domingo, 12 de agosto de 2012

The Ex-Boyfriend Of His Sister cap.13




Al día siguiente era domingo, y asistió a la iglesia de la comunidad, pero encontró en ella poco consuelo, y cuando volvió a casa, pasó toda la tarde trabajando en la mesa. La terminó a las dos de la mañana del lunes y después, se las arregló para dormir unas horas.
Cuando se despertó, el sol brillaba sobre la nueva capa banca que cubría el exterior. Llamó por teléfono a Bob Tamberlaine porque sabía que aquella era una de las dos mañanas a la semana que Bob trabajaba para Joe, y acordaron que se pasaría por casa de Demi. Entre los dos, sacaron la mesa y la subieron a la furgoneta de Demi.
Bob la siguió hasta casa de Joe y allí la ayudó a descargarla y a llevarla al estudio. Cuando Joe la vio puesta allí, dijo que era exactamente lo que quería, grande, rústica y con un color cálido y dorado y Demi, aunque no quería reaccionar ante él de ninguna forma, no pudo evitar que su alabanza la complaciera.
Después, Joe se sentó en su mesa nueva y rellenó un cheque con una cifra bastante abultada por la mesa y la segunda semana de trabajo de Demi. Mientras escribía, Demi le dejó sobre la mesa las llaves de la casa y del garaje.
-Supongo que ahora estamoss en paz -dijo él, y cogió las llaves y le entregó el cheque.
-Sí -contestó ella con una sonrisa distante e intentando no rozarse con su mano.
Bob, que estaba pasando un enorme plumero en la habitación de al lado, se asomó al despacho.
-Eh, Demi, ¿te has fijado cómo huele en la cocina? La comida de hoy va a ser memorable. Deberías quedarte. Por alguna absurda razón, Demi hubiera querido echarse a llorar. Y ella nunca lloraba.
-No. Tengo que irme -dijo, y se volvió hacia Joe, que la observaba con expresión impenetrable.
Fue entonces cuando se le ocurrió la idea más absurda de todas: iba a echarlo de menos.
No se había dado cuenta de que habían llegado a hacerse amigos hasta el momento de separarse de él, pero ¿qué otra cosa podía hacer? Él quería algo más que amistad, y esa clase de cosas no iban con ella.
-Yo... eh...
-Creo que adiós es la palabra. Su voz no tenía tono.
-Sí. Adiós.
A partir de aquel momento, Demi descubrió algo nuevo en su vida: Soledad. 
Ya no encontraba paz en su soledad, ni la tranquilidad de su pequeña y apartada casa le satisfacía ya, sino que la volvía loca.
Optó por ver la televisión por las noches porque los libros que siempre habían sido su refugio, requerían demasiada concentración. Sus noches empezaban con «La rueda de la Fortuna», pasando por «Traición» y terminaban con las películas de la semana.
Más de una vez se quedaba dormida frente a la televisión y después se despertaba frente a la pantalla parpadearte preguntándose dónde estaba. Llegó a enfadarse tanto consigo misma, que no vio otro remedio más que salir de allí alguna que otra noche.
Al día siguiente se encontró con Lizzie Spooner en el supermercado Mart.
-Selena y yo vamos a salir esta noche -dijo Lizzie-. Hemos quedado a las ocho en el Spotted Owl -el Spotted Owl era el único bar nocturno de la ciudad-. Deberías dejarte caer por allí. Es posible que resulte ser toda una fiesta. Selena ha invitado a Joe y Bobby Tamberlaine ha dicho que también vendría.
En cuanto supo que Joe iba a estar, decidió no ir, pero a medida que fue pasando la tarde, empezó a pensar que cualquier cosa, incluyendo enfrentarse de nuevo a Joe, era preferible a quedarse dormida frente a otra reposición de «Vigilantes de la playa».
Llegó al bar a las nueve menos veinte. Joe no estaba a la vista, pero echar un vistazo a su alrededor, la convenció de que otra noche de televisión no habría estado tan mal.
Aunque el restaurante de al lado era bastante acogedor, el bar sólo podía calificarse de triste. Estaba mal iluminado y lleno de humo, y la mayoría de los clientes eran hombres de por allí que no tenían mujeres que los esperasen en casa así que se sentaban a la barra del bar a beber cerveza y a contemplar su propia imagen en el espejo de la pared.
Lizzie y Selena estaban allí, sentadas en una mesa del centro de la habitación. Un par de moteros tatuados pululaban a su alrededor fingiendo jugar al billar, pero en realidad estaban preparándose para hacer su entrada a las dos únicas mujeres del lugar.
La verdad era que aquel era el último sitio en el que quería estar, así que dio media vuelta dispuesta a marcharse, pero Lizzie la vio en el último momento.
-¡Eh, Demi! ¡Aquí!
Ahora que la habían visto no podía marcharse, así que decidió tomarse una cerveza antes de volver para casa. Saludando a varios de los hombres que conocía, se acercó a la barra y le pidió a Bernice que le sirviera una caña. Después se sentó a la mesa con las otras dos mujeres.
-Hola, extraña -dijo Selena en un tono falsamente alegre-. ¿Dónde te has metido últimamente?
Demi no estaba segura de cómo contestar. Era cierto que había estado evitando a Selena, pero su hermana tampoco la había llamado desde hacía tiempo. Y ya habían pasado semanas desde la última vez que Selena había aparecido en su cocina sin molestarse en llamar.
-He estado muy ocupada -contestó y tomó un trago de cerveza para pasar mejor la mentira.
-¿Haciendo qué? -preguntó Selena, aún en el mismo tono.
Demi no tuvo que urdir otra mentira porque, justo en aquel momento, uno de los dos tipos que habían estado pululando alrededor de la mesa de billar metió la cabeza entre ella y Selena.
-¿Qué les parecería a estas tres monadas que pusiera un poquito de música?
Sonriendo de oreja a oreja, miró primero a Lizzie, luego a Selena y por último a Demi. Tenía unos bíceps tremendos, y en el brazo que Demi podía ver llevaba el tatuaje de una boa constrictor sacándole la sangre a un corazón.
-No estaría mal -contestó Selena, con una sonrisa forzada.
-Vaya, vaya... pero si eres toda una monada -dijo pasándole un brazo por los hombros y soplándole en un oído.
Selena retrocedió.
-Gracias. ¿Por qué no vas a poner esa música?
-¿Por qué no vienes tú conmigo y eliges lo que quieres oír?
-No... no puedo. Estoy con esta amiga y mi hermana.
Selena hizo un gesto en dirección a Demi y ella se preguntó por qué le resultaría tan difícil a su hermana decirle a un cretino como aquel que se fuera a tomar el aire.
-Estoy seguro de que a tu hermana no le importará, ¿verdad?
Demi no era tan reticente como Selena a la hora de ofender a alguien, y sobre todo aquella noche, que ya tenía los nervios de punta. Antes de hablar, miró de arriba a abajo al gigantón con lentitud deliberada.
-¿Y puede saberse cómo te llamas? -le preguntó intentando poner en su tono todo el desprecio que aquel tipo le inspiraba.
Pero el motero no apareció darse cuenta y se limitó a sonreír aún más. Llevaba las muelas con fundas de plata.
-Me llamo Spike. ¿Y tú?
Dejó que pasara un momento de silencio antes de contestar.
-Demi.
El motero siguió sonriendo.
-Bueno, Demi, ¿te importa que me lleve a tu hermanita hasta el tocadiscos automático para que elija lo que más le guste?
Demi volvió a tomarse un trago de cerveza y dejó el botellín sobre la mesa.
-Verás, Spike. Lo que ocurre es que mi hermana es demasiado educada para decírtelo, pero preferiría que le sacaran una muela antes de ir a ninguna parte contigo.
Spike no parecía capaz de asimilar lo que acababa de oír y se echó a reír.
-Venga ya...
-Quítale las manos de encima.
Spike masculló algo entre dientes y abrazó con más fuerza a Selena. Parecía estar empezando a darse cuenta de que Demi no estaba de broma.
-¿Y quién va a obligarme?
-Mirad, ¿no podríamos...?
-Cállate, monada -ordenó Spike-. Estoy hablando con tu hermana, o al menos eso me ha parecido, aunque puede que sea tu hermano -Spike miró a su colega por encima del hombro en busca de un poco de apoyo moral-. ¿No te parece, Dooley?
-Sí que puede que sea su hermano, Spike, pero tiene un culito muy mono para ser un tío, quiero decir...
Aquello fue la gota que colmó el vaso de Selena.
-Ya está bien -dijo y empujó a Spike, que la soltó porque no había esperado que se atreviera a oponerle resistencia.
-¡Eh! ¿Dónde has creído que vas?
Spike fue a cogerla otra vez pero Selena se echó hacia tras y su silla cayó al suelo.
-¡Déjame en paz!
-Eh, tíos -intervino Lizzie, a salvo al otro lado de la mesa-, quizás deberíais...
-Ven aquí, monada -insistió Spike en tono amenazador-. Podría volverme loco si te alejas de mí, y si yo me vuelvo loco no va a ser bueno para nadie.
Dio un paso hacia Selena y Demi puso en medio una pierna. Spike cayó al suelo con estrépito.
-¡Eh! ¡No quiero peleas aquí! ¡Salid afuera! -gritó
Bernice desde detrás de la barra.
Demi se puso de pie y uno de sus conocidos del bar le gritó:
-¿Necesitas ayuda, Demi?
Demi contestó que no con un gesto de la mano y se acercó a Spike, que ya se estaba incorporando.
-Como ya te he dicho antes, mi hermana preferiría que le arrancasen todas las muelas antes que ir con un deshecho como tú.
-Muy bien ...tú te lo has buscado. Quieres irte pavoneando como un hombre, así que vas a recibir como un hombre.
-¡No, por favor! -gimió Selena-. Demi, dile que lo sientes.
Demi no tenía intención de hacer tal cosa. Toda la confusión y la frustración de lo que había ocurrido con Joe parecía estar empujándola a cometer una locura. Andaba buscando problemas y aquella era la oportunidad perfecta para descargar un poco de frustración.
-Muy bien, Spike, haz el favor de...
-Tener una charla conmigo.
Aquella voz profunda y cálida venía justo de detrás de Demi.
Spike se quedó boquiabierto. -Que me maten si no es...
-¡Joe! -palmoteó Selena aliviada-. Gracias a Dios que estás aquí.
Demi se dio la vuelta y allí estaba él mirándola de arriba a abajo con aquella endiablada sonrisa suya. Y Demi volvió a sentirlo: esa despreciable y femenina debilidad que le producía escalofríos en la espalda.
-Es Joe Jonas -murmuró Spike-. Dime que no estoy soñando, Dooley.
-No estas soñando, Spike -contestó Dooley en tono reverencial-. Claro que es Joe Jonas.
Joe pasó por delante de Demi y estrechó la mano de Spike. Acto seguido hizo lo mismo con el otro tipo.
-Es un honor, un honor... -murmuró Spike estrechando la mano de Joe con todas sus fuerza-. He visto todos tus saltos o al menos los que han puesto en Universo Deportivo y Gladiadores del siglo veintiuno.
-Gracias -Joe era la modestia personificada-. Te lo agradezco de verdad. Han sido los fans los que me han convertido en lo que soy -y dirigiéndose a Bernice, gritó-: ¡Barra libre para todo el mundo! ¡Pago yo!
-¡Marchando!
-Dooley. Me llamo Dooley -dijo el amigo de Spike tendiéndole una mano regordeta.
-Encantado de conocerte, Dooley -contestó Joe estrechando su mano. Entonces pasó un brazo por encima de Dooley y otro por encima de Spike y los llevó hasta la barra del bar para contarles una larga historia sobre cómo una vez condujo un camión por encima del tejado de un granero.
Selena suspiró .
-¿No os parece algo increíble?
Su mirada soñadora estaba pegada a la espalda de Joe.
Demi apretó los dientes.
-Sí, una verdadera perita en dulce.
-Demi -intervino Selena-, ¿cómo puedes usar ese tono para hablar de Joe? se ha portado de maravilla contigo desde su vuelta, dándote todo ese trabajo. Y mira lo que acaba de hacer ahora, interponiéndose y salvándote de...
-Me las estaba arreglando perfectamente bien sola.
-¿Ah, sí? Pues a mí me ha dado la impresión de que estabas a punto de recibir una buena paliza de ese tal Spike.
-No estés tan segura de eso. Se cuidar de mí misma.
-Desde luego, Demi... ¿puede saberse qué demonios te está pasando últimamente?
«La culpa es de tu precioso Joe Jonas», hubiera querido decir, pero no lo hizo.
Se sentía como un balón de helio, desinflado y arrastrado por el suelo.
-Mira, ya están aquí nuestras bebidas -dijo Selena y saludó con la mano a Joe-. ¡Gracias, Joe!
Él le contestó con una sonrisa.
Demi puso de pie la silla de Selena, cogió el botellín fresco que Bernice acababa de ponerle en la mesa y se lo bebió de un trago.
-Tengo que irme -dijo.
-Pero Demi... -empezó a protestar Lizzie.
-No, Lizzie. No la detengas. Si dice que tiene que irse, tiene que irse. De todas formas últimamente no es que sea una compañía muy agradable.
Demi se quedó mirando a su hermana. Se sentía herida, triste y dolorida, pero no dejó entrever ninguno de esos sentimientos, sino que se limitó a decir:
-Ya nos veremos.
Y dio media vuelta y se marchó.






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