Así que la semana siguiente con la excusa de devolverle el folleto a la señora Deleasa y discutir con ella los detalles de la compra del terreno, esperó poder ver a Danielle y aclarar aquello pero la joven no estaba en su mesa.
Llamó a la puerta abierta del despacho de Angela, y esta alzó la vista de los papeles que estaba revisando para saludarlo e invitarlo a pasar, haciéndole un gesto con la mano para que se sentara.
— Bueno, ¿qué habéis decidido? — le preguntó con una sonrisa cordial.
— ¿Dónde está Danielle? — inquirió Kevin sin responder ¿No estará enferma o algo así?
Angela Deleasa lo miró sorprendida. O mucho la engañaban sus ojos y sus oídos, o Kevin Jonas estaba preocupado por su hija.
— Pues la verdad es que ha encontrado otro empleo, Kevin — le dijo vacilante—. Ahora trabaja para Brand Taylor.
— ¿En la galería de arte? — farfulló él incrédulo. Se recostó en el asiento dejando escapar un pesado suspiro—. ¿No le parece que está llevando las cosas al límite? — le dijo a la señora Deleasa—. ¡Por amor de Dios, solo falta que se destierre por mí!
Angela, sabiamente, no dijo nada al respecto, sino bajó la vista a sus papeles, haciendo que los ponía en orden. ¡Si él supiera...! Danielle le había comentando incluso durante el fin de semana que estaba pensando en alquilar una habitación en una pensión para empezar a independizarse.
— La oportunidad del trabajo en la galería se le presentó de repente — murmuró.
— ¿No le habrá mencionado por casualidad que haya tenido un encuentro con Nina últimamente, verdad? — insistió Kevin, inclinándose hacia delante y observándola fijamente, sin pestañear.
— No — contestó la señora Deleasa contrariada— ¿por qué?
— Parece ser que Nina le ha dicho algunas cosas bastante duras, como si hablara en mi nombre — le explicó él
— Quizá haya sido lo mejor — dijo la señora Deleasa pensativa—. Es mejor que Danielle no albergue vanas esperanzas respecto a ti, Kevin. No te preocupes por ella. Con el tiempo lo superará, y seguramente acabará casándose con Randall.
— Randall es un playboy — repuso Kevin frunciendo el ceño.
— Puede que no haya sentado aún la cabeza — concedió Angela—, pero si aprecia a mi hija como creo que la aprecia, puede que llegue a amarla, y entonces tal vez dejará de ir de flor en flor.
— Los tipos así raras veces cambian, señora Deleasa — insistió Kevin entornando los ojos. La mujer sonrió con tristeza.
— No puedo decir que sea el yerno ideal, pero es la vida de Anna, no tengo derecho a interferir en ella.
Kevin volvió a recostarse en el asiento de cuero y frunció el ceño intranquilo.
— Bueno, y entonces... ¿qué habéis decidido respecto a ese terreno? — le preguntó de nuevo la señora Deleasa.
— Vamos a comprar — respondió él abstraído. Ofreció una cifra y dejó a un lado su preocupación por Danielle por un momento para discutir aquella transacción.
Sin embargo, el comportamiento de la joven le parecía desmesurado, y cuando abandonó la inmobiliaria, fue derecho a la galería de arte.
Aquel día el señor Taylor se había marchado a Houston, a una subasta, dejando a Danielle a cargo de todo
Kevin la observó un instante a través de la enorme cristalera antes de entrar. Estaba realmente preciosa, se dijo. Había escogido para aquel día un traje de chaqueta y falda en seda beige, una delicada blusa blanca con bordados en el frente, y se había recogido el cabello con una elegante trenza de raíz. Además, se había puesto unos zapatos de tacón que remarcaban la grácil curva de sus tobillos y pantorrillas, y el traje le quedaba como si se lo hubieran hecho a medida.
Finalmente Kevin se decidió a entrar, y abrió la puerta haciendo tintinear la campanilla que colgaba del techo. Danielle se giró al oírla, esbozando una sonrisa que se desvaneció en cuestión de
segundos al ver que era él Aquella reacción fue como un latigazo para Kevin. Sus ojos siempre se iluminaban al verlo, pero en ellos solo se reflejaba ya desconfianza y resentimiento.
— ¿Puedo ayudarte en algo, Kevin? — le preguntó en un tono de cortesía meramente profesional.
Kevin avanzó hacia ella con las manos en los bolsillos y la miró con los ojos entornados.
— No tenías que dejar a tu madre desaviada solo para evitarme — le dijo con marcado sarcasmo.
Danielle alzó la barbilla desafiante.
— Dado que la única razón por la que le pedí que me dejara trabajar allí era para poder verte más a menudo, dudo que la haya dejado «desaviada» en absoluto, El esbozó una leve sonrisa.
— Ya veo — murmuró—. Entonces, siguiendo ese razonamiento, debo pensar que has venido a trabajar aquí para no verme porque piensas que no tengo ningún interés por el arte, ¿me equivoco? Eso no es muy halagador.
— Desconozco tus intereses, aparte de hacer dinero — le contestó con frialdad—. ¿A qué has venido?
— Quería asegurarme que Nina no te había hecho daño.
Danielle se giró hacia él, arqueando las cejas.
— ¿Qué diferencia supondría que me hubiera dejado herir o no por sus palabras? Su intención claramente era la de hacerme daño.
Kevin inspiró y expiró.
— Solo quería que supieras que yo no la había mandado a ti para que te dijese lo que te dijo.
— Me lo habría merecido si hubiese sido así — repuso ella, bajando la vista al suelo—, después de todo lo que te he molestado.
Kevin se sentía incómodo oyéndola hablar de ese modo. Se acercó un poco más a ella, sacó las manos de los bolsillos, y tomó su rostro entre ellas. ¡Dios, era tan hermosa! Su piel parecía de melocotón, y sus labios... esos labios gruesos y sonrosados...
Sin poder evitarlo, siguió su contorno con los ojos. Había tal intensidad en su mirada, que la joven se sonrojó ligeramente, y entreabrió los labios en una acción refleja.
— Danielle... — murmuró él con voz ronca por la excitación.
La joven abrió mucho los ojos ante su tono. Nunca lo había oído pronunciar su nombre de ese modo. Advirtió que los ojos castaños de Kevin estaban fijos en sus labios, y que sus grandes y cálidas manos le asieron las mejillas con más fuerza, y alzaron su rostro hacia el de él. Turbada, observó cómo Kevin inclinaba la cabeza, y sus labios se aproximaban a los de ella, hasta quedar a solo unos centímetros de distancia.
El ranchero escuchó la respiración de Danielle tornarse más rápida, y todo el autocontrol que había estado ejerciendo sobre sí mismo hasta entonces, se desvaneció ante el fiero arranque de pasión qué se estaba apoderando de él.
Estaba tan cerca de ella que el olor de su colonia estaba embriagando a la joven y podía sentir su ancho y duro tórax contra la turgencia de sus senos. Aquel íntimo contacto era tremendamente excitante, incluso habiendo entre ellos varias capas de ropa.
Nerviosa, puso las manos abiertas contra su camisa, en un vano intento de detenerlo, cuando ella misma no quería que parase.
— ¿Sabes besar, Danielle? — susurró Kevin. El ardiente deseo de tomar los labios de la joven había hecho que la razón lo abandonara por completo.
— S... sí — balbució ella.
— Demuéstramelo.
Las palabras se adentraron en los labios entreabiertos de Danielle cuando la boca de Kevin se posó de pronto en la suya. La joven saboreó aquel beso en el silencio de la galería. Su cuerpo se
tensó, contuvo el aliento en la garganta, y la sobrecogió el inusitado placer que estaba sintiendo. Nunca antes la había besado un hombre experimentado, y era tan diferente de Randall y los chicos con los que había hecho antes aquello...
wow eres increibleeee ...
ResponderEliminary un poco mala ...
por que la dejas ahiiii...
me encantooo