domingo, 12 de agosto de 2012

The Ex-Boyfriend Of His Sister cap.14







Eran más de la una y media de la madrugada cuando por fin Demi admitió que no iba a ser capaz de pegar ojo aquella noche. Cada vez que el sueño parecía hacer mella en ella, revivía el momento en el que se había vuelto para encontrarse cara a cara con Joe.
Estaba viviendo una y otra vez ese sentimiento tan
temido de debilidad, de rendición. Y en sueños aún era peor porque terminaba echándose en brazos de Joe.
Demi se incorporó en la cama, apartó las sábanas y tembló, aun vestida con su mono de pantalón largo. El fuego se había apagado ya y su casa no estaba lo bastante aislada para evitar el frío de la madrugada. Se vistió con unos vaqueros y dos jerseys y se puso las botas. Después salió por la puerta lateral, cogiendo el abrigo y las llaves al tiempo que pasaba.
Hacia tanto frío que dejó que su camioneta se calentase durante un momento antes de arrancarla. La camioneta parecía saber a dónde quería ir aunque hubiera jurado que no tenía la más mínima intención de dirigirse allí.
Estaba tan solo a dos millas de casa de Joe y no tardó más de cinco minutos en llegar frente a la casa.

Las luces de la calle estaban encendidas y proyectaban su luz en abanicos hacia las estrellas, pero las pocas ventanas que daban hacia aquel lado estaban oscuras, lo que no era precisamente una sorpresa dada la hora de la noche que era.
Demi se quedó sentada en su camioneta durante varios minutos preguntándose qué estaba haciendo allí.
Había oído decir que había mujeres enamoradas capaces de hacer cosas como aquella. Selena le había hablado de todos esos síntomas, ya que su hermana tenía experiencia en ello.
-Es lo peor -le había dicho-. Es tocar fondo. Cuando coges el coche y te encuentras a media noche frente a su casa, víctima de tu propio corazón, para ver si las luces están encendidas, o si hay alguna sombra en la oscuridad, preguntándote si estará pensando en ti o si está con otra persona...
Demi descargó el puño contra el salpicadero con todas sus fuerzas y después se bajó de la camioneta y caminó hasta el porche.
Aunque no tenía idea de qué iba a hacer cuando Joe abriese, llamó primero con los nudillos y después al timbre. Luego esperó. Pero no ocurrió nada. Volvió a llamar varias veces más.
Poco después, cuando los nudillos empezaban a dolerle de tanto llamar, no tuvo más remedio que admitir que o Joe no estaba, o no iba a contestar.
Al salir de la casa, se le ocurrió una idea. Pisando la nieve, caminó hasta la puerta lateral del garaje para mirar por la ventana. El Land Cruiser rojo de Joe no estaba.
Entonces volvió a su furgoneta, la puso en marcha y volvió a la carretera, pero al llegar a la salida para ir a su casa, la pasó de largo y cogió la autopista que conducía al centro de la ciudad.
Necesitaba un poco de compañía, pero ¿a quién podía acudir a aquellas horas? Eran más de las dos. El Spotted Owl estaría cerrado.
Ya está: iría a ver a Selena. Le daría la oportunidad de devolverle todas las noches que ella había pasado en vela cuando su hermana había necesitado hablar con alguien, y ese alguien había sido siempre Demi. Quizás aquella noche, estuviera lo bastante perturbada para poder hablar con su hermana de las cosas difíciles: de Joe y aquellos sentimientos nuevos que estaba descubriendo; de a dónde podía conducir todo aquello si es que le daba la oportunidad.
Demi se estremeció al imaginarse cómo iba a reaccionar su hermana. Sabía que no iba a gustarle, pero quizás, con amor y sinceridad, podrían empezar a solucionarlo.
Nada más llegar a Bridge Street, empezó a buscar un sitio donde aparcar. Vio varios sitios libres, y también vio el Land Cruiser de Joe aparcado justamente en frente del salón de Belleza de Selena.
Demi pisó el freno y se detuvo en medio de la calle para mirar las ventanas del apartamento de su hermana. Las luces estaban encendidas.
¿Estarían solos Selena y Joe allá arriba?
Demi volvió a examinar la calle con el corazón golpeándole el pecho. intentaba encontrar el coche de Lizzie Spooner, o la furgoneta de Bob Tamberlaine, pero no vio ninguna de las dos cosas.
Apoyó la frente sobre el volante y deseó maldecir, o gritar. Era como si alguien le hubiese hecho un nudo en el corazón.
Lo que quería hacer era aparcar su furgoneta, subir las escaleras de Selena y averiguar la verdad de lo que estaba pasando allá arriba, pero sabía perfectamente que no iba a hacerlo. Le había dicho a Joe que jamás haría el amor con él, y aunque le había dicho que no pensaba buscar consuelo en Selena, también tenía derecho a cambiar de opinión. Selena era una mujer libre, y él también.
Joe la había llamado cobarde, y con toda la razón del mundo. Podía haber montones de explicaciones para lo que Joe estuviera haciendo aquella noche con su hermana, pero prefería no saberlas.
Era demasiado doloroso y confuso lo que podía pasar entre un hombre y una mujer.
Levantó el pie del freno y puso dirección a su casa. Allí no había nada confuso para ella, y aunque tuviera que pasar un mes sin dormir, iba a superar a Joe Jonas. Y su vida volvería a ser como lo era antes.
Demi ni siquiera se molestó en meterse en la cama cuando llegó a su casa, sino que puso la televisión y se sentó en el sofá tapada con una manta, esperando que amaneciese. Al final se quedó dormida, y cuando se despertó, muerta de frío, la luz del día ya era completa y el hombre del tiempo anunciaba que una tremenda tormenta venía en camino.
Volvió a encender el fuego y después, deseosa de tomarse una taza de café, cogió la jarra de cristal de su cafetera y la puso bajo el grifo para llenarla de agua, pero sin querer la golpeó con el borde del fregadero y se hizo añicos, llenándolo todo de cristales. Demi se quedó mirando el desastre con el asa en la mano.
-No es más que una cafetera -murmuró para sí misma.
Entonces ¿por qué sentía aquel tremendo deseo de echarse a llorar?
Pues fuera la razón que fuese, no estaba dispuesta a hacerlo. No iba a rendirse, de ninguna manera, así que apretó los dientes y recogió los cristales rotos.
A las diez, había hecho ya la ronda por las casas que cuidaba para asegurarse de que todas estaban bien cerradas para protegerse de la nieve que se avecinaba. Con el cielo cada vez más oscuro, se acercó al centro para comprar leche y huevos y un paquete de pan en el supermercado. Si la tormenta resultaba ser tan mala como había predicho el hombre del tiempo, podía quedarse incomunicada un día o dos.
Después, decidió pasarse por la tienda de Reggie Kart con la esperanza de que pudiese tener un repuesto para su cafetera, pero no tuvo tanta suerte.
-Deberías comprarte una cafetera nueva -le sugirió Reggie, señalando a la estantería donde tenía todos los pequeños electrodomésticos.
-No, gracias. Compraré una jarra nueva la próxima vez que vaya a Reno.
Kart no era un hombre que renunciase fácilmente a una venta, así que le mostró una de las clásicas cafeteras de aluminio.
-¿Y para qué demonios necesitas tú una de esas cafeteras modernas, Demi? Cómprate una de éstas que te duran toda la vida.
-No, gracias, Reggie. Ya tengo una de esas.
-Pues entonces utilízala y olvídate de ese otro chisme inútil.
-Lo pensaré.
El hombre sonrió.
-Eso significa «Métete en tus propios asuntos, Reggie», ¿verdad?
Demi se estremeció cuando alguien abrió la puerta a sus espaldas y una bocanada de aire frío entró en la tienda.
-Hola, Joe -lo saludó Reggie-. ¿Qué hay?
Demi volvió a sentirlo: la debilidad, la añoranza, y sus rodillas volvieron a hacerse de goma. Aunque no se había movido ni un centímetro, el corazón le palpitaba en el pecho como si estuviera corriendo el último kilómetro de la maratón.
Joe se acercó al mostrador y se puso justo a su lado.
-Hola, Demi.
Su voz no era ni más ni menos que educada, y sus ojos, fríos.
-Hola, Joe -le contestó, forzando la sonrisa.
Joe se volvió a Reggie.
-Se me ha ocurrido que no me vendrían mal algunas de esas lámparas de queroseno con la tormenta que se avecina. Sólo por si se va la luz.
-De eso sí tengo -contestó Reggie, orgulloso-. En esa estantería del rincón. ¿Tienes queroseno?
-Sí, tengo un par de litros en casa.
-Estupendo. ¿qué mas puedo hacer por ti?
-Eso es todo. Voy a acercarme a Reno a comprar algo de comida; quiero tener lo bastante para cuando...
-¿Estás loco, muchacho? ¿Es que no has visto cómo está el cielo? Si te vas a Reno, tendrás que quedarte allí hasta que pase la tormenta.
Joe se echó a reír con esa risa suya tan profunda y rica, que a Demi le hizo sentir un tremendo agujero en el estómago.
-No pasa nada, Reggie. Tengo neumáticos de nueve y tracción a las cuatro ruedas... Hasta llevo cadenas por si es necesario ponerla.
-Si te atreves a salir con esta tormenta, es que tienes la cabeza llena de serrín.
Demi estaba de acuerdo con Reggie, y abrió la boca para hablar antes de darse cuenta de que lo que en realidad debía hacer era salir de allí.
-Joe, Reggie tiene razón. Quizás deberías esperar a que...
El la miró sin sonreír.
-Te agradezco la preocupación, Demi -dijo, haciendo hincapié en la palabra preocupación como si los dos supieran que no le preocupaba en absoluto-, pero sé cuidar de mí mismo.
Demi se lo quedó mirando. Sus palabras habían sido tan bruscas como una bofetada.
Joe miró a Reggie.
-Bueno, ¿y dónde has dicho que tienes las lámparas?
Reggie señaló el lugar y Joe fue a cogerlas. -Eh... ¿necesitas algo más, Demi?
Reggie la miraba incómodo. Era más agudo que una chincheta y se había dado tanta cuenta como ella de que Joe Jonas le había dado un corte monumental.
-No, no; eso es todo -Demi  dio media vuelta y caminó hasta la puerta-. Cuídate Reggie. 
-Eso haré. Y lo mismo digo.



2 comentarios:

  1. wow ese Joe esta un molesto con Demi y ella muriéndose de amor por le síguela pronto

    ResponderEliminar