lunes, 20 de febrero de 2012

A son to the magnate "Niley" cap.18


Miley se despertó cuando la doncella entró en el dormitorio a la mañana siguiente para correr las cortinas y permitir que entrara la luz del sol. Le dolía mucho la cabeza.
Lo primero que hizo fue enviar un mensaje a Hope, en el que le advertía que Nick conocía la verdad y le decía que tenían que hablar con urgencia. Después, se sentó en la cama, tomó el desayuno que le llevaron y pensó en la conversación de la noche anterior con su marido.
Todo aquello era absurdo. Absolutamente todo. Había llegado a creer que estaba enamorada de Nick Antonovich, pero la cruda realidad se había impuesto. Nick no era el hombre encantador y maravilloso que le regalaba bombones y collares de diamantes y esmeraldas, sino un hombre frío y terrible en quien no podía confiar y al que, por supuesto, tampoco admiraba.
Se sintió tan avergonzada por haberse acostado con él, que perdió el apetito de inmediato y apartó del desayuno. Sin embargo, no tardó en comprender que ella era la única culpable de la situación. Le había engañado y le había mentido, aunque fuera por una buena causa.
Además, Nick no era tan malo; era el hombre capaz de casarse para dar una alegría a su abuela, el hombre que acostaba a su madre cuando llegaba borracha a casa, el hombre que había crecido con unos padres terribles. Desde luego, su actitud hacía las mujeres distaba de ser positiva; pero después de fracasar con su primera esposa, casi era lógico que no quisiera arriesgarse otra vez y conceder otra
oportunidad a una mujer.
El teléfono sonó cuando se estaba vistiendo.
No era Hope, sino Nick.
—Nos veremos abajo en veinte minutos —le informó.
Miley se recogió el pelo en una coleta y se miró en el espejo. No se había molestado en maquillarse. Se había puesto unos vaqueros y un jersey que eran suyos, no de las cosas que Nick le había comprado, y volvía a parecer una mujer normal y corriente.
Comprobó su móvil, pero Hope todavía no había respondido a su mensaje.
Impaciente, decidió llamarla y hablar en persona con ella; pero no contestó.
Unos minutos después, cuando bajó al piso inferior y, en la elegante biblioteca que Nick usaba como despacho, él le dijo:
—Dobraye utra... buenos días. ¿Esos vaqueros son la manera que tienes de purgar tu culpa? —se burló—. Pues si es así, no me has impresionado.
Miley se cruzó de brazos, a la defensiva.
Había dormido mal y estaba pálida y cansada, pero él le pareció tan guapo como siempre y tan relajado como si hubiera dormido como un tronco.
—Dudo que la ropa que lleve sirva para cambiar las cosas —declaró ella—. Me he vestido así porque esta ropa es mía y no quiero llevar la que me has comprado. No me parece justo.
—Oh, eres tan puritana... aunque hay que reconocer que tienes sentido del humor.
¿Insinúas que eres capaz de casarte en una iglesia ante cientos de personas y de entregarme tu cuerpo más tarde y que, sin embargo, tus principios te impiden ponerte la ropa que te he regalado?
Miley se ruborizó, humillada.
—No quería decir eso...
—Claro que sí. Pero ya he descubierto que hay una distancia importante entre tus supuestos principios y tu comportamiento real.
—¿Para esto me has pedido que venga a verte? ¿Para poder insultarme un poco más? —preguntó.
Nick arqueó una ceja.
—¿Prefieres que hablemos de cosas sin importancia? Porque no querrás que te felicite después de lo que has hecho...
Miley tomó aliento, sacudió la cabeza y apartó la mirada.
Satisfecho con la derrota de su esposa, Sergei se apoyó en el borde de la mesa y la miró con detenimiento.
Sin maquillaje y vestida como una quinceañera, parecía asombrosamente inocente y joven. No le sorprendió su expresión de vergüenza, porque ya no confiaba en ella
y pensaba que fingía, pero pensó que el mayor misógino del mundo habría caído en su trampa. Parecía tan ingenua, que habría engañado a cualquiera. De hecho, hasta había conseguido que él mismo renunciara inicialmente a la idea de investigarla a fondo; le gustaba tanto, que se había dejado llevar por el deseo.
—De todas formas, eso no es relevante —continuó él—. ¿Qué hacemos ahora, Miley? Debemos tomar una decisión.
—¡Yo no puedo cumplir los términos de ese contrato! —dijo, nerviosa—. No sabía que estuviera obligada a darte un hijo. Desde luego, iba a cumplir con el compromiso de ser tu mujer, pero...
—De ser mi mujer y de compartir mi cama con entusiasmo —puntualizó él con tono aterciopelado—. No olvidemos ese aspecto de nuestra relación.
Miley echó la cabeza hacia atrás y su coleta se balanceó.
—¡Por Dios! ¡Eso es otra cosa! Simplemente ha pasado, nada más...
Nick le dedicó una mirada dura como el acero.
—Me cuesta creer que haya pasado por simple casualidad, Miley.
—No intentes que parezca peor de lo que soy, Nick. No me he acostado contigo para manipularte. Pero pienses lo que pienses al respecto, ha pasado y ya no puedo hacer nada —declaró—. ¿Qué vas a hacer?
—Si hago lo que mis abogados me han recomendado, os denunciaré a tu hermana y a ti por fraude. Una sola palabra mía y arrestarán a Hope. Firmar un contrato con datos falsos y con la intención de estafar dinero a otra persona es un delito castigado con la cárcel.
Miley lo miró con horror.
—¡No puedes hacer eso!
—Me temo que puedo hacer lo que considere oportuno. Por si no te has dado cuenta, yo soy la víctima de esta situación.
Miley intentó pensar, desesperada.
—Pero tú querías discreción... y si nos denuncias, saldrá publicado en los periódicos.
Dudo que eso te gustara.
Nick se quedó impresionado por la rapidez mental de ella.
—¿Por qué crees que eso me importa? Yelena no lee los periódicos, y es muy improbable que se entere de una denuncia presentada en Gran Bretaña. Además,
yo no he hecho nada malo, nada de lo que deba avergonzarme —afirmó—. En cambio, arrojarte a tu hermana y a ti a los lobos me daría cierta satisfacción.
Miley se asustó tanto, que se quedó sin habla. Volvió a pensar en el hombre que le había regalado los bombones de chocolate, en el que le había preparado una bañera con pétalos de rosa, y le pareció asombroso que se hubiera producido un cambio tan radical en él.
—Pero francamente —continuó Nick—, nada me daría tanta satisfacción como el cumplimiento del contrato original. Ya sé que has dicho que eso es imposible, pero cuando se está dispuesto llegar a un compromiso, siempre se puede encontrar una solución aceptable para las dos partes.
—¡Nada de lo que digas me hará aceptar! ¡No voy a tener un hijo contigo para renunciar después a él!
—Entonces, te haré una oferta. Si devolvéis el dinero y te comprometes a mantener nuestro matrimonio durante un plazo de al menos un año, olvidaré temporalmente lo de acudir a la policía.
—Eso es imposible, Nick. Por lo que tengo entendido. Hope se ha gastado una buena parte de la cantidad que le diste.
—¿Por lo que tienes entendido? —preguntó él con sarcasmo—. ¿Insinúas que no tienes acceso al dinero?
—Lo tiene Hope, aunque sobra decir que hablaré con ella.
Nick miró a su esposa con incredulidad.
—¿Tu hermana lo organizó todo, se quedó con el dinero y te convenció para que cumplieras su contrato sin darte nada a cambio? ¿Cómo es posible que se lo hayas permitido? ¡Es obvio que no me he quedado con la gemela inteligente, sino con la más estúpida de las dos!
Miley se ruborizó de nuevo.
—No, no ha sido así. Admito que Hope puede ser extravagante e irresponsable, pero no es una ladrona... ¿es que no has oído nada de lo que te he dicho? — preguntó con desesperación.
—Miley, lo que dices sólo encaja en dos categorías: o es algo completamente absurdo o no me interesa.
—¡Nadie ha intentado tenderte una trampa! —insistió.
—Pues si no ha sido una trampa, ¿qué ha sido? ¿Dónde está el dinero? ¿Y dónde está la mujer que firmó realmente el contrato? —preguntó con sequedad—. Tu hermana usó tu nombre, se retiró en el último momento y se quedó con el dinero.
Tú eres el único rehén que tengo. ¿No te parece que ya es hora de que dejes de excusarte y aceptes tu responsabilidad?
Miley tragó saliva. Su dolor de cabeza empeoraba por momentos.
—Intentare que te devuelva el dinero y...
—No quiero que lo intentes, quiero que lo consigas —bramó—. Y por si lo habías pensado, ni se te ocurra vender alguno de los regalos que te he hecho para devolverme mi propio dinero.
—Yo nunca haría eso. Sé que no me crees, pero te aseguro que soy una persona honesta.
Nick se preguntó si sería posible que Hope hubiera engañado tan fácilmente a su hermana como a sus propios abogados. Su esposa parecía sinceramente impactada
con lo sucedido; además, se notaba que no había dormido bien y estaba tan nerviosa que casi temblaba.
Sin embargo, decidió no tener clemencia con ella. Seguramente, su nerviosismo se debía a que la habían descubierto y a que tenía miedo de que acudiera a las
autoridades.
—Si no me dejas otra salida, llamaré a la policía —insistió.
—No lo dudo. Pero acabas de decir que quieres que siga siendo tu esposa durante al menos un año...
—Sí, lo he dicho y lo repito. No me gustaría que Yelena se llevara un disgusto. A fin de cuentas, acabamos de casarnos.
—Está bien... entonces, me quedaré.
Nick contempló sus labios y cómo su jersey remarcaba sus generosos senos. A pesar de lo ocurrido, la deseaba con toda su alma. Miley tenía un poder increíble
sobre su libido.
—Mis prioridades han cambiado —le informó.
—¿En qué sentido?
—Vendrás a mi cama cuando a mí me apetezca. Se acabaron todas estas tonterías de que no quieres estar conmigo —afirmó, mirándola con arrogancia—. No voy a
salir de todo esto sin una compensación.
Miley notó que la miraba con deseo y se ruborizó todavía más, pero no dijo nada.
No tenía fuerzas.
—Y eso no es negociable —continuó él—. Sólo recuperarás tu libertad si devuelves el dinero.
Ella lo miró con angustia.
—¡No puedo hacer el amor contigo como si no hubiera pasado nada!
Nick se encogió de hombros.
—Estoy seguro de que encontrarás la forma de sobrellevarlo. Ya lo hiciste ayer, cuando tú eras la única persona que estaba al tanto del engaño, y no parece que te
costara mucho —le recordó con una sonrisa irónica—. Me voy a Londres dentro de una hora, pero tú te quedas aquí.
—¿Por qué?
—Te concedo tres días para que tomes una decisión. Y si aceptas mi propuesta, estarás esperándome en mi cama cuando regrese, milaya moya.
Miley dio un paso adelante con debilidad.

Nick caminó hacia ella, la tomó entre sus brazos y la besó con la fuerza de una tormenta. Ella se estremeció contra la dureza de su cuerpo masculino, apretando los senos contra su pecho, dominada por el deseo.
—Creo que, cuando hayas valorado detenidamente mi proposición, me darás una luna de miel inolvidable —añadió él, satisfecho.
—¿Una luna de miel?
—Sí, una luna de miel en mi yate, donde estaremos completamente solos — respondió—. Y no pongas esa cara: sonríe un poco... te he dado la posibilidad de
elegir entre la cárcel y mi cama. Es una oferta muy generosa. Mucho más generosa de lo que mereces.
Miley supo que Nick no estaba bromeando. Su amenaza era real. Tenía todo el derecho del mundo a presentar esa denuncia, que sin duda acabaría con su hermana embarazada y con ella misma en la cárcel. Y aunque Hope recibiría la condena más dura, dado que había sido la instigadora, eso no sería ningún consuelo.
Tenía que hablar con su hermana y convencerla para que devolviera el dinero que Nick le había dado. No había otra solución.
—¿Por qué quieres tener un hijo? ¿Para que Yelena sea feliz?
Nick la miró con sorpresa.
—Sí, ésa era mi motivación principal cuando se me ocurrió la idea —le confesó—.
Pero los niños me gustan de verdad y me gustaría tener hijos de todas formas.
Miley volvió al dormitorio y llamó a su hermana otra vez. Como no le contestó, llamó a su madre. Tish se puso a hablar inmediatamente sobre la lista de invitados
para la celebración que Nick y ella habían prometido organizar en Londres.
—Me temo que hay un problema —continuó Tish—. Liam y Hope están de vacaciones en Turquía y me ha dicho que no volverá a tiempo.
Aquella noche, cuando ya estaba en la cama, Miley se puso a pensar en Nick, en su empeño en tener un hijo con ella y en la forma de mantener una relación sexual con él sin involucrarse desde un punto de vista emocional. Sólo tenía una esperanza: que se aburriera de ella en algún momento y dejara de desearla.
Por primera vez, cayó en la cuenta de que Nick y sus abogados no creían haberla elegido a ella, a una mujer normal y corriente, sino a la refinada y experimentada
Hope. En consecuencia, cabía la posibilidad de que Nick no la deseara a ella de verdad, sino a su hermana.
Era un pensamiento tan perturbador que tardó un buen rato en poder conciliar el sueño.

aqui dejo un capitulo mas de esta nove Muchos _Besos!! =D

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