viernes, 24 de agosto de 2012
Miley's Little Secret cap.17
La historia del tornado que había derrumbado el club de campo
encima de trescientos invitados a una boda salió en la primera página del Abilene News Reporter y apareció también en el Dallas Morrting News, aunque no en primera página. Un periodista había hecho una foto de las ruinas del edificio derruido con un grupo de invitados supervivientes empapados y la foto pasó a las agencias de noticias y a través de ellas a periódicos de todo el país. La historia llegó incluso a la CNN y la MSNBC.
El sábado por la tarde, el doctor Jover dio el alta a Miley, quien,
después de abrazar a su hijo y dejarse mimar un rato por su madre, se retiró a su habitación y llamó al Doble T.
Contestó Demi y le dijo que esperara un momento. Poco después
le llegó la voz de Nick.
—Hola, Miley —su voz sonaba distante, fría, peligrosamente educada—. ¿Cómo te encuentras?
—Mejor. Cada vez estoy mejor.
—Me alegro.
—Nick… humm… ¡Ah! No sé por dónde empezar.
—¿Sí, Miley?
—Tenemos que hablar —anunció ella con voz temblorosa.
—Hablar —repuso él—. Sí, supongo que sí.
—Estoy en casa de mis padres. Quizá quieras venir y…
—¿Tener ahora esa conversación? —terminó él en su lugar.
—Bueno, sí. Podemos…
—No —la interrumpió él de nuevo—. Ahora no. Es mejor esperar.
Miley se llevó una mano a la cabeza vendada, que de pronto le dolía con furia.
—¿Esperar a qué? —se atrevió a preguntar.
—¿Cómo está tu cabeza? ¿Seguro que duele mucho?
—Sí, todavía me duele.
—Estaba seguro. Es mejor esperar un poco.
—¿Hasta cuándo?
—Hasta que te encuentres mejor. De hecho, supongo que querrás
cancelar la cita que teníamos mañana. ¿Te acuerdas de esa cita?
—Claro que sí.
—Habla más alto. No te oigo.
—Sí me acuerdo —repitió ella.
—Una cita para hablar de un asunto que me has ocultado durante
once años, ¿verdad? —la voz de Nick subió de volumen—. ¿Verdad?
—Verdad —repuso ella, tensa—. Sí. Para hablar de…
—Espera. Ahora no. Más adelante.
—¿Más adelante? —repitió ella con tristeza.
—Sí.
—¿Cuándo?
—¡Oh, vamos! Tú has esperado tanto tiempo que no creo que ahora
te vaya a importar esperar unos días más.
Miley se sentía cada vez más miserable.
—Sé que ya te ha contado Hannah lo de aquella noche y creo que tienes que entender que…
—Quiero que estés fuerte cuando hable contigo.
—Nick, por favor. Yo sólo…
—El jueves. Te llamaré el jueves y veremos cómo te va.
—Pero…
—Y entretanto, me gustaría ver a Jerry. ¿Te importaría mucho?
—¿Ver a Jerry? —no sabía por qué le sorprendía aquello, era normal que quisiera verlo.
—¿Hay algún problema? —el tono profundo de él no ocultaba una
amenaza sutil.
—No, ninguno —musitó ella.
—Entonces de acuerdo. Iré a recogerlo mañana por la tarde a las
cinco y te lo devolveré a las nueve.
—¿Te parece bien?
—Sí… está bien —Miley tema mil preguntas, pero no sabía por dónde empezar y él no parecía deseoso precisamente de darle respuestas—. ¿Qué le vas a decir?
—De momento nada. Quiero ir despacio, dejar que me conozca mejor antes de darle una sorpresa así.
—Sí. Eso suena… inteligente.
—Gracias. Lo llamaré más tarde y le preguntaré si quiere venir
mañana al rancho conmigo a montar en Amos, nadar, comer perritos calientes y jugar con Elvis…
Su voz se apagó y Miley pensó con tristeza en su visita al rancho de la semana anterior y en lo bien que lo habían pasado los tres.
—¿Miley? ¿Sigues ahí?
—Sí, estoy aquí.
—Está bien. Si él quiere venir mañana, le diré que te pida permiso y
tú le dirás que sí.
Miley sintió una irritación repentina.
—Ya te he dicho que puede ir.
—Bien. Y si quiere que tú también vengas, le dices que todavía no te sientes con fuerzas.
Miley no se sentía con fuerzas, así que eso no sería mentira. Se apoyó en la cama y cerró los ojos.
—Sí, está bien.
—Si todo va bien mañana, le pediré que venga también el miércoles y tú le dirás que todavía sigues sin fuerzas.
—¿Y si tengo fuerzas? ¿Qué le digo entonces? —preguntó ella, a pesar de que sabía que no debía hacerlo.
—Seguro que se te ocurrirá algo.
—No pienso mentirle.
Nick se echó a reír.
—Eso es muy bueno viniendo de ti.
Miley abrió la boca para protestar, pero optó por cerrarla. El comentario era cruel, pero también era la verdad. Había contado muchas mentiras y no tenía sentido fingir que no era así.
—¿Alguna objeción más? —preguntó él.
Miley levantó una mano y la apoyó con cuidado en la venda que le
cubría la frente.
—Hablas como un abogado.
—Es lo que soy. Hablaremos el jueves.
—Espera, yo… —pero ya era demasiado tarde.
Nick había colgado.
El lunes, Hannah y Liam se marchaban a la luna de miel que la primera había insistido en posponer hasta que su hermana estuviera bien del todo.
Cuando pasó a despedirse de su familia, Miley seguía en la cama con las cortinas corridas.
—Buenos días —Hannah asomó la cabeza por la puerta—. Despierta, dormilona. Son las diez y esto está muy oscuro —entró en el cuarto y descorrió las cortinas. Miley lanzó un gruñido—. ¿No está mejor así?
—No especialmente —Miley se sentó en la cama y entrecerró el ojo bueno para protegerlo de la luz; el otro estaba cerrado por la hinchazón, así que no le molestaba el brillo.
Hannah se dejó caer en la cama.
—¿Cómo te encuentras?
—No muy bien.
—Dentro de una hora salimos para el aeropuerto.
Y tú tienes el ojo morado e hinchado. No estás muy atractiva que
digamos.
—Muchas gracias.
—Ven aquí.
Hannah le abrió los brazos y Miley se echó en ellos.
—Diviértete mucho, ¿de acuerdo? —abrazó a su hermana con fuerza.
—Lo haré. Seguro que me encantan Las Bahamas. Estoy deseando
que Liam vea el bikini enano que me he comprado. Oh, y la lencería… hace meses que tengo un baúl lleno esperando.
Hannah la apartó para mirarla a los ojos.
—Todos estos años pensaba que te pondrías furiosa conmigo cuando te enteraras —musitó Miley.
Su hermana se encogió de hombros.
—Y seguramente me habría puesto si me hubiera enterado entonces, pero ahora… Hace ya tanto tiempo de eso que cuando miro hacia atrás no siento nada. Pero para ti debió ser terrible estar embarazada y guardar ese secreto, tener que contar tantas mentiras…
Miley se sentó más recta.
—No tenía que contarlas. Las conté porque quise.
—Bueno, tenías diecisiete años y…
Miley levantó una mano.
—No me disculpes; eso ya lo hago yo muy bien sola.
Las hermanas intercambiaron una mirada de entendimiento.
—¿Y cómo te va con Nick? Mamá dice que ayer no vino.
Miley se puso tensa.
—¿Qué le has dicho?
—Nada, tranquila. Por una vez no pienso meterme. Le he dicho que si quiere saber algo sobre vosotros, te pregunte a ti.
—Eres la mejor.
—Claro que sí.
Miley se dejó caer sobre la almohada.
—En cuanto a lo mío con Nick, no sé…
—Llámalo hoy.
—Lo llamé ayer. Le dije que quería que habláramos y dice que quiere que me sienta mejor antes de hablar.
—Puede que eso sea buena idea.
—No sé. Está furioso y no quiere hablar conmigo. ¡Es horrible!
—Bueno, has de admitir que tiene derecho a enfadarse —repuso
Hannah.
—Lo sé.
—Sólo tienes que ser paciente. Estoy segura de que lo arreglaréis.
—No lo sé. Yo no lo sé.
Miley pensó todo el día si debía bajar a saludar a Nick cuando fuera a buscar a Jerry y al final decidió no hacerlo. Tenía un aspecto horrible, con el lado izquierdo de la frente, debajo de la venda, negro y azul y el ojo grande y morado como una ciruela madura, y no quería que él la viera así, pues sabía que le daría lástima.
Y ella no necesitaba su lástima.
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