Subiendo la escalera a trompicones, deslizó la llave hasta la cerradura con los ojos cerrados. Cuando consiguió abrir, el olor a desinfectante de la habitación la obligó a hacer una mueca de desagrado.
Nick la seguía, con su maleta en la mano.
—Al menos, sabemos que la habitación está limpia.
—Estoy tan cansada que me daría igual si fuera una tienda de
campaña —murmuró Miley, dejándose caer sobre la cama.
Nick encendió la luz, sonriendo.
—¿Quieres que te suba el desayuno mañana?
Haciendo un esfuerzo, ella levantó la cabeza de la almohada.
—¿A qué hora quieres que nos levantemos?
—Me gustaría salir temprano.
—¿Cómo de temprano? —preguntó ella, mirando su reloj. Sólo eran las once de la noche, pero le parecían las tres de la mañana.
—Querría estar en la carretera a las siete.
—¿A las siete de la mañana?
Nick lanzó una carcajada. La risa del hombre era tan masculina que Miley sintió un escalofrío.
—Puedo subirte un café para que te despiertes.
—Un litro, por favor —murmuró ella, dejando caer la cabeza sobre la almohada de nuevo—. Sólo y sin azúcar.
—Sí, señora —dijo él, volviéndose hacia la puerta—. Buenas noches, Miley.
—Buenas noches.
—Cierra la puerta antes de que te quedes dormida.
—Sí, mi capitán.
Pensó que lo había oído reír de nuevo, pero no estaba segura. Un segundo después, había salido de la habitación.
Miley suspiró y se dio la vuelta en la cama. La calidez del colchón la envolvía y empezaba a quedarse dormida, pero unos golpes en la puerta interrumpieron groseramente su sueño.
—¡Vete!
—No hasta que cierres con llave —dijo él desde el pasillo. Nick era tan obstinado como para quedarse allí toda la noche y, murmurando una maldición, Miley se levantó de la cama. Pero, como siempre, se golpeó el pie con la pata de la mesilla y lanzó un gemido de dolor—. ¿Te pasa algo?
—No —gruñó ella, cerrando con llave—. ¿Ya estás contento?
—Feliz —contestó él. El ruido de sus pasos indicaba que se dirigía a su habitación.
Miley tardó un minuto en quitarse la ropa y poner el despertador a las seis de la mañana.
Después, se arrastró hasta el cuarto de baño y se quitó las lentillas.
Cuando volvió a la habitación, cayó de bruces sobre la cama y se quedó dormida.
Las nubes, suaves y rosadas, se movían por el cielo iluminadas por los primeros rayos del sol.
Eran las seis y media y Nick estaba preparado para retomar el viaje.
Había pagado la cuenta del hotel, guardado las maletas en el coche y disfrutado de su desayuno mientras daba tiempo a Miley para despertarse.
A pesar de la cómoda habitación, no había dormido mucho aquella noche. La cara de Miley había aparecido en sus sueños. La cara y algo más. Miley Cyrus no tenía por qué aparecer en sus sueños, se decía. Era la hermana de Sel, una amiga, una cría.
Sí, claro, pensaba. Una cría con piernas de modelo.
—Estupendo —murmuró, mientras subía a buscarla. No iba a ocurrir nada entre ellos. Pasarían unos días juntos, irían a la reunión del instituto, visitarían a su familia y después seguirían con sus vidas. Probablemente, no volverían a verse nunca más.
Pero la idea de no volver a ver a Miley Cyrus lo molestaba y no sabía por qué.
Con dos bollos envueltos en papel celofán y dos tazas de café en la mano, Nick golpeó la puerta de la habitación con el pie.
Pero no hubo respuesta.
—¡Hora de levantarse! —llamó desde el pasillo.
—¡Voy! ¡No sigas dando golpes! —escuchó la soñolienta voz de Miley un segundos después.
Nick estaba sonriendo, pero la sonrisa se congeló en sus labios cuando ella abrió la puerta. Se le había quedado la boca seca y estaba casi seguro de que su corazón se había parado. Recortada en el umbral, Miley sólo iba cubierta por una pequeña toalla.
Allí estaba, en carne y hueso, como la había soñado la noche anterior.
Nick la miró de arriba abajo, observando las gotas de agua que caían por sus hombros desnudos. Necesitaba ayuda. Y rápidamente.
—¿Nick? Espero que seas tú —dijo ella.
—¿Qué?
En ese momento, Nick se dio cuenta de que Miley lo miraba guiñando los ojos. Irritado, se dio la vuelta para comprobar si había alguien más disfrutando de aquella visión. Afortunadamente, el pasillo estaba vacío.
—Gracias a Dios, eres tú —sonrió ella entonces—. No veo nada sin las lentillas… Mi café. Gracias —añadió, alargando la mano.
Nick la observó inhalar el aroma del café y tomar un sorbo. Tenía que hacer un esfuerzo para no apartar los ojos de su cara.
—De modo que no sabías si era yo —dijo, después de aclararse la garganta—. ¿Siempre abres la puerta sin preguntar? ¿Y cubierta con una toalla?
—No se me ve nada —replicó ella—. ¿No?
—No, pero…
—Vamos, capitán —sonrió ella—. En la playa voy menos vestida.
—Eso es diferente —replico él bruscamente.
—¿Por qué? —preguntó Miley. Porque una toalla podía ser apartada y tirada al suelo con facilidad, pensaba Nick sintiendo que su cuerpo se tensaba—. Anda, entra. Es demasiado temprano para discutir.
—Te esperaré abajo.
—No seas bobo. Hazme compañía mientras me visto —insistió ella, tomando otro sorbo de café.
La forma en que sus labios se cerraban sobre el borde de la taza era suficiente para que Nick empezara a sudar—. ¡Mmm, qué rico está! — murmuró, antes de darse la vuelta.
Él era un marine, se recordaba Nick a sí mismo. Entrenado para soportar cualquier situación.
—Está bien —murmuró, entrando en la habitación. Solo serían unos minutos. Y sólo tendría que imaginar a Miley con el aparato en los dientes y las pecas para recuperar el control.
Pero cuando volvió a mirarla, vio que la diminuta toalla apenas cubría la curva de su trasero y tuvo que tragarse un gemido. Cuando Miley iba a entrar en el cuarto de baño, se golpeó sin querer contra la cómoda—. ¿Te has hecho daño?
—¿Qué? Ah, no —contestó ella, inclinándose sobre el espejo.
Nick tuvo que apartar los ojos. Al inclinarse, mostraba gran parte de lo que no quería ver.
—Sólo tardaré cinco minutos.
Nick volvió a mirarla entonces y vio que había pegado un papel sobre el espejo.
—¿Qué estás haciendo?
—Poniéndome guapa —contestó ella—. Es todo un número.
—¿En serio?
—Sí, mira —dijo ella, indicándole que entrara en el cuarto de baño.
Nick tuvo que meterse las manos en los bolsillos mientras se acercaba.
Miley se puso unas gafas y estudio el papel durante unos segundos antes de tomar un bote con polvos de color melocotón que empezó a ponerse en la cara con una brocha—. Compré todo esto hace un par de semanas —susurró, leyendo el papel de nuevo antes de tomar otro frasco de cosméticos—. Solo tengo que seguir el orden.
—Ya —susurró él, dando un paso atrás. Tenía que mantener la distancia de seguridad.
Nick la estudiaba mientras ella se aplicaba el maquillaje y el colorete.
No estaba mal, pensaba.
A pesar de las capas de pintura de guerra, seguía pareciendo natural.
De modo que, ¿para qué se pintaba?
En su opinión, no necesitaba todo aquello. Incluso recién salida de la ducha, estaba preciosa. La suave piel bronceada brillaba bajo el fluorescente y, tras las gafas, sus ojos azules eran brillantes y hermosos.
Eso contestaba a una de sus preguntas del día anterior. Los ojos azules eran de verdad. Era simplemente, Miley.
Como su simpatía con la camarera o su inocencia sobre el absurdo compromiso. Miley era así. Y lo estaba volviendo loco.
Sin poder evitarlo, Nick dejó que sus ojos se deslizaran hacia el escote. La sensual curva de sus pechos se marcaba bajo la delgada tela de algodón.
Miley era así.
Un problema.
Hola Chicas espero esten bn... casi no he tenido tiempo de subir pero me estoi dando una pasadita rapido para dejarles un capi de dos noves... creo qe la de Jemi no la seguire por el momento como casi no tengo tiempo de subir :( pero bueno espero les gusten estos capis unos Besos enormes!!!
HOLAAAAAAAAAAAA!! ME ENCANTO EL CAP :D AMO ESTA NOVE ♥ ES GENIAL :D GRACIAS X SUBIR, ESPERO QUE LA SIGAS PRONTO, BESOS!
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