viernes, 10 de agosto de 2012

White Lies cap.7








A la mañana siguiente, sintiendo mariposas en el estómago, Miley pasó su tarjeta de identificación por el escáner y entró en el centro de acogida. Esperaba haber llegado lo bastante pronto, antes que Nick. No tenía ningunas ganas de encontrárselo. No había podido pegar ojo por la noche y él había sido el culpable. No había podido sacarse de la cabeza el beso que habían compartido el día anterior.
De camino a la oficina, Nick se negó a plantearse por qué esa mañana se había tomado más tiempo del habitual para arreglarse. Había dedicado diez minutos más a maquillarse y se había rizado el pelo por primera vez desde hacía semanas.
Cuando llegó a la mesa de Marcy, Miley miró el reloj. Todavía faltaba una hora o así para que llegara Marcy. Tomó de la mesa de la secretaria una lista con sus citas para el día. La ojeó, empezando a hacerse una idea de cómo iba a ser su jornada.
–Estás muy guapa hoy.
Miley no se molestó en girarse. No necesitaba hacerlo. Había salido de casa decidida a no permitir que Nick jugara con ella, pasara lo que pasara. Tampoco iba a dejarle que la desquiciara. Así que se tomaría el cumplido como algo sin importancia y no le buscaría segundas intenciones a sus palabras.
Entonces, Miley se volvió y, al ver a Nick, sus dedos se tensaron sobre la carpeta que sostenía. Tragó saliva e intentó calmar la excitación que la invadió. ¿Cómo era posible que estuviera todavía más atractivo que el día anterior? Estaba vestido de manera informal y, al mismo tiempo, impecable. Llevaba una camisa y unos vaqueros diferentes a los del día anterior y su aspecto era capaz de dejar sin respiración a cualquiera. Qué músculos. Qué abdominales tan perfectos. Además, llevaba un sombrero vaquero de color beige en la cabeza, ladeado de manera que le hacía sombra sobre los ojos. Tenía que admitir que era un hombre realmente guapo.
–Gracias por el cumplido. Tú también tienes buen aspecto –repuso ella, decidida a mantener sus buenos modales–. ¿Vas a estar hoy en mi despacho?
–No. Trabajaré en los otros despachos durante casi todo el día, hasta que tenga que empezar a instalar el programa de contabilidad. Todavía me queda un rato para ponerme con eso.
Miley asintió, sin querer prolongar el momento.
–Entonces, es mejor que no te entretenga más.
–¿Qué haces para comer?
Miley se lo quedó mirando, pensando que había oído mal.
–¿Disculpa?
Nick sonrió y ella sintió que le calentaban la sangre y algunas otras partes del cuerpo en las que prefirió no pensar.
–Te he preguntado si quieres comer conmigo –dijo él.
–¿Por qué? –preguntó ella, sin poder ocultar su sorpresa.
–¿Por qué no? Tú tienes que comer, igual que yo.
–Pero eso no significa que tengamos que comer juntos –señaló Miley.
Nick esbozó una sonrisa aún mayor, que la derritió.
–No, pero de ese modo podríamos dejar el pasado atrás y hacer las paces –observó él–. No vamos a convertirnos en amigos del alma. Pero estaré por aquí durante un par de semanas, así que no estaría de más que aprendiéramos a llevarnos bien. Por eso, ¿qué te parece si comemos juntos?
–No estoy segura de que sea buena idea, Nick.
–¿Qué fue lo que dijiste ayer? Ah, sí, dijiste que somos profesionales y adultos y podemos sobrellevar la situación.
Nick respiró hondo. Sí, ésas habían sido sus palabras.
–Prometo no morder –añadió Nick.
Miley abrió la boca para decir algo, pero cambió de idea y la cerró al momento. Un torbellino de emociones le bullía en el estómago y ella sabía por qué. Nick le estaba ofreciendo la posibilidad de hacer las paces y dejar que lo que había habido entre ellos se quedara en el pasado, pues no había manera de que volviera a repetirse. Y, en su interior, ella sabía que era lo que necesitaba.
No podía seguir arrastrando la amargura de los últimos siete años. Si estaban condenados a vivir en la misma ciudad e iban a tener que encontrarse de vez en cuando, al menos podían comportarse de forma civilizada. Pero no había ninguna posibilidad de que volvieran a salir juntos. Ella ya había sufrido bastante.
–Podemos comer juntos –dijo ella al fin, esperando no tener que lamentarlo.
–Genial. Elige tú el sitio, sólo te pido que tengan buenas hamburguesas.
Miley no pudo evitar sonreír. Era obvio que algunas cosas nunca cambiaban y Nick seguía adorando las hamburguesas.
–Comer demasiada carne roja es perjudicial –señaló ella, repitiendo las mismas palabras que solía decirle hacía siete años.
Como ella había esperado, Nick miró al cielo fingiendo desesperación.
–Sí, sí, lo sé. Últimamente, me he vuelto un adicto a la vida sana y no me permito demasiadas cosas perjudiciales para la salud, pero una hamburguesa grande y jugosa de vez en cuando no tiene nada de malo.
Miley decidió no decir nada más al respecto. Por el cuerpo perfecto que Nick lucía, era evidente que estaba en excelente forma física.
–Supongo que no. Te esperaré en el vestíbulo a mediodía.
***
Nick apartó la vista del ordenador e intentó relajar los músculos del cuello, recostándose en la silla. Miró el reloj. Era casi mediodía.
Se puso en pie y se estiró, negándose a admitir la emoción que sentía ante la proximidad del encuentro con Miley. Intentó convencerse de que estaba excitado porque sabía que iba a ir ganándose poco a poco la confianza de ella para luego mostrarle el as que guardaba en la manga.
Nick estaba a punto de salir del pequeño despacho cuando oyó el ruido de un golpe en la parte delantera del edificio, frente al vestíbulo. Se apresuró hacia allá y, al dar la vuelta a la esquina, vio a un hombre fuera del edificio, con un bate de béisbol en la mano, amenazando con romper la puerta de cristal si no le dejaban entrar para llevarse a su esposa e hijos.
Nick se dio cuenta de que Miley estaba hablando con el hombre a través del interfono, intentando razonar con él. La observó, impresionado por la calma que ella mantenía al hablar, sin dejarse apabullar por el lenguaje vulgar que el hombre empleaba ni por sus amenazas.
Entonces, Nick miró de soslayo a Marcy, que estaba sentada en la mesa de recepción.
–¿Has llamado a la policía? –preguntó Nick, sin dejar de prestar atención a la escena que estaba teniendo lugar a unos metros de él–. ¿Y dónde diablos están los hombres de seguridad? –añadió, sin apartar la mirada de Miley.
Miley seguía manteniendo la calma, mientras intentaba apaciguar al hombre y conseguir que se fuera.
–La policía está en camino. Nuestro guarda de seguridad está de baja.
Nick miró a Marcy.
–¿No han enviado un sustituto?
–Aún no.
Nick frunció el ceño. Huntington y su grupo habían votado contra la propuesta de que la compañía de Nick se ocupara de la seguridad del centro. En vez de eso, Huntington había recomendado una compañía de seguridad que había servido al Club de Ganaderos en el pasado, asegurando que era muy buena. La mayoría de los miembros del club lo habían apoyado, excepto Joe, Kevin, Zac y Justin. Cuando habían perdido la votación, habían presionado al club para que, al menos, encargara a Miley la seguridad informática y del sistema de contabilidad del centro de acogida.
Huntington se había opuesto frontalmente, alegando que Nick era demasiado nuevo en el club como para ocuparse de esas tareas, pero había perdido la votación cuando Jake Montoya se había alineado con el grupo de Darius en vez de con el de Huntington. Entonces, Nick había intuido que, además de malas vibraciones entre Jake y los Brody, había mala relación entre Jake y Huntington. Pero lo cierto era que Huntington se llevaba mal con cualquier nuevo miembro del club que tuviera menos de cuarenta años.
El sonido de cristal roto llamó la atención de Nick. Como un rayo, corrió y se puso delante de Miley, al mismo tiempo que el hombre que sostenía el bate se dirigía hacia ella a través de la puerta rota.
–Sé un hombre y atácame a mí en vez de a la mujer. Atrévete –le espetó Nick, sin intentar ocultar la rabia que lo invadía.
El hombre, sin duda, se lo pensó dos veces antes de aceptar el reto de Nick y dejó caer el bate, dando un paso atrás. En cuestión de segundos, el centro se llenó de policías. Dos de ellos entraron a través de la puerta de cristal rota y capturaron al hombre, que no opuso resistencia.
Nick se giró hacia Miley.
–¿Estás bien? –preguntó él en voz baja. No se había dado cuenta de lo furioso que había estado hasta ese momento. Si aquel hombre le hubiera tocado a Miley un solo pelo de la cabeza, se habría vuelto loco.
En cierto modo, Nick deseó que el hombre se hubiera atrevido a atacarlo. Eso le habría dado la excusa necesaria para acabar con él. Pero aquel tipo había sido un cobarde. Muy valiente para golpear a una mujer con un bate, pero muy rápido en echarse atrás cuando se había tratado de enfrentarse a un hombre de su mismo tamaño.
Miley la observó respirar hondo.
–Sí, estoy bien. No es raro que los maridos se pasen por aquí demandando ver a su esposa e hijos y, cuando les decimos que no pueden, la mayoría se van. De vez en cuando, aparece alguien como el señor Green que se niega a someterse a las reglas y causa problemas. Cuando eso pasa, normalmente el equipo de seguridad se encarga de ello.
Nick asintió. Pensaba convocar una reunión extraordinaria en el Club de Ganaderos para asegurarse de que no volviera a repetirse una situación así. No quiso ni pensar en lo que podía haber pasado si él no hubiera estado allí. No tenía ninguna duda de que el hombre había estado a punto de golpear con el bate a alguien.
Antes de que Nick pudiera decir nada, se les acercó un oficial de policía para tomarles declaración. Tras tomar nota de todo, el oficial aconsejó a Miley que fuera a la comisaría central a presentar cargos contra el hombre para poder arrestarlo.
En cuanto el policía se hubo ido, una de las empleadas del centro se acercó a ellos.
–Disculpe, señorita Martindale, pero las mujeres están asustadas. Se han enterado de que un hombre ha intentado forzar la puerta para entrar.
Miley asintió.
–De acuerdo, voy a hablar con ellas.
Luego, se giró hacia Nick.
–Gracias por tu ayuda. Yo no había creído que el hombre fuera a romper el cristal. Esperaba ser capaz de calmarlo –señaló Miley y miró su reloj–. Debo ir a tranquilizar a las mujeres y, luego, a la comisaría. Me parece que tendremos que cancelar la comida.
Nick negó con la cabeza.
–No. Ve a ver a las mujeres y yo te llevaré a la comisaría. Después, de regreso, compraremos algo de comida para llevar.
–De acuerdo. Gracias –dijo ella y miró hacia la puerta rota.
–Vete. Yo me aseguraré de que limpien esto y de encargar otra puerta.
Miley sonrió para darle las gracias y se apresuró a seguir a la empleada que había ido a buscarla.
Cuando Miley había salido de su campo visual, Nick soltó una imprecación y se sacó el móvil del cinturón para llamar a Joe. Su mejor amigo respondió a la primera.
–Hola, ¿qué pasa, Nick?
–Ha habido un incidente en el centro de acogida y no había guarda de seguridad. Necesitamos convocar una reunión en el club.


es todo lo qe subo por hoy las amo♥

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