a su hijo.
Y la culpa era de ella.
—Nick —dijo con cautela—. Confía un poco en Jerry. Es listo y
pragmático. Ya te conoce un poco y le pareces maravilloso. Puedes
decírselo ahora. Sabrá aceptarlo.
—No —él le lanzó una mirada imperiosa.
—Te equivocas en eso —insistió ella.
—Piensa lo que quieras, es mi decisión —repuso él, como si hasta ese momento no se le hubiera ocurrido que ella pudiera objetar nada.
Y tenía razón. La decisión era de él. Tenía derecho a decírselo a Jerry cómo y cuándo quisiera.
—¿Cómo puedo ayudarte a conocer a tu hijo? —preguntó con
suavidad—. Supongo que querrás pasar tiempo con él de manera regular. Creo que podemos encontrar un…
—¿Cuándo empieza el colegio?
—A finales de agosto —contestó ella—. El veinticuatro o el veinticinco.
—Quiero que Jerry y tú os mudéis aquí conmigo inmediatamente. Un par de meses viviendo con él pueden ayudarnos a conocernos mucho.
Antes de que vuelva al colegio le diré que soy su padre.
—Pero yo no…
—No he terminado —Nick le lanzó una mirada larga y poco
amistosa—. Necesito que estés aquí al principio para facilitar las cosas. Quiero que se sienta cómodo y que la visita le parezca natural y no se lo parecerá si no estás tú también.
—Puedes decirle quién eres —insistió ella una vez más.
—Todavía no.
—Nick, esto no me gusta. Creo que…
—No me importa lo que a ti te guste o lo que creas. Te necesito aquí para que mi hijo esté cómodo en esta casa. Y creo que nos debes a los dos estar aquí al principio. Cuando Jerry sepa la verdad y haya tenido tiempo de adaptarse a estar conmigo, podrás volver a San Antonio y venir a buscarlo unos días antes de que empiecen las clases.
—¿Y después de eso?
—Después querré pasar tiempo con él. Vacaciones, verano… Y
tendremos que ir a los tribunales.
Miley se sintió vagamente enferma.
—¿A los tribunales?
—Es mi hijo y quiero que sea legal. Quiero un documento que diga
que es un Miller.
—De acuerdo.
—La adopción puede presentar dificultades.
—¿Adopción? —Miley tardó un momento en comprender—. No, no. Henry no lo adoptó.
—¿Por qué no?
—Decidimos que no. Por lo que tú acabas de decir… Jerry era y es tu hijo.
—Además de lo cual, pensabas que, si alguna vez me enteraba de
que habías dejado que otro hombre adoptara a mi hijo, podía complicarle mucho la vida a tu familia feliz, ¿no?
Miley tragó saliva.
—Sí.
No era por eso. Henry había insistido en la adopción y ella se había
negado porque era algo que simplemente no podía hacer. Nick era el padre de Jerry y eso no se podía borrar.
Pero no tema sentido seguir hablando de todo aquello. No cumpliría
ningún objetivo, sólo sonaría a excusa, a un esfuerzo por mostrarse menos mala a costa de su esposo muerto.
—Pero tú lo llamas Jerry Taylor a pesar de que en su certificado de
nacimiento figura con tu apellido de soltera, ¿no?
—Sí.
—Pues se acabó. Cuando vuelva al colegio, lo hará como Jerry Miller.
—Sí. Me encargaré de eso.
—Puedes apostar a que sí.
La miraba como si no confiara en ella en absoluto y Miley empezaba a sentirse furiosa, pero reprimió su enfado.
—De momento vamos a tomarnos cada día como venga —propuso—. Ya nos preocuparemos de lo demás después del verano.
Nick se inclinó hacia delante.
—¿Y Jerry y tú os mudaréis mañana aquí?
—Sí.
En los ojos de él brilló una expresión de triunfo y algo más…
Algo que encendió una llama pequeña de esperanza en el interior de
ella.
¿Era posible que quisiera algo más de ella que su apoyo mientras
aprendía a conocer a su hijo? ¿En el fondo tenía intención de intentar que las cosas salieran bien entre ellos? ¿La quería allí también por ella?
Se esforzó por frenar esa esperanza. Daba igual. De momento sus
mentiras y traiciones se interponían entre ellos como un gran muro
imposible de escalar. No se fiaba de ella y tenía muy buenos motivos para no hacerlo. Y cualquier sueño que ella pudiera tener de que los dos…
Aquélla no era una situación en la que pareciera factible que los
sueños se hicieran realidad.
Lo que importaba por el momento era que Nick y Jerry pasaran
tiempo juntos; y le tocaba a ella hacer lo posible para que eso ocurriera.
—Nos mudaremos mañana —dijo.
—De acuerdo —asintió él—. Vamos a ver cómo va el verano y ya nos preocuparemos de lo demás cuando llegue el otoño.




martes, 28 de agosto de 2012

White Lies cap.13





Nick decidió volver al centro de acogida para recuperar la carpeta que había olvidado allí y giró en la siguiente intersección. Momentos después, se detuvo en el aparcamiento, sorprendido al comprobar que el coche de miley seguía en su sitio habitual. ¿Por qué seguiría ella allí?
En cuestión de segundos, Nick se bajó del coche y caminó hasta la entrada. El guarda de seguridad llamado Barney lo reconoció, pero siguió todo el procedimiento de seguridad antes de dejarle pasar.
–¿Está en su despacho la señorita Martindale? –preguntó Nick al guarda mientras se guardaba el documento de identidad en la cartera.
–Sí, señor, y anoche hice como usted me había pedido y la acompañé hasta el coche.
–Gracias.
De camino al despacho de Miley, Nick se detuvo ante la mesa de la secretaria del turno de noche. La había conocido la noche anterior, era una mujer mayor llamada Raycine Bradley.
–Buenas noches, señora Bradley. ¿La señorita Martindale está reunida con alguien?
La mujer le sonrió.
–No, creo que está recogiendo para marcharse. Al fin.
Nick asintió, pensando que Miley debía haberse marchado hacía horas.
–Creo que iré a meterle prisa –dijo él y se dirigió al despacho de Miley.
Momentos después, llamó a su puerta.
–Adelante.
Nick entró y cerró la puerta tras él. Ella estaba de pie ante la mesa, revisando unos papeles, dándole la espalda.
–Te prometo que ya me voy, Raycine –dijo Miley, sin girarse.
Él se cruzó de brazos y se apoyó en la puerta cerrada.
–Me alegra saberlo. Pienso asegurarme de que lo hagas de veras.
Miley se giró de golpe y miró a Nick, sorprendida.
–¿Qué estás haciendo aquí? –preguntó ella. Por la cara de él, no parecía muy contento, pensó.
–Yo podría preguntarte lo mismo –repuso él en tono seco, dando un par de pasos para pararse en medio del despacho, con las manos en las caderas.
Así que por eso estaba disgustado Nick, porque no le gustaba que ella siguiera en la oficina, pensó Miley. No pudo evitar preguntarse qué más le daba a él.
–Tenía mucho que hacer para la reunión de mañana con el señor Novak. Además de eso, hoy ha ingresado una mujer nueva en el centro.
Nick percibió su expresión de preocupación.
–¿Cómo está?
–Estaba mucho mejor después de que la instaláramos y le aseguráramos que, si su marido venía por aquí, no le dejaríamos acercarse a ella.
Nick meneó la cabeza.
–Es una pena que las mujeres tengan que preocuparse por algo así.
Miley suspiró.
–Sí. Yo sé lo que es eso.
Pero Miley no necesitaba recordárselo, pues él había sido testigo de su drama personal en el pasado. Entonces, ella había creído que una orden de alejamiento bastaría para mantener a Liam a raya, pero había estado equivocada. No quería pensar en lo que podría haber pasado si Nick no hubiera aparecido en el momento justo, arriesgando su vida para salvarla.
Pero no quería pensar más en Liam.
–Bueno, ¿vas a contarme qué haces aquí?
Nick la acarició con la mirada.
–Me dejé algo que necesito para mañana. Había olvidado decirte que no volveré al centro hasta la semana que viene, cuando empezaré a instalar el sistema de contabilidad.
–Ah.
Miley debía haberse alegrado por no tener que verlo tanto, pero un tumulto de emociones contradictorias se apoderó de ella. Intentó ignorarlas.
–Voy a trabajar en un caso en otro sitio –añadió él.
Miley quiso decirle que no necesitaba que le diera explicaciones.
–Lo dices como si fuera algo grave.
–Se trata de un incendio provocado. Es probable que lo leyeras en el periódico hace unas semanas. Un incendio en las refinerías de Petróleos Brody.
–Sí, recuerdo haberlo leído –dijo ella, apoyándose en la mesa–. ¿Y crees que fue provocado?
–Eso parece. Los hermanos Brody me han pedido que lo investigue.
Miley miró a Nick. Recordó lo mucho que él solía disfrutar con su trabajo de detective. De vez en cuando había compartido con ella los detalles de algún caso en particular que había estado investigando.
–¿Tienes pistas?
–No las suficientes para mi gusto, por eso mañana voy a pasar el día en la refinería –respondió Nick, y se acercó a ella unos pasos más–. ¿Qué quieres que haga?
Miley no retrocedió.
–¿Respecto a qué?
–Quiero ayudarte a recoger para que te vayas, deberías haber salido de la oficina hacía horas.
–Ya te he dicho por qué sigo aquí.
–Pero tu razón no es lo bastante buena. Entiendo que te quedaras una hora o dos más pero, Miley, son casi las once y, conociéndote, seguro que eres la primera en venir a la oficina mañana por la mañana.
–Claro. Tengo la reunión a las ocho.
Nick se preguntó qué pensaría Miley si supiera que acababa de estar jugando al billar con el hombre con quien ella iba a reunirse. Y Kevin estaba al corriente de quién era ella. Su amigo sabía que habían salido juntos y que Miley lo había lastimado, reflexionó.
–Bueno, ¿cómo puedo ayudarte?
Cuando Nick se paró delante de ella, Miley dejó escapar un suspiro de resignación. No serviría de nada discutir con él. Además, estaba demasiado cansada.
–Puedes ayudarme grapando las copias del informe que tengo aquí apartadas.
–De acuerdo.
Miley intentó apartarse cuando él se puso a su lado ante la mesa pero, aun así, sus brazos se rozaron. Un mar de sensaciones la invadió. Respiró hondo.
–¿Estás bien? –preguntó él, mirándola.
–Sí, estoy bien. ¿Por qué no iba a estarlo?
–Por nada.
Era por algo y ambos lo sabían. Miley no podía sacarse de la cabeza los recuerdos de una noche inolvidable. No podía negar que, durante años, había echado de menos sentir un cuerpo fuerte y cálido a su lado y despertar cegada por el deseo.
–Si has quedado sólo con Kevin, ¿por qué has preparado tantas copias?
La pregunta de Nick la sacó de sus pensamientos.
–Son para los miembros del Club de Ganaderos, para que el señor Novak se las entregue. Quiero que todos sepan cómo está funcionando el centro, que somos un beneficio para la comunidad y que yo soy lo bastante competente para mi puesto.
Nick le tocó el brazo.
–Te preocupas sin necesidad. Si pensaran que no eres competente, no te habrían contratado.
–Pero, ¿y si…?
–De verdad te lo digo, te preocupas por nada.
Entonces, Nick se inclinó hacia ella. Miley debió haberlo previsto. Pero, en cuanto la boca de él tocó la suya, fue incapaz de moverse. Y, llena de deseo, no pudo hacer nada más que disfrutar del momento.
Si había algo indiscutible era que Nick sabía besar, incluso en esas ocasiones en que no debería hacerlo. Como en ese momento. Él se había ofrecido a ayudarla, no a seducirla. Todo su cuerpo tembló de excitación y ella supo que ningún otro hombre podía hacerla sentir como Nick. El único hombre al que había echado de menos.
Si los dos hubieran…
Miley prefirió no pensar en qué podía haber pasado. Sólo quería pensar en el presente, no en lo que había ocurrido hacía siete años. Ni siquiera quiso preguntarse por qué se sentía tan cómoda entre sus brazos, como si ése fuera el lugar más apropiado para ella.
Sus bocas se entrelazaron a la perfección, moviéndose en sincronía, con total naturalidad.
Cuando al fin sus labios se separaron, Miley respiró hondo, sintiendo su sabor. No se molestó en preguntarse por qué le había dejado besarla. Ella lo sabía de sobra. E, igual que la vez anterior, no había opuesto ninguna resistencia. Aunque lo hubiera intentado, no habría podido, reconoció para sus adentros.
Pero prefirió no hablar de ello. Sin decir una palabra, se dio la vuelta y agarró los papeles que quedaban. Fue consciente de que él la observaba pero, siguiendo su ejemplo, Nick tampoco dijo nada. Por el rabillo del ojo, lo vio apilar los informes en un montón. A continuación, los dos se volvieron al mismo tiempo, sus miradas se cruzaron por un segundo y, al instante, se abrazaron.
Parecía que su mente se negaba a recordar los malos tiempos, se dijo Miley. En ese instante, sólo se acordó de los buenos momentos, que habían sido muy buenos. Se habían acostado juntos nada más una vez pero, antes de eso, habían sido amigos. Sin embargo, ella había descubierto después que él había tenido un interés oculto. Pero prefirió no pensarlo. Por el momento, lo único que quería era disfrutar del modo en que la besaba, con una pasión y una intensidad abrumadoras.
A Miley ni siquiera le molestó que Nick la estuviera sujetando de forma íntima y posesiva, agarrándola de los glúteos y apretando su pelvis contra la de él. Sintió sus poderosos músculos y su erección, fuerte y dura.

Dejándose llevar, Miley le rodeó el cuello con los brazos mientras él la besaba con más profundidad, provocándole oleadas de placer. Le notó estremecerme mientras le acariciaba la nuca con las yemas de los dedos.
Nick cambió de posición, para tener todavía mejor acceso a su boca. A Miley le daba vueltas la cabeza y se dijo que no tenía más remedio que aceptar lo que estaba sucediendo y comportarse como una mujer. Y era lo que estaba haciendo. Estaba actuando como una mujer que deseaba sentir la lengua de él, saborearlo, disfrutar al máximo de las sensaciones que aquel beso estaba despertando en ella.


Hola y adios Niñas bellas 
aqi les dejo estos capis
dedicados a todas las qe lo leen
gracias Mayi por decirme "Mitchie sube White Lies, auqe tambn me gustaria la otra Niley"
jajajajja
proto subire mas mi compu regreso!!!
las qiero niñas comenten mucho 
len mando miles de besos!!*

White Lies cap.12







–No me has estado escuchando –se quejó Justin Dupree(imaginense al Bieber), mirando a Nick con curiosidad.
Los dos hombres estaban comiendo en uno de los restaurantes más lujosos de la ciudad y planeaban pasarse por el club más tarde para jugar al billar con Joe, Zac y Kevin.
Nick le dio otro trago a su cerveza y sonrió a su amigo con gesto de disculpa.
–Perdona, ¿qué has dicho?
Justin sonrió.
–He dicho que Monica Cooper no te ha quitado el ojo de encima en toda la noche.
Nick arqueó las cejas.
–¿Quién?
Justin hizo un gesto de burla.
–Monica. Ya sabes. Monica la de los labios carnosos.
Nick no pudo evitar sonreír mientras se recostaba en su asiento. Le dio un trago a su cerveza.
–Yo no la conozco, pero seguro que tú sí.
No había muchas mujeres solteras con labios carnosos que Justin no conociera. Tenía fama de ser el mayor playboy de la ciudad. Justin había heredado la fortuna multimillonaria de su familia y era capaz de seducir hasta a una monja. También se le daba bien hacer negocios, tenía reputación de ser un negociador excelente. Nick se enorgullecía de que fuera su amigo.
Justin sonrió.
–Sí, la conozco. Su padre posee terrenos a las afueras de Austin. Ella viene a Somerset todos los veranos para visitar a su tía. Parece que le has gustado.
 Nick no se molestó en mirar a la mujer en cuestión.
–Me alegro.
Nick sabía que Justin debía de estar preguntándose por qué no mostraba interés por Monica ni por ninguna otra mujer esa noche. Incluso la camarera le había lanzado un par de sonrisas coquetas. Pero la única mujer en la que podía pensar era la que lo había acompañado a comer. No podía sacársela de la cabeza.
La mujer que él había abrazado mientras ella lloraba.
–De acuerdo, Nick, dime, ¿qué está pasando por tu cabeza? Joe me ha dicho que sigues sin creer que Montoya es culpable.
Nick miró su botella de cerveza un momento antes de responder. Justin y él eran amigos de los Brody. Justin era el mejor amigo de Zac, igual que él lo era de Joe.
En cierta manera, Nick se sintió culpable. No había dedicado nada de tiempo a pensar en Montoya ni en el incendio y debería hacerlo, se dijo. Había estado demasiado ocupado pensando en Miley. Pero ya que Justin sacaba el tema…
–No estoy tan convencido como los demás. Montoya es un hombre de negocios, igual que tú. Siempre apuesta a ganar. Es muy listo. No me parece que sea lo bastante estúpido como para prenderle fuego a la refinería de su enemigo, sobre todo cuando todos lo señalarían con el dedo. No tiene móvil.
Nick negó con la cabeza.
–Yo creo que sí. Acabas de decirlo tú mismo. Joe y él son enemigos.
–Pero eso es todo, Justin. Llevan años siendo enemigos. No es nada nuevo. Según Joe, su animadversión se remonta al instituto. Siempre han competido.
–Sí –afirmó Justin–. Y siguen compitiendo hoy, en casi todo. La única razón por la que Montoya decidió unirse al club fue para poder fastidiar a Joe. Aparte de eso, Montoya es amigo de Paulo Ruiz y todo el mundo sabe que ese tipo tiene contactos en los bajos fondos y es un mal bicho. Ruiz podría haber sido el encargado de provocar el incendio.
Nick asintió pero siguió sin estar convencido.
–Bueno, sólo tenemos pruebas circunstanciales que no serían suficientes en un juicio. A menos que encontremos evidencias más sólidas…
–Yo las conseguiré –lo interrumpió Justin.
Nick arqueó las cejas.
–¿Y cómo planeas hacerlo?
Justin sonrió.
–Lo descubrirás cuando te presente todas las pruebas que necesitas.
Horas más tarde, cuando se alejaba del club en su coche, Nick no pudo evitar recordar lo que había hablado con Justin durante la cena. Estaba claro que él no conocía a Montoya tan bien, pues no había vivido en Somerset toda la vida, como los demás, pero no podía evitar admirar a alguien que había trabajado tanto para amasar una gran fortuna desde la más absoluta pobreza. Había oído que, en el pasado, Montoya había trabajado como guarda en el club.
Y a Nick le costaba creer que alguien que había luchado tanto para triunfar arriesgara todo lo que tenía cometiendo el delito de provocar un incendio. Estaba convencido de que, si Montoya hubiera estado implicado en el incendio, se habría esforzado más en cubrirse las espaldas. Sin ir más lejos, el tipo ni siquiera tenía una coartada, para empezar. Ni encajaba con el perfil de un pirómano.
Nick decidió que, antes de irse a la cama, repasaría la información que había reunido hasta el momento, sobre todo las entrevistas que había tenido con los trabajadores que habían dejado la compañía en los últimos dos años. Entonces, maldijo para sus adentros al darse cuenta de que se le había olvidado la carpeta que contenía esa información en el centro de acogida.
Encendió la radio, pensando que le sentaría bien distraerse un poco con la música. Respiró hondo al reconocer la canción, que había oído ese mismo día a la hora de comer, cuando había estado en la cafetería con Miley.
Revivió al detalle la imagen de Miley sentada ante él, intentando superar el dolor de la pérdida de su tía. A él le había caído bien su tía y pensaba que la pobre mujer había perdido la vida de una forma muy trágica. Podía hacerse una idea de lo mal que lo habría pasado Miley. Pero no quería pensar en eso. Entonces, ¿por qué lo hacía? ¿Por qué debía recordarse a sí mismo una y otra vez que no debería pensar en ella?
Sumido en sus pensamientos, miró el reloj del coche. Eran cerca de las diez. Al día siguiente, dedicaría su jornada a visitar la refinería para comprobar algunas cosas e interrogar a algunos empleados, incluido el que había asegurado ver a alguien con el aspecto de Montoya en el aparcamiento de la refinería la noche del incendio.
Nada más parar en un semáforo rojo, sonó su móvil. Respondió de inmediato.
–¿Sí?
–Nick, soy Lucas. Tengo un mensaje tuyo.
Nick sonrió al escuchar la voz de su antiguo compañero de la policía, que le recordaba a sus tiempos de detective en Houston. Lo habían pasado bien juntos, a pesar de la actitud pesimista de Walt.
–Sí, Lucas, ¿cómo va todo?
–Como siempre. Ya habrás oído que Smothers se ha retirado al fin. Es una buena noticia.
–Sí, lo había oído –señaló Nick. Lucas era un detective muy rudo que debía haberse retirado hacía años.
–Bueno, ¿qué pasa? En tu mensaje, decías que necesitabas mi ayuda con algo.
–Estoy investigando un caso de incendio provocado en Somerset y necesito que investigues el historial de uno de los empleados de la compañía. Otro de los empleados me ha dicho que solía trabajar para una empresa que se quemó hasta los cimientos hace unos años, en Houston.
–Claro. ¿Cómo se llama el tipo?
–Quincy Cummings –dijo Nick, esperando que Lucas pudiera obtener información sobre él.
–Te llamaré mañana o pasado para contarte qué he averiguado –dijo Lucas.
–Gracias.
–Bueno, ¿y qué has estado haciendo, Nick? La última vez que hablamos fue el año pasado. Pensé que me llamabas para contarme que te habías casado o algo así –apuntó Lucas en tono de broma.
Sin embargo, por alguna razón, Nick se sintió molesto por las palabras de Lucas. Había tocado su punto débil. Podría ser porque Lucas había sido quien le había contado lo de Miley y las cosas que ella había dicho de él.
–No. Planeo seguir soltero hasta el fin de mis días –replicó Nick, preguntándose por qué Lucas siempre sacaba a relucir el tema del matrimonio.
–Yo igual. Las mujeres son unas mentirosas. No se puede confiar en ninguna de ellas. Por cierto, ¿recuerdas a ésa que te gustaba tanto cuando éramos compañeros de patrulla? La que te dejó por un viejo rico cuando estabas fuera de la ciudad. No me acuerdo de su nombre pero…
–Miley –lo interrumpió Nick, intentando ocultar su irritación.
–¿Qué?
–Digo que se llamaba Miley. Miley Martindale –apostilló Nick, pensando en dar la llamada por terminada.
–Ah, sí, esa chica. Me pregunto qué fue de ella después de que se fuera de Houston. ¿Seguirán juntos el viejo y ella?
–No lo sé –repuso Nick en tono cortante, decidido a no mencionar que Miley vivía en Somerset y que no sólo la había visto, sino que la había besado de nuevo–. Mira, Lucas, te agradezco que me devuelvas la llamada. Avísame si averiguas algo de ese tipo.
–Claro que sí, compañero.
Nick colgó. Lucas era el tipo de hombre que pensaba que debía compartir su pesimismo con todo el mundo. Y siempre había tenido una visión muy deprimente de la vida, sobre todo porque no le había ido nada bien con las mujeres.


The Ex-Boyfriend Of His Sister cap.20




Demi se puso de pie lentamente.
-Joe, yo...
Él se llevó un dedo a los labios pidiéndole silencio.
-Vas a despertarla -susurró, y sopló la lámpara que los iluminaba desde la mesa de la cocina.
La habitación quedó sumida en la sombra. Los únicos sonidos eran el crepitar del fuego en la chimenea y la respiración rítmica y suave de la niña. Afuera, la tormenta parecía haberse calmado. La turbulencia estaba ahora en aquella pequeña habitación, una turbulencia íntima entre Demi y el hombre que estaba de pie al otro lado de la cuna.
No podía apartar los ojos de él. La luz de la lámpara que había encendido sobre la mesilla a su espalda le iluminaba el rostro. Había en su expresión tanta intensidad, tales promesas y tanta determinación...
Apenas sin darse cuenta, Demi fue retrocediendo, alejándose de la cuna y entrando en su habitación.
Joe la siguió, imitando cada paso de Demi, y cuando los dos estuvieron dentro del dormitorio, cerró la puerta a su espalda.
Demi sintió que se daba con la cama en las piernas.
-Va a hacer frío aquí dentro si cierras la puerta.
Su voz sonó tan ronca que casi no la reconoció como suya.
Joe pasó por alto el comentario.
-Ven aquí, Demi.
-Yo... eh...
-Demi.
Volvía a tener esa sensación de debilidad, como si las piernas no pudiesen sostenerla más.
-Demi.
-Está bien -su voz seguía sonándole ronca y extraña y el aire de la habitación pareció hacerse más denso-. Voy.
Él sonrió entonces, y Demi dio un paso hacia él. Después otro. Luego otro más, hasta que estuvieron a punto de tocarse, pero él no lo hizo.
-Iba a esperar -dijo, con los brazos caídos a lo largo del cuerpo-. No sabía a qué, pero me parecía que era lo que tenía que hacer. Darte más tiempo. Pero hay algo en ti, en la forma de dejar a esa niña en la cuna, de inclinarte con ese pijama de hombre, y no puedo esperar más, Demi.
Ella lo miró, de arriba a abajo, desde sus facciones marcadas, sus ojos oscuros, la cicatriz en el labio y el hoyuelo de la barbilla, pasando por su cuello fuerte como una columna y sus hombros anchos y musculosos. Tenía una cicatriz en el hombro izquierdo que seguía la forma de la articulación y desaparecía bajo el brazo. Se veía muy blanca en contraste con su piel oscura. De hecho, ahora que miraba más de cerca, tenía cicatrices por todas partes. Bajo el vello de su pecho, estaba surcado por ellas.
-Demi, ¿qué me dices?
-Yo... eh...
-Eso ya lo has dicho -contestó él, sonriendo.
Tenía que pensar en algo más pertinente.
-Yo... es que no sé cómo -apero qué había dicho?-. Es un comentario idiota, ¿verdad?
-No, de eso nada. Nunca has hecho el amor, ¿es eso lo que me quieres decir?
Demi asintió incluso antes de que hubiera terminado.
-Sí. No. Nunca lo he hecho.
-No pasa nada -contestó él, pero pareció quedarse parado.
Demi se sentía roja como un tomate. Parecía no saber hacer otra cosa estando con él.
-¿Qué? ¿Qué ocurre?
-Nada. Es que... acabo de darme cuenta de que no he venido preparado.
-¿Preparado para qué?
-Para hacer el amor contigo.
-Ah, ya te refieres a...
-Sí, a alguna clase de protección. No tengo nada.
-Ah.
Joe se sonrió ante lo absurdo de aquella situación.
-¿Qué te parece? Por fin llega el momento con el que he estado soñando, y resulta que no estoy preparado.
-No importa -dijo ella, tras aclararse el nudo de la garganta-. Espera aquí.
-No te preocupes. No pienso ir a ninguna parte. 
Demi abrió un cajón de la cómoda y sacó la caja que contenía doce preservativos y que había guardado allí hacía unos cuantos meses.
-Ten -dijo, entregándosela.
El se quedó mirando su mano extendida y después a la cara, que parecía un tomate maduro.
-Vaya -murmuró-. Gracias.
-No tienes por qué quedarte tan sorprendido. Sólo porque no haya hecho nunca el amor no quiere decir que no hubiera pensado hacerlo. Bueno, más o menos.
-¿Más o menos? -repitió él, arqueando una ceja. Ella retrocedió lo bastante para sentarse a los pies de la cama.
-Está bien. Selena me los dio hace unos meses para que pudiera estar protegida si ocurría lo imposible.
Ahora sí que se sentía mortificada. No podía ni mirarlo.
Joe se acercó a ella, pero Demi siguió con la mirada clavada en sus calcetines.
-Demi.
-¿Qué?
Joe tiró la cajita sobre la cama y se sentó junto a ella.
-Demi.
Su voz era suave como una invitación y una caricia al mismo tiempo.
Demi escondió las manos bajo sus piernas y se encogió ligeramente, pero él la rodeó por los hombros y la acercó. En cuanto sus cuerpos se tocaron, se tranquilizó.
-Así está mejor -dijo él, besándola en la sien y luego, suavemente, la obligó a apoyar la cabeza sobre su hombro.
Su piel era cálida y su pecho, firme, y durante un rato, se limitó a tenerla así, acariciándole el pelo y el hombro, y Demi volvió a recordar lo mucho que le gustaba su olor y la sensación de apoyo y seguridad que experimentaba entre sus brazos.
Pero después la empujó suavemente para tumbarla sobre la cama, apoyando la cabeza sobre la almohada. La caja de preservativos estaba en medio, y Joe la dejó sobre la mesilla antes de tumbarse junto a ella.
Entonces la besó con un beso largo y embriagador, mientras la acariciaba lentamente, como para calmarla.
Lentamente y con sumo cuidado, fue desabrochándole los botones del pijama, besándole cada espacio de piel que el botón dejaba al descubierto.
Cuando hubo terminado, deslizó las manos por dentro del pijama y Demi contuvo el aire al sentirle acariciarle los pechos.
Con una tremenda delicadeza, le quitó el pijama y Demi cerró los ojos. Entonces sintió su boca en uno de sus pechos, y pensó que iba a volverse loca con las caricias de su lengua. Mientras seguía besándola, no dejaba de acariciarla, y Demi no podía estarse quieta. Se retorcía y gemía, y el abandono y la fuerza de los sonidos que emergían de su garganta la sorprendían a ella misma.
Sintió entonces que sus manos alcanzaban su vientre y aún más allá, hasta que llegó a su clítoris.
-Ah... -gimió él, y mientras la acariciaba lentamente, seguía besándole los pechos, el cuello, la barbilla, hasta que al final, llegó a su boca-. Bésame, Demi.
Ella gimió cuando sus bocas volvieron a encontrarse y abrió los labios mientras sus dedos seguían con aquel increíble juego.
-Lo sabía -susurró Joe-. Una mujer. Toda una mujer.
Sus caricias siguieron empujándola hacia delante hasta que no le quedó voluntad ni fuerza. No era más que lo que él la había llamado: una mujer; una mujer en el ojo del huracán.
-Vamos -susurró-. Sigue por mí...
Y así fue. El éxtasis comenzó en su clítoris y se extendió por todo su cuerpo como un fuego cegador que llegase hasta la yema de sus dedos, hasta el extremo de sus pies.
Cuando el éxtasis fue remitiendo, Demi se quedó tumbada mirándolo, y él sonrió de una forma íntima, llena de ternura. Entonces se levantó de la cama el tiempo justo para quitarse los vaqueros y los calcetines. Demi parpadeó varias veces al verlo desnudo ante ella, excitado completamente.
Pero había más, mucho más que la evidencia de su deseo, y al mirarlo, una sola lágrima asomó en el rabillo del ojo, que luego sintió rodar por su mejilla.
Joe sabía qué la había hecho llorar... las enormes cicatrices de sus muslos, como hendiduras blancas y profundas cortadas en su carne. Una bajaba por la parte delantera de su muslo izquierdo y terminaba en un pequeño amasijo blanco en la rodilla. La otra descendía por la parte externa del muslo izquierdo.
-Desagradable, ¿no?
Demi se mordió un labio, intentando parar las lágrimas, y dijo que no con la cabeza.
-No -le dijo-. No son desagradables -repitió y se incorporó; y para demostrarle que lo que le había dicho lo sentía, lo besó en la pierna izquierda, justo sobre la rodilla, en la parte más profunda de su cicatriz.
-Demi... -gimió, y la cogió por los hombros, hundiendo los dedos en su carne, para mirarla de frente a los ojos.
Y entonces todo ocurrió.
-Quítatelo -le ordenó, tirando de su pijama-. Quítalo de enmedio.
Ella asintió, y se puso manos a la obra mientras él sacaba con manos temblorosas uno de los preservativos de la caja.
-Demi... -susurró él, y acudió a los brazos que Demi le extendía-. No puedo... quiero que...
Ella le tapó la boca con la mano.
-Sh... Por favor, ven. Ven a mí.
Joe gimió y Demi le rodeó con los brazos y gritó cuando él la penetró.
En un sólo movimiento, estuvo dentro de ella y se quedó inmóvil un instante.
-Te he hecho daño... 
-No pasa nada.
-No quería hacerte daño. Quería que esto fuera...
-Shh...
Demi siguió abrazándolo, acariciándolo, y lo sintió al borde del precipicio, intentando contenerse.
-Déjate ir -susurró-. Hazlo, por favor.
Joe gimió y pareció un gemido de agonía hasta que por fin, suspiró. Un suspiro de liberación y de rendición.
Poco después, se separó de ella y se cubrió la cara con una mano. Demi inmediatamente echó de menos sentir el calor de su cuerpo, y se pegó a su costado.
-Menudo desastre, ¿eh? -murmuró.
-Cállate -le contestó ella, dándole en un hombro-. Ya lo haremos mejor. Ha sido nuestra primera vez juntos. Y mi primera vez.
Joe enredó un rizo alrededor de su dedo.
-Hace mucho tiempo... desde la última vez. Más de un año -dijo, y se echó a reír con sequedad-. Esa es mi excusa.
-No tienes por qué buscar excusas, Joe. Conmigo, no.
Se quedó callado un instante.
-Lo sé, y me alegro.
-¿Quieres decir que no has hecho el amor desde antes del accidente de Las Vegas? -le preguntó. Quería estar segura.
-Sí.
Demi volvió a apoyarse sobre su pecho.
-Joe...
-¿Mmm?
-Aunque ha sido corto, creo que podría llegar a gustarme.
Entonces sí que se echó a reír.
-Bien.
-Y no creo que tus cicatrices sean desagradables.
Joe no contestó, y momentáneamente dejó de acariciarle el pelo.
-Entonces, ¿por qué verlas te ha hecho llorar? 
Demi se incorporó para mirarlo a los ojos.
-Por varias razones.
-Dime cuáles.
-He llorado porque no me había dado cuenta de lo a punto que has estado de no volver a caminar -dijo después de un instante. Quería elegir las palabras adecuadas.
-Ya.
-Y hay otra.
-¿Ah, si?
-Sí. También he llorado por lo que has tenido que pasar... el dolor, el miedo y el trabajo duro y titánico de volver a ponerte en pie. Has tenido mucho valor. Simplemente... me sorprendes, eso es todo.
Los puntitos de sus ojos brillaban como si fuesen de oro, y poniéndole una mano sobre la cabeza, le hizo volver a apoyarse sobre su pecho.
-Y yo nunca lloro, Joe -añadió en un suspiro.
Su risa fue buena y profunda. 
-De acuerdo, Demi Lovato.



Hola niñas!!!
lo se lo se lo se 
soi una mala persona 
y varias tendran ganas de matarme por no haber subido esta nove en una semana 
pero estaba sin compu comprendan!!!
okno esta bn asi las qiero aunqe me qieran matar 
las amo♥

The Ex-Boyfriend Of His Sister cap.19




-Natashia y yo vivimos juntos dos años -le explicó Joe cuando estuvieron sentados en el sofá-. Hablamos de matrimonio, pero de alguna forma nunca llegamos a casarnos. Yo quería tener una familia.
-¿Y ella no?
-De ninguna manera. No estaba dispuesta a atarse con niños. A Natashia le gustan los fuegos artificiales y la diversión.
-¿Por eso rompisteis? ¿Porque tú querías niños y ella no?
-En parte supongo que sí, ahora que lo pienso. Pero hubo algo más inmediato que fue la gota que colmó el vaso.
-¿El qué?
-Después del accidente de Mirage, parecía que no iba a volver a andar.
-¿Y?
-Digamos que no fue capaz de digerirlo.
-¿Rompió contigo entonces?
-No. No fue tan sincera.
-No lo comprendo.
-No lo entenderías -contestó, y le acarició la mejilla-. Y decirte esto es hacerte un cumplido.
Su mano era tan cálida...
-Gracias. Continua.
-Natashia buscó consuelo en L. W.
-¿L. W. Creedy? ¿Que empezó a salir con él? Pero si debe tener sesenta años.
Joe se echó a reír.
-No menosprecies al bueno de L. W. Le encanta divertirse, tiene mucho dinero y él podía andar, a diferencia de cómo estaba yo en aquella época.
-¿Y cómo lo averiguaste?
-Un amigo me lo dijo. Los vio juntos, muy juntos en un club en Century City. La verdad es que no fue una gran sorpresa. Yo ya sabía que lo de Natashia y yo no iba bien. Cuando le dije lo que ese amigo me había contado lo de ella y L. W., se echó a llorar y me dijo que se sentía fatal. No me preguntes cómo ocurrió, pero luego me encontré consolándola yo a ella. Cuando por fin se calmó, estuvimos de acuerdo en que lo nuestro ya había terminado antes.
Demi se encogió con escepticismo.
-Lo aceptaste de maravilla.
-Por aquel entonces, ya no quedaba mucho entre nosotros. Ya te he dicho que yo me había dado cuenta de que todo había terminado ya. Lo peor para mí ya había pasado.
-¿Cuál fue la peor parte?
-Justo después del accidente, la primera vez que vino a verme al hospital. Había estado en el quirófano durante doce horas y aún estaba semiinconsciente, pero la oí hablar con L. W. antes de que se diera cuenta de que me había despertado. No es una mujer que sepa aceptar la debilidad de un hombre. Entonces supe ya que todo había terminado, así que, cuando me enteré de lo de los dos, ya había estado haciéndome a la idea.
-Entonces, ¿por qué se presentó en tu casa hace dos semanas? ¿Quería que lo volvieseis a intentar?
-En cierto modo, podría decirse que sí -contestó
Joe con ironía.
-¿En cierto modo?
-L. W. le mandó que viniera.
-¿Qué?
-Era una especie de oferta. Se suponía que tenía que engatusarme con sus encantos para después hacer me cambiar de opinión sobre lo del salto de Mount Shasta -le explicó, y se echó a reír-. Tu cara lo dice todo. Te he dejado de piedra.
-Pero si es su novia, ¿cómo iba a mandarle hacer una cosa así? Es decir, ¿se supone que tenía que... -Demi tragó saliva-... que seducirte?
-Esa era la idea en general.
-Por eso te enfadaste tanto cuando te dije que estaba en la puerta.
-Sí. Inmediatamente supe qué estaba tramando L. W., y no me gustó lo más mínimo. Pero más que L. W., Natashia y sus retorcidos esquemas, me preocupabas tú. Ver a Natashia te asustó de tal manera que saliste corriendo.
-Sí -admitió ella-. La verdad es que me molestó muchísimo. Apareció de pronto, como surgida de la nada, y era tan bonita que yo... bueno, supongo que... 
-¿Te pusiste celosa?
Demi le apretó la mano y confesó.
-Sí. Y confundida. Pero no me has contado qué ocurrió cuando os encontrasteis.
-No mucho. Le dije simple y llanamente que no iba a caer en la trampa de L. W.
Demi no se pudo resistir a seguir preguntando.
-¿Cocinaste algo para ella?
Joe pareció ofendido.
-Claro que no. Me deshice de ella inmediatamente.
-Bien.
-¿Por qué?
-Pues porque no se merecía probar tu cocina.
El bajó los ojos. Era evidente que se sentía complacido.
-En lo único que pensaba en aquel momento era en cómo iba a explicártelo a ti cuando llegases al día siguiente.
Demi se sintió culpable.
-Y yo no te dejé explicar nada.
-Es un fallo que tienes -le contestó, mirándola a los ojos.
-Lo sé. Estoy intentando corregirme.
-Bien. ¿Alguna otra pregunta?
-No. Por ahora, no.
Joe asintió.
-De acuerdo.
Por un instante se quedaron allí sentados, cogidos de la mano, sin decir nada, y Demi disfrutó mucho de aquel silencio. Por primera vez desde la aparición de Natashia, volvían a sentirse cómodos el uno con el otro. En el exterior, la tormenta continuaba con toda su furia.
Un poco más tarde, Demi le enseñó una de las dos habitaciones del piso superior. Le dijo dónde estaban las sábanas con cierta incomodidad. Todo aquello de dónde iba a dormir la hacía sentirse rara.
Pero él no parecía dispuesto a presionarla, y ella no pensaba echarse en sus brazos, así que después de mostrarle la habitación, le indicó dónde estaba el único baño de la casa, que estaba junto a la cocina, cerca de su propio dormitorio.
-Si quieres darte una ducha, hazlo ahora -le aconsejó-. El calentador es eléctrico, y si seguimos sin luz, nos vamos a quedar sin agua caliente.
-Sí que me apetece darme una ducha. Lo haré deprisa para que te quede agua caliente a ti también.
Mientras Joe aprovechaba su turno en el cuarto de baño, Demi se las arregló para bajar la cuna, con niña incluida, a la cocina. Allí estaría más caliente durante la noche, cerca de las brasas de la chimenea.
Demi se dio después una ducha y se metió en la cama, pero no consiguió quedarse mucho rato. Menos de una hora después, echó atrás la ropa y metió los pies en sus mocasines. Había oído que la niña empezaba a quejarse, pero se quedó junto a la cama, escuchando, para ver si volvía a dormirse, pero no tuvo tanta suerte. Las quejas crecieron en intensidad y se combinaron con gritos y gimoteos.
Demi encendió la lámpara de su dormitorio y se apresuró a entrar en la cocina.
-Vale, vale, ya estoy aquí. Tranquilízate.
Tardó otro instante en encender la otra lámpara y en coger a la niña en brazos para llevarla a su dormitorio y cambiarle los pañales. Eso le dio un momento de tranquilidad, pero la niña enseguida empezó a llorar de nuevo. Estaba claro cuál era el problema: hambre.
Se puso a la niña apoyada contra su hombro y le dio unas palmaditas en la espalda.
-Bueno, ya está. Ya sé lo que quieres. Vamos a ver qué podemos hacer.
Volvió a salir hacia la cocina, y en la puerta del salón se encontró con Joe, que se había metido sólo los vaqueros y los calcetines y que sonreía medio dormido.
-Estás preciosa con ese pijama -le dijo, pero antes de que ella tuviera tiempo de enrojecer, añadió-: ¿Qué le pasa?
Demi se recordó que debía prestar atención a la niña, y no al pecho y a los brazos de Joe.
-Creo que tiene hambre.
-¿Y qué vamos a hacer?
Demi acunó a la niña mientras intentaba decidir.
-Vamos a probar con plátano machacado y después le daremos leche rebajada con agua para beber.
-Bien.
Joe se puso manos a la obra con el plátano y después cogió a la niña para que Demi pudiese darle de comer. Todo parecía ir bastante bien.
Después, pusieron la leche tibia en uno de los biberones. Al principio, la niña hizo una mueca, pero después de unos minutos, empezó a tragar. Mientras Joe terminaba de darle el biberón, Demi atizó el fuego y puso dos enormes cacerolas con agua encima para poder tener después agua caliente para lo que pudieran necesitar.
Al final, hora y media después de que se hubiera levantado, la niña volvió a dormirse. Joe se la puso a Demi en los brazos, quien la metió en la cuna y la tapó con la manta.
Cuando la niña estuvo arropada, Demi se incorporó con intención de decirle a Joe que ahora podrían tener unas horas de tranquilidad, pero las palabras se que quedaron atascadas en la garganta porque Joe estaba observándola, y la expresión de su rostro la dejó sin respiración.



domingo, 26 de agosto de 2012

I Don't Want To Love You Cap.4




Miley abrió los ojos poco a poco, pero solo podía ver una nube blanca. Sentía como si la hubiese atropellado un camión, pero… ah, qué sensación tan maravillosa.
Tardó un momento en darse cuenta de que tenía la cara enterrada en la almohada y se incorporó con gesto impaciente para mirar alrededor.
Estaba sola en la habitación, su ropa cuidadosamente doblada a los pies de la cama; un sutil recordatorio de que debía marcharse en cuanto despertase.
Miley arrugó la nariz. Nick no se había quedado para decirle adiós y nada indicaba que había pasado la noche con ella porque su lado de la cama estaba frío. No quedaba ninguna señal de que hubieran pasado la noche revolviendo las lujosas sábanas.
Suspirando, se cubrió con el embozo de la sábana y tuvo que sonreír al pensar que estaba siendo ridículamente pudorosa.
Pero Nick lo había dejado bien claro: no quería encuentros matutinos.
Miley dejó escapar un suspiro, sintiendo un cosquilleo al recordar lo que había pasado por la noche.
Sentía la tentación de darse una ducha porque su último intento había sido interrumpido por Nick, pero él quería que se fuera por la mañana y Miley no tenía intención de quedarse.
Eran las nueve, comprobó, mirando su reloj. Debería haberse marchado mucho antes, pero no había logrado dormir hasta el amanecer.
Cuando se levantó de la cama todos sus músculos protestaron. En realidad, le dolían músculos que nunca antes había usado.
Después de vestirse, entró en el cuarto de baño para intentar hacer algo con su pelo. Llevaba maquillaje en el bolso, pero no iba a molestarse. No tenía que impresionar a nadie y el coche la dejaría en su apartamento.
Después de desenredarse un poco el pelo, se hizo un moño que sujetó con un prendedor y se puso las gafas de sol.
Respirando profundamente, salió del dormitorio y se asomó a la escalera. No sabía si Nick estaba en casa, pero lo último que deseaba era encontrárselo, de modo que bajó de puntillas… y cuando llegó al vestíbulo se encontró con un hombre alto y serio de entre cuarenta y sesenta años.
–Señorita Cyrus, el coche está esperando.
–Ah, lo siento. ¿Lleva mucho tiempo esperando? El hombre sonrió.
–No, en absoluto. Venga, la acompaño.
Miley dio un paso adelante… y se detuvo bruscamente al recordar que había olvidado su abrigo. Pero cuando se volvió, el hombre tenía el abrigo en la mano.
–¿Me permite? –Gracias.
Nick le había dicho que hacía tiempo que no tenía relaciones, pero Miley tenía la impresión de que no era la primera mujer que pasaba por allí. El mayordomo, o lo que fuera, parecía tener los movimientos bien ensayados.
Cuando abrió la puerta se quedó sorprendida.
–¡Ha nevado! –Desde luego que sí. Al menos diez centímetros según las noticias.
El hombre le ofreció su brazo y Miley lo aceptó para bajar los escalones.
Seguía llevando los zapatos de tacón que había llevado por la noche y, aunque eran muy sexys, no eran apropiados para la nieve.
El mayordomo abrió la puerta del coche negro que la esperaba y se despidió con una sonrisa.
–Que tenga un buen viaje, señorita.
–Gracias –dijo ella.
El conductor arrancó y Miley se volvió para mirar la casa a la luz del día.
Era una construcción grande, pero no daba miedo como había pensado por la noche. Se parecía a las demás mansiones de la zona. La propiedad estaba rodeada de altos muros y debía ser muy grande porque no veía ninguna otra casa.
Sí, aparentemente Nick vivía una vida de recluso. Y después de haber disfrutado de su pasión, se preguntó cuántas veces llevaría a una mujer a su guarida.
Ese pensamiento la hizo reír. Pensaba en Nick como si fuera un monstruo cuando era todo lo contrario. Nicholas Jonas era pecaminosamente guapo y perfecto.
Y hacía el amor de maravilla. Tanto que sufriría los efectos de esa noche durante una semana.
Miley miró la imponente casa por última vez cuando el coche tomó la carretera y luego, suspirando, echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos.
Nick miraba el coche alejándose por el camino desde la ventana de su estudio.
Y siguió mirando durante unos segundos cuando desapareció de su vista.
Estaba inmóvil, con las manos en los bolsillos del pantalón. Le molestaba no saber qué iba a hacer. Sentía el deseo de hacer algo, pero no sabía qué. Solo sabía que estar en su casa, solo, de repente le parecía insoportable.
Era esa maldita mujer, pensó. Lo había pillado desprevenido. Tal vez había esperado alguien como Demi: dulce, tímida, inocente y necesitada de protección. Tal vez se había acostado con Miley porque su ego masculino lo necesitaba. O tal vez había pensado que estaba haciéndole un favor, cuando en realidad había hecho lo que llevaba deseando hacer desde el día que la conoció.
Pero Miley había puesto su mundo patas arriba. Miley Cyrus era una mujer segura de sí misma, que no tenía miedo de tomar lo que quería y la noche anterior lo había querido a él. Su ego debería estar tranquilo, pero se sentía raro porque los papeles se habían cambiado.
Era casi como si le hubiera dicho: «Estoy dispuesta a acostarme contigo, pero no quiero saber nada de ti».
Miley había tomado el control y él había actuado como un adolescente enloquecido la noche anterior. Nada que ver con el hombre serio y controlado que le gustaba mostrar ante el mundo.
Y eso le molestaba mucho.
Sacudiendo la cabeza, Nick volvió al dormitorio y entró sin hacer ruido; lo cual era una estupidez porque la había visto salir de su casa.
Pero la presencia de Miley seguía allí y podía oler su perfume… Miró entonces las sábanas arrugadas, una de ellas en el suelo.
Deberían haber dormido en el cuarto de invitados, pensó entonces.
Él no llevaba mujeres a su dormitorio. Nunca. Si hubiera pensado con la cabeza la noche anterior se habría quedado en el piso de abajo para no invadir la zona privada de su casa.
Pero en lo único que podía pensar la noche anterior era en llevarla a su cama lo antes posible.
El deseo era un asco, una amante controladora y voluble de la que no se podía escapar. Pero tal vez después de haber hecho el amor con Miley durante horas no perdería la cabeza cada vez que la viese.
El instinto le decía que eso no era verdad, pero tenía que creerlo.
Nick entró en el baño.
Había tirado todo lo que había sobre la encimera para sentar allí a Miley y hacerle el amor de nuevo.
Y había al menos dos preservativos en el suelo.
Suspirando,  Nick tomó un pañuelo de papel para recogerlos y tirarlos a la basura cuando se le aceleró el corazón.
Se quedó inmóvil, incapaz de creer lo que estaba viendo… y luego masculló una serie de palabrotas, con el estómago encogido y la frente cubierta de sudor.
Cerró los ojos, deseando que no fuera verdad, pero cuando volvió a abrirlos vio la prueba irrefutable en su mano.
Uno de los preservativos estaba roto. 




Hola Niñas Lamento no haber subido mas capis pero mi compu murio :(
pero solo por unos dias estoi subiendo de una compu emprestada y estos capis ya los tenia comenzados como borrador asi qe dije poes los subo pronto subire mas capis 
las qiero un mucho!!!
gracias por sus comentarios 
bueno me voi las qiero♥ de aqi al cielo y de regreso :*

I Don't Want To Love You Cap.3







Cuando salieron por la puerta de atrás, Miley recibió un golpe de viento helado en la cara y le soltó la mano para envolverse en el abrigo. Nicholas volvió a tomarla por la muñeca para llevarla hacia su coche.
–¿Has venido en coche? No, ella no tenía coche. Y tampoco tenía permiso de conducir, lo cual era un problema ya que necesitaba un vehículo para acudir a los eventos.
–No, Demi envió un coche a buscarme.
Nick arqueó una ceja.
–¿Y cómo has traído todas esas cosas desde Nueva York? –Solo pedí que me enviasen el vino, el resto lo he preparado aquí mismo. Demi tiene una cocina estupenda –respondió Miley. Y lo sabía bien porque era ella quien había llenado la despensa.
Nicholas abrió la puerta del Escalade y prácticamente la empujó hacia el interior.
–Mi chófer te llevará de vuelta a la ciudad por la mañana.
Vaya, parecía dispuesto a librarse de ella incluso antes de haberse acostado juntos, pensó Miley, molesta.
Demi subió al coche y arrancó a toda velocidad, aunque sabía que vivía cerca de allí. Medio kilómetro después se detuvo frente a una verja de hierro y esperó a que se abriera antes de acelerar de nuevo para subir por el camino.
Miley no podía ver nada en la oscuridad. No había ninguna luz encendida en la mansión y no tenía un aspecto muy invitador. Se preguntó entonces si sería una monstruosidad como un castillo medieval o algo parecido. Había oído a Joe tomarle el pelo sobre «su cueva» y sentía curiosidad.
Antes de que llegaran a la casa las luces se encendieron de repente por control remoto.
Bajó del coche y sonrió cuando él le puso una mano en la espalda mientras entraban en una cocina que la hizo babear de envidia. Tenía un aspecto tan inmaculado que no parecía haber sido usada nunca.
Nicholas la llevó al vestíbulo de entrada y cuando empezó a subir la escalera Miley casi tuvo que correr para seguirlo.
Cuando llegaron al espacioso dormitorio principal estaba sin aire y, antes de que pudiese respirar, Nick tiró de ella para apretarla contra su torso y darle un beso que la dejó casi mareada.
–Eres tan preciosa… –murmuró–. Me vuelves loco.
Ella sonrió, satisfecha. ¿Qué mujer no se sentiría así al escuchar eso? –Pero tenemos que hablar de un par de cosas antes de dejarnos llevar.
Aunque hablaba con calma, sus ojos brillaban de una forma que la hizo temblar. La deseaba, eso estaba claro. Nunca se había sentido devorada por la mirada de un hombre, pero así era como se sentía en ese momento.
–¿A qué te refieres? –Hay cosas que deberías saber, cosas que tengo que dejar claro para que luego no haya malentendidos.
La curiosidad hizo que Miley enarcase una ceja mientras se sentaba al borde de la cama y cruzaba primorosamente las piernas.
–Te escucho.
¿Pero qué podía ser tan importante como para detener un beso? Nick se aclaró la garganta antes de decir: –No estoy interesado en compromisos. Necesito que entiendas eso antes de acostarnos juntos. Esto es solo un encuentro casual. No te llamaré mañana… 
–Muy bien.
–Y espero que te marches por la mañana. Mi chófer te llevará a la ciudad.
Miley sonrió, pero estaba claro que eso era lo último que Nicholas esperaba.
¿Qué pensaba, que iba a irse de su casa indignada? Sin dejar de sonreír, se levantó para acercarse a él y pasó los dedos por los botones de su camisa.
–Si crees que yo quiero algo más, vas a llevarte una desilusión. Lo que quiero es sexo. ¿Puedes darme eso? 
De inmediato vio un brillo de alivio en sus ojos. Pero cuando iba a besarla, Miley se apartó.
–No tan rápido. Yo también tengo un par de cosas que decir.
–¿Ah, sí? 
–Imagino que tendrás preservativos. O más bien, si no hay
preservativos no habrá sexo, así de sencillo.
–Tengo preservativos –dijo Nick.
Miley alargó una mano para tirar de su camisa.
–Entonces no tenemos nada más que decir –murmuró, buscando sus labios.
Nick experimentó una oleada de deseo que lo dejó mareado. Miley era todo lo que había imaginado y mucho más. Era dulce, sexy, atrevida y estaba seduciéndolo en su propio dormitorio.
Le encantaba que fuese tan impaciente, tirando de su camisa para sacarla del pantalón. Estaba acostumbrado a ser el más activo en la cama, pero era muy excitante que fuese al revés.
Cuando empezó a bajar la cremallera de su pantalón estuvo a punto de perder la cabeza y tuvo que respirar profundamente, intentando controlar la descarga de adrenalina.
Pero cuando bajó la cremallera y agarró su miembro… «Caray».
Pippa se puso de puntillas para besarlo, acariciándolo con sus sedosos dedos… –La primera vez soy muy exigente –murmuró–. Y espero que te ocupes de mí.
Si aquello no era un reto, no sabía qué podía serlo. Nicholas la apartó de sí lo suficiente como para llevarla a la cama y tiró de su ropa con manos impacientes hasta que quedó con el conjunto de ropa interior más sexy que había visto nunca.
Era una sirena vestida de negro. Las perversas braguitas y el sujetador que apenas le cubría los pezones… El pelo deliciosamente
despeinado la hacía parecer recién salida de la cama y sus ojos, sus profundos y eróticos ojos azules, lo volvían loco.
No era solo preciosa, era increíble.
La tumbó sobre el colchón para admirarla y pensó que era una fiesta para los sentidos. Y él quería disfrutarlos todos: el olfato, la vista, el oído, el tacto… quería oírla susurrar su nombre, pero sobre todo quería saborear cada centímetro de su piel.
Sabiendo que tendría problemas si no se ponía un preservativo de inmediato, abrió el cajón de la mesilla y sacó una caja entera que tiró sobre la cama.
Luego se tumbó sobre ella, capturando su boca, sintiendo las suaves curvas moldeándose a su cuerpo… Y fue como ser golpeado por un rayo. Ella le devolvía el beso apasionadamente, acariciando su espalda, explorando cada centímetro de su piel.
Recordando la vívida fantasía que había tenido unas horas antes, Nick tiró de ella hasta que la tuvo sentada a horcajadas sobre su cuerpo.
La realidad sobrepasaba cualquier fantasía. Nada podía compararse con tenerla allí, en su cama, los muslos femeninos apretados contra sus costados.
–Desnúdate para mí –dijo con voz ronca–. Ahora mismo, para que pueda mirarte.
Miley le regaló una traviesa sonrisa y, lentamente, empezó a quitarse el sujetador. Pero en lugar de dejarlo caer sobre la cama, sujetó la diminuta prenda sobre su pecho, soltando los tirantes uno a uno y dejando que se deslizaran por sus brazos.
Nick apenas podía respirar y cuando por fin soltó el sujetador, revelando sus pechos ante su ávida mirada, dejó escapar un gruñido de satisfacción.
Eran del tamaño perfecto, firmes, altos, con unos pezones deliciosos que parecían suplicar sus caricias.
–Necesitaré ayuda con las bragas –murmuró Miley, haciendo una mueca juguetona.
Y Nicholas asintió con la cabeza. Claro que en aquel momento habría asentido a cualquier cosa.
Ella se inclinó hacia delante, dejando sus preciosos pechos a unos centímetros de su boca, y empezó a bajarse las braguitas.
Nicholas no sabía qué debía hacer él, pero estaba dispuesto a cualquier cosa.
Apoyándose en un codo, alargó la otra mano para sujetar su cintura,
acariciando su espalda, disfrutando de su suave piel.
Cuando las braguitas estaban en sus rodillas, Miley puso las piernas sobre su torso.
–Tira de ellas –musitó.
Más que contento de poder ayudar, Nick tiró de la prenda y se lanzó sobre ella como un predador.
La sensación de estar piel con piel estuvo a punto de hacerlo perder la cabeza mientras acariciaba sus pechos con la lengua.
Era perfecta, voluptuosa, dulce, no demasiado delgada, sencillamente perfecta.
Un suspiro se escapó de su garganta cuando envolvió un rígido pezón con los labios, chupando lentamente, rozándolo con la punta de la lengua mientras ella jadeaba.
–Eres preciosa –susurró–. No me canso de ti… sabes mejor que cualquier cosa que pudieras cocinar.
–Pero si aún no has probado mi comida –bromeó Miley–. Soy una cocinera maravillosa.
Nicholas sonrió.
–Era un cumplido. O al menos pretendía serlo.
–Creo que lo estabas haciendo bien sin cumplidos.
–¿Te gusta? –susurró Nicholas, acariciando su pecho y viendo cómo el pezón se levantaba–. ¿Qué más te gusta, Miley? Dime cómo darte placer.
–Lo estás haciendo bien, no tengo ninguna queja –logró decir ella, entre suspiros–. Me encanta que un hombre se tome su tiempo y no piense solo en su propio placer.
–Pero esto me hace sentir un gran placer –musitó él–. Me encanta tocarte, besarte. Me encanta ver cómo respondes, cómo se oscurecen tus ojos cuando estás encendida. Y esa sonrisa perversa me dice que vamos a pasarlo muy bien.
–Ahora que lo pienso, sigue con los cumplidos –bromeó Miley–. Me gustan mucho.
–Dime dónde quieres que te toque.
Los ojos azules se oscurecieron mientras tomaba su mano y la deslizaba hasta su entrepierna para colocarla sobre el capullo escondido entre los rizos… Miley dejó escapar un gemido cuando Nicholas empezó a mover los dedos… ah, sí, eso le gustaba mucho.
También él podía ser perverso cuando quería, pensó Nick, acariciando los aterciopelados pliegues de su feminidad.
Ella dejó escapar un grito, arqueándose y enredando los dedos en su pelo. No era tímida en absoluto, sabía lo que quería y lo exigía. Y eso le encantaba.
Nicholas le acarició el clítoris una vez más y luego apartó la mano para tomar un preservativo, inclinándose para besarla mientras le abría las piernas con la rodilla. No se cansaba de ella y pensaba aprovechar todo el tiempo que estuviera allí.
–¿Estás lista para mí? Ella respondió envolviendo las piernas en su cintura y arqueando la espalda y Nick tuvo que sonreír ante su impaciencia.
–Guíame, Miley. Dime cómo te gusta.
Ella bajó una mano para envolver su miembro y colocarlo entre sus piernas, arqueándose un poco más al sentir el primer roce en la entrada de su húmeda cueva.
Los dos suspiraron y Nicholas no pudo esperar más. Levantando las caderas, la penetró con una embestida… al principio pensó que le había hecho daño, pero entonces Miley clavó los dedos en sus hombros y casi le gritó que no parase.
Él sonrió, besándola mientras se movía a un ritmo frenético. Sin estilo, sin gracia, aquel encuentro no podía ser descrito como elegante, todo lo contrario.
Era algo animal, con Miley dando tanto como tomaba. Exigiéndole todo lo que tuviese y más. Nunca le había hecho el amor a una mujer más fiera y Nick disfrutó de cada segundo.
–¿Estás conmigo,  Miley? Necesito que estés conmigo, estoy a punto.
–Estoy contigo –murmuró ella–. Sigue, Nick, no pares.
Como si pudiese parar.
Dejando escapar un gruñido, Nick empujó con fuerza. No pensaba en nada más que en ella, solo en ella moviéndose, apretándolo.
Escuchaba sus gemidos, olía su perfume, la saboreaba y la sentía hasta en los huesos.
–¡Nick!
Miley se agarró a sus hombros y él tembló violentamente mientras la oía gritar.
Un segundo después caía sobre ella, aunque sabía que debía estar
aplastándola. Pero Miley no se quejaba, al contrario. De hecho, lo apretaba con tal fuerza que no habría podido apartarse aunque quisiera.
Se quedaron así durante unos segundos, intentando recuperar el aliento. Y luego, dejando escapar un suspiro, Nick se apartó para quitarse el preservativo.
Cuando volvió la cabeza, Miley estaba tumbada boca arriba, con los ojos cerrados.
–Creo que estoy muerta –murmuró–. ¿Cuándo vamos a hacerlo otra vez?