miércoles, 8 de agosto de 2012

A Great Love cap.12




En el coche, de regreso al rancho, Kevin no lograba quitarse a Danielle de la cabeza, a pesar de que no hacía más que repetirse las razones por las que no podía, no debía, tener una relación con
ella: Danielle tenía solo veinte años y era virgen. En cuanto la tocó, supo que ningún otro hombre lo había hecho antes. Si tal y como todo el mundo decía estaba encaprichada con él, posiblemente habría estado reservándose para él, aguardando por sus besos, por sus caricias...
¡Imposible! Masculló para sus adentros, golpeando el volante con el puño. Aquello era una jugarreta del destino, una broma cruel. La deseaba de un modo enfermizo, pero después de su experiencia con Louisa no podía...
La expresión aterrorizada en el rostro de Louisa cuando se había vuelto hacia ella tras quitarse la ropa, lo había atormentado durante mucho tiempo. Había pensado que ella lo amaba y confiaba en él, en que no le haría daño, pero se había puesto muy nerviosa y se había revuelto como un gato acorralado, chillando todo el tiempo.
Su hermano Joe siempre le había dicho que ella sólo iba detrás del dinero de la familia, pero él se había negado a creerlo, y cuando lo rechazó en la cama, fue un duro golpe para él. Desde entonces, había salido con alguna otra mujer, pero nunca más con una joven o inocente, siempre eran mujeres experimentadas, mujeres que no se asustaban de su ardor en la alcoba.
Claro que Danielle no había parecido en absoluto asustada, se dijo. De hecho, le había respondido con fervor, aun a su pesar. Sin embargo, podía haber acabado asustándola si no se hubiese detenido, si hubiera perdido el control.
Había sido un error mostrarle que lo excitaba, que la deseaba. Tenía que hallar el modo de hacerle creer que como ella había sugerido, no había sido más que venganza, porque si no empezaría a perseguirlo otra vez, y eso no se lo podía permitir. No estaba seguro de poder resistir un segundo asalto, sobre todo después de haber probado el dulce sabor de sus labios.
Cuando llegó por fin al rancho, entró en la casa y se fue directo al dormitorio, para hacer la maleta. Iba asistir a un congreso de ganaderos en Denver sobre un nuevo programa de cruce de
razas. El cambio de ambiente le iría bien, se dijo. Tal vez incluso conociera alguna mujer atractiva en la ciudad, una mujer que le hiciese olvidar a Danielle.
La joven, por su parte, estaba convencida de que lo ocurrido en la galería de arte había sido su forma de desquitarse por haberlo atosigado tanto tiempo. Sin embargo, había algo que la tenía
desconcertada, y era el haber sentido su excitación. ¿Podría haber fingido eso? Sabía que los hombres podían excitarse con solo pensar en las mujeres a las que deseaban. ¿Habría estado
pensando Kevin en Nina mientras satisfacía su apetito con ella?
— Últimamente estás muy callada — comentó su madre unos días más tarde, durante la cena—. ¿Quieres que hablemos?
— No es nada importante — contestó ella, forzando una sonrisa—. Supongo que simplemente estoy un poco cansada por la tensión de estos primeros días en mi nuevo trabajo, pero estoy muy contenta. El señor Taylor incluso me ha dicho que me dejaría exponer algunos de mis paisajes en la galería. Dice que tengo talento.
— Yo siempre lo he pensado, cariño — le dijo la señora Deleasa.
— Gracias, mamá — murmuró Danielle sonriendo de nuevo—, no sabes lo que me animas. No como Randall... El otro día, cuando vino a casa apenas sí miró los cuadros que le estuve enseñando. Y de uno me dijo: «vaya, este marco debe ser bastante caro». ¿Te imaginas? — añadió meneando la cabeza.
— Sí, bueno, está visto que no es precisamente un amante del arte — respondió su madre. Se quedó un momento callada y suspiró—. Danielle, hija, sé que no te gusta que me meta en tus asuntos, pero últimamente estás quedando mucho con Randall... tres citas esta semana... y me preguntaba... ¿No será a causa de Kevin, verdad?
Danielle dio un respingo y se ruborizó.
— ¿Qué quieres decir?
— Sé que te dolió que Kevin se presentara en la fiesta con Nina Ray, pero no dejes que tu orgullo herido te empuje en brazos de un hombre al que no amas. Randall no es mal chico, pero es bastante interesado, y tiene algo de donjuán.
— Tal vez, pero al menos no me hace daño como Kevin — respondió Danielle con amargura.
— Cariño, tal vez ahora te sientas herida, despreciada, incluso que te ha tratado como a una cría, pero con el tiempo te alegrarás. Si algo puede decirse de Kevin Jonas es que es un hombre noble en su proceder: no va por ahí seduciendo jovencitas.
Danielle bajó la vista azorada. ¿Qué cara pondría su madre si le contara lo que había sucedido en la galería?
— Ya he dejado atrás a Kevin — le aseguró—. No voy a volver a correr detrás de él como un perrito faldero. Además, parece que se siente aliviado desde que lo evito, no lo he visto desde hace días.
— Ha estado fuera — contestó su madre en un tono despreocupado—. Por un congreso de ganaderos o algo así. Me lo mencionó Joe el otro día. Creo que me dijo que se marchó el jueves por la noche. Iba a ir Frankie, pero en el último momento, Kevin le dijo que iría él.
Danielle se mordió el labio inferior. El jueves había sido el día que había ido a la galería... ¿Qué se habría creído, que iba a empezar a perseguirlo otra vez después de lo ocurrido y por eso había
huido?
— ¿Me estás escuchando, hija?
Danielle alzó el rostro sobresaltada.
— Perdona, mamá, estaba acordándome de algo.
— Últimamente me preocupas, Danielle. De verdad que sí.
— Pues no hay por qué. Estoy muy contenta con mi nuevo trabajo, y... bueno, estoy creciendo.
— Oh, sí, ya lo creo que estás creciendo — farfulló la señora Deleasa, observando el recogido que se había hecho y el ligero maquillaje en su rostro—. Cada día te pareces menos a aquella niñita a la que llevaba al colegio — dijo con un suspiro nostálgico.
— Mamá... que tengo ya casi veinte años... — le recordó Anna.
— Sí, es verdad. Haces que me sienta mayor. El mes pasado le mandé a tu padre una foto tuya, para que viera lo elegante y crecida que estás— había una sonrisa en sus labios, pero se desvaneció lentamente ante la mención de su marido—. Me ha dicho que puede que lo trasladen a Houston — dijo absorta, tras beber un sorbo de agua—. Si es así, podrá venir a verte él mismo.
Danielle se quedó observando a su madre en un buen rato.
— Papá no sale con nadie — murmuró—, y tu tampoco, pero aun así ninguno de los dos está dispuesto a ceder en lo más mínimo para daros una oportunidad. ¿No lo echas de menos?
— Más de lo que imaginas — contestó su madre con tono quedo, poniéndose de pie—, pero la vida sigue cariño — le dijo con un suspiro—. Te dejo, tengo que ir a revisar unas cuentas.
Estaré en el estudio.
Danielle la vio marcharse con ojos tristes. Su madre, seguía enamorada de su padre, y nunca dejaría de amarlo. Tenía la esperanza de que algún día se reconciliaran pero sabía que, de
suceder, llevaría mucho tiempo.

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