domingo, 26 de agosto de 2012

A Great Love cap.19


Joe acababa de llegar, pero sabía que era mejor no discutir. Besó a su esposa y volvió a ponerse la chaqueta. Hizo un gesto de despedida a los otros, y abandonaron la casa.
Una vez dentro del coche, Kevin le pidió un cigarrillo mientras se abrochaba el cinturón con manos temblorosas.
— Pero si tú no fumas... — le espetó Joe, enarcando una ceja.
— Pues acabo de empezar.
Joe le tendió su paquete de cigarrillos y el mechero y puso el coche en marcha.
— Cuéntame cómo ocurrió — le dijo Kevin.
— Preferiría no hacerlo.
— ¿Porqué?
— Porque ya estás bastante alterado.
— Fue ese maldito niñato, ¿verdad? Seguro que la perdió de vista.
Joe contrajo el rostro.
— Al parecer él le había dicho que no saliera del coche — le contestó, tratando de hablar en su favor—, pero, Dios sabe por qué, ella le desobedeció, y un vagabundo la atacó para robarle las joyas que llevaba encima.
Kevin maldijo entre dientes durante al menos cinco minutos, pasando del enfado a querer matar a Randall. Joe no trató de contenerlo. Sabía que era exactamente así como se sentiría
él si fuera Demi y no Danielle quien estuviera en el hospital.
— ¿Qué probabilidades tiene de superar el coma? — inquirió Kevin, tosiendo al dar la primera calada al cigarrillo, que sostenía con dedos temblorosos.
— Los médicos han dicho que un cincuenta por ciento. No hay más remedio que esperar. — Dios, Joe, yo... no he hecho más que herir sus sentimientos... Si muriera pasaré el resto de mi vida atormentado. Tenía miedo de hacerle daño, como a Louisa...
— Ya hemos tenido antes esta conversación, Kevin — dijo su hermano, sintiéndose fatal por él — Danille no es Louisa. Deberías haberle dado una oportunidad.
— Sí, lo sé — asintió él, dando otra calada al cigarrillo. Pensaba hacerlo. Por eso no quería ir a ese viaje porque me decía que todavía no era tarde para intentar que cambiara de opinión
respecto a casarse con Randall.
Joe no pudo reprimirse.
— ¡Cielos, al fin un poco de sensatez! — exclamó. Kevin sonrió débilmente.
— Supongo que ha sido la desesperación lo que me ha llevado a ver la luz. Hace un par de días, en la galería la besé y... Dios, fue la cosa más dulce que jamás... No he podido dormir bien desde entonces. La deseo de tal modo que es como si me faltara una parte de mí.
Joe escrutó el angustiado rostro de su hermano mayor.
— Sé lo que se siente — le dijo en un tono comprensivo—. Espero que podáis solucionar las cosas.
— Yo espero que no nos abandone — murmuró Kevin pesaroso—, es lo único que quiero en este momento. Eso, y matar al bastardo que la ha postrado en esa cama — masculló con rabia.
Una hora más tarde estaban ya en el hospital. Cuando Kevin pasó a la unidad de cuidados intensivos, vio el magullado y amoratado rostro de Danielle, maldijo en silencio.
Aquello era culpa suya. No debería haberla expulsado de su vida, no debía haberla arrojado en brazos de aquel inmaduro de Randall. ¡Dios!, No podría soportarlo si moría. Se sentó junto a la cama y tomó su delgada mano entre las suyas.
— Danielle — la llamó en un susurro—. Danielle soy yo, soy Kevin.
La joven no se movió, pero él hubiera jurado que había visto un brevísimo pestañeo.
— Danielle, cariño, ¿puedes oírme?
Milagrosamente, el amoroso apelativo obtuvo una reacción: sus dedos se movieron de forma casi imperceptible en el hueco de las manos de Kevin.
— Sí, estoy seguro de que puedes oírme, pequeña — le dijo suavemente—. No me dejes, Danielle, no me dejes — le susurró al oído—. Dame otra oportunidad. Te juro que no te arrepentirás.
La besó con ternura en los labios, y de pronto un suave gemido escapó de ellos. Kevin le acarició el cabello tembloroso, y empezaron a aflorar lágrimas de alivio a sus ojos cuando vio que
Danielle empezaba a abrir los ojos y a mover la cabeza.
Kevin se incorporó a toda velocidad hasta el cabecero de la cama y apretó el botón para llamar a la enfermera. La mujer apareció al momento.
— Está consciente — anunció Kevin sonriendo.
La enfermera le pidió que saliera al pasillo, y al cabo de un par de minutos entraba en la unidad de cuidados intensivos el equipo médico que atendía a Danielle.
— Ha despertado — le dijo Kevin exultante a la señora Deleasa.
— ¡Oh, Dios mío, gracias, Dios mío! — exclamaba la mujer una y otra vez, abrazando a Kevin entre la risa y el llanto.
— ¿Cómo es que Randall no está aquí? — inquirió Kevin, percatándose en ese momento de su ausencia. Cuando había llegado estaba tan ansioso por ir junto a Danielle que se había olvidado por completo de su «prometido».
— Se fue a casa de sus padres un par de horas antes de que llegarais — le explicó Angela Deleasa—. Estaba cansado y fue a dormir un poco. 
— ¿A descansar? ¿Cómo puede haberse ido a descansar con ella aquí, en el hospital? — casi gritó Kevin, fuera de sí.
Antes de que la señora Deleasa pudiera contestarle, salió el doctor para informarles del estado de Danielle y los tres se reunieron en torno a él para escucharlo.
Danielle iba a reponerse, les dijo, pero era posible que le quedara un trauma emocional como resultado de lo ocurrido, y que quizá necesitaría unas semanas de tratamiento terapéutico con un
psicólogo.
Cuando el médico se hubo marchado, Kevin insistió a la señora Deleasa en quedarse con ella, y la mujer se sintió verdaderamente agradecida por la compañía de Kevin en los días que siguieron, ya que Randall no tuvo más remedio que reincorporarse al trabajo.
Las veces que el joven iba a ver a Danielle, siempre evitaba en la medida de lo posible a Kevin, quien lo miraba con auténtico desprecio. Lo cierto era que Randall se sentía si cabía aún más
culpable de lo ocurrido al ver al ranchero. Danielle lo amaba, y él no estaba haciendo sino interponerse en el camino de su felicidad. Además, las razones mercenarias por las que había querido casarse con ella habían empezando a atormentarlo al ver el cambio que se había estado fraguando en ella en las últimas semanas. Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que habían sido buenos amigos, y echaba de menos la personalidad chispeante y alegre de la joven. Quería volver a verla sonreír, quería que fuera feliz, pero él no podía lograrlo. En cambio, Kevin sí. Iba a dejarle el campo libre al hombre a quien Danielle amaba de verdad. Cuando ella se hubiera repuesto, rompería el compromiso con la mayor suavidad posible, y cruzaría los dedos para que las cosas se arreglaran.



2 comentarios:

  1. — Pero si tú no fumas...
    — Pues acabo de empezar
    ok yo ya estoy fumandoo
    hahahaha
    amigaaa amo a Kenielle tanto!
    Gracias por subir esta nove
    se que te gusta Niley y Jemi
    y esta es la primera nove Kenielle
    que haces y
    ya te lo he dicho muchas veces
    en verdad esta pareja es mi favorita
    :)



    ahora si
    eres muy cruel
    hahaha





    nah mentira
    amiga, gracias. Ojala puedas publicar mucho
    te quiero
    xoox

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  2. eres una geniaaa
    me atormentas con lo que le paso a danii
    y aahora esto se esta poniendo interesanteee......
    pddt:siguela porfiiiiiiss

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