sábado, 14 de julio de 2012

The Ex-Boyfriend Of His Sister cap.2






Joe Jonas se bajó de su Land Cruiser y la nieve crujió bajo sus botas. El movimiento le había causado un dolor sordo en su cadera artificial, pero el lo ignoró.
La casa tenía buen aspecto. El lateral que tenía ante sus ojos era de madera con los ángulos de piedra. El otro lado, que quedaba frente al cortado, tenía unas ventanas que llegaban desde el suelo hasta el techo para que aun en los días más oscuros el interior de la casa estuviese lleno de luz.
Joe inspiró aire profundamente, saboreando la frescura del aire de la montaña. Desde un abeto cercano trinó un herrerillo, y su canto se mezcló con el sonido de un hacha cortando leña. En el camino que daba acceso a la casa, bajo una picea, había aparcada una furgoneta azul; debía ser la de la persona que se ocupaba del mantenimiento de la casa. Cerró la puerta de su coche, se subió la cremallera de la cazadora y caminó hacia el lugar del que provenía el sonido del hacha.
No tuvo que ir demasiado lejos. Al otro lado de la casa, en la breve terraza de terreno que se extendía bajo el mirador del primer piso hasta el cortado, encontró al encargado de mantenimiento. Estaba de espaldas á él y Joe se quedó mirándolo un instante sin hablar.
Rítmica y eficientemente el hombre clavaba su hacha en un tronco, lo levantaba por encima de su cabeza y volvía a golpearlo contra la tajadera. Embobado, Joe admiró la gracia de sus movimientos, la economía con que efectuaba cada golpe y sonrió. Diecinueve meses atrás no habría gastado ni un solo segundo en contemplar aquella escena, pero haber tenido la mitad de los huesos de su cuerpo rotos, haber tenido que pasar por las manos de un buen cirujano que volviese a juntar sus miembros valiéndose de plástico y metal le hacía apreciar cosas muy sencillas, como por ejemplo ver cómo aquel hombre partía cada tronco en dos.
En aquel instante el hombre pareció presentir que alguien lo observaba y tras clavar el hacha en la tajadera se incorporó y dio media vuelta.
Joe se dio cuenta inmediatamente de que aquel tipo tenía unas facciones delicadas y una piel lisa y dorada, pero tardó unos segundos en darse cuenta de que aquel hombre tenía pechos, que llenaban a la perfección la pechera de su vieja camisa roja de franela.
Ante la mirada sorprendida de Joe, el hombre que había resultado ser una mujer se quitó los guantes de trabajo y se pasó una mano por su pelo antes de acercarse con paso decidido hacia él.
Mientras se acercaba, Joe se dio cuenta de que sus ojos eran del mismo gris azulado que las alas de un arrendajo y casi al mismo tiempo se dio cuenta de quién era: la hermana mayor de Selena, Demi Lovato.
«Por fin estoy en casa». Entonces recordó haber soñado con ella aunque no supiera decir cuándo ni sobre qué.
-¿Joe? ¿Joe Jonas?
Su incredulidad era palpable en el tono de su voz.
-El mismo que viste y calza -contestó con una sonrisa-. Hola, Demi.
Entonces le tocó a ella mirar sorprendida, lo que resultaba bastante comprensible. Hacia más o menos dieciséis años que no se habían visto, a no ser que hubiese leído sobre él en alguna revista o hubiera visto alguna de las entrevistas que había concedido a la televisión. Hasta era posible que hubiese asistido al funeral de su padre siete años atrás, pero no recordaba haberlo visto entonces. En cualquier caso, había pasado mucho tiempo.
Joe extendió una mano que ella estrechó. La palma de Demi era dura y callosa de trabajar duro, pero sus huesos eran finos y largos y Joe se tomó su tiempo para observarla. Tenía pequeñas gotas de sudor sobre el labio superior y el pelo se le rizaba húmedo a la altura de las sienes. El calor de su cuerpo tras el ejercicio físico le llegaba en olas y su olor en aquel aire frío del invierno era a la vez dulce y ligeramente almizclado.
Cuando sintió que la mano de Demi se movía con cierto nerviosismo, se dio cuenta de que seguramente había estado estrechándola más tiempo del apropiado y la soltó.
-¿Qué tal estas? -continuó ella con la pregunta de rigor.
-Más crecido que la última vez que nos vimos.
-Sí -contestó ella, frunciendo el ceño-. Sí, ya lo veo.
Parecía preocupada y no demasiado contenta de que ya no fuese un crío, pero Joe estaba pasando un buen rato. Demi era tal y como él la recordaba, pero cuando se marchó de Red Dog City la había dejado siendo una mujer que para nada llamaba su atención.
-Ejem... Bueno... -se estaba poniendo de nuevo los guantes de trabajo, seguramente para hacerle saber que pensaba seguir cortando leña-. Esto sí que es una sorpresa. Cuando los de la agencia me llamaron para decirme que debía abrir la casa, me imaginé que...
-Que el nuevo ocupante era solo uno más en la interminable cadena de inquilinos, ¿no?
Ella asintió.
-Pero ahora que lo pienso, debería haberme imaginado que ibas a ser tú. Sabía que pretendías pasar una temporada alejado de todo.
-¿Dónde has oído eso?
Demi miró hacia otro lado momentáneamente, como si no estuviera segura de si debía contestarle y después se encogió de hombros.
-Lo dijiste tú mismo hace unas semanas en uno de esos programas de por la noche.
-Me sorprende que estuvieras viéndolo. Nunca fuiste una de mis grandes admiradoras.
-A los que vivimos en este desierto también nos gusta saber de los que consiguen llegar alto -le contestó, mirándolo a los ojos-. Has elegido el lugar adecuado si quieres estar solo a diez kilómetros de Red Dog City, en pleno invierno; vas a estar todo lo solo que quieras y un poco más.
Joe se echó a reír.
-Estoy a menos de setenta kilómetros de Reno para el caso de que me sienta demasiado solo.
-Setenta kilómetros que pueden ser muy difíciles cuando lleguen las nieves del invierno.
-Lo sé. Yo también me crié aquí -contestó y después se atrevió a gastarle una broma-. ¿Ya estas intentando deshacerte de mí, Demi?
Ella no sonrió.
-No, claro que no.
-Bien, porque estoy aquí para quedarme al menos durante una temporada.
-Eso es únicamente asunto tuyo.
-En eso tienes toda la razón.
Se quedaron mirándose el uno al otro hasta que ella fingió tener tos.
-Estoy segura de que tienes ganas de ponerte cómo do. La casa está limpia de arriba a abajo.
-¿La has limpiado tú?
-Yo no me dedico a eso. La agencia envía personal específico para esa tarea. El cuarto de baño funciona perfectamente y hace unas horas que encendí la calefacción, así que la casa está ya caliente.
Quería dejarte un poco de leña preparada por si quieres encenderte la chimenea. No se quién se encargó de traerte la leña, pero la mayoría de los troncos son demasiado grandes.
Joe sintió entonces un deseo ridículo. Hubiera querido acercarse a donde el hacha estaba clavada y cortar él mismo unos cuantos troncos para que supiera que él era tan hombre como ella. Aquel deseo lo dejó completamente aturdido. Ultimamente parecía estar cogiéndole gusto a presumir de su masculinidad. Además seguro que terminaría por hacerse daño cogiendo esa hacha así, en frío. Aún no se había acostumbrado a controlar los clavos y las articulaciones artificiales que tenía donde antes habían estado las suyas.
-Así que voy a seguir trabajando -estaba diciendo ella-. Cuando termine aquí fuera te llevaré la leña dentro y dejaré encendida la chimenea.
Joe tuvo una idea mejor.
-Mira, prefiere que te olvides de partir más leña por el momento.
-Pero yo...
-Pasa un poco de leña dentro y enciende el fuego, por favor.
-De acuerdo, y luego...
-Y luego nos tomaremos una cerveza.
Demi tardó un instante en asimilar la sugerencia. Después vinieron sus protestas.
-No, tengo...
-Vamos, Demi. Por los viejos tiempos.
-De verdad, no puedo...
-Sí.
Demi lo miró a los ojos e intentó decir que no con la cabeza, pero no lo consiguió.
-De acuerdo -accedió, e inmediatamente las mejillas se le sonrojaron.
-Estupendo -Joe pasó junto a ella y le dio instrucciones antes de que pudiese cambiar de opinión-. La cerveza está en mi camioneta. Voy a cogerla y me reúno contigo.
Se alejó tan rápido como su cadera artificial y su rodilla reconstituida se lo permitieron.


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