domingo, 19 de agosto de 2012

A Great Love cap.17



Las manos de ella fueron volviéndose más audaces, enredándose en el vello del pecho de Kevin, deleitándose en su calidez, y en su fuerza. De repente, él la tomó por las caderas y la alzó, colocándola sobre el mostrador y abriéndole las piernas para ponerse entre los pliegues de su falda, entre sus muslos. Sus labios descendieron, apartando la chaqueta de la joven, hasta encontrar la turgencia de un seno, y su boca se abrió, tomando el endurecido pezón a través de la tela de su blusa.

— Kev...in... no... — jadeó Danielle, estremeciéndose de placer. Sin embargo, a pesar de la débil protesta, echó la cabeza hacia atrás y se arqueó hacia él, quitándole el sombrero y agarrándolo por el cabello para mantener su cabeza contra su pecho.
— Eres mía — susurró él, mordisqueándole suavemente el pezón—, me perteneces, y no voy a entregarte a Randall.
Y de pronto volvió a sorprenderla, alzando la cabeza y apartándose para mirarla. Sus ojos descendieron hasta la tela mojada con una expresión de triunfo.
— ¿Dejas que Randall te haga lo que yo acabo de hacerte? — le preguntó en un tono insolente.
Danielle casi no podía respirar. Al verlo así, con el cabello revuelto, la camisa abierta, el pecho al descubierto, los labios ligeramente hinchados por los besos... estaba haciendo que se sintiese
mareada. Cuando su mente procesó lo que le había preguntado, se puso roja como una amapola.
Había dejado que la tocase y la besase de un modo muy íntimo sin siquiera resistirse, y encima estaba burlándose de ella. Sintió una oleada de vergüenza.
— No, claro que no — se respondió Kevin a sí mismo dirigiéndole una mirada lasciva—, nunca dejarías que otro hombre te hiciera lo que te he hecho, ni lo harás nunca.
Danielle estaba temblando, pero aquella afirmación la hirió en su orgullo. ¿Qué se creía?, ¿Que era de su propiedad? No iba a permitir que la humillara de nuevo. Se bajó del mostrador, observando azorada la mancha húmeda en su blusa mientras Kevin se abrochaba la camisa.
— Devuélvele a Randall su anillo — le dijo él con una sonrisa de autosuficiencia.
Danielle se tapó con la chaqueta.
— No — contestó.
Las manos de Kevin se detuvieron sobre el penúltimo botón.
— ¿Qué?
Danielle fue hasta la puerta, la abrió y la sostuvo, volviéndose hacia él.
— Si lo que pretendías era demostrar que no puedo resistirme a ti, ya lo has conseguido — le dijo mirándolo a los ojos—. Ahora ya puedes irte y contárselo a Nina para que os riáis los dos juntos, pero voy a casarme con Randall.
— ¡En nombre de Dios!, ¿Por qué? — explotó él enfadado—. ¡No estás enamorada de él!
Danielle le sostuvo la mirada sin parpadear.
— Precisamente por eso — le dijo con aspereza—, porque no lo amo, porque nunca podrá hacerme tanto daño como me has hecho tú. ¿Ha quedado satisfecho tu orgullo, Kevin? — Le preguntó—, ¿se ha resarcido al humillarme?
Kevin se quedó boquiabierto. Lo había malinterpretado por completo.
— Danielle, no he venido por eso... — comenzó.
— Quiero que te vayas.
— No lo comprendes — insistió él irritado, yendo junto a ella—, he venido a explicarte algo.
Danielle cerró los ojos con fuerza, sintiendo que no podría contener las lágrimas mucho más tiempo.
— Por favor, déjame ya, Kevin, deja de hacerme daño — le suplicó—. Voy a casarme, voy a irme de Jacobsville por ti... ¿no te basta con eso?
— ¿Por mí? — repitió él balbuciente, frunciendo el ceño.
Danielle abrió los ojos y alzó el rostro hacia él atormentada.
— No puedo evitar sentir... lo que siento — sollozó—. ¿Tienes que seguir castigándome por ello?
— Oh, cariño, no... — murmuró él horrorizado— Danielle, yo no he venido para hacerte daño...
— No quiero volver a verte, Kevin — le dijo ella en un hilo de voz—. Por favor, márchate.
— ¿Y dejar que cometas el mayor error de tu vida casándote con ese medicucho?
— Si no te marchas, gritaré — lo amenazó, sin poder detener ya las lágrimas, que rodaban por sus mejillas.
— Como quieras — accedió él al fin—, pero esto no se ha acabado.
— Sí, sí ha acabado — gimió ella—. ¡Márchate!
Kevin abandonó la galería furioso, pensando mil y una maneras descabelladas de arrancarla de los brazos de Randall, mientras Danielle cerraba la puerta tras de sí, y se derrumbaba sobre el frío
suelo, llorando amargamente.


Aquella noche, durante la cena, la señora Deleasa observó que su hija parecía muy deprimida. No quería entrometerse en sus asuntos, pero estaba empezando a preocuparse de verdad al ver que Danielle estaba perdiendo peso.
— Danielle, cariño, ¿hay algo en lo que pueda ayudarte? — le preguntó.
Su hija alzó el rostro y se sonrojó.
— Eh... No, pero gracias de todos modos.
— Pero te pasa algo, ¿verdad? — insistió su madre suavemente—. ¿Ha hecho Randall algo que te haya molestado? — inquirió.
— No, mamá, no ha sido Randall.
— ¿Kevin?
Danielle se sonrojó, y su madre suspiró.
— Debería haberlo imaginado. Ha ido a verte a la galería, ¿no es así? Y supongo que tendría bastante que decir acerca de la acompañante que Randall llevó el otro día al teatro en Houston...
Danielle la miró sorprendida.
— ¿Cómo lo sabes?
— Porque antes vino a verme a mí — contestó su madre esbozando una pequeña sonrisa—, para avisarme que Randall te estaba siendo infiel — añadió— La verdad es que resulta contradictorio que tenga una actitud tan protectora contigo cuando jura y perjura que no está interesado en ti.
Danielle se sonrojó más aún, y la señora Deleasa entornó los ojos suspicaz.
— Hizo algo más que hablar contigo, ¿me equivoco?
La joven bajó la vista y rodeó la taza de té con sus manos para disimular como le temblaban, pero su madre ya lo había advertido
— Sí, me besó... me besó y... ¡oh, mamá, no debí permitírselo!, ¡Estoy comprometida!
— A un hombre que no te quiere — replicó su madre con voz queda—. La verdad, Danielle, seré honesta contigo. Preferiría que tuvieras un romance ardiente con Kevin Jonas a ese matrimonio con un hombre por el que tú tampoco sientes nada.
— ¡Mamá!
— ¿Qué? Es la verdad — murmuró su madre, mirándola a los ojos—. Al menos, Kevin te desea, y no puedo imaginarlo saliendo con otra mujer si estuviera prometido.
— Él... es distinto a Randall.
— Claro que es distinto. Es apasionado, y cabezota... y muy hombre — le dijo la señora Deleasa. A Danielle se le escapó una sonrisilla. Nunca hubiera imaginado escuchar algo así de
labios de su madre—. No, te lo digo en serio, no es algo para tomarse a la ligera. He oído decir que en una ocasión le hizo daño a una mujer en la cama.
Danielle la miró atónita.
— ¿Deliberadamente? — inquirió en un hilo de voz.
— No, por supuesto que no, pero es muy fuerte, y un hombre no siempre puede controlarse cuando está excitado. Parece ser que aquella mujer con la que estaba saliendo era pequeña, frágil
y muy inocente. No sé si eso tendrá algo que ver con su actitud hacia ti, es posible que así sea.
— Yo no soy pequeña, ni tampoco frágil — protestó Danielle.
— Lo sé, pero sí eres muy inocente. Para algunos hombres, la virginidad es un obstáculo difícil de superar, sobre todo si tienen miedo de no poder controlar su fuerza. No es algo para tomarse a la ligera — repitió.
— Pues esta mañana a mí no me pareció que tuviera miedo a nada — murmuró Danielle torciendo el gesto.
— Los besos son una cosa, cariño, y el sexo otra muy distinta.
Danielle se aclaró la garganta.
— Sea como sea no pienso tener un romance con Kevin.
— Ni yo te aconsejo que lo tengas — le dijo su madre calmadamente—, solo digo que si está realmente interesado en ti, tal vez deberías reconsiderar lo de tu matrimonio con Randall. Kevin vale mucho más que él.
— Mamá, Kevin me odia — dijo Danielle apoyando los codos en la mesa y frotándose las sienes —. A veces cuando me mira me da la impresión de que quisiera despedazarme.
— Eso es deseo, no odio — le aclaró la señora Deleasa—. El deseo puede ser algo violento, sobre todo si se ha reprimido durante mucho tiempo. Yo he visto el modo en que te mira, y créeme, no es odio.
— Pero tú misma dijiste que no es de la clase de hombres que se casan — respondió Danielle cansada—. 
— Aunque me desee, ese deseo no durará eternamente, y el deseo no puede ser la basepara una relación.
— ¿Y acaso es mejor casarte con un hombre al que no amas?
— No, supongo que no — admitió la joven, bajando la vista a su taza.
Se quedaron en silencio un instante, y finalmente fue Danielle quien volvió a hablar.
— Randall y yo vamos a Houston mañana, a una fiesta que dan sus padres, para decirles lo de nuestro compromiso. Probablemente volveremos tarde, así que no me esperes levantada.
La señora Deleasa suspiró.
— Bien.
Querría haberle dicho de nuevo que debía replantearse aquello, pero no podía darle consejos, no podía vivir su vida por ella. Tenía que hacerse a un lado y dejar que cometiese sus propios errores.



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