miércoles, 8 de agosto de 2012

A Great Love cap.11




La respiración del vaquero también se había tornado entrecortada, y cuando despegó su boca de la de ella para tomar aliento, la joven notó los latidos fuertes e irregulares de su corazón contra su pecho. Los dedos de la joven se cerraron, asiendo la tela de la camisa, como tratando de mantenerse en el mundo real.
— Danielle... — jadeó él, enfebrecido.
Deslizó sus brazos en torno a ella, y la atrajo aún más hacia sí. Kevin era muy fuerte, y aquel abrazo resultó brusco por la pasión que le imprimió, pero a Danielle no le importó, porque su beso le
había inyectado el deseo en las venas.
Metió los brazos por debajo de la chaqueta de Kevin, acariciándole la espalda, y se puso de puntillas, dejando que devorara de nuevo sus labios mientras emitía suaves gemidos. La presión de la boca del vaquero era cada vez más insistente, y Danielle abrió los labios para él. La lengua de Kevin aceptó su muda invitación, y una ráfaga de calor la hizo estremecerse entre sus brazos.
Kevin no podía pensar, no podía respirar. ¡Y pensar que la persona a la que estaba besando era Danielle, la Danielle a la que había conocido desde niña...! Aquello era una locura. Primero había
hecho todo lo posible para alejarla de él, y de repente estaba alentándola sin la menor reserva. Sin embargo, se sentía incapaz de luchar contra su deseo. Invadió repetidamente la boca de la joven
con su lengua, y de pronto se encontró imaginándola en la cama, debajo de él, entregándosele con esa misma pasión, permitiendo que desvelara los secretos de su feminidad y que la iniciara en
el arte del amor. Con un gruñido casi animal, la levantó del suelo, besándola desesperadamente.
Tras lo que pareció una eternidad, Kevin la depositó de nuevo sobre sus pies y puso fin al beso, apartando el rostro, para encontrarse mirándose en los enormes ojos de Danielle, que lo observaban extasiados. Tenía los labios ligeramente hinchados y enrojecidos por los ardientes besos.
La joven apenas podía mantenerse en pie. Kevin la tenía sujeta por la cintura, y podía sentir su corazón latiendo con la fuerza de un tambor contra su pecho.
— Me has besado... — murmuró anonadada.
— Y tú has respondido a mi beso — contestó quedamente—. Esto es una locura, Danielle: solo tienes Veinte años.
— Y tú treinta y cuatro — dijo ella tragando saliva, sin haber recuperado aún del todo el aliento—. Ya lo sé Kevin, y ahora sé cómo te sientes. Me deseas, pero no tengo ninguna posibilidad contigo.
La mirada de Kevin se ensombreció.
— Danielle...
— No, yo lo comprendo. Nina es más de tu estilo— siguió ella amargamente—. Es experimentada, y sofisticada...
Kevin tuvo la impresión de que pensaba que se acostaba con la modelo, pero no se molestó en corregirla.
— ¿Has mantenido relaciones alguna vez? — le preguntó con voz ronca.
Danielle agachó la cabeza, pero él le tomó la barbilla con una mano firme para alzar su rostro de nuevo.
— ¿Has mantenido relaciones alguna vez?
Danielle se sintió intimidada por la forma en que la estaba mirando.
— ¿Acaso no lo imaginas? — le espetó.
Kevin advirtió entonces que estaba temblando, y el puño que había puesto bajo su barbilla se abrió, y sus dedos fueron descendiendo en una ligera caricia por la tersa garganta, hasta alcanzar uno de sus senos.
— No, nunca has estado con un hombre — confirmó con certeza.
Sus ojos bajaron hasta el lugar donde los nudillos de su mano reposaban, contra el pecho de ella, y los frotó en torno al endurecido pezón, observando cómo se estremecía de placer e,
inconscientemente, se ponía de puntillas.
— Te odio — gimió Danielle.
Kevin rozó los labios de la joven con los suyos.
— Di mi nombre.
A Danielle cada vez le era más imposible resistirse a la proximidad de Kevin y a sus enloquecedoras caricias.
— Kevin... — balbució contra su voluntad, irguiéndose hacia su mano.
Él volvió a tomar posesión de sus labios, y de pronto, sin previo aviso, sus dedos se cerraron sobre la turgencia de su seno, acariciándolo en el silencio de la galería, roto solo por los gemidos
de ambos, y su trabajosa respiración.
Danielle le clavó las uñas en los hombros, y entonces fue Kevin quien se estremeció de placer.
La mano que tenía sobre su seno se contrajo, y la joven suspiró dentro de su boca. Él, abandonado ya al deseo que tanto tiempo había acallado, enroscó una pierna con la de ella, y la atrajo hacia sus caderas para que pudiera notar lo excitado que estaba.
Y entonces, sin darse cuenta de lo que hacía, Danielle le mordió el labio inferior, atrapada por el fragor de la creciente pasión.
Sobresaltada por su conducta, despegó su boca de la de él, con los ojos como platos.
— Lo... lo siento... No pretendía hacer eso... — balbució avergonzada.
Trató de echarse hacia atrás, para apartarse de él, pero la pierna que Kevin tenía rodeando la suya se lo impidió, y al reparar en lo excitado que estaba, contuvo el aliento, turbada.
Kevin no quería separarse de Danielle, pero se obligó a hacerlo al ver la expresión en su rostro.
Comprendía que aquello era demasiado nuevo para ella.
— ¿El qué? — inquirió sin comprender.
— Te he... te he mordido — murmuró ella azorada. Kevin se rio.
— Sí, ya lo creo que me has mordido. Y también me has clavado las uñas como una gata salvaje. Dios, en la cama serías capaz de hacer que me sangrara la espalda.
Danielle volvió a contener el aliento y se puso como la grana.
No podía creer lo que había ocurrido, ni que le hubiera permitido tomarse tantas libertades después del modo en que la había tratado. Y no solo permitírselo, sino haberlo alentado, además, y respondido a cada caricia y cada beso. ¡Y en la galería, donde cualquiera que pasara por la calle podría haberlos visto! Gracias Dios que se encontraba en una vía estrecha y poco transitada, sobre todo a aquella hora del día, y también había sido una suerte que tuvieran delante, tapándolos, un enorme cuadro con un paisaje de Texas.
— ¿Por qué has hecho esto, Kevin? ¿Acaso Nina no te satisface plenamente, o es una especie de venganza por haberte estado persiguiendo todo este tiempo?
Él apenas sí podía respirar por la excitación que aún sentía. Danielle le había respondido con una vehemencia que nunca hubiera esperado, y menos en una mujer tan joven y con tan poca
experiencia. Estaba sorprendido por la fuerza de las sensaciones que habían surgido entre ellos, pero se dijo que aquello era un completo error, y que no debía darle esperanzas.
— ¿Qué crees tú? — le contestó con insolencia.
Como había esperado, Danielle se sintió ofendida con aquella respuesta.
— Creo que deberías marcharte — le dijo con voz queda.
Evan se caló el sombrero hasta los ojos.
— Yo también lo creo — murmuró—. Buena suerte con tu nuevo trabajo. Le daré a Nina recuerdos tuyos.
Danielle no contestó, y pasaron varios minutos después de que Kevin se hubiera ido antes de que dejara de temblar. Si quería que saliera de su vida, ¿por qué había hecho aquello?


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