viernes, 24 de agosto de 2012

Miley's Little Secret cap.18





Nick llegó a las cinco en punto y sentó a su hijo en el asiento de
atrás de un gran Cadillac negro. Miley los vio alejarse desde su ventana.
Cuatro horas más tarde, los esperaba en el mismo sitio con la
ventana un poco abierta. El coche apareció a las nueve y dos minutos y Jerry saltó fuera antes de que el chófer pudiera dar la vuelta para abrirle la puerta.
—No hace falta, Jesse —le oyó decir Miley—. Me gusta abrir las puertas —se inclinó hacia el asiento de atrás—. Adiós, Nick. Hasta el miércoles…
Al parecer, lo del miércoles era cosa hecha.
Miley sabía que era bueno que su hijo conociera por fin a su padre. Ella se alegraba de eso.
Pero todo lo demás era un desastre espantoso.
El martes, Tish la llevó a ver al doctor Jover, quien le quitó la venda, examinó la herida de la sien y le dijo que tenía buen aspecto. Le puso una venda mucho más pequeña y le dijo lo que ella ya sabía, que la hinchazón bajaría, se absorberían los puntos, la cicatriz curaría y los moratones desaparecerían.
—Dele tiempo y si dentro de seis meses no le gusta esa cicatriz, una
sencilla operación de estética la dejará tan guapa como antes.
Miley se dio cuenta de que estaba a punto de coquetear con ella y
apartó la vista. Y no porque pareciera un hombre que intentaba ligar a menudo, que sí lo parecía. No. Apartó la vista por Nick. Cuando quisiera coquetear, lo haría con él, lo cual, teniendo en cuenta las muchas cosas que los separaban, no era probable en ese momento.
En el camino de vuelta, Tish intentó averiguar lo que había pasado
entre Nick y ella.
—Miley, querida, tu padre y yo nos preguntamos si…
La joven la interrumpió de inmediato.
—¿La pregunta tiene que ver con Nick? 
Su madre apretó el volante con nerviosismo.
—Bueno, tesoro, te salvó la vida y parecía tan atento y luego…
—Ahora no, mamá. Ahora no puedo hablar de eso.
Tish no insistió. Y Miley se lo agradeció en su interior.
El miércoles decidió que ya estaba harta de esconderse en su cuarto
y cuando llegó Nick a buscar a Jerry, abrió la puerta ella.
Él, que había preparado una sonrisa, se puso serio al verla.
—Miley.
—Hola, Nick.
—Ese ojo tiene mal aspecto.
Miley enderezó los hombros.
—Está mejor que estaba. En realidad me encuentro bastante bien.
Mañana seguramente estaré preparada para esa larga conversación que decías.
—Veremos… ¿está Jerry?
—Sabes que sí —ella se apartó para dejarlo entrar.
Jerry bajaba ya las escaleras.
—Hola, Nick.
El hombre suavizó su expresión en el acto.
—Hola. Vámonos enseguida —se volvió de nuevo a la puerta.
—¡Está bien!
Jerry lo siguió de inmediato. Ya en la calle, se volvió a mirar a su
madre.
—Puedes venir con nosotros si quieres…
Nick se detuvo en el acto y giró para mirarla con expresión
inescrutable.
Miley sonrió a su hijo.
—No, hoy me quedaré en casa. Que os divirtáis.
Jerry corrió a darle un abrazo.
—Te quiero, mami…
—Yo también a ti.
El niño echó a correr de nuevo, abrió la puerta de atrás del coche
grande negro y se deslizó dentro.
Miley entró en la casa y cerró la puerta con rapidez. En ese momento no podía mirar cómo el Cadillac brillante se alejaba con su hijo.
Al volverse, vio a sus padres juntos al pie de las escaleras. Los dos la miraban sorprendidos.
En sus rostros confusos vio reflejado su secreto. Vio lo que su secreto le había hecho a su familia, cómo había formado un agujero de malos entendidos y de dolor tan amplio como el que se interponía ahora entre el padre de su hijo y ella.
Sus padres y Hannah eran su familia. Y ella los había abandonado, los había dejado atrás. Se había construido una nueva vida sin ellos.
Porque era una cobarde que no estaba dispuesta a afrontar las
consecuencias del gran error que había cometido.
Pero eso se había acabado. Levantó la cabeza.
—Mamá, prepara café. Tenemos que hablar los tres.
Cuando Miley terminó de contar la verdad, hubo un silencio en la
cocina. Su madre fue la primera en romperlo.
—¡Oh, querida, qué lío! Lo siento muchísimo…
Su padre bajó la cabeza.
—Miley, muchacha… siempre he querido decírtelo, pero nunca he
sabido cómo…
Miley no podía creer lo liviana que se sentía, liberada al fin del peso de su secreto y de todas las mentiras y evasivas que lo habían acompañado.
—Dímelo ahora, papá. Te prometo que te escucho.
Billy levantó la cabeza y la miró con ojos atormentados. Miley se
compadeció de él. Por primera vez comprendió lo mucho que había sufrido él por su parte en lo que había ocurrido once años atrás.
—Siempre me preocupaba… cuando erais adolescentes, me
preocupaba por Hannah. Todos los chicos iban detrás de ella y estaba seguro de que acabaría en un lío. ¡Tú eras tan lista y callada! No parecías tener tiempo para ligues, sacabas buenas notas y todas las universidades te ofrecían becas. Cruzó los brazos en la mesa y miró el Rolex que llevaba con tanto orgullo.
Tish le puso una mano en el hombro.
—Díselo, querido. Ella quiere oírlo.
Billey levantó la vista de nuevo y miró a Miley a los ojos.
—Supongo que me volví loco cuando te quedaste embarazada. No
sabía qué hacer. No estaba preparado. ¡Quería tantas cosas para ti! Ahora comprendo que esperaba mucho más de ti que de tu hermana. Me puse furioso y te asusté con mis gritos y mis amenazas. Y luego te envié lejos. Te envié lejos… —se le quebró la voz. Bajó la vista de nuevo y esa vez era evidente que no miraba su reloj. Le temblaban los hombros—. Y no volviste nunca. Lo siento. No tenía que haberte enviado fuera.
Miley extendió la mano y le apretó el brazo.
—Papá, te perdono. Y sí he vuelto. Ahora estoy aquí, ¿no?
Él levantó entonces la cabeza. Sus mejillas estaban llenas de
lágrimas. Las secó con el dorso de la mano.
—¿Has visto esto? Llorando como un niño pequeño. No sé qué me ha pasado.
—Estoy aquí, papá —repitió ella con suavidad—. Estoy aquí de
verdad.
Su padre la miró a los ojos. Sonreía entre las lágrimas.
Más tarde, durante la cena, Tish preguntó por Nick.
—Sé tan poco como tú —confesó Miley—. Yo diría que está claro que tiene intención de ser un padre de verdad para Jerry.
—Jerry no ha dicho nada, así que supongo que no lo sabe.
Miley negó con la cabeza.
—Nick quiere que antes lo conozca mejor. Quiere darle la noticia
sin brusquedad. Yo voy a intentar respetar sus deseos en ese terreno, así que, a menos que Jerry lo pregunte directamente, por favor, no le digáis nada todavía.
—¿Pero y si pregunta? —quiso saber Tish.
—Entonces le decís que venga a hablar conmigo. No quiero que nadie le mienta.
—Entendido —asintió su padre.
—¿Y Nick y tú? —preguntó su madre—. Hasta hace poco parecía
que había algo.
—No lo sé, mamá. En este momento las cosas no van muy bien entre nosotros.



1 comentario:

  1. owwww mitchie me encanto el cap!
    te juro que se me salieron las lagrimitas :')
    aaawwww
    voy con el siguiente C:

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