Irritado y frustrado, Nick entró en el bar del Club de Ganaderos de Texas y miró a su alrededor. La vieja mansión de veintiséis habitaciones había sido transformada en un lugar donde los miembros del club pudieran relajarse y descansar. Y eso era justo lo que él necesitaba.
Además del bar, el club tenía un campo de golf, un balneario, establos con caballos y una piscina climatizada, junto con varias salas de reuniones, sala de juegos, una biblioteca y un comedor de etiqueta.
Nick, Joe y Kevin, junto con Zac y otro amigo de los Brody llamado Justin Dupree, pasaban mucho tiempo jugando al billar en la sala de juegos. El otoño pasado, además, lo habían pasado prácticamente pegados a la pantalla gigante de televisión viendo los partidos de fútbol de la temporada.
Nick vio a Joe sentado a una mesa del fondo. El bar servía cenas y comidas y, en muchas ocasiones, los dos amigos habían quedado allí para comer. Sin embargo, en los últimos tiempos, Joe siempre tenía prisa por volver a la oficina, desde que su nueva esposa, Demi, había decidido continuar en Petróleos Brody como secretaria de dirección.
Nick meneó la cabeza. Conociendo a Joe como lo conocía, dudaba que su amigo dejara trabajar mucho a Demi. Diablos, él haría lo mismo si tuviera a la mujer amada a su lado durante todo el día, pensó. «La mujer amada», se repitió para sus adentros.
Algo se encogió dentro de Nick al pensarlo. Gracias a Miley, dudaba que volviera a ser capaz de amar a una mujer.
–Necesito una cerveza –dijo Nick, frunciendo el ceño, y se sentó junto a Joe.
–Ya te he pedido una. Te vi llegar por la ventana –replicó Joe, observando de cerca de su amigo.
–Gracias. Había contado con terminar el análisis de seguridad en todos los ordenadores hoy para poder decidir qué software es el más adecuado –explicó Nick y sonrió a la camarera para darle las gracias mientras ésta colocaba su cerveza sobre la mesa.
–¿Vas a hacerlo tú? ¿Por qué no envías a uno de tus hombres?
Nick asintió.
–Heath se marchó ayer a Los Ángeles para hacerse cargo de la seguridad de una actriz que ha estado recibiendo amenazas de muerte y Milt sigue en Dallas –señaló Nick, hablando de dos de sus seis empleados–. El resto está trabajando en diferentes misiones en la ciudad. Eso significa que tendré que volver al centro de acogida cuando terminemos de comer.
Joe asintió y le dio un trago a su cerveza.
–Y también significa que volverás a ver a Miley.
Nick no dijo nada. Sí, eso significaba que, probablemente, se encontraría con Miley de nuevo ese día. Por no hablar de todas las veces que tendría que verla antes de terminar lo que tenía que hacer en el centro de acogida.
Porque, por la naturaleza de la institución, Helping Hands necesitaba tener un buen sistema de seguridad que funcionara las veinticuatro horas del día, siete días a la semana. El Club de Ganaderos de Texas había decidido actualizar los ordenadores para eliminar el riesgo de que fueran atacados por piratas informáticos. La mayoría de las mujeres que buscaban refugio en el centro eran víctimas de violencia doméstica y sus vidas podían correr peligro si sus acosadores descubrían su paradero.
–Háblame de ella, Nick.
Nick lo miró a los ojos.
–Te he contado casi todo. Sabes cómo nos conocimos y cómo terminaron las cosas. Luego, fue a la universidad y se licenció. Ahora trabaja en el centro de acogida.
–¿Le mencionaste que perteneces al Club de Ganaderos de Texas?
–No. Ella cree que mi empresa fue contratada para ocuparse de la seguridad.
Joe sonrió.
–En cierta manera, es verdad.
–Sí, por eso Miley no necesita saber nada más –replicó Nick y su expresión se endureció–. No puedo volver a dejarme engatusar por ella.
Sin embargo, Nick sabía que no iba a ser fácil. Miley era el tipo de mujer que calaba hondo en un hombre. El mero recuerdo de cuando la había visto al entrar en la oficina le hizo sentir débil y vulnerable.
Pero no podía dejar que eso sucediera. No había ninguna mujer especial en su vida y él quería que así continuaran las cosas. El sueño de una relación más sólida se había desvanecido hacía siete años, tras la traición de Miley.
***
–Ah. Gracias, Marcy –repuso Miley, intentando aparentar indiferencia. Después de sacar una carpeta del archivador de Marcy, se dirigió a su despacho.
Ese día, Miley se había tomado más tiempo de lo habitual para el almuerzo, con la esperanza de que, cuando regresara a la oficina, Nick ya hubiera terminado. Pero parecía que no iba a haber suerte.
Miley se mordió el labio y decidió que debía comportarse con profesionalidad y de forma adulta. Él tenía que hacer su trabajo y ella también y, mientras cada uno supiera cuál era su lugar, no había razón para no comportarse de forma correcta el uno con el otro.
¿Pero qué derecho tenía él a mostrarse tan disgustado, cuando ella había sido la parte perjudicada?, se preguntó Miley. Nick se había ido de la ciudad, después de contarle a su compañero de patrulla que había pasado la noche con ella. Era probable que él no supiera que Walt le había dicho la verdad y estuviera enojado porque ella se había ido de Houston cuando él había regresado. Los hombres tenían una forma de pensar muy irracional, reflexionó, pero eso no importaba en ese momento. Nick había dejado muy claro lo que pensaba de ella y Miley esperaba no albergar dudas acerca de él. Eso era todo.
Miley se dejó caer en la silla y tuvo que reconocer que eso no era todo. Porque verlo seguía produciéndole un mar de sensaciones excitantes. Cada vez que Nick la miraba, aunque fuera con ira, algo se despertaba en su interior. Siempre había causado un gran efecto en ella. En el pasado, a ella le había gustado eso pero, en ese momento, lo odiaba.
Respiró hondo y, por primera vez en años, sintió como si el mundo se le cayera encima. Después de marcharse de Houston, había tardado mucho en recuperarse y en decidir que ningún hombre, ni Liam ni Nick, merecía sus lágrimas. Y había continuado con su vida. Estaba orgullosa de sus logros y pretendía hacer un doctorado después de reunir experiencia durante algunos años.
–¿No tienes nada que hacer?
Miley parpadeó al ver a Nick parado en su puerta. Lo miró, diciéndose que había sido una ingenua al pensar que podían comportarse de forma correcta el uno con el otro.
–Debiste haber llamado a la puerta antes de entrar en mi despacho.
Nick se encogió de hombros.
–La puerta estaba abierta.
–¿Y quién te ha dado permiso para entrar sin más? Podría haber estado reunida con alguna de las mujeres del centro.
–En ese caso, espero que habrías sido lo bastante profesional como para cerrar la puerta para proteger su privacidad. Pero no estás con nadie y sabías que yo iba a volver, así que deja de buscarle tres pies al gato –dijo Nick, entró en el despacho de Miley y cerró la puerta tras él.
Miley lo miró fijamente un momento, preguntándose cómo iban a conseguir llevarse bien. Era obvio que quien había contratado a Nick no tenía ni idea de que los dos se conocían y ella no podía solicitar al Club de Ganaderos que contratara a otra compañía de seguridad sin tener una buena razón.
–Mira, Nick. Tienes un trabajo que hacer y yo también. Está claro que no esperabas verme hoy. Sin embargo, los dos somos profesionales y adultos y podemos llevarlo lo mejor posible. No tardarás más de un día en terminar lo que habías venido a hacer aquí y…
–Te equivocas.
Miley arqueó las cejas.
–¿Perdón?
Nick se cruzó de brazos.
–He dicho que te equivocas. Terminar mi trabajo aquí me llevará, al menos, una semana. O igual dos.
Miley se sintió como si se le cayera el mundo encima.
–Bromeas.
–No bromeo.
–¿Por qué ibas a tardar tanto en instalar un sistema de seguridad?
Hubo una pausa. Una larga pausa. Y, por un instante, Miley dudó que él fuera a responder.
–La razón por la que tardo tanto es que, además de instalar un nuevo sistema de seguridad en todos los ordenadores del edificio, voy a instalar un sistema de contabilidad para que el Club de Ganaderos lleve las cuentas de la financiación. Me pagan bien para que haga un buen trabajo y no pretendo decepcionarlos apresurando las cosas sólo para complacerte.
–No necesito que me complazcas –le espetó ella.
–Lo siento. He sido un tonto por asumirlo. Por otra parte, veo que no llevas alianza, así que adivino que, después de todo, no has conseguido cazar a ningún marido rico.
Miley se preguntó de qué estaba hablando y decidió que prefería no saberlo.
–Mira, Nick…
Nick se acercó a su mesa en un rápido movimiento y Miley dio un respingo. Él colocó las manos sobre el escritorio y se inclinó, con su cabeza sólo a unos milímetros de la de ella.
–No, mira tú, Miley. Tienes razón, somos dos profesionales. Dos adultos que tuvieron una aventura que no llevó a ninguna parte. Yo lo he superado y tú también. Así que sigamos con nuestras vidas.
–Me parece bien.
–Genial –dijo Nick y se enderezó. Se alejó de su escritorio y miró hacia un armario que había al otro lado de la habitación–. Por desgracia, tengo que hacer la mayor parte del trabajo en este despacho. Puede que te moleste unas cuantas veces.
–Si tengo que hablar con alguna de las mujeres del centro, usaré la sala de reuniones –repuso ella, intentando sonar tranquila.
Nick asintió.
–¿Y si no has quedado con ninguna?
–Soy capaz de trabajar a pesar de las distracciones.
Nick arqueó las cejas un momento.
–¿Ah, sí?
–Sí.
–Entonces, no tienes nada de lo que preocuparte –afirmó él y se miró el reloj–. ¿Tienes alguna cita hoy?
–No, sólo tengo que hacer algo de papeleo. ¿Vas a tener que apagar mi ordenador?
Miley se dio cuenta de que ambos estaban esforzándose por ser corteses y mantener una conversación lo más normal posible. Pero, a pesar de todo, ella no podía ignorar las sensaciones que la recorrían cada vez que lo miraba a los ojos.
–Creo que no pero, si tengo que hacerlo, te avisaré con antelación.
–Gracias.
Nick se dirigió a la otra punta del despacho.
–Ahora tengo que empezar con este armario –dijo él.
Miley tragó saliva mientras lo miraba. Nick tenía las manos en las caderas. Los pantalones vaqueros se le ajustaban a la perfección, dejando adivinar un cuerpo muy musculoso y masculino.
Miley decidió que había visto suficiente o, más bien, demasiado. Agarró un documento de la mesa, se recostó en su silla y comenzó a leer. Intentó con todas sus fuerzas concentrarse en el documento pero, sin querer, no hacía más que levantar la mirada para observar a Nick. Él estaba de pie ante un enorme ordenador que tenía varios cables conectados, concentrado en manipular sus entresijos. Sin embargo, ella estaba concentrada en él, sin poder evitarlo. Podía ser un asno arrogante, pero era atractivo como el que más.
Y, como si Nick hubiera notado que estaba siendo observado, levantó la vista y la sorprendió. Sus miradas se entrelazaron durante más tiempo del necesario. Al fin, Miley bajó la mirada al documento que tenía delante. ¿No había dicho que podía trabajar a pesar de las distracciones?, se reprendió.
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