domingo, 12 de agosto de 2012

Miley's Little Secret cap.13





—¡Jerry! —gritó—. ¿Dónde estás?
—Miley. Espera.
Ella no hizo caso. Se recogió la falda del vestido y cruzó el arco que
llevaba al vestíbulo.
—¡Jerry! ¡Jerry!
Y esa vez obtuvo al fin respuesta.
—¡Mamá!
El niño salió corriendo de entre las sombras que llevaban al salón del fondo.
—¿Qué pasa? Está todo oscuro. Estábamos jugando al escondite y yo he esperado mucho tiempo escondido, pero…
Miley se convirtió de pronto en la personificación de la calma. Levantó una mano.
—Tenemos que movernos —le tendió la mano y el niño corrió y se
aferró a ella.
Fuera hubo un ruido muy raro, como si un tren se acercara hacia
ellos.
Jerry abrió unos ojos como platos.
—¿Qué es eso?
—Por aquí —Nick agarró la mano libre de Miley y corrió tirando de ella de regreso a la cocina. Abrió la puerta y empujó a la madre y al hijo delante de él.
Para entonces, el ruido era más alto que ningún tren. Rugía a su
alrededor, envolviéndolos. Se rompieron muchos cristales en una serie de explosiones que parecían llegar de todas partes a la vez, en el comedor, el salón de baile… por todo el club.
El rugido se hizo aún más alto.
Joe estaba solo en la puerta abierta que daba al sótano.
—¡Vamos, daos prisa!
Y entonces el tornado cayó sobre ellos.
Las puertas cerradas que daban al comedor se abrieron y saltaron de sus goznes a la otra habitación. Al mismo tiempo, las puertas del salón de baile se abrían y cerraban dos veces antes de saltar también de sus goznes.
Los rodeó un infierno. Cazos, sartenes y un número indeterminado de objetos punzantes volaban por los aires. Nick empujaba a Miley y a Jerry delante de él y se abría paso como podía mientras el mundo entero se soltaba de sus amarres y el rugido se convertía en un monstruo que los engullía vivos.
Después de eso todo fue muy lento. Un minuto, dos tal vez,
convertidos en una eternidad de terror, de explosiones súbitas y ruido.
El monstruo salvaje del viento aullador levantó a Jerry del suelo y lo lanzó directo hacia Joe, quien lo atrapó milagrosamente en el aire.
—¡Vete! —gritó Miley —. ¡Bájalo ya!
Joe se volvió y empezó a bajar mientras Jerry llamaba a su madre a
gritos y tendía las manos por encima del hombro de Joe como si pudiera salvarla con sólo la voluntad de sus diez años.
Nick sujetaba a Miley con fuerza por la cintura y la empujaba hacia
delante. Los objetos lo golpeaban… el mango de un cuchillo, un bol de madera, un plato que se rompió en su hombro. Pero no le dolían. Sentía los golpes como si fueran dirigidos con intención. El monstruo salvaje luchaba con él y él se defendía. El monstruo no podía ganar.
La puerta que llevaba al sótano saltó de sus goznes, se elevó por el
aire, pasó por encima de sus cabezas y salió volando por el agujero donde habían estado las puertas del salón de baile.
Miley gritó.
Nick la empujó hacia delante.
—Vamos, vamos, podemos lograrlo.
Ella siguió avanzando valientemente, con el vestido pegado a las
piernas dificultando su avance, hasta que lo agarró y se lo envolvió en torno a la cintura. El vestido cayó hacia atrás y se enrolló alrededor de Nick, agarrándose con la fuerza de un ser vivo desesperado.
Arriba, en el segundo piso, se oyó un ruido atronador. La mente de
Nick consiguió identificar el sonido: había cedido el tejado.
Siguió empujando a Miley desde atrás y cada centímetro que
avanzaban hacia la puerta del sótano era un triunfo, una victoria sobre el monstruo que rugía, los golpeaba y amenazaba con separarlos.
Llegaron a la puerta y Miley se disponía a meterse en la escalera
cuando las paredes empezaron a ceder. Entre el rugido surgió otro ruido de gemidos y gritos horribles.
Nick se tambaleó en el suelo movible.
Miley gritó su nombre y se volvió a agarrarlo. Antes de que él pudiera decirle que siguiera adelante, que bajara la maldita escalera, un tazón blanco gigante de amasar apareció volando directamente hacia ella. La golpeó en la sien y se partió limpiamente en dos, con ambas piezas parándose un instante en el aire antes de salir volando en direcciones opuestas. De su frente salió un chorro de sangre que saltó en todas direcciones.
Las paredes caían sobre ellos. Sartenes y bandejas volaban a su
alrededor, y Miley tenía una expresión triste y rara. 
—Perdona —dijo, mientras la sangre le entraba en la boca y
manchaba su vestido rosa y el traje de él—. Lo siento mucho. Lo he
estropeado todo…
Cerró los ojos bajo la cortina de sangre, cayó hacia él y Nick la
recogió en sus brazos, la levantó contra el pecho y se lanzó hacia las escaleras. Cuando empezaba a bajarlas, cedió el techo y se estrelló contra el suelo.

Un silencio profundo descendió de pronto en el sótano del club,
iluminado pobremente por velas y luces de linternas. Un silencio terrible.
Completo.
El monstruo se había alejado ya.
Nick estaba sentado en el banco que unas almas caritativas le
habían dejado cuando bajó las escaleras cargado con Miley.
Ella estaba tumbada a su lado, muy pálida e inmóvil, con la cabeza
manchada de sangre apoyada en el regazo de él. Alguien le había pasado un paño limpio de cocina y él lo apretaba en la herida de la sien de ella y lo veía mancharse lentamente de rojo.
Se dijo que el flujo empezaba a hacerse más lento, pero no podía
estar seguro de que fuera cierto.
Jerry, de pie al lado del banco, sostenía la mano floja de Miley con
rostro serio. Los padres de Miley y  Hannah y Liam se hallaban a poca distancia, todos silenciosos.
—Ya ha pasado —dijo alguien en medio del silencio.
Y de encima de ellos llegó un crujido lento y doloroso. Algo cayó con un golpe seco.
—¡Oh, santo cielo! —gritó una mujer.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó un hombre.
No le contestó nadie, porque nadie lo sabía.
Joe sacó un teléfono móvil del bolsillo interior de su chaqueta y
probó a marcar.
—No funciona —dijo—. Supongo que el tornado ha tirado algunas
torres —miró al director del club—. ¿Tienen línea de tierra aquí abajo?
Una de las damas de honor habló cerca de una pared, donde
empezaba a entrar agua procedente de las tuberías rotas de arriba.
—Aquí hay un teléfono —levantó el auricular y se lo acercó al oído. Negó con la cabeza—. No hay línea.
Muchas personas probaban ya con sus móviles… pero sin resultado.
—Está bien —dijo Joe—. Vamos a ver cómo podemos salir de aquí.
Eligió a un par de hombres fuertes y subieron los tres las escaleras. El director del club y dos de los empleados fueron en dirección contraria, hacia la entrada exterior, una puerta de acero montada en cemento y a la que se llegaba por un pasillo subterráneo que se alejaba unos diez metros del edificio del club.
Nick no se movió del sitio; en ese momento sólo le importaba la
mujer inmóvil que tenía en los brazos. Miró su rostro quieto y por primera vez se le ocurrió pensar en un médico.
¿Qué demonios le pasaba? Tenía que haber pedido un médico en
cuanto llegó allí con ella. Levantó la vista.
—¿Dónde está el doctor Flannigan?
El padre de Miley lo miró sorprendido.
—El médico. ¿Por qué narices no se me ha ocurrido antes? —levantó la voz todo lo que pudo—, ¡Doctor! Necesitamos al doctor Flannigan aquí.
La voz se corrió por las habitaciones desnudas del sótano.
—Doctor Flannigan.
—¿Alguien ha visto al doctor Flannigan?
—Doctor Flannigan. Lo necesitan en la parte delantera.
Un par de minutos más tarde llegaba hasta ellos el doctor, un hombre alto de pelo gris. Miró a la enferma y entregó su chaqueta a Jerry.
—¿Puedes cuidármela y apartarte un poco?
Jerry dejó con cuidado la mano de su madre, tomó la chaqueta y se
apartó de mala gana. Nick lo miró y pensó que era un niño maravilloso.
Con sólo diez años era capaz de mantener la compostura con un edificio derruido encima de ellos y su madre inconsciente y cubierta de sangre.
—Gracias —el doctor le dedicó una sonrisa de aliento y se arremangó la camisa. Miró a Nicik—. ¿Respira con normalidad?
Por lo que yo sé, sí.
—Hijo —dijo el doctor con paciencia—. Con la cabeza en tus rodillas siempre hay restricción de los conductos de aire…
Nick se levantó con cuidado y colocó la cabeza de ella en el banco,
sin dejar de aplicar una leve presión en la herida.
—¿Alguna herida más aparte de la de la cabeza? —preguntó el
médico.
—Creo que no. Pero había muchos objetos volando; puede que tenga moratones y algún corte.
—¿Pero nada importante aparte de la brecha en la cabeza?
Nick frunció el ceño.
—La cocina era un infierno. No puedo estar seguro.
—Vamos a echar un vistazo, ¿de acuerdo? —el doctor miró por
encima del hombro—. Acerquen esa linterna y tráiganme toallas limpias, por favor. Y algo para cubrirla.
El hombre de la linterna se acercó y la sujetó en alto. Dos mujeres se alejaron, presumiblemente en busca de las toallas y la manta.
El doctor Flannigan examinó la herida y Tucker vio que,
efectivamente, el flujo de sangre había disminuido. El médico tomó el pulso a Miley y le levantó los párpados uno por uno.
Joe y sus dos acompañantes volvieron en ese momento de la
escalera.
—Esa salida está muy bloqueada —dijo con una mueca—. No va a ser fácil abrir un paso por ahí.
Demi, que estaba cerca de la pared, se acercó a su marido y le dio la mano. Nick adivinó, por su expresión, que pensaba en sus bebés y confiaba en que estuvieran a salvo con la niñera en el sótano del Doble T.
Joe levantó sus manos unidas y besó los dedos entrelazados con los
suyos.
Volvieron las dos mujeres con un montón de toallas de bar, unos
manteles doblados y un tazón de agua.
—Agua —dijo el médico—. Maravilloso.
—Hay una lavandería pasillo abajo —dijo una de las mujeres—. El
grifo del fregadero funciona.
—Excelente —el doctor mojó una toalla—. Veamos si podemos
examinar mejor esto… —limpió la sangre encima de los ojos de Miley.
Entonces volvió el director del club desde la otra dirección.
—¿Y bien? —preguntó Joe.
El director se atrevió a sonreír.
—La salida exterior está despejada. Podemos salir sin problemas.
Además, hay helicópteros en el aire y hemos oído sirenas. Viene ayuda.
El personal de la ambulancia bajó por el pasillo de la salida exterior
para llevarse a  Miley. La cargaron en una camilla, la sacaron y la metieron en la ambulancia para llevarla al Miller Memorial, un hospital al que el viejo Nick había donado mucho dinero y que contaba con sala de Urgencias bien equipada y un cirujano con mucha experiencia en heridas en la cabeza.
Nick insistió en subir a la ambulancia y nadie, ni Billy ni Tish ni
Hannah, discutieron su derecho a ir con Miley.
Antes de subir al vehículo habló con Jerry.
—Tu madre se pondrá bien.
El niño parecía pequeño y perdido allí de pie en la oscuridad bajo la
lluvia que caía delante del edificio derruido de lo que había sido el club.
—¿Cómo puedes estar seguro? —preguntó con aire de duda.
Nick consiguió sonreírle.
—Confía en mí. No dejaré que le pase nada.
Jerry se adelantó y se abrazó con fuerza a su cintura.
—¿Lo prometes? —preguntó.
Nick le devolvió el abrazo con un nudo en la garganta y
sorprendido por la fuerza de los brazos que lo rodeaban. Tosió para vencer la emoción.
—Claro que sí. Te lo juro.
—Señor Miller —llamó uno de los técnicos de la ambulancia desde la puerta abierta de ésta—. Tenemos que irnos.
Jerry se apartó y se limpió la nariz con el dorso de la mano.
Billy, que estaba a poca distancia con Tish, Hannah y Liam, se adelantó y pasó un brazo por los hombros del chico.
—Nos veremos en el hospital.
Nick asintió con la cabeza, subió a la ambulancia y miró a la familia
de Miley. Estaban empapados y el hermoso vestido blando de Hanna se arrastraba por el barro. Jerry, Billy y Liam iban sin chaqueta y llevaban la corbata torcida y las camisas fuera de los pantalones. Tish era la única que lloraba en silencio y las lágrimas se mezclaban con la lluvia en sus mejillas.
Cerraron las puertas y la ambulancia se puso en marcha. Nick
procuró no molestar en el espacio cerrado. Los técnicos atendían a la paciente, limpiaban la herida y revisaban sus constantes vitales.
Nick los miraba y se sentía algo más tranquilo.
Uno de los hombres le dijo que el club, situado al sur del pueblo y
rodeado por un campo de golf, pistas de tenis, piscina y hectáreas de terreno abierto, era la única estructura que había resultado afectada y, por lo que sabían, Miley era la única herida.
A mitad del recorrido, el milagro por el que rezaba Nick se produjo
al fin.
Miley soltó un gemido y abrió los ojos. Y él la recibió con una sonrisa.
—¿Nick? —ella parpadeó, se lamió los labios e intentó levantar la
mano donde le habían puesto una vía. ¿Qué…?
—Tranquila, señora.
Nick colocó una mano en la camilla.
—Te has dado un golpe en la cabeza, pero te pondrás bien.
—¿Jerry? —preguntó ella débilmente.
—A salvo —dijo él—. Está con tu familia. Y por lo que sabemos, no hay nadie más herido.
—Bien —susurró ella—. Bien.



3 comentarios:

  1. Me encantooooo!! really, siguela esta suuuper =))) cada vez se pone mas buena!

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  2. aaww dios crei que me moria cuando no encontraban a jerry pero por suerte el esta bien y espero que miley igual esta buena amis seguila! :D

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  3. oooowww pobre miley :3'
    tan intenso el cap'
    aaaahhhhh muy emocionente
    en este mismo instante me pongo a leer el otro (:
    besitoss
    me voy al siguiente :D

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