martes, 21 de agosto de 2012

I Don't Want To Love You Cap.1




No debería ponerla tan nerviosa organizar un catering para una pandilla de ricachones, pero Miley Cyrus quería que la fiesta en la nueva casa de su amiga  Demi Miller fuese perfecta.
Además, ¿por qué iba a estar nerviosa? Que la suma de las cuentas corrientes de los invitados fuera más elevada que la deuda nacional no tenía por qué hacerla sudar. Claro que estaba a punto de abrir su propio negocio y necesitaba que aquella fiesta fuera perfecta para que corriese la voz.
Suspirando, miró la inmensa cocina de Demi por si faltaba algo… claro que faltaba. ¿Dónde estaban los malditos camareros? En ese momento se abrió la puerta y apareció un chico que no podía tener más de veinte años.
–¿Dónde está tu uniforme? –¿Qué uniforme? –Camisa blanca, pantalón negro, zapatos brillantes… y el pelo bien cortado, por cierto.
–Lo siento, señorita. Me han pedido que viniera a última hora y pensé que todo lo que necesitara estaría aquí.
Miley suspiró.
–¿Es la primera vez que trabajas de camarero? –Sí –respondió el chico–. Iba a venir un amigo, pero ha tenido un problema a última hora y voy a hacer su turno.
Genial, pensó Miley. Ella estaba esperando dos camareros y quien aparecía era un chico que no tenía ni idea. De modo que tendría que echar una mano.
Y ella pensando que tomaría una copa de vino con las chicas, hablando sobre lo bonita que era la nueva casa de Demi … Agarrando al chico del brazo, Miley lo llevó hacia la escalera.
–Tienes que ponerte algo más adecuado.
Él parpadeó, sorprendido, pero se dejó llevar hasta la habitación de Joe.
Miley abrió el vestidor y buscó una camisa blanca y un pantalón oscuro.
–Desnúdate –le ordenó.
El joven se puso colorado.
–Pero… Al escuchar un carraspeo, Miley se dio cuenta de que no estaban solos.
–Tal vez debería volver más tarde.
Ella cerró los ojos, mortificada, al ver a Nicholas Jonas apoyado en el quicio de la puerta, mirándola con expresión burlona.
–No sabía que te gustasen tan jóvenes.
Miley nunca había podido entender por qué aquel hombre siempre la pillaba con el paso cambiado.
Ella era una mujer inteligente, centrada, una persona seria. Nunca nadie la hacía sentir inferior, pero cuando se cruzaba con el amigo de Joe se sentía como una tonta.
Pero no iba a dejar que la afectase, de modo que le tiró la camisa y el pantalón y se dirigió a la puerta.
–Haz que este chico se vista. Le espero abajo en cinco minutos.
Nick parpadeó, sorprendido.
Ah, genial, por fin lo había dejado boquiabierto.
–¿Esta ropa no es de Joe? 
–Sí, pero necesito un camarero y esto es todo lo que hay – respondió Miley–. No pienso defraudar a Demi y tú tampoco, así que ponte a trabajar.
Luego salió de la habitación y bajó al primer piso, sin esperar la respuesta de Nick.
Una vez en la cocina, colocó las bandejas y las copas de champán mientras mascullaba maldiciones, irritada por tener que servir a los invitados de Demi.
Había pedido tres camareros y le habían enviado un universitario que necesitaba dinero para cerveza. Genial.
Un minuto después, el chico apareció y, para sorpresa de Miley, casi parecía un profesional. La camisa y el pantalón le quedaban un poco grandes, pero tenía un aspecto limpio y presentable. Incluso se había peinado.
 puso una bandeja con tartaletas de langosta en sus manos y lo empujó hacia la puerta del salón, donde Demi y Joe estaban charlando con sus invitados.
Luego volvió a la isla y empezó a servir vino en las copas.
–¿Necesitas ayuda?
Miley estuvo a punto de tirar el vino al suelo.
–¿Ayuda? 
Nick asintió con la cabeza.
–Parece que te hace falta. ¿Cómo has podido hacer todo esto tú sola? Demi debe estar loca para dejar que te encargues del catering.
Miley lo miró, exasperada.
–Para tu información, los camareros no han aparecido. No es culpa mía, la comida es impecable. Solo necesito alguien que la lleve al salón.
–Creo recordar que acabo de ofrecerte ayuda –dijo Nick.
Miley frunció el ceño. ¿Por qué tenía que ser tan guapo? ¿Por que no podía ser feo como un oso? ¿O calvo, por ejemplo? Aunque algunos calvos no estaban mal. ¿Y por qué no podía ella portarse de manera normal cuando estaba con Nicholas Jonas? –Tú eres uno de los invitados y, además, esto no es lo tuyo. Estás acostumbrado a que te sirvan, no a servir a los demás.
–¿Y tú cómo sabes a qué estoy acostumbrado? –replicó Nick, tomando una de las bandejas.
Atónita, Miley lo vio salir de la cocina con la bandeja en la mano y tuvo que suspirar, apoyándose en la encimera.
Nicholas Jonas era increíblemente guapo, sexy y arrogante. No
debería gustarle, pero había algo en él que la volvía loca.
Lo había visto a menudo desde que Demi se prometió con Joe Miller porque Nicholas y Joe eran amigos y socios en un consorcio de hoteles de lujo. Siendo la mejor amiga de Demi, Miley había acudido a muchos eventos a los que también acudía Nick e incluso los habían sentado juntos en su boda.
Y había sido un infierno estar tan cerca como para oler el aroma de su colonia y que él se mostrase totalmente indiferente.
Miley suspiró de nuevo. Eso era lo que más la fastidiaba: Nick era un hombre guapísimo, pero no podía estar menos interesado en ella.
Tal vez no era su tipo, pensó. El problema era que no sabía cuál era el tipo de Nicholas Jonas porque nunca lo había visto con una mujer. O era un ermitaño o nunca salía con sus novias en público.
Pensando que estaba perdiendo el tiempo, Miley tomó otra bandeja, respiró profundamente y entró en el salón con una sonrisa en los labios, esperando que sus dientes no estuvieran manchados de carmín.
Todos los invitados tenían copas de vino en la mano, de modo que Nick había
hecho su trabajo a la perfección.
–Hola, Demi. ¿Han llegado todos tus invitados? 
–Deja de portarte como si fueras una camarera –respondió su amiga–. ¿Por qué estáis Demi y tú sirviendo copas y canapés? ¿Y quién es ese chico que lleva una camisa de Joe
–No te enfades, Dems. No es bueno para el niño.
Demi cruzó los brazos sobre su abultado abdomen.
–Te pedí que te encargases del catering porque necesitaba tu ayuda y también para que la gente viera que tu empresa de catering es estupenda, pero no querría que tuvieras que llevar bandejas.
¡Necesito a mi mejor amiga a mi lado, no sirviéndome canapés! 
Miley suspiró, ofreciéndole una tartaleta.
–Los camareros no han aparecido.
–¿Por qué? 
–Ni idea, pero el único que ha aparecido es ese chico que lleva la
ropa de tu marido. Así que solo cuentas con el guapísimo de los ojos chocolate, con el chico y conmigo.
Demi hizo una mueca.
–¿Te refieres a Nick? 
–Pues claro.
–Nick es muy guapo pero no sabía que te gustase.
Miley no podía ni mirarlo sin ponerse colorada.
–La verdad es que no me importaría nada probar esos labios – murmuró.
Demi soltó una carcajada.
–Vaya, vaya… 
–¡No le mires! No quiero que sepa que estamos hablando de él.
Demi se volvió hacia Nick, sin dejar de sonreír.
–¿Cómo has conseguido que te ayudase? ¿Los has fulminado con tus ojitos azules
–No tengo ni idea –respondió Miley–. En realidad, se ofreció él y yo fue bastante antipática.
–¿Tú, antipática? 
–Sí, yo.
Demi le puso una mano en el brazo.
–Me llaman. Miles, no me preocupa tanto la comida como que mi mejor amiga esté trabajando toda la noche. Deja esa bandeja por ahí y sírvete una copa.
Miley se cambió la bandeja de mano mientras miraba alrededor.
Había demasiados clientes importantes como para perder esa oportunidad.
Demi se la había puesto en bandeja, literalmente, y no pensaba
desaprovecharla.
–Luego te veo, tus invitados parecen hambrientos.
Antes de que su amiga pudiera responder, Miley se alejó entre los invitados, sin dejar de sonreír.



No hay comentarios:

Publicar un comentario