domingo, 19 de agosto de 2012

A Great Love cap.16



Al día siguiente, con el pretexto de hablar de negocios, Kevin fue a ver a la señora Deleasa, pero en cuanto hubo cerrado tras de sí la puerta del despacho, tomó asiento en el sillón de cuero frente a ella y se inclinó sobre la mesa.
— Randall estaba ayer por la noche en Houston con una morena — le dijo sin andarse por las ramas—. Creí que debía saber que ya está engañando a Danielle, antes incluso de que se hayan casado.
Polly se quedó sorprendida, pero más por el hecho de que Kevin hubiera ido expresamente a decirle aquello y por la irritación en su voz, que por la infidelidad de Randall.
— ¿Qué clase de matrimonio va a ser ese, por amor de Dios? — exclamó Kevin exasperado —. El orgullo de Danielle no resistirá esa clase de comportamiento.
—Kevin, agradezco tu preocupación — le contestó Angela muy despacio—, pero se trata de la vida de Danielle.
— Precisamente por eso — repuso él apasionadamente, arrojando las manos al aire—. ¡Está arruinando su vida! ¿Es que a usted no le importa?
Angela Deleasa enarcó las cejas.
— ¿No has sido tú quién ha estado atormentando a Danielle todos estos meses, diciéndole incluso que se casara con Randall?
Kevin contrajo el rostro molesto.
— Pensé que sería lo mejor para ella, porque es aproximadamente de su edad, y es bueno en su profesión... pero creí que cuando se hubieran comprometido al menos sería un poco más discreto respecto a su aventuras.
— Bueno, yo diría que lo está siendo, Houston está muy lejos de Jacobsville — contestó Angela.
— Pero, si yo lo vi allí, es posible que otras personas de Jacobsville lo hayan visto — insistió Kevin.
Angela se reclinó en su sillón giratorio, escrutando el enfadado rostro de Kevin Jonas.
— No es que diga que apruebe lo que ha hecho, pero mi hija ya sabía cómo era antes de comprometerse con él, y es mayor de edad para tomar sus propias decisiones, aun a riesgo de equivocarse. Además, cuando se casen tienen pensado irse a vivir precisamente a Houston, y en una ciudad tan grande a nadie suele importarle la vida de los demás, no estará sometida a las habladurías de la gente como lo estaría de quedarse aquí.
Aquello estaba matándolo por dentro. No podía más, no podía más... Kevin se levantó irritado y agarró su sombrero.
— Danielle cree que la odias, Kevin — le dijo la señora Deleasa cuando le dio la espalda. El ranchero no se volvió, pero la mujer observó que los músculos de su espalda se habían puesto rígidos ante sus palabras—. Hazle un favor y deja que siga creyéndolo.
Kevin se caló el sombrero y salió del despacho. Angela Deleasa lo vio marcharse con una mirada triste en los ojos. Si alguna vez había dudado de los sentimientos de Kevin Jonas por su hija, en aquel momento se sintió completamente segura de que la amaba, un amor con el que estaba luchando a brazo partido, como si tuviera miedo de dejar ver a los demás lo vulnerable que era en realidad. La señora Deleasa abrió un cajón del escritorio y cogió una vieja fotografía de su marido. Danielle se parecía tanto a él, se dijo con un suspiro. Le había amado tan apasionadamente como Danielle amaba a Kevin, pero su relación no había prosperado porque él era
un hombre inquieto, incapaz de permanecer mucho tiempo en un sitio. Se detestaba a sí misma cuando recordaba cómo se había rebajado, rogándole que quedara a su lado, que no la dejara. Y,
sin embargo, aún seguía enamorada de él. Acercó la fotografía a sus labios y la besó antes de volver a guardarla.
Tal como le había dicho a Kevin, Randall le dijo a Danielle que había llevado a otra mujer al musical, y tal y como había esperado, ella no se inmutó en absoluto.
— No veo que haya nada malo en ello — le contestó ella, encogiéndose de hombros—. ¿Por qué te has sentido obligado a contármelo?
— Bueno, yo ya pensaba decírtelo, porque no quiero que pienses que estoy engañándote haciéndote creer que soy un hombre intachable, pero, además, me encontré a Kevin allí, y se puso
medio loco cuando nos vio — le dijo—. Un poco más y me pega.
A Danielle el corazón le dio un vuelco, pero se cuidó de no decir nada y tampoco permitió que sus facciones mostraran el placer que sentía al saber que Kevin se había disgustado por ella.
— Ya, es que es muy anticuado — murmuró, quitándole importancia.
— Sí, como todos los Jonas — farfulló Randall
— Bueno, yo solo quería que lo supieras, para que no te engañes respecto a mí. No creo que nunca llegue a ser don Fiel, Danielle, lo siento — añadió con una sonrisa avergonzada—, eso no va conmigo.
— Lo sé — respondió Danielle, y cambió de tema al instante, ofreciéndole café.
Mientras hablaban, Randall observó a la joven, y pensó de pronto que era una suerte que no estuviera enamorado de ella porque si no hubiera sido así, aquella indiferencia ante sus deslices lo habría matado. Viviría y moriría enamorada de Kevin Jonas. Sentía lástima por ella, aunque quizá más por Kevin: estaba despreciando algo tan raro y tan valioso, y probablemente ni siquiera se daba cuenta.
Al día siguiente, Danielle se quedó muy sorprendida de encontrar a Kevin esperándola en la puerta de la galería antes de que abrieran. Los latidos de su corazón se dispararon, pero procuró parecer calmada.
— Ya era hora — le dijo mirándola fijamente mientras la joven se aproximaba.
— ¿Qué es lo que quieres ahora, Kevin? — inquirió mientras sacaba la llave del bolso.
Él la siguió dentro con el sombrero vaquero ladeado sobre el ojo derecho.
— Ya sabes lo que quiero — le respondió—. ¿Cuánto tiempo más vas a permitir que Randall pisotee tu orgullo? ¿O es que no te importa que esté viendo a otras mujeres a tus espaldas?
Danielle dejó su bolso sobre el mostrador y encendió las luces.
— Randall ya es mayorcito para saber lo que hace, y no me molesta que lleve a otra mujer al teatro cuando yo no puedo acompañarlo.
— ¿Y por qué no podías acompañarlo? — Exigió él con insolencia—. ¿Acaso no estáis comprometidos?
— Me dolía la cabeza — fue la respuesta de Danielle.
— ¿Ya? — Le espetó él, soltando una carcajada—. Pensé que eso vendría en la noche de bodas.
La joven se volvió hacia él dolida.
— ¡Márchate! — Le gritó—, ¡lárgate!, ¡Déjame sola!
Kevin se acercó a ella, avanzando despacio. Sus movimientos estaban cargados de una amenaza sensual.
— Eso no es lo que quieres — le dijo con voz acariciadora y profunda.
Danielle tragó saliva y trató de retroceder, pero su espalda chocó con el mostrador, quedando acorralada como un animalillo.
Kevin colocó sus manos sobre el mostrador, a ambos lados de ella, encerrándola. Olía a colonia y a cuero, y Danielle tuvo que cerrar los ojos para que no se deslizaran hacia el musculoso tórax que asomaba por entre los botones abiertos de la camisa.
— ¿Te turba mirarme? — le preguntó Kevin quedamente.
Ella abrió los ojos, y él pudo leer la vulnerabilidad que había en ellos, y también la atracción irresistible que sentía por él. Como si un imán la atrajera, Danielle bajó la vista al pecho de Kevin y,
aunque volvió a alzarla rápidamente, él se había dado cuenta. En silencio, retiró las manos del mostrador y desabrochó el resto de los botones, dejando al descubierto el bronceado tórax cubierto por una masa de oscuro vello rizado.
— Tócame — le dijo tomando las delicadas manos de Danielle y colocándolas contra su piel desnuda.
Ella no podía creer que aquello estuviera ocurriendo. Tímidamente comenzó a acariciarlo, y de pronto sintió que los músculos de Kevin se tensaban de pura excitación, y lo oyó gemir entre dientes:
— Oh, Dios...
Danielle se puso de puntillas y sus labios se encontraron en un beso ardiente y apasionado.

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