miércoles, 8 de agosto de 2012

A Great Love cap.13





Al día siguiente, al final de la jornada, salió de la galería sintiéndose algo deprimida. Aquella noche había quedado con Randall, pero la había llamado hacía un par de horas para decirle que tendrían que posponerlo porque le tocaba hacer guardia. « ¿Qué más da?», se dijo la joven, «en realidad no siento nada por él». Sin embargo, lo cierto era que en los últimos días no hacía más que cancelar sus citas en el último minuto, y se estaba empezando a preguntar si no estaría mintiéndole con eso de las guardias.
Para colmo, cuando entró en el coche, este no arrancaba. Se bajó y miró al automóvil irritada, dándole una patada a la rueda. Se había nublado, y estaba empezando a chispear.
Estupendo, tendría que volver a la galería para llamar al taller.
Sin embargo, en ese momento oyó una bocina, y cual sería su sorpresa al girarse y ver detenerse detrás de ella la camioneta con el emblema del rancho Jonas, de la que se apeó Kevin.
— ¿Algún problema? — inquirió, calándose el sombrero cuando llegó a su lado. Llevaba puesta ropa de trabajo y sus espuelas tintinearon suavemente cuando se detuvo junto a ella.
— No— mintió ella rehuyendo su mirada—. Es he que… he olvidado algo en la galería.
Entornó los ojos. Sabía que no le estaba diciendo la verdad. Era obvio por el modo en que había titubeado al contestar.
— Tu coche no arranca, ¿verdad? — le dijo sin andarse por las ramas.
La joven se sonrojó, pero siguió sin mirarlo a los ojos.
— Voy a llamar al taller de reparaciones para que vengan.
— Yo te llevaré allí. Anda sube.
— ¡No quiero!
Trató de apartarse de él, pero Kevin la agarró por el brazo.
— No servirá de nada que me evites — le dijo con aspereza—. Me deseas. Tú lo sabes, y yo también, puedo sentirlo nada más tocarte.
El labio inferior de la joven temblaba.
— ¿Es que no puedes dejarme tranquila? — le rogó con la voz quebrada—. ¡Sé que no quieres nada conmigo! ¿Acaso tienes que seguir restregándomelo por la cara cada vez que me
ves?, ¿Lo estúpida que he ido? ¿Tienes que atormentarme, burlándote de mi vulnerabilidad?
El dolor de Danielle hizo que Kevin se sintiera culpable. Lo cierto era que últimamente no comprendía por qué se estaba comportando de ese modo con ella. Lo último que quería era hacerle daño o humillarla. Sin embargo tal vez era una venganza inconsciente, porque ni siquiera su viaje a Denver había logrado apartar a la joven de su mente. Había conocido allí a una mujer atractiva y deseable, la había invitado a unos tragos, la había llevado a la suite de su hotel... pero cuando la rodeó con sus brazos y empezó a besarla, no sintió absolutamente nada. Su cuerpo, por primera vez, se negó a responder, y despidió a su conquista con cajas destempladas, maldiciendo entre dientes cuando se quedó a solas, irritado con el embrujo que Danielle parecía haber lanzado
sobre él, y consigo mismo.
Sus ojos oscuros descendieron hasta los labios de la joven, sin soltarle el brazo.
— Me darías lo que quisiera, ¿no es verdad? — le preguntó con voz ronca.
Danielle se estremeció. Aquel no era el Kevin que conocía. Aquel hombre era un extraño sensual, dominante, amenazador...
— Esto no es justo, Kevin— balbució.
— ¿Y acaso es justo lo que tú me estás haciendo a mí?— repuso él con frialdad. 
— Yo... yo no te he hecho nada... excepto evitarte — murmuró Danielle—. Creía que era lo que querías.
Kevin le rodeó la cintura con el otro brazo y la atrajo hacia sí. Anna contuvo la respiración y, sin poder remediarlo, sus ojos se vieron atraídos hacia el masculino tórax, que asomaba por los primeros botones desabrochados de la camisa de cuadros.
— Esto es lo que quiero — le dijo él con voz profunda.
Su mano se deslizó por la espalda de Danielle, y esta movió sus caderas suavemente contra las de él. Kevin se quedó sin aliento al notar la inmediata reacción de cierta parte de su anatomía.
Ahogó una risa entre amarga e incrédula. Era increíble que una chica que apenas había dejado la adolescencia lo afectara de ese modo.
— No tiene gracia — gimió ella, poniendo las manos en su pecho y empujándolo en un intento de apartarlo—. Déjame.
Pero Kevin no se movió.
— Dios — murmuró casi para sí—, que una virgen, pueda hacerme reaccionar así cuando ni siquiera una mujer experimentada... — no terminó la frase y, como se sintiera irritado, se apartó de repente de ella.
Su respiración se había tornado entrecortada, y su excitación era tan patente, que Danielle apartó la mirada, roja como una amapola.
— Tengo que irme — balbució Danielle.
— ¿Sigues viendo a tu querido médico? — le espetó Kevin en un tono venenoso.
La joven no lo miró.
— Si te refieres a Randall, sí, sigo viéndolo.
— ¿Y por qué diablos no te casas con él? — Masculló él—, así al menos me desharía de ti.
Lágrimas de dolor y rabia afluyeron a los ojos de Danielle.
— Llevo dos semanas evitándote — le respondió, alzando el rostro furiosa— ¡No te he buscado para nada! ¡Ahora eres tú quien me está hostigando!
— Un poco de tu propia medicina — le dijo él, entrecerrando los ojos—. Dime, ¿qué se siente?
— ¡Lo odio! — gritó ella.
— Pues lo mismo me ocurría a mí — le contestó él con frialdad—. Detestaba el modo en que me atosigabas cada día, cada minuto.
Danielle cerró los ojos con fuerza, conteniendo las lágrimas.
— Ya me ha quedado claro — le dijo con voz temblorosa—. ¿Puedo irme ya?
Kevin se sintió asqueado de sí mismo al ver la expresión angustiada en su rostro. ¿Por qué era tan cruel con ella? Al fin y al cabo no era culpa de Danielle que la deseara hasta el punto de no sentir nada por ninguna otra mujer. No era justo lo que le estaba haciendo.
— Danielle, yo...
Los ojos de ella se abrieron, mirándolo dolidos entre lágrimas.
— ¡Lo siento, lo siento mucho!
Kevin apretó los dientes, y dio un paso hacia ella extendiendo una mano para acariciarle la mejilla, pero ella se dio la vuelta y salió corriendo calle abajo.
Él la observó alejarse, hasta que se perdió en la distancia, con el rostro contraído por los remordimientos. Se sentía como si le hubiera arrancado las alas a una mariposa.
Durante las semanas que siguieron, Kevin se sentía cada vez más confundido. Por mucho que se dijera a sí mismo que podía resistir el deseo que sentía por Danielle, le ponía furioso que ella continuara evitándolo, ignorándolo, y siguió saliendo con Nina, paseándola por todo Jacobsville, y llegó incluso a llevarla un día a la galería Taylor con la excusa de comprar un cuadro para el cumpleaños de su madre. Se mostró tan atento con la modelo, que Danielle sentía deseos de gritar.
Si lo que pretendía era vengarse de ella, se dijo la joven, desde luego lo estaba consiguiendo. Sin embargo, en lugar de amilanarse, le respondió aumentando sus salidas con Randall.
En una de ellas, un concierto de música clásica en Jacobsville, se encontraron, para disgusto de Danielle, con que Nina y Kevin estaban sentados unos asientos a su izquierda. Para Danielle
fue un auténtico infierno ver cómo le acariciaba la mano y la besaba. A Nina no le faltaba más que ronronear de placer.
Durante el intermedio, Randall bajó a tomar un trago al bar, y Nina fue al lavabo. Casi parecía cosa del destino, se dijo Danielle, queriendo que la tragara la tierra, al ver que Kevin se había
dado cuenta de que estaba sola y que se acercaba a ella.
— ¿Lo estás pasando bien?, ¿O el joven médico es un pobre sustituto de mi persona? — le preguntó Kevin con una sonrisa burlona. Danielle lo miró iracunda—. Me agrada mucho la compañía de Randall.
— ¿De veras? — Murmuró él—, pues parece que presta más atención a la música que a ti. Aunque a ti tal vez no te importe, claro...
— Prefiero eso a que esté todo el rato encima de mí como un pulpo — le respondió Danielle.
Kevin se rió.
— A Nina le gusta que la toque — le dijo mirándola a los ojos—; abre la boca cuando la beso, y siento como se derrite con mis caricias...
— Te odio — le dijo Danielle apretando los dientes—. Nunca he odiado tanto a nadie como te odio a ti.
Un bofetón le habría dolido menos a Kevin. Su rostro se puso rígido.
— Prefiero eso a que vuelvas a perseguirme, rogándome que te haga el amor — le espetó con el mismo veneno.
Las lágrimas estaban empezando a acudir a los ojos azules de la joven, pero antes de que pudieran brotar, le dio la espalda, y fue en busca de Randall.
Kevin la vio alejarse entre la gente, sintiéndose mezquino. ¿Por qué hacía aquello? ¿Por qué la trataba así? ¿Cómo podía estar permitiendo que las cosas llegaran a esos extremos?
Lo único que sabía era que llevaba semanas librando una batalla en la que no tenía ninguna posibilidad de vencer, y que aquella noche había perdido. Ser cruel con ella era la única protección que le quedaba, la única manera de negarse a reconocer la verdad pero ya no podía más.
Suspiró cansado. No servía de nada que intentase seguir engañándose. Había caído prisionero del encanto de Danielle y no tenía caso resistirse, se dijo con una sonrisa resignada.

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