domingo, 19 de agosto de 2012

White Lies cap.9





–Hola, señorita Martindale, ¿quiere sentarse donde siempre? –preguntó Tina cuando Miley entró.
–Donde haya sitio –repuso Miley, sintiendo el calor de Nick detrás de ella. Su cercanía le resultaba muy inquietante.
–Debes de venir aquí a menudo –comentó él, adelantándose para ponerse a su lado.
Miley lo miró y sonrió.
–Casi todos los días. No está lejos del centro de acogida y me gusta pasear. Y me encantan sus ensaladas de pollo.
Momentos después, la camarera los llevó a una mesa en el fondo. Nick observó a los comensales al pasar junto a sus mesas. La mayoría saludó a Miley por su nombre o le sonrió. –Eres bastante conocida por aquí –señaló Nick cuando se habían sentado.
Ella se encogió de hombros.
–La mayor parte de los comensales son clientes habituales que saben que trabajo en el centro de acogida. Creen que beneficia a la comunidad y aprecian nuestra presencia aquí.
Durante un momento, dejaron de hablar para leer la carta. Nick era quien tenía que decidir qué quería, pues Miley iba a comer lo de siempre. Sin embargo, ella comprobó cuál era la sopa del día o, al menos, eso fingió. Era difícil concentrarse en nada cuando tenía a Nick frente a ella. Mientras él leía la carta, ella lo observó por encima de la suya.
Miley contuvo la risa al ver lo intensa que era la expresión de él. Decidir qué hamburguesa iba a pedir no podía ser algo tan serio. Pero Nick siempre había sido un hombre serio, sobre todo en lo relacionado con el sexo.
Durante un segundo, Miley se preguntó por qué había recordado algo así. Nick era el tipo de hombre que emanaba sexualidad y, al pensarlo, ella sintió que su deseo crecía. Sólo habían pasado una noche juntos, pero había sido increíble. Al margen de lo que hubiera pasado después, ella no podía olvidar cómo le había hecho sentir.
Nick era un amante excelente. Aquella noche, complacerla había sido su objetivo, como si hubiera sido lo más natural. Ella no había caído en la cuenta de lo egoísta que había sido Liam hasta que había hecho el amor con Nick. ¿Cómo iba a haber sospechado que el sexo podía ser diferente, cuando Liam había sido su primer y único amante hasta el momento? Una sola vez con Nick había bastado para cambiar toda su concepción sobre el sexo.
Nick levantó la vista y Miley respiró hondo. La intensidad de la mirada de él le hizo querer bajar la cabeza, pero no pudo. Sus ojos oscuros y profundos la tenían cautiva.
–Aquí están los vasos de agua.
Miley se sobresaltó cuando Tina apareció con los vasos.
–Gracias –dijo Miley y se apartó un poco para que la camarera pudiera poner su vaso en la mesa. Lo agarró y tomó un largo trago, pensando que el agua helada, tal vez, enfriaría su deseo.
Tina tomó nota de su pedido y se alejó de nuevo.
–Cuéntame, ¿qué te gusta de tu trabajo?
Miley levantó la vista para responder su pregunta, esforzándose por no fijar la mirada en los grandes ojos de Nick.
–Todo pero, sobre todo, la satisfacción que me produce ayudar a mujeres en apuros, a aquéllas que se sienten destrozadas por lo que les ha ocurrido. Me gusta hacerles saber que no están solas y que a alguien le importa.
Lo que Miley no dijo era que le gustaba ofrecer a esas mujeres el mismo apoyo que él le había dado a ella durante los primeros días cruciales, cuando había empezado a dudar de sí misma, pensando que, tal vez, se había merecido los golpes de Liam.
–Me he fijado en que el centro no tiene directora.
Miley posó la mirada en los labios de él, lo que era tan peligroso como mirarlo a los ojos. Tenía una boca muy sensual. Podía moverla con gran lentitud al hablar… o al emplearla para otras cosas, pensó ella, y tragó saliva antes de responder.
–Cuando me contrató el Club, decidieron que me encargara yo por el momento. Cuando completen los planes de ampliación y decidan buscar a alguien para el puesto de directora, espero que me tengan en cuenta.
Nick asintió. Él no había formado parte del comité del Club de Ganaderos que se había encargado de las contrataciones para Helping Hands, por eso le había sorprendido encontrarla allí. Si no, habría reconocido su nombre entre los que se habían barajado para el puesto.
–El centro de acogida está bastante lleno ahora. ¿Consigues encargarte de todo sola? –preguntó él.
Miley se encogió de hombros.
–No es tanto. Lo más difícil es cuando me llaman en medio de la noche desde una comisaría o un hospital para que vaya a atender a una mujer que ha sido violada o golpeada.
Nick apretó la mandíbula al imaginar a alguien tratando a una mujer con tanta crueldad. Una de las cosas que no toleraba era el maltrato a las mujeres.
–También es difícil a veces cuando tengo que enfrentarme a casos por teléfono. Hay gente en el centro que se encarga de responder llamadas las veinticuatro horas del día, normalmente un voluntario entrenado para ello. Pero, de vez en cuando, entra una llamada de que la tengo que encargarme yo. Son llamadas que me tocan la fibra sensible.
Por el tono de su voz, Nick adivinó que Miley estaba profundamente dedicada a su trabajo. Para mantener una conversación sin problemas y no tocar el tema del que ninguno de los dos quería hablar, él decidió seguir preguntándole acerca de su trabajo en el centro de acogida.
Por primera vez desde que la había visto, Nick bajó un poco la guardia.
Cuando la camarera les sirvió su pedido, Nick tuvo que admitir que la comida tenía buen aspecto. Y, después de dar un mordisco a su hamburguesa, comprobó que también sabía bien. Uno de sus tíos de Charleston había tenido una hamburguesería que solía hacer las mejores hamburguesas del lugar. De niño, él había disfrutado mucho veraneando allí y, al crecer, había terminado comparando cada hamburguesa que comía con las de su tío Donald. Ninguna podía comparárselas, pero tuvo que reconocer que ésa estaba muy cerca.
–¿Qué tal está?
Nick miró a Miley y tuvo que sonreír y asentir, pues tenía la boca llena y no podía hablar.
Media hora después, de camino al centro de acogida, Nick reflexionó sobre varias cosas con las que no había contado. Para empezar, no había esperado poder sentarse durante una hora delante de Miley y disfrutar de su compañía, sin animosidad ni rabia. Por otra parte, no podía negarse la tensión sexual que había entre ambos. Aunque habían intentado camuflarla detrás de la conversación, había estado muy presente.
Miley tenía muchas cosas que la hacían irresistible, pensó Darius. Su aroma era una de las principales. Su perfume lo envolvía con sensualidad, como si lo estuviera absorbiendo por cada poro de la piel. Y sus ojos… Sabía que ella había estado intentando desviar la mirada, lo que no había sido fácil, pues habían estado sentados el uno frente al otro. Y, cada vez que la había sorprendido mirándolo, él se había sentido como en una montaña rusa.
Por suerte, sus manos estaban ocupadas conduciendo porque, si no, Nick habría necesitado un esfuerzo supremo para no tocarla y acariciarle la pequeña porción de muslo que su falda dejaba al descubierto. Intentó concentrarse en la carretera para no mirarla y pensó que era mejor animar la conversación. Cualquier cosa era buena con tal de distraer sus pensamientos.
–¿Dónde vives? –preguntó él.
Nick mantuvo la mirada pegada a la carretera. No quería que ella percibiera la pasión que sus ojos no conseguían ocultar.
–Me he comprado una casa a una manzana de la oficina de correos.
Nick se dio cuenta de que no le había dicho el nombre de la calle. Había un par de urbanizaciones nuevas cerca de correos, además de varias casas antiguas que habían sido reformadas y puestas a la venta.
–Bonita zona –dijo él.
–Me gusta. Mi vecindario es bastante tranquilo. La mayoría de las personas que viven en mi calle son mayores y se acuestan antes de las ocho de la noche.
Nick asintió. Por la información que acababa de revelar, adivinó que se trataba de una de las casas reformadas en las urbanizaciones antiguas. Comprar una de esas viviendas había sido inteligente, observó, eran una buena inversión.
Entonces, Miley empezó a hablarle de su casa, le contó que se había divertido mucho decorándola. A él no le costó creerlo. Cuando Miley había vivido en Houston, había tenido un apartamento pequeño pero muy coqueto y él se había sorprendido al descubrir que lo había decorado ella misma.
Nick llegó al aparcamiento del centro de acogida.
–Gracias por invitarme a comer –dijo ella y se desabrochó el cinturón de seguridad, incluso antes de que él parara el motor–. Aunque tengo que admitir que ir en coche en vez de a pie significa que tendré que hacer mi dosis de ejercicio diario de otra manera –añadió.
Nick estuvo a punto de decir que conocía otra manera de hacer ejercicio físico y que se aseguraría de hacerle disfrutar con ella. Sin embargo, decidió que sería mejor mantener la boca cerrada.
–Pero como ya será de noche cuando salga de trabajar, tendré que dejar el ejercicio para otro día –continuó ella.
Nick la miró.
–¿Por qué vas a quedarte hasta tarde?
–Porque tengo mucho trabajo y no puedo irme hasta que termine. He quedado con el señor Novak el viernes y quiero hacer algunos informes. Lo más probable es que el Club de Ganaderos se haya enterado del incidente de hoy y quieran un informe completo sobre lo sucedido.
Nick apretó los labios para no confesar que él les había informado. Mientras habían estado en la comisaría, él había recibido llamadas de Zac, Justin y Kevin. Joe les había contado lo que había sucedido. Y la televisión había dado la noticia sin muchos detalles pues, como era un centro de acogida, no se permitía el acceso a periodistas ni a la televisión, para proteger la identidad de las mujeres.
Si Miley se quedaba más tarde de las cinco, iba a ser un día muy largo para ella, pensó Nick. Pero, por alguna razón, tuvo la intuición de que aquello era lo normal para ella.
–¿No hay nadie que pueda ayudarte con esos informes?
–Me temo que no. Además, prefiero hacerlos yo, sobre todo porque pienso plantearle al señor Novak que la ampliación del centro se haga cuanto antes.
Nick no dijo nada pero, teniendo en cuenta lo que había pasado a mediodía, no era exagerado preocuparse porque ella saliera del centro sola después de la caída del sol. Aunque el aparcamiento estaba bien iluminado, a él no le gustaba. Después del incidente, habían llegado dos guardas de seguridad. Él pensó que, antes de irse de allí ese día, hablaría con los guardas para asegurarse de que uno de ellos acompañara a Miley a su coche a la salida.
Cuando llegaron a la entrada, Nick se dijo que, a diferencia de Miley, pensaba salir de trabajar temprano. Tenía una reunión con el jefe de bomberos y era una reunión importante. Además, lo último que necesitaba era terminar tarde en la oficina, de noche, con Miley… y a solas.


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