miércoles, 1 de agosto de 2012

The Ex-Boyfriend Of His Sister cap.9








Durante las dos semanas siguientes, Demi estuvo trabajando para Joe casi todos los días. Aun cuando estuvo colocada la antena parabólica y los libros en sus estanterías nuevas, siempre parecía encontrar algún nuevo proyecto, bien algo que necesitaba que le construyese o algo que se había roto y que necesitaba arreglo.
Una mañana, se encontró con dos de los espejos del gimnasio rotos, y cuando Demi le preguntó cómo podía haber ocurrido una cosa así, él le dijo que se le había soltado una de las pesas. Por supuesto, Demi y él tuvieron que ir inmediatamente a Reno para traer los espejos nuevos, y como no, dejarlos instalados ese mismo día.
Después, decidió que quería convertir uno de los dormitorios de la planta de abajo en su estudio, y para eso iba a necesitar estanterías y una gran mesa de pino también.
-¿Y para qué necesitas un estudio?
Él la miró como si estuviese teniendo mucha paciencia con ella.
-No lo necesito Demi, lo quiero.
-¿Pero por qué?
-¿Quién sabe? Puede que decida escribir otro libro.
-Querrás decir que puedes querer que ese pobre Oliver al que explotas escriba otro libro para ti.
Demi había leído el libro y la verdad es que le había parecido muy bueno, pero no quería que Joe lo supiera porque sería admitir que, después de estar trabajando todo el día para él, se pasaba las tardes leyendo la historia de su vida.
-Eso de que exploto a Oliver Aimes no es cierto -protestó Joe con el ceño fruncido-. Su agente es un chupasangres, el mejor. Me ha sacado el cincuenta por ciento de todo.
-Pero si ha sido Oliver quien lo ha escrito, ¿no debería obtener más?
-Mira Demi, quiero un estudio y voy a tenerlo. ¿Vas a hacerme unas estanterías y una mesa o no?
-Oye, es tu dinero. Si quieres tirarlo...
-Muy bien. Ven conmigo abajo. Voy a enseñarte lo que he pensado.
Otro día, Joe dejó caer un pelador de patatas en la trituradora de basura, y se quedó tan atascado que Demi lo pasó fatal para quitarlo. Una vez lo hubo sacado, se dio cuenta de que las cuchillas se habían estropeado tanto que habían quedado inutilizadas, así que tuvo que comprar un triturador nuevo e instalarlo.
Alrededor del mediodía, cuando Demi estaba medio metida en el armario de debajo del fregadero, intentando instalar el triturador nuevo, oyó sonar el timbre.
Unos minutos después, Joe se acercó a ella.
-Demi, te presento a L. W. Creedy.
Demi sacó la cabeza del armario y se encontró con un tipo fuerte y medio calvo vestido con un traje muy elegante y un anillo con un brillante del tamaño del lago Tahoe.
-L. W. es el mejor productor del mundo -explicó Joe.
-Encantado de conocerlo -dijo Demi, moviendo su mano enguantada.
L. W. la saludó de la misma manera.
-Ah. Tú eres la encargada de mantenimiento. Siempre es bueno teneros cerca.
Demi le sonrió, intentando recordar dónde había oído ese nombre hasta que de pronto lo recordó: en la biografía de Joe. L. W. Creedy era quien había organizado y dado publicidad a los mejores saltos de Joe.
-Acomódate, L. W. -dijo Joe, haciendo un gesto con el brazo hacia la cocina.
Mientras L. W. se acomodaba en una silla, Joe abrió la nevera y Demi suspiró. En los días que llevaba ya trabajando para él, se había dado cuenta de que lo de preparar comida para la gente era un rasgo peculiar de Joe. Si alguien aparecía en su casa, se sentía obligado, casi como por honor, a prepararle algo de comer. Debía ser un efecto de lo dura que había sido para el la niñez; sabía que muchas veces no había tenido ni siquiera para comer. Era un rasgo encantador, pero no precisamente en aquel momento; había cortado la corriente y tenía las tuberías del fregadero desmontadas.
-Por favor, ¿querrías dejar que termine esto? ¿Te importaría comer fuera de la cocina?
Joe, que estaba frente al frigorífico decidiendo qué obra del arte culinario iba a preparar aquel día, se volvió hacia ella y le sonrió.
-Sólo voy a hacer unos sandwiches. Te prometo no estorbar.
Cat frunció el ceño y volvió a meter la cabeza bajo el fregadero.
L. W. siguió con la conversación que debía haber comenzado en la habitación de al lado.
-Te digo, Jonas, que este podría ser el mejor de todos los que has hecho.
Demi oyó cerrarse la puerta del frigorífico.
-Pero a mí no me interesa, L. W. -contestó Joe, y se acercó al mostrador que separaba la cocina del salón.
-Rattlesnake Ravine -anunció L. W.-. ¿Has oído hablar del sitio?
-No -suspiró Joe.
-Cerca de Mount Shasta. Y he estado hablando con la gente de Harley-Davidson. Tienes que ver lo que están preparando. Es la máquina más increíble que he visto nunca.
-¿Quieres mayonesa en el sandwich, L. W.?
-Sólo un poco de mostaza. A estas alturas, ya deberías saberlo. ¿Qué te estaba diciendo yo? Ah, sí. El cuatro de julio sería una fecha perfecta; un tiempo lo bastante bueno para animar a salir a la gente, y exactamente dos años después de lo de Las Vegas. Podemos sacarle todo el partido. Ya sabes... todo el mundo pensó que no ibas a volver a andar, y aquí estás, intentando el salto más arriesgado de toda tu increíble carrera. Va a ser magnífico. Ya tengo pensado el vestuario. Vas a vestirte como una bandera humana con...
-L. W., ¿es que no has oído lo que te he dicho? Voy a repetírtelo: no. Una palabra de dos letras y muy fácil de comprender: no; gracias pero no. Por enésima vez te repito que ya he terminado.
Sus palabras silenciaron a L. W. por un par de minutos.
-Aún no lo has olvidado, ¿verdad? Aún estás furioso por...
Joe volvió a interrumpirlo.
-No estoy furioso. No es porque tenga algo en contra tuya. Simplemente las cosas salieron así. No te preocupes más.
Demi intentó no preguntarse a qué demonios estaban refiriéndose y seguir concentrada en conectar los cables de la trituradora.
-¿Lo dices de verdad? ¿No me guardas rencor?
-Por supuesto que no. Ya se había terminado todo antes de que tú tuvieses algo que ver. Olvídalo.
-De acuerdo -replicó, y hubo un corto silencio-. ¿Tienes leche? -preguntó después.
Joe volvió a acercarse al frigorífico y Demi, aún peleándose con las conexiones, oyó el sonido de un líquido al llenar un vaso.
-Gracias -dijo L. W. un minuto después. Hubo otro instante de silencio, sin duda porque L. W. estaba bebiéndose la leche para tragar el último bocado de su sandwich. Después Demi le oyó preguntar-: Pero si vas a dejar de saltar, ¿qué demonios vas a hacer con el resto de tu vida, Jonas?
Joe llevó algo a la basura y lo tiró.
-¿Quién sabe? Puede que me case y tenga una docena de hijos. Educar hijos es un trabajo tremendo, ¿sabes? Si lo haces bien, quiero decir.
-¿Casarte con quién?
Demi se dio cuenta de que estaba conteniendo la respiración en espera de la respuesta de Joe.
-¿Y a ti qué te importa con quién me case yo?
-Bueno, es sólo curiosidad.
-Ya.
-Dios mío, ¿qué te ha pasado? -preguntó, entristecido-. Una vez me dijiste que te marchitarías y te morirías si no ponías tu vida en peligro de vez en cuando.
-¿Alguna vez has educado a un niño, L. W.?
-Por Dios, no. Odio a esos pequeños monstruos.
-Pues yo tengo entendido que da bastante trabajo, mucho más duro que saltar edificios o conducir motos por precipicios.
-Sí, ya, pero ahora escúchame: cuándo cambies de opinión...
-No voy a cambiar.
A Demi estaba empezando a dolerle el cuello de estar tan inmóvil, así que se concentró en terminar su trabajo.
L. W. insistió un poco más, pero Joe siguió firme. Había terminado con todo eso para siempre.
Al día siguiente, un periodista apareció frente a la puerta. Había oído hablar de que Joe estaba preparando un nuevo salto, y quería obtener alguna información sobre ello.
-¿Quién le ha dicho que estoy planeando un salto?
-Lo siento; no puedo revelar mis fuentes.
-Su nombre, ¿no empezará por casualidad con L. W. y terminará con Creedy?
-Como ya le he dicho, mis fuentes son confidenciales.
-Pues dígale a su fuente que deje de intentarlo, que ya he dicho que no, y no voy a cambiar de opinión. He terminado con los saltos.
-Pero señor Jonas, yo...
-Buenos días -lo interrumpió y cerró la puerta. Dos días más tarde, el viernes, Joe tuvo otra visita.






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