domingo, 5 de agosto de 2012

The Ex-Boyfriend Of His Sister cap.11










Demi seguía con las manos en el regazo y miró primero el plato de sopa humeante y luego a Joe, quien parecía muy concentrado en desdoblar su servilleta y extenderla sobre las piernas.
-Ya sé lo que significa para ti la comida, Joe, pero en este caso, no vas a poder arreglar nada así -le dijo con toda la paciencia que pudo recopilar, dadas las circunstancias.
Como si no hubiese hablado, Joe levantó la cuchara y empezó a comer.
-Te lo preguntaré una vez más -insistió ella-. ¿Qué pasa?
Joe tenía la cuchara a medio camino entre el plato y la boca y la dejó caer. Aterrizó sobre su plato y la sopa salió disparada a su jersey negro. Cuidadosa mente cogió la servilleta y se limpió. -¿Quieres hablar ahora? Su voz era muy suave. -Sí.
-Está bien. Hablaremos ahora. ¿Por dónde quieres que empecemos?
Demi sintió que el corazón le daba un salto en el pecho. Ahora que él estaba dispuesto a hablar, no estaba segura de que fuese una idea tan buena.
-Bueno, yo...
-¿Qué te parece si empezamos por Natashia? Te estás volviendo loca pensando en Natashia... en quién es y en qué significa para mí, ¿verdad?
Demi tragó saliva.
-Yo...
Él se recostó en su silla y apoyó las palmas de las manos sobre la mesa.
-Eres tan cobarde para algunas cosas... Contéstame: ¿no es verdad?
Demi se lo quedó mirando, y se dio cuenta de que hablar era lo último que quería hacer. Lentamente, se puso de pie.
-Mira, no sé qué está pasando aquí.
-Y una mierda que no lo sabes.
Demi se sintió como si hubiese dado el último paso al borde de un precipicio; se sentía caer y caer, haciendo espirales hacia el suelo, y ni siquiera había visto dónde se le había terminado la tierra.
Durante dos semanas, había llegado a conocer y a gustarle el Joe Jonas que había vuelto a Red Dog City después de dieciséis años por el mundo. Había dado por sentado que el Joe joven y salvaje que ella había conocido una vez, había desaparecido ya, y que de ser un chico peligroso y lleno de rabia, había madurado para convertirse en un hombre extrovertido y de buen humor.
Qué tonta. El peligro seguía estando ahí. ¿Cómo habría estado tan ciega como para no darse cuenta? Un leopardo podía ser amaestrado para caminar sobre una cuerda, pero no por eso dejaba de ser un leopardo. Y cualquiera que tuviese que vérselas con él, sería un imbécil si lo olvidaba.
Se lo quedó mirando fijamente. La cicatriz del labio resaltaba blanquecina contra el color tostado de su piel. Sus ojos oscuros parecían cercenarla con su intensidad, y su respiración era cuidadosa, deliberada y medida.
-Vuelve a sentarte -dijo-. Vamos a arreglar esto.
Era un leopardo, un leopardo dispuesto a saltar.
Supo sin ningún género de dudas que tenía que salir de allí, e inspiró aire profundamente.
-Esto no tiene sentido -dijo-. Me marcho.
No había dado más que un paso hacia la puerta cuando Joe se levantó de su asiento con una rapidez que desafiaba todas sus articulaciones artificiales. La cogió por los hombros y lo hizo darse la vuelta. Demi fue a dar contra su pecho.
-Joe... -dijo, sujetándose en sus brazos.
-Demi... -contestó él, y la besó en los labios.


Demi se estaba deshaciendo. Todo su cuerpo parecía haberse transformado en líquido. Era espantoso. Maravilloso. Los labios de Joe la seducían, la mordisqueaban, la empujaban, y se oyó gemir. No podía creer que algo así le estuviera ocurriendo. Se sentía como si sus piernas, siempre fuertes y capaces, hubiesen dejado de sujetarla. De pronto eran tan débiles como las de un bebé, y no tuvo más remedio que sujetarse en los hombros de Joe para seguir de pie.
Joe la sujetó con fuerza, apretándola contra su cuerpo mientras su lengua exploraba sin pudor su boca.
Demi se separó un instante, lo bastante para mirarlo, perderse en sus ojos.
-Joe, yo no...
Pero él emitió un sonido ronco, profundo y volvió a besarla. Y su cuerpo siguió derritiéndose, aún con más intensidad que antes.
Joe fue descendiendo por su espalda hasta llegar a sus nalgas, y la apretó contra él. Demi contuvo la respiración al sentirlo. En toda su vida había tenido una sensación así...
El pensamiento se quedó a medio formular. No era capaz de pensar. Estaba siendo lo que se había jurado que no iba a ser nunca: una mujer necesitada, derritiéndose en brazos de un hombre.
Muy lentamente, mientras continuaba con el asalto de su boca, se frotó contra ella, abrazándola con fuerza para que pudiera sentir su deseo.
Joe la deseaba...
La idea atravesó el caos de su cabeza. Amenazante. Increíble. Imposible, pero cierta.
Aún manteniendo su boca cautiva, soltó sus caderas para recorrer lentamente sus costados y alcanzar la curva de sus senos y seguir después hasta coger su cara entre las manos.
-Demi -susurró.
Y volvió a besarla. Poco a poco, fue haciéndola retroceder hasta uno de los enormes sofás del salón, dónde la guió por los hombros hasta dejarla tumbada.
Una vez sentados, siguió besándola y Demi sintió su mano en el primer botón de su blusa, y luego lo sintió desabrocharse, rendirse. Después, Joe deslizó su mano dentro de la blusa y bajo la copa de su sujetador.
Sentir su mano sobre su pecho desnudo la sorprendió. Parecía áspera sobre la piel suave de su pecho, áspera y grande, y cuando cogió su pezón con dos dedos, la espalda se le arqueó casi por voluntad propia.
-Sí -gimió él-. Muévete para mí, Demi. Muéstrame lo que deseas.
Demi gimió, y él siguió hablándole mientras terminaba de desabrocharle la blusa primero y guiaba su mano después hasta el interior de sus muslos.
Su caricia era una promesa sensual, aun por encima de la ropa.
-Me he estado volviendo loco -susurró él, mordisqueándole el lóbulo de la oreja-. Preguntándome cuando, cómo. Desde el primer día que te encontré detrás de la casa -musitó, y volvió a acariciarle un seno.
Demi dio un respingo, al mismo tiempo que empezaba a asimilar lo que acababa de decirle. Que la había deseado desde el primer día. Que lo que ella se había jurado que era imposible había ocurrido de verdad.
Joe Jonas había estado detrás de ella, desde el primer momento había deseado hacerle el amor.
Y eso era precisamente lo que iba a ocurrir. Allí mismo, en aquel instante, sobre aquel sofá... si es que ella no era capaz de recuperar la cordura y detener todo aquello.
-Di que me deseas -dijo él, cogiéndola por la barbilla-. Quiero oírtelo decir. Quiero terminar con la farsa de que vienes aquí a trabajar para mí. Estoy cansado de esa mentira. Los dos sabemos por qué vienes aquí. Dilo.
Demi se lo quedó mirándolo, deseándolo con todo su cuerpo pero con la mente confundida.
-Dilo, Demi. Volveremos a empezar desde este momento.
Todo le daba vueltas en la cabeza. Ella misma, tal y como había vivido hasta entonces, tal y como quería vivir: libre y sin ataduras, sin estar ligada a ningún hombre. Selena. Natashia Evans. Y quizás otras mujeres. ¿quién sabe cuántas más?









1 comentario:

  1. aaaaaaaaaaaaa yo sabia que joe le gustaba eso de que la hiciera ir toedos los dias y6a estaba raro jaja

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